LA INTELECTUALIDAD LIBERAL

Luke Jackson

Estados Unidos

Era el tercer año del reinado de George VII, el septuagésimo cuarto en la Guerra contra el Terror.

"Encontraremos a los asesinos terroristas y sus simpatizantes liberales y los arrancaremos de raíz", dijo la agrandada cabeza de George en el holovideo de la cafetería de la facultad, los poros y pelos de su nariz simiesca enormemente magnificados, logrados gracias a una cuidadosa consanguinidad. "A aquellos que primero culpan a América, les contestamos: No tenemos miedo. No vamos a retroceder. En las palabras de los inmortales padres de nuestra patria: 'Que vengan'". El holovideo hizo un paneo sobre multitudes clamorosas, en su mayoría ataviadas con galas militares y sosteniendo pancartas que demandaban Rapto inminente.

—¿Estás listo para ir? —preguntó Tom, dándole una profunda pitada a la pipa de crack y exhalando lentamente. Era uno de los pocos científicos que había entre nosotros; se había convertido en inmortal poco después del reinado del primer Bush. Su trabajo "oficial" era el desplazamiento temporal de los países tercermundistas hacia el pasado, para que los Bush pudiesen conquistarlos con mayor facilidad.

—¿Tenemos elección? —pregunté. El café estaba clausurado desde hacía mucho tiempo; un letrero garabateado en el frente lo identificaba como lo que era: un semillero de la intelectualidad liberal. Tom y yo, y algunos otros profesores, éramos los únicos que lo frecuentábamos.

—Estás a tiempo para cambiar de opinión, Dylan —dijo Tom—. No me importaría hacer yo mismo un paseíto al cambio de milenio. Las cosas eran muchísimo más seguras para nosotros en aquel entonces.

—El movimiento te necesita —repliqué y luego respiré profundo—. Dale al gatillo. —Tom sacó algo de su bolsillo, iluminado por destellantes cables enrulados —se veía como esas armas subrepticias que un chico iracundo hubiera usado antes de la Supresión. En el fondo, el Bush proponía un nuevo programa de contratos de servidumbre para los Marcianomexicanos.

—Ah, volver a la época anterior a los fanáticos de Jesús —dijo Tom con una sonrisa melancólica en sus labios—. ¡Que te diviertas! Y no te olvides de traerme algo de crunk. —A continuación apretó el gatillo.


Y entonces yo estaba en una calle de Miami, el sol enceguecedor reflejándose en los rascacielos plateados y el pavimento poceado. Me sentía nervioso y asqueado luego de la sacudida espacio-temporal, así que rompí una piedra de crack para fumar en mi pipa de vidrio. Me dijeron que en estas épocas hacerlo no era un problema.

—Lo parió, chabón —dijo un negro sucio acercándoseme—. Vo sí que so un yuppie loco, falopándote a medio día, viejita —dijo, sonriéndome a través de dientes rotos.

—¿No es cool? —le pregunté. Los otros blancos, vestidos con los uniformes monocromos y los lazos de esclavos del capitalismo de la época, me ignoraban. El hombre y yo éramos islas estacionarias en medio de ese flujo obsesivo-compulsivo.

—No, máquina, te va fichar la yuta, fiera, te va fichar —se rió—. Pero dame un poquito de merca y va estar todo bien, vieja —dijo. Por cortesía, busqué en mi bolsa y saqué una piedra blanca y pesada, que brillaba al sol, y partí un buen pedazo para él.

—Navidad vino temprano este año, fiera —dijo, con los ojos cada vez más grandes.

—Tudo bem, fiera, me voy a laburar —dije, adoptando la jerga de la época. Le di el pedazo de roca y desaparecí entre las hordas sin rostro de la calle, mientras el hombre se reía para sí y se balanceaba suavemente.

Retiré la piel de mi antebrazo izquierdo y empecé a oprimir botones. Tom me había cableado para ser compatible con estos sistemas primitivos. Sólo me llevó unos pocos segundos localizar las computadoras tabuladoras de votos y atravesar su seguridad con una decodificación multiparalela masiva.

