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GUARDIANES DE UN DIOS IGNOTORaúl Alejandro López Nevado |
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«El objetivo de toda mujer y todo hombre es encontrar sentido, dar explicación fundada y coherente sino de todo el Universo, al menos de su propia vida. Que pocos lo logren no importa; por cada uno capaz de llevarlo a buen fin, debe de haber miles condenados a fracasar; y sin embargo, incluso estos últimos, con su desdichada derrota, contribuyen a la victoria mayor de la especie, de la vida, de nuestra querida Tierra y de la propia materia. La objeción de que hay ciertos seres humanos que no tienen como objetivo básico éste que acabo de mencionar, no tiene ninguna importancia para mi sistema. La humanidad será humana o no será».
Así empezaba el admirable Enrique Nevado de Aráustegui su monumental obra sobre la naturaleza humana "Guardianes de un Dios ignoto". Fue escrita, según el mismo confiesa, tras cinco días de intensa enfermedad durante los cuales se le apareció la Verdad, a la manera de una Beatriz dantiana aquí no conviene el adjetivo "dantesca" , bajo las formas de su antigua esposa, que había muerto de sobreparto hacía más de 40 años. Resulta impresionante imaginar a aquel anciano de más de siete décadas levantándose con fuerzas apenas recobradas, y escribir a la luz de una vela, gastando pluma tras pluma, las más de 10.000 páginas de los Guardianes. Dicen, aunque hemos de suponer que se trata de una leyenda apócrifa, que los últimos centenares los escribió con su propia sangre. En todo caso, sí parece ser cierto que tardó 28 días en hacerlo. Nevado era pobre, y durante este tiempo se alimentó de las migajas que los gorriones traían a su ventana. Hoy pueden parecernos imposibles estas condiciones y, no obstante, basta leer la obra para darse cuenta de que lo único imposible de concebir es la profundidad de sus razonamientos y el alcance de sus conclusiones. Incomprensible resulta también el conocimiento que demuestra de las diversas lenguas muertas y los antiguos filósofos. Él, un simple herrero, acostumbrado al férreo movimiento del martillo sobre el yunque en el ardiente calor de la fragua, desgrana con indecible facilidad los secretos del arameo, del hebreo antiguo, del griego, del latín, del árabe y de una lengua que aún no se ha podido identificar, aunque hay sobrados indicios para considerar que se trata de una precisa transcripción del lenguaje babilónico. Existen incluso algunas anotaciones que hacen pensar en que los volúmenes que han llegado hasta nosotros son tan sólo los centrados en una parte del mundo, y otros, dedicados al lejano oriente, al África subsahariana y a la América precolombina, también debieron de ser escritos, o al menos proyectados, en su mente.
Cómo llegó Nevado a dominar este inmenso cuerpo teórico nos resulta ciertamente complicado de explicar, no obstante, aún lo es más, comprender otros conocimientos de los que hace gala. Hemos de recordar que este corpus filosófico fue escrito en las postrimerías del siglo catorce, cuando aún faltaban más de 80 años para el nacimiento de Copérnico y toda la consiguiente revolución científica del siglo XVII. Pese a esto, su concepción del lugar de la Tierra y del hombre sobre ella, no puede ser más acertada. En su cosmología, la Tierra no ocupa el centro, sino uno de ellos. Uno entre la infinidad absoluta de un Universo cuatridimensional con su centro en cualquier sitio y su circunferencia, si las cuatro dimensiones permiten hablar en estos términos, en ninguno.
En su biología, la escala evolutiva de los animales también está prefigurada con maestría. El propio Darwin no hubiera podido elaborar unos atlas biológicos tan claros y diáfanos. De hecho, ésta sección es un verdadero tesoro para los naturalistas, pues clasifica animales hoy ya extintos, dando siempre unos cuantos apuntes acerca de sus conductas. Lo inexplicable es comprobar una y otra vez como animales aún no conocidos entonces, como toda la familia de los monos del nuevo mundo, aparecen claramente definidos y catalogados en las páginas del Guardianes.
