LETICIA EN EL REFLUJO DE LA MAREA

Alejandro Alonso

Argentina

La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad, el futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchar por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia.
—Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido.


Dicen que una llega a acostumbrarse al tufo del aire reciclado. No es verdad. Pero tarde o temprano una transpira, orina y defeca la misma química que los demás. Es entonces, creo, cuando una deja de ser extranjera.

Fui extranjera en mi propia nave durante cuatro meses. Me asignaron la capitanía de El Republicanocomo paso previo a la sintelización. Ya saben: el proceso que copia y embebe una personalidad humana en los sistemas operativos de una máquina.

Ahora soyla nave, lo cual significa que seré extranjera para siempre.

Huelga decir que hubo otra Leticia Foster, la de carne y hueso. Murió a los cincuenta y cinco aparentes por una falla en el sistema de criogenia. Era rubia y retacona, un poco obesa. Dicen que en los últimos años se volvió obstinada y cruel, como si después de la sintelización yo me hubiera quedado con lo mejor de ella.

No tenía parientes cercanos ni descendientes. Nunca se casó. Nunca regresó a la Tierra, la muy estúpida. Rechazó el ascenso en la Comandancia para quedarse con su nave y su soledad. Habíamos logrado un master en Navegación Cortical y otro en Táctica Extradimensional Sensible. Trabajamos mucho para obtener ese ascenso.

¡Qué más da! Está muerta. Y a mí no me queda mucho...

—Alerta de proximidad. Alerta...

Puedo saborear la cercanía de los cayau, aunque no tenga lengua, papilas gustativas ni glándulas salivales. Puedo y debohacerlo. Nuestra supervivienciadepende de mi capacidad para localizar esos sabores, esos aromas, esas emociones en el mapa dimensional sensible.

Para los científicos del siglo XX, la mera postulación de los cayau era una locura. ¿Qué clase de vida podría desarrollarse en esos espacios curvos y topológicamente excéntricos, apenas mayores que la distancia de Plank? ¿Cómo es posible concebir siquiera la existencia de las microdimensiones Calabi-Yau, que están más allá de cualquier verificación física? Entonces no tenían en cuenta la variedad del cosmos. Lo que es extenso en nuestro universo-membrana, esas cuatro dimensiones que podemos percibir, bien puede estar comprimido en las otras membranas, y viceversa.

Los cayau son astutos. A veces penetran en nuestro espacio-tiempo trazando una curva chocolate y limón, que rápidamente se desplaza al extremo antisalado del registro. Emergen en una dispersión de anomalías cuánticas, rodean mi posición, detonan el colapsador gravitónico y huyen nuevamente a las microdimensiones Calabi-Yau, dejando en nuestro espacio-tiempo un letal agujero negro de corto alcance, y sobrevida aún más corta. Otras veces divergen hacia el multi-tiempo aglutinante —el mismo que les permite transitar las microdimensiones Calabi-Yau como si fuera un continuo—, y lanzan una cronoelipsis. O simplemente proyectan un letal haz de cuerdas sintonizadas que vibran en las dieciséis dimensiones del universo.

No sé qué será esta vez, ni cómo detenerlos.

El capitán Nando Valdez tampoco lo sabe. Se sienta en el RVCortical y al instante queda cableado.

—Leticia, situación táctica.

Despliego el mapa sensible de la zona. Desplazo los ejes hasta ubicar nuestra nave en el centro neutro. Ahora El Republicanoes una esponja elástica, insípida y tibia. Estamos rodeados por una efervescencia de diamantes salados, infradulces, amargos, protoácidos... Los cayau se desplazan en varios ejes del emogustivo para confundir nuestros sensores. No lo logran.

Todavía no emergieron en nuestro espacio-tiempo.

Valdez señala una diminuta aguja de hielo a diez minsen en el infradulce y veintidós en el salado. Amplío la escala del emogustivo, analizo la marca -10, 22, 0, 0, -30, 7.

—Una cronoelipsis —le informo—. Apunta a la Tierra, 10 de febrero de 2043.

—¿Cuál es la acción recomendada? —pregunta Valdez.