Cuando terminé, me busqué un taburete en un pub de una esquina, que elegí al azar; la vieja TV vociferaba la cobertura noticiosa de la elección. Dado que fumar crack no era posible, me bajé un par de copas de tequila, esperando que dieran los resultados que yo había arreglado.

—Estamos en condiciones de anunciar que Al Gore ganó la Presidencia —dijo desde la TV un presentador de noticiero de aspecto cansado. Yo no podía recordar si esta época era previa o posterior a que para las noticias se utilizaran exclusivamente marionetas animatrónicas; nada podía deducirse de la cara del presentador.

En el bar se escucharon unas pocas vivas, unos pocos abucheos. Suspiré con alivio, agradecido porque el Bush no iba a poder capitalizar los inminentes actos de terrorismo, no iba a igualar disenso con terrorismo, no iba a iniciar la Supresión, et cétera.

—Jesús, todo mi dinero se va a ir en impuestos —dijo un hombre musculoso y con el pelo cortado al ras que estaba sentado en el taburete contiguo al mío; su cara era roja y su lazo de esclavo rojo brillante estaba demasiado ajustado alrededor de su garganta.

—¿Estás merqueado? —le pregunté. Sólo me miró, los ojos como platos.

Sacudí la cabeza, sorprendido por la falta de inteligencia y visión de esta gente, y oprimí el botón bajo la carne de mi cuello para regresar a casa.


El café de la facultad estaba incendiándose. Lo primero que vi fue la cabeza cortada de Tom en una pica, los ojos vueltos hacia el interior de su cabeza y la lengua sobresaliendo grotescamente. El hombre con sotana que sostenía la pica me señaló con un dedo sucio y tembloroso y gritó:

—¡Otro liberial!

Otros hombres encapuchados emergieron de entre las llamas refulgentes que arrojaban más oscuridad que luz. Me rodearon en un círculo, sus antorchas, garrotes y otras armas listas para prevenir mi escape.

—¡Maten a la bestia! —gritó alguien, una mujer; probablemente era una frase de "La Bella y la Bestia" de Disney. Cuando el continuum colapsa, las únicas cosas con las que se puede contar son las marcas culturales de la juventud.

—Sólo me olvidé un libro de texto en el campus —mentí, luchando a medida que sus garras me tomaban del brazo y los tobillos.

—¿Te creyés mejor que nosotros, eh, un intelemectual? —gruño un hombre petiso y de rostro rubicundo.

—Nah, es un brujo —graznó la mujer—. Los Señores nos han entrenado especialmente para buscaros a vosotros saltadores de tiempo. —Sonrió, orgullosa de su ignorancia cobarde.

Mientras me ataban con cuerdas y me levantaban sobre sus cabezas no pude suprimir un sentimiento incómodo. Esto era demasiado, incluso para el Bush. Él aún no había recurrido a patrullas de campesinos, blandiendo armas primitivas y cazando a la intelectualidad. No pude evitar pensar que algo había salido horriblemente mal. Ni siquiera estaba seguro de poder restaurarme desde mi backup una vez que me mataran.

—Ha habido un gran desplazamiento en el continuum —dijo una voz femenina en mi cabeza—. Algo salió horriblemente mal.

Torcí mi cuello para adelante y para atrás pero era evidente que la voz no provenía de mis igorescos captores.

—Sí, estoy aquí en la horda —continuó la voz—, pero no estoy vocalizando. —Abruptamente reconocí a la Profesora Cornwell, que enseñaba sociología y cuyo trabajo "oficial" era el marketing del Evangelio del Bush.

—¿Qué pasó? —le dije con mi pensamiento.

—Un colapso total, y Tom no está aquí para repararlo. El arreglo de la votación hizo más daño que bien. De alguna manera resultó que Pat Robertson ganó en el 88 y ahora estamos en una rama temporal mucho, mucho peor. Tom nos ayudó a conservar nuestras identidades y algo de nuestras tecnologías, ¡pero ahora él se fue! —Su voz mental se quebró.