En cuanto a su antropología, las conclusiones a las que llega resultan, incluso hoy, de un atrevimiento y arrojo inaudito. No sólo concluye la igualdad intelectual de todas las razas humanas que existen sobre la Tierra, sino que afirma que, siendo el intelecto lo que todas tienen en común, es en éste donde se ha de cimentar toda la escala de derechos y obligaciones. De modo que si alguna vez se llegase a contactar con otra especie, ya fuera terráquea o extraterrestre, de unas mismas capacidades, o se llegase a construir una máquina capaz de emularlas plenamente, entonces las responsabilidades que cupiera pedirles o los derechos que se les debieran conceder deberían ser exactamente los mismos que a cualquier ser humano.
Pero lo más sorprendente lo encontramos en la sección técnica. Algunos de sus ingenios nos resultan claramente comprensibles, aunque no debería de ser así para sus coetáneos. Otros, hemos tardado varias décadas en comprenderlos. Desde la bombilla eléctrica hasta la planta de energía nuclear por fusión, desde el ferrocarril o los aviones, hasta el automóvil propulsado por hidrógeno, desde los satélites artificiales hasta Internet, todo, incluyendo, si hemos de hacer analogías con lo ya conocido, toda una larga de ingenios que aún no han sido ideados, absolutamente todo pasó por la mente de aquel anciano encorvado bajo la luz de una vela.
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Podría continuar hasta el infinito enumerando las virtudes y los aciertos de la obra de Nevado, pero creo que con estos pocos ejemplos basta. "Guardianes de un Dios ignoto" podría haber hecho que hoy estuviéramos quinientos años adelantados en el tiempo, quizá más. Las repercusiones son incalculables, tal vez nos hubiéramos ahorrado el horror de la Conquista, y el horror de dos revoluciones, la Industrial, con sus largas horas para humanos de edad cada vez más corta, y la Francesa, con su sangre y sus mentiras. Tal vez nos hubiéramos podido ahorrar Auswitzch y Muthaussen, Hiroshima y Nagasaki. Quién sabe las ventajas que la humanidad toda podría haber extraído de un libro así.
Sin embargo, "Guardianes de un Dios ignoto" no fue jamás publicada. El XIV fue un siglo duro, y Nevado murió apenas unos días después de dar por concluida la última página de su manuscrito. Podríamos pensar que el destino jugó aquí una mala pasada satánica: conducir a un hombre hasta la extenuación de la muerte, con unas revelaciones que no habrían de servir para nada, sólo puede tener ese calificativo de maligno. Pese a todo, hay una segunda interpretación, pero para comprenderla es necesario haber leído el libro. Tras su repaso de diez millares de páginas, Nevado se encuentra en el último párrafo con la idea con la que empezaba. Se da cuenta, sin hipocresías ni modestias que lo falseen, de que su obra alcanza el límite del conocimiento humano y lo culmina, con la verdad absoluta. Acaba, pues, con la humana necesidad de buscar el sentido.
Este conocimiento y un elevado sentido moral llevaron a la no publicación de este corpus. Es más, el convencimiento le hizo concluir que, para evitar peligros, era mejor que ni siquiera llegara a escribirse. Decidido esto, por último, Nevado se dio cuenta de que sin la tarea de su vida, él mismo perdía el sentido, así que decidió no existir. No se suicidó, esto hubiera sido inútil pues sólo borraba su rastro hacia delante, y él no deseaba desaparecer simplemente; sino no haber existido jamás.
Lo consiguió. Hoy lloramos esa gran pérdida, que Nevado no haya existido nunca, que nunca escribiera su libro, que sigamos dudando sub especie aeternitatis de los secretos que desvelaba.
Raúl Alejandro López Nevado nació en Mollet (Barcelona, España) en 1979. Se licenció en filosofía, guiado por el mismo afán de conocimiento que lo inclina a la ficción especulativa. Suele colaborar en el Sitio de Ciencia-Ficción y traduciendo los artículos que le es posible para Astroseti. Desde hace dos años conduce un programa de radio en una emisora local sobre misterios racionales y razonables (desde historia, hasta física, desde filosofía hasta antropología). Este es su primer cuento en Axxón.
Axxón 163 - junio de 2006
Cuento de autor europeo (Cuentos: Ficción Especulativa: Filosofía: España: Español).