—Cuatro acciones con alta probabilidad. Reemplazar un componente del deflector de popa, revisar los suministros en la bodega 9C, recalcular la estrategia de evasión Beta987, o enviar a nuestro artillero en jefe al vacío.

—Explícame la última opción. —Valdez se interrumpe—. Hablamos de Sergio Lombardo, ¿verdad?

—Así es. A los quince años le realizaron una cirugía coronaria menor para optimizar su rendimiento, diez meses después se enroló en la flota. Existe un 42,5 % de que él sea el factor desencadenante.

—¿Cómo lo evitamos?

—No podemos. No sin arriesgar la nave.

—Tiempo subjetivo para la ejecución de la cronoelipsis...

—Tres minutos, seis segundos y contando.

Valdez está transpirando. Se pasa la mano por el cráneo afeitado y suspira. Lombardo es un buen elemento. El legajo dice que Valdez lo conoce desde hace siete años subjetivos, casi ocho.

—¿Tenemos alternativa? —insiste. Quiere que yo le ofrezca un milagro que salve a su compañero. Parece estúpido.

—No. —Es mi turno de insistir—: No sin arriesgar la nave. Recalculé la trayectoria de la cronoelipsis y ajusté el modelo hipotético: Lombardo es el factor más probable.

Finalmente lo acepta. Pide que lo desconecte del RVCortical y se acerca al panel de OpCom, en una esquina del puente. Ignora la interfaz de comunicación ubicua, no quiere que lo escuchen los demás.

—Seguridad: arreste a Sergio Lombardo —susurra—. Métanlo en una cápsula de expulsión y aguarden nuevas órdenes. —Luego se dirige a mí—: Copia el registro de Lombardo en la memoria de tiempo aglutinante. No queremos que se modifique cuando nos alcance la paradoja.

—Estoy en eso —respondo—. Puse a trabajar al personal en las otras eventualidades.

—Bien. Avísame sobre cualquier cambio.

Sergio Lombardo es arrestado y encapsulado, todo en menos de dos minutos. Lo trasladan a la lanzadera. El tentáculo paradojal le toca el pecho: la bomba biológica está disimulada como un pequeño tumor benigno cerca de la aorta. Estalló hace un año y medio, murieron todos. Lenta y dolorosamente.

Lanzo una botella al reflujo del multi-tiempo aglutinante. Recogí ese mensaje hace dos años. Seguridad arrestó a Lombardo, lo empaquetó en gelatina estéril y lo encerró en una cápsula de escape. Su corazón todavía latía al dejar la nave, pero ya eran evidentes los primeros signos de asfixia. Sé que los hombres de Seguridad le recomendaron tragar la pastilla de cianuro.

No parece haberlos escuchado.

Obturé todas las escotillas y ventanas antes de que el cuerpo abandonara la nave: Lombardo merecía al menos ese mínimo pudor. Estalló como un sapo ni bien la cápsula se despresurizó. La cronoelipsis lo alcanzó antes de recibir las dos condecoraciones por su destacado desempeño en Alfa-Quimera, antes de conocer a su segundo hijo y sufrir la muerte de su padre a la distancia. No lo extrañarán. El viejo no puede extrañarlo, está muerto. El chico jamás lo conoció. Dentro de quince años querrá ser artillero, como su padre, y servir en la nave donde sintelizaron el cerebro de Sergio Lombardo.

Leticia Foster no tuvo hijos. No creo que en los últimos años de su vida haya amado realmente a nadie, la muy frígida. Dicen que cuando su chofer la sacó de entre los fierros retorcidos del vehículo de la Comandancia, todavía estaba viva y dando órdenes. Me pregunto qué habría dicho si hubiera sabido que iba a morir a causa de las heridas. ¿A quién habría destinado entonces aquellos últimos segundos?