—No te preocupes —pensé, sin tener idea de por qué dije eso, porque yo estaba intensamente preocupado y no tenía idea de qué hacer. Si no nos podíamos restaurar desde los backups entonces nuestras muertes serían reales. Me latía considerablemente la yugular y las glándulas de mis manos empezaron a sudar copiosamente. Pero yo no lograba entender cómo mi arreglo electoral podría haber resultado en una victoria para Robertson ¡doce años antes! ¿Tal vez una especie de efecto ola en el espacio-tiempo?

—Esta época está dañada más allá de toda reparación —resumí—. Tenemos que ir mucho más atrás en el tiempo.

—Buena suerte con eso —pensó ella, con su voz mental temblando—; ellos destruyeron toda nuestra tecnología. Esta rama temporal ni siquiera respeta las ciencias aplicadas.

Llegamos a las puertas de hierro fundido de un castillo medieval, que se levantaba donde habían estado las habitaciones de la facultad. Sus torrecillas de piedra se perdían en el cielo negro azabache, no iluminadas por ninguna ciudad flotante o transportes aéreos.

—Tengo que quedarme aquí —dijo su voz, mientras que los que me transportaban se separaban de la turba y cruzaban el portal.

—Sé fuerte —le pensé.

Los lacayos me llevaron a través de los pasillos abovedados, iluminados por antorchas escondidas, y abruptamente emergimos en un enorme cuarto iluminado por bandas de luces fluorescentes. En un lujoso estrado elevado, intrincadamente tallado con bustos de sí mismo, estaba sentado Pat Robertson. Su nariz respingada y su sonrisa traviesa aún se veían como las de un muchacho, un muchacho afectado por alguna enfermedad envejecedora.

—Arrójenlo allí —instruyó Pat a sus seguidores, los que luego se retiraron del cuarto.

—¿Cuándo se darán cuenta ustedes los liberales que no pueden controlar todo? —suspiró Pat, casi melancólico, las puntas de su masivo batido gris retorcidas en rulos que parecían cuernos.

—No entiendo lo que quiere decir —respondí, no muy seguro de si su pregunta era retórica.

—Desde la elección de 2000 yo sabía que alguien estaba interfiriendo con el plan que Diosito había hecho para nosotros —continuó, dando zancadas hacia delante y hacia atrás en su estrado, vestido con un traje de lycra plateada demasiado ajustado—. Diosito me dijo que George W. Bush iba a ganar la elección. Fue sólo cuestión de tiempo descubrir que un tal R. Tyrell Jones III, un empobrecido hombre sin hogar, de repente había recibido el regalo de millones de dólares en crack de cocaína por un misterioso hombre del futuro.

»Yo había estado trabajando en programas de adelgazamiento a través de la Providencia de Diosito, pero entonces supe que Diosito me había llamado para una misión más importante. Así que inauguré el Instituto Pat Robertson de Estudios Espacio-Temporales junto con mi amigo Jerry Falwell y la Universidad Bob Jones —continuó Robertson, con su enfermiza cara de muchachito iluminada por sudor brilloso bajo los tubos fluorescentes—. Nos las ingeniamos para reparar el daño. Si te hubieras quedado un poco más, habrías visto que Florida se inclinó hacia Bush más avanzada la tarde y así él ganó la presidencia.

—¿Por qué entonces no está Bush VII de vuelta en el poder? —pregunté, sospechando que yo ya conocía la respuesta

—George W. Bush era un buen hombre pero un Mensajero imperfecto —continuó Robertson, golpeando una réplica a tamaño real de él, herido y sangrando en la cruz—. Yo sabía que yo era un mejor Mensajero, lo sabía desde el 88. Bush se esforzó demasiado en mantenerse en el medio, en apaciguar los intereses de los negocios y de los ricos emprendedores, y por lo tanto perdió de vista la voluntad de Diosito. Jay-zús echó a los mercaderes del templo. Diosito me reveló que el continuum era Su regalo para nosotros, tal como se registra en el Génesis y era mi deber usar Su regalo para realizar Su voluntad.

