Estimadísimo Mauricio: Haciendo turismo por nuestro bellísimo país llegué a ese paraíso terrenal que se llama Santa Gregoria de los Cardales y quedé irreversiblemente enamorado de dicha ciudad montañesa y he regresado a ella cuantas veces he podido. Ahora bien, nunca pude saber quién fue la Santa que le da nombre (nadie en Santa Gregoria me lo supo decir con seguridad). Así que recurro a ti, ¡oh fuente de toda Sabiduría!, para que me instruyas sobre este particular. Afectuosamente, Guillermo de Concesión. Ah, Guillermo, somos dos los que quedamos prendados con los encantos de Santa Gregoria de los Cardales. ¿Visitaste el mirador de los Tisanuros? ¿Y probaste los tallarines con tuco y albóndigas en “Don Genaro”? In-cre-í-bles, ¿verdad? En fin, a lo nuestro. Te cuento: El 15 de Marsillo de 1524 nace, en Tavola Calda (Calambria), Gregoria Parafernaglia, hija del rico comerciante Franco Parafernaglia y su esposa Margherita. Hasta los 19 años, Gregoria llevó una vida disoluta y frívola, tal como se esperaba en esa época de toda joven perteneciente a una de las acomodadas familias que gobernaban la ciudad. De hecho, se dice que la libertina jovencita Giulianna Bagascia que aparece en los relatos del “Quincuamerón” de Bocchino está basada en ella. Su vocación religiosa se despertó cuando, volviendo sola de una fiesta dada en el palacio de los Cazzorossi la noche del 23 de Tupiembre de 1677, se encontró frente a frente con una mujer vestida de azul que brillaba en la oscuridad. La misteriosa mujer la tomó de su mano y la llevó volando por todo Tavola Calda, mostrándole el sufrimiento y la miseria de la ciudad. Luego, fue conducida en presencia de un ser brillante y de gran belleza. De este ser engendró 69 hijos, todos luminosos y con el don de lenguas. Volvió a aparecer la mujer, quien la llevó a un palacio hecho de zafiros y rubíes. Allí vivió setecientos años con dos ángeles de múltiples rostros que le enseñaron todos los misterios de la Sabiduría Fiel y la Luz. De cada uno de ellos engendró 512 hijos, de variadas formas y poderes. Cuando hubieron finalizado su tarea docente, los ángeles llamaron a Gregoria, le entregaron un manto con cientos de ojos bordados, un cetro de oro y lapizlázuli y una corona de platino y diamantes y la regresaron al lugar y al instante en que había partido. Luego de esta experiencia mística, Gregoria se quitó todas sus ropas, abandonando toda su existencia de lujo y vanidad, y se fue a vivir a un barril a orillas del río Nepotelino. La profusión de cardos en el lugar hizo que a la joven se la conociera como “Gregoria de los Cardales”. Muy pronto, su esbelta figura desnuda fue presencia cotidiana en los leprosarios de la zona, donde era esperada con una mezcla de gran ansiedad y supersticioso temor por los internos de las colonias, quienes decían que luego de las visitas de Gregoria sentían que una parte importante de ellos se iba con la joven santa. Unos años más tarde Gregoria abandonó por completo a los leprosarios y se dedicó a instruir a jóvenes de ambos sexos, fundando pequeñas comunidades educativas en las zonas más densamente tupidas del bosque de Porcamiseria. Esto le valió un enfrentamiento con el obispo local, monseñor Finocchio, quien la acusó de corromper a la juventud y la condenó a la hoguera, previa visita de seis meses con todos los gastos pagos a las mazmorras de la Inquisición. Se dice que en su celda Gregoria se la pasaba noche y día rezándole a la misteriosa mujer de azul. Finalmente, sus plegarias fueron atendidas y el milagro se produjo, ya que aparecieron unos grabados (realizados por un grabador oculto) en los que se veía al obispo siendo sodomizado por un burro judío mientras que le practicaba un cunnilingus a una gata negra de satánica mirada. Al enfrentarse a semejante escándalo mediático, el Vaticano envió a Finocchio rumbo al corazón del África, para evangelizar a la tribu de los Aminobuanas. Se dice que estos temibles guerreros le dieron a elegir, como era su costumbre con los recién llegados, entre “dunga dunga” o “muerte”. No se sabe cuál fue el resultado de la elección, pero lo que si fue evidente es que el obispo jamás regresó ni se tuvo más noticia de él. Triunfante, Gregoria fue liberada y volvió a su barril y a sus comunidades educativas, las cuales tuvieron cada vez más adherentes y se fueron extendiendo por todo el territorio de Calambria. A los 97 años de edad, aún con el aspecto de una joven, Gregoria murió. Su cuerpo permanece incorrupto en la Basílica del Santo Cabello, en Tavola Calda. Fue canonizada en 1399 por Su Santidad Boltraffio XLIII y es la Patrona de los Milagros No Adjudicados A Otros Santos. MAURICIO GAFENTO
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