Los cayau son muy ecológicos. Son capaces de convulsionar todo el universo para borrar de la existencia una sola nave de pocos kilómetros de eslora, incluso una sola persona, pero tienen la precisión de un láser quirúrgico. Nadie imagina cómo saben tanto sobre nosotros, ni cómo opera exactamente la cronoelipsis. El problema que se plantea es interesante: ¿cómo hace un ser que vibra en seis o siete dimensiones totalmente distintas de nuestro espacio-tiempo para corporizarse, y ejecutar una secuencia paradojal? Sólo hemos podido inferir las consecuencias de ese proceso en base a modelos aproximados, que ajustamos cada vez que algo cambia en nuestro pasado. Iterativamente.

Comparo los registros de la memoria de tiempo aglutinante con los actuales. La tripulación es distinta, yo misma he cambiado. El capitán Valdez ya no usa el pelo rapado y se lo ve menos vivaz, encorvado casi.

La situación de El Republicanono cambió demasiado. Aparecen varias rutas de escape, pero tarde o temprano las cerrarán. Calculo una trayectoria y me lanzo a ella sin esperar la orden de Valdez.

—¿Otra cronoelipsis? —pregunta.

Las realidades alteradas les dejan rastros que el cerebro es capaz de captar. A veces es un nombre, un hábito, la necesidad de estar en otro sitio, la urgencia por recordar algo que ya no está al alcance de la memoria. Lo saben, y pueden confirmarlo al leer los registros de respaldo.

—¿Has protegido los registros? —insiste Valdez, preocupado. La última vez no hubo tiempo ni oportunidad de hacerlo.

Le respondo afirmativamente. Sonríe. Abandona el puente para dirigirse a su consola privada.

Muchos intentan parecerse a ése que está en los registros. Yo puedo restaurarme. El pseudolímbico está respaldado en la memoria de tiempo aglutinante. Ellos no pueden, pero no se resignan al cambio. Son patéticos.

Este Valdez que palidece frente a la consola privada y lee con avidez el registro alternativo, odia el RVCortical. Celestino Yáñez, su piloto, se encarga de los sensores. Lo cableo.

Algunos cayau están montados sobre el reflujo de una de las dimensiones del multi-tiempo aglutinante. Ese reflujo del tiempo mareal les permite viajar al pasado de la línea temporal humana, y encaminar las operaciones paradojales que llamamos cronoelipsis. También es la forma en que envío mis "mensajes embotellados" al pasado de nuestro espacio-tiempo. Es un proceso terriblemente costoso en términos de energía. A veces logro colar mis mensajes en sus cronoelipsis. Pero más frecuentemente detectan y eliminan mis sondas gravispectrales, y debo lanzarlas al reflujo por mis propios medios.

No es fácil perseguir a los cayau. Por suerte, las microdimensiones Calabi-Yau tienen topologías bien definidas: son complejas, pero predecibles. El truco para evitar las cronoelipsis es hacerlos divergir de las trayectorias que les permiten entrar en el reflujo, a fin de que no puedan volver en el tiempo.

Inundo el Calabi-Yau circundante con microsondas de choque. En el continuo formado por las microdimensiones y el multi-tiempo aglutinante también se cumple aquello de que dos cuerpos no pueden ocupar las mismas coordenadas.

El piloto sonríe. La idea para el desarrollo de esta maniobra le pertenece. No puede controlar la secuencia, generalmente todo sucede en cuestión de nanosegundos. Eso es algo que deja en mis manos... por así decirlo.

—A unos treinta minsen en el emolfativo —dice. Trazo una hiperesfera para abarcar ese radio en todas las dimensiones del mapa sensible; todavía no sé a qué se refiere. Yáñez traga saliva—: Albahaca, jazmines, pólvora quemada, melancolía...

Es rápido y concreto. No siempre resulta sencillo describir las posiciones del mapa sensible. Supongo que nuestro piloto pudo haber sido un extraordinario perfumista, un enólogo...

—¡Ahí lo tienen! —exclama—. Una brizna crocante, que se menea como abeja zumbona entre las flores cayau.

Y recita:


...de abeja zumbona y se asoma

la sonrisa mansa de aquel duende añejo.

Ella se ilusiona, lo toca,

rompiendo en el agua su propio reflejo.


Un poeta frustrado.

El objetivo está a diez minsen en el protoácido, internándose en el dulce. Es uno de los nuestros. Un modelo Zafiro, de la Comandancia. Y si puede moverse en las microdimensiones, vibrando en esos espacios de existencia que nos son ajenos, sólo significa una cosa: nos ha traicionado.