—Que usted ganara la nominación Republicana en el 88 fue una apuesta arriesgada —dije—. Podría haber causado serios daños. —Me imaginé que debería haber hecho que todos los otros nominados virtualmente estiraran la pata para que él pudiera ser un candidato viable.

—El plan que Diosito tiene para nosotros no debe de ser negado —dijo Robertson, curvando los labios en una sonrisa diabólicamente pícara.

—Los teleevangelistas son todos iguales, no importa el lugar o la época —murmuré. Esos charlatanes de Dios se burlaban de la intelectualidad por su "relativismo moral" pero si uno los enciende con fuego sagrado y les saca las escamas de los ojos se vuelven unos verdaderos hijos de puta maquiavélicos—. Entiendo el meollo del asunto. ¿Ahora qué? —No había razón para estirar este sermón insoportablemente estúpido.

El rostro de Pat implotó; realmente parecía herido por mi rechazo a escuchar su cháchara.

—He pensado largo y tendido sobre esto —dijo—, y decidí que la interferencia liberal con el plan de Diosito es el crimen máximo y requiere el castigo máximo. Los geeks de Dios que trabajan para mí desarrollaron una manera de encerrarte en un agujero negro por toda la eternidad, para que allí pontifiques sobre tus transgresiones pecaminosas y quizás para que halles una redención eventual.

—No —exclamé con simulado terror, secretamente emocionado con la perspectiva.

—Diosito será servido —dijo Pat y oprimió el botón de su implemento destellante, idéntico al que Tom había usado anteriormente.


Viajé hacia atrás a través del espacio-tiempo por segunda vez en el día, una sensación similar a surfear en reversa. Era demasiado; vomité y el vómito aterrizó en alguna parte aleatoria del espacio-tiempo.

Abrí nuevamente el panel de mi antebrazo y comencé a presionar números, frenando el giro y apenas evadiendo la burbuja del agujero negro que me esperaba. Pat no tenía idea de que Tom me había programado para hackear y cabalgar en el continuum; el abierto intercambio de ideas entre la intelectualidad siempre se traducía en mejor tecnología.

El tiempo seguía absorbiéndome hacia atrás, más lentamente ahora. A través de las brillantes motas de polvo y los colores de la posibilidad que se abalanzaban como en Tron, el castillo de Pat colapsó, las hogueras de los campamentos de sus criados se apagaron crepitando y se restauró la blanda normalidad suburbana de fines del siglo XX.

Estaba infinitamente agradecido de haber escapado al papado de Pat, pero sabía que tenía que elegir una época en la que yo pudiera cambiar ese horroroso futuro, y elegí rápidamente. Los 60's pasaron en ese momento y estuve tentado a saltar en la revolución cultural, pero sabía que un solo hombre no podía hacerla funcionar. Créanme, lo intentamos.

Vamos, pensar, pensar. Ahora los Ford T petardeaban por las rutas polvorientas y luego colapsaron en carruajes tirados por caballos.

Jugué con la idea de llegar hasta el 5 después de Cristo, tal vez darle algunos golpes a Jesús, hacer que Judas fuera el Mesías. Pero eso era un pelín demasiado sacrílego, incluso para mí. La cristiandad fue demasiado importante en los siguientes milenios, y no tenía idea qué clase de futuro podía crear.

Cada vez más desesperado, impulsado por algún recuerdo de mi época escolar, salté a fines del siglo XVIII sobre un crujiente barco de madera en Boston. Su balanceo empeoró la nausea de mi salto espacio-temporal, pero ignoré a mi estómago revuelto. Algunos hombres blancos estaban en el barco, usando pintura de guerra y plumas en una imitación cursi de los nativos norteamericanos, pero me ignoraron, como siempre hacen; notar mi abrupto salto a la existencia resultaría psicológicamente muy problemático.

Me arrastré detrás de uno de ellos, que estaba inclinado en uno de los lados del barco y tiraba té hacia las aguas del puerto. Firmemente planté mi pie en sus nalgas cubiertas con gamuza y lo empujé al agua, donde se retorció desesperadamente. Tenía que forzarlos a que me reconocieran.