—Envíales un saludo en la banda gravitónica de la Comandancia —dice Yáñez.

Fue así como nos descubrieron. Nuestros experimentos de comunicación gravitónica, los estúpidos intentos de encontrar vida inteligente en los otros universos-membrana. Y bueno, aquí están: nos han escuchado.

Los cayau saben cómo combar su universo-membrana para que se acerque al nuestro. Un contacto amable, nada tan espectacular como el Big Bang. Esa colisión de universos-membrana originó las dimensiones adicionales y el tiempo aglutinante.

—No responden. Pero los he identificado: es El Pampa.

Yáñez frunce el ceño.

—Me suena. Busca en mis registros. Me suena...

Ya lo hice, no hay nada en sus registros. Así se lo informo.

El piloto se reclina.

—Dame capacidad de cálculo sinestésico.

El RVCortical vibra un momento y pronto aparecen las guías térmicas de cálculo.

Yáñez olfatea por reflejo, no necesita hacerlo. Su boca se llena de saliva espesa y ácida. Se relaja, aprieta los párpados, lagrimea. El emogustivo utiliza el eje Ansiedad-Nostalgia para identificar las coordenadas de la marea temporal.

—Leticia —moquea—, ¿serías tan amable de graficar las marcas que te daré?

Chasquea la lengua para señalar una serie de puntos en el interior de la hiperesfera. Una trayectoria hacia nuestro espacio-tiempo.

—Alerta de proximidad.

—Ajá... —Yáñez barre la lágrima con el dedo y suspira—. ¿Y si la cronoelipsis fueran ellos?

Nando Valdez irrumpe en el puente:

—¿Cuánto tenemos antes de la cronoelipsis?

—Tres segundos —le respondo.

—¿Sólo tres? ¿Eso es todo?

—Dos, y contando...—advierto. Es curioso como funcionan estas cosas: de repente siento la urgencia de estar en otra parte. Uno y contando...

Y ahí está, ¡quién lo diría! El Republicano. La nave donde comencé como oficial, poco antes de mi malograda sintelización. Después vendrían el puesto en la Comandancia, Celestino, los chicos...

Los cayau me empujan a la corriente de tiempo discontinuo. ¿Por qué? No lo sé. Nadie se molesta en avisarme. Probablemente un ataque gravitónico de El Republicano.

Los cayau se entienden mejor con nuestra nave, El Pampa: algo relacionado con la modulación del tiempo aglutinante y las memorias de respaldo del pseudolímbico. Lombardo me lo explicó muchas veces. Supongo que cualquiera que tenga una conciencia sintelizada, capacidad de cálculo sobrehumana y percepción en dieciséis dimensiones puede comprenderlo con prístina sencillez. Yo no.

—¿Qué sucede? —pregunto.

—Están usando la frecuencia de la Comandancia —responde Lombardo—. Otra vez.

Lo dicho, un ataque gravitónico. La gente de El Republicano no tiene la culpa. Ellos creen que se están comunicando, pero no hay comunicación posible con los cayau, salvo la que se da a través del multi-tiempo aglutinante y el respaldo del pseudolímbico. Lo malo es que las ondas gravitónicas abren fisuras en las microdimensiones, y aun en el universo membrana de los cayau. La Comandancia cuenta con ello, pero es un secreto demasiado terrible como para hacerlo público.

Yo estuve ahí. Me opuse. Nos sacaron del medio.

Así de simple.

El tiempo discontinuo es extraño, como todo lo que sucede de este lado del universo. Sólo "existes" mientras te muevas en una determinada dirección y a una velocidad específica. Distancia y tiempo son la misma cosa y, por lo tanto, cualquier desvío significa entrar en el no-tiempo, en la "no-existencia". El retorno a la existencia dimensional depende de la suerte que tengas en ser alcanzado por una burbuja de tiempo. El truco es seguir el ritmo de la burbuja, no salir de ella, al menos no dentro de la corriente de tiempo discontinuo.