"Barcos de madera en las aguas, muy libres y veloces / Veloces, sabes, de la manera que se supone que sean, / Gente plateada de la costa, déjennos / hablar sobre ser libres y veloces" canté para mí mismo mientras perseguía a los otros seudo-indios.

No tenía idea de lo que estaba haciendo, pero trataba de hacer daño. Tenía que evitar el horrible futuro de Pat, por todos los medios posibles.


Regresé a mi propia época, molesto por la peluca empolvada y los calzones ajustados, sin saber qué esperar. La cafetería ahora estaba repleta de profesores y estudiantes, envueltos en debates filosóficos cuando me materialicé. Alzaron sus cafés con leche y comenzaron a cantar "Porque es un buen compañero".


Ilustración: Saurio

Tom, ahora vestido con una remera teñida con batik sobre la cual caía su larga cabellera gris, me tomó en un abrazo de oso que casi me rompe las costillas.

—Sos el héroe del momento —dijo Tom en mi oído, luego me apartó y me miró con ojos húmedos y extasiados. —Vos solito frustraste la Revolución. Aquí en la Costa Este formamos parte de Canadá. Texas y Deseret son independientes, California pertenece a México. Tenemos salud pública gratuita universal, marihuana medicinal, incluso casamiento homosexual —dijo, sonriendo.

—¿Esto es una utopía, entonces? ¿Nada de gobierno paternalista? —le pregunté

—Bueno, el crack y el ácido aún son ilegales por alguna razón, al igual que la poligamia —dijo Tom—, pero con NORCAL estamos tratando de cambiar todo eso.

»Brillante, Dylan, simplemente brillante. Sus dos ídolos gemelos siempre han sido la Biblia y la Constitución, aún cuando siempre pervirtieron y mal usaron en forma horrible a ambas. Al quitarles de una patada la Constitución se quedaron sin una pata sobre la cual apoyarse. La esclavitud se resolvió en forma pacífica, no hubo necesidad de la Segunda Enmienda, bla bla blá etcétera etcétera.

—En realidad, no lo pensé muy profundamente —admití.

—Esta es una buena época para vivir —se entusiasmó Tom, pasando sus dedos a lo largo del borde de mi oreja y a través mi empolvada peluca gris, confundiéndola con pelo. —¡Hip hip, hurra! —coreó y los otros profesores y estudiantes lo imitaron, levantando en forma triunfal sus cafés con leche aderezados con crack. Cuando terminaron, llevé la mano regordeta de Tom hasta mis labios y me sorprendí de descubrir mi rostro húmedo con lágrimas.

Éramos libres.


A través de los infinitos multiversos del continuum, Dios escuchó y se enfadó. Se levantó y comenzó a susurrar en los oídos de infantes aún sin formar, futuras tropas destinadas a desbaratar las maquinaciones de los liberales ateos.



Título original: "The liberal intelligentsia"
Traducción del inglés: Saurio.


Al nacer, el cráneo macizo de Luke hizo crujir los huesos de su madre. Ella pudo volver a sentarse de nuevo, aunque Luke siguió siendo un dolor más que metafórico en la misma zona durante los años que siguieron. En cuanto a Luke, los críticos sugieren que pudo haber sufrido algún daño cerebral permanente y nunca tuvo oportunidad de ser "normal". (Los críticos son unos necios. En sus 30 años, Luke ha revelado un brillo y perspicacia que exceden largamente las capacidades de los homínidos normales). El trabajo diario de Luke Jackson tiene que ver con las leyes, por lo menos hasta que logre fama y riqueza como escritor de ciencia ficción. Para sostener ambas posiciones obtuvo un Doctorado en Jurisprudencia en la Escuela de Leyes de la UCLA y un Bachillerato en Literatura de la UC Santa Cruz. Actualmente vive con su esposa Padma y su hijo de dos años Dylan Siddhartha en Los Ángeles, California, USA.


Axxón 168 - noviembre de 2006
Cuento de autor anglosajón (Cuentos: Fantástico: Ciencia Ficción: Viajes en el tiempo: Política: Estados Unidos: Estadounidense).