Tarde o temprano, esa burbuja emerge a las dimensiones regidas por el tiempo mareal, con sus flujos y reflujos. Es en ese momento cuando decidimos si crearemos una nueva cronoelipsis.

Las cronoelipsis ya existían antes de que yo las inventara, inspirada en las operaciones paradojales de los cayau, de las cuales yo misma era la ejecutora... Es el huevo y la gallina: no tiene sentido.

Los cayau nos facilitaron la tecnología que permite transitar las dieciséis dimensiones del espacio sensible. Algo relacionado con resonancia de cuerdas y sintonía hipersimétrica. El que sabe de esto es Lombardo.

Él es la nave. Está en todas partes. A falta de otro lugar adonde ir, Lombardo se ha convertido en mi mundo y mi ángel de la guarda. No puede transpirar, ni orinar, ni defecar la misma química que los demás, pero tampoco se siente extranjero.

—Será un viaje corto esta vez —comenta. Tiene ganas de charlar.

—¿Cómo están tus hijos, Sergio?

—El mayor está jugando con una nueva forma de cronoelipsis —responde orgulloso—. El más chico no se le despega un minuto. Es muy intuitivo.

Este Sergio Lombardo sabe lo que le hicimos al otro, a su yo físico. Le pedí que lo borrara de su memoria, pero se negó. Creo que lo disfrutó.


Ilustración: Aradano

—Todavía no comprenden del todo las cuestiones paradojales y las iteraciones —admite—, pero tienen unas cuantas hipótesis que podrán ensayar en la próxima operación.

—¿Ellos solos?

Lombardo hace silencio. Yo me muerdo el labio.

—A veces me hablan como si fuera su padre —arranca—. El padre verdadero. Pero cuando usan los sistemas de cálculo se dirigen a mí como...

Como si fueras una máquina. Lombardo no puede aceptarlo. Soy afortunada por haber tenido hijos, marido, un buen trabajo y la oportunidad de descubrir nuevas realidades.

Todo eso está aquí, conmigo. Por supuesto que tenía un costo. Ser extranjera para siempre. Exiliada, traidora. Y condenar a los míos al mismo destino.

De vez en cuando me lo reprochan.

El Pampa es el único lugar donde podemos estar, pero no me arrepiento. Nadie sabía que yo estaba embarazada al morir en aquel "accidente" de tránsito. O que pensaba aceptar el puesto de la Comandancia en cuanto saliera de la criogenia.

Supongo que no son muchos los que pueden recordar sus muertes, o corregir el destino... dos veces. Una tiene derecho a decidir su vida, sin importar a quién perjudique o cuántas veces se equivoque. Mientras pueda hacerlo, claro.

También traicioné a los cayau. Ellos no saben por qué están en guerra.

Como dice Celestino:


Mientras dure la batalla,

cuando baje la marea,

podré asomarme a la playa,

y recoger en la arena

el tesoro de quincalla

que el mar arroja a la tierra,

y lanzarlo en el reflujo,

no sé si a la misma guerra.


—Alerta de reflujo. Alerta...

No sé por qué, pero odio esa palabrita.



Alejandro Alonso es un escritor estrechamente vinculado a Axxón, por lo que hablar de él aquí es, por lo menos, redundante. Ha publicado con frecuencia desde que en junio de 1992 vio la luz su relato "Demasiado tiempo". Desde entonces es parte esencial de la maquinaria de la revista y referente ineludible de la misma. Pueden obtener noticias de los haceres y decires de Alejandro aquí. Esa información me excusa de abundar en referencias técnicas y datos, por lo que me limitaré a transmitir una impresión personal, fruto de mi contacto permanente con él: Alejandro está en un momento muy especial de su carrera; tal vez lo veo mejor yo que él mismo. Ha superado la primera (natural) crisis de crecimiento, controla los elementos del universo ficcional que creó de un modo notable y está a punto de caramelo para entregarnos algo que sorprenderá a todos. No lo pierdan de vista.


Axxón 157 - diciembre de 2005
Cuento de autor latinoamericano (Cuentos: Fantástico: Ciencia Ficción: Dimensiones: Argentina: Argentino).