LA ENTROPÍA Y EL HOMBRE por Antonio Mora Vélez |
El cuento "La última pregunta" del narrador de ciencia-ficción Isaac Asimov plantea el problema del futuro del hombre y de su mundo en un universo cada vez más ocupado por el desorden entrópico y en vías de extinción. ¿Qué le ocurrirá al mundo y qué será del pensamiento, del ser pensante, cuando la entropía llegue hasta el fin, esto es, cuando la tendencia al agotamiento energético acabe sus posibilidades y finiquite de ese modo todas las instancias de renovación en el cosmos? Varios personajes del cuento, en épocas diversas y distantes, le hacen a la computadora de turno (Multivac, Microvac, AC-galáctica, AC-cósmica...) la misma pregunta y ésta responde siempre: "Los datos son aún insuficientes para dar una respuesta esclarecedora". Hasta allí, un millón de años después de Multivac, el hombre ha alcanzado, en la medida del progreso cibernético, no sólo la inmortalidad sino la comunicación mental intergaláctica, producto ésta de la separación del pensamiento de sus cuerpos y del archivo de éstos, incorruptibles y mantenidos por autómatas, en una especie de museo de la vida ordinaria. Muchos filósofos y científicos de todos los tiempos se han planteado y dado respuestas a este interrogante milenario. Los pensadores griegos de la antigüedad creyeron, bajo la influencia del mito, que el mundo no ha sido siempre el mismo y que no lo será eternamente. Para Heráclito cada 10.800 años, un año cósmico en las cuentas esotéricas de entonces, todo vuelve al fuego original. ("... en el simbolismo del Oriente, el Fuego es el signo representativo del espíritu, de la Conciencia divina, universal") (1), y en esa fase desaparece la diferencia entre Dios y el mundo. Anaximadro considera al "apeirón" como fuente y fin del universo: " De allí mismo de donde las cosas brotan, allí encuentran también su destrucción conforme a la ley", dice. El universo de Pitágoras es un todo único, un orden (Kosmos) que se debe a la estructura que posee. Dios es la armonía de sus partes, las cuales están determinadas por los números. En las fantasías de Empédocles sobre la formación del mundo a partir del "Sphairos" (materia fusionada e indiferenciada) y desde la "Acosmia" (elementos absolutamente sueltos) encontramos veladamente la teoría de la expansión del universo de la física teórica moderna. (2). El notable físico y matemático inglés Stephen W. Hawking ha sustentado en su libro "Historia del tiempo" que el universo, así como tuvo un comienzo, tendrá también un final. " De acuerdo con la teoría general de la relatividad, tuvo que haber habido un estado de densidad infinita en el pasado, el big bang, que habría constituido un verdadero principio del tiempo", afirma en él. El final sobrevendrá probablemente con el colapso producido después de la fase de contracción, en el big Crunch, o por la formación de singularidades locales que originarían "agujeros negros" en donde el tiempo también desaparecería. Como estamos en la fase expansiva, en la fase de aumento del desorden, en el imperio de la entropía, podemos existir. Cuando no exista una flecha termodinámica clara del tiempo que explique el desorden o caos, cuando éste sea casi completo, esto es, cuando las estrellas hayan desaparecido y los protones y neutrones se hayan desintegrado "probablemente en partículas ligeras y radiación", el pensamiento del hombre será del todo imposible. El sabio de Cambridge, más en la línea de Spinoza, no cree que el pensamiento pueda existir al margen del cuerpo pensante que es el hombre, no obstante que se identifica con Teilhard de Chardin al decir que la raza humana "ha creado un pequeño rincón de orden (el cerebro) en un universo cada vez más desordenado". (3). En Teilhard el fenómeno de "convergencia" de la materia hace posible la aparición del siquismo. La "noogénesis" hunde sus raíces en la "biogénesis" y ésta en la "cosmogénesis". Este proceso de complejificación de la materia alcanza su clímax en el cerebro del hombre y es la fuerza opuesta a la expansión del universo. En el "punto Omega" -- Dios, totalidad y unidad suprema para el sabio jesuita -- el mundo fenoménico y el espíritu motor se revelan como un todo. En el "Pleroma", "el uno substancial y lo múltiple creado se reúnen sin confusión en una totalidad..." (4). Pero a ningún filósofo ni a ningún científico se le había ocurrido lo que al genial narrador de ciencia-ficción norteamericano Isaac Asimov en su cuento de antología. Para el prolífico y erudito escritor, el día en que las estrellas y las galaxias se hayan apagado, el hombre-mental se fusionará con la computadora cósmica porque ésta habrá llegado a un grado tal de sutilidad estructural ( no es materia ni energía) que hará posible la unión con su semejante: el pensamiento. Es la "Parusía" o fin del mundo fenoménico en Teilhard y la consumación de todo en el fuego divino original según el dialéctico de Efeso, pero con un ingrediente obvio tratándose de literatura de ciencia-ficción: la ciencia. En esta etapa, en el cuento de Asimov, el último hombre mental le formulará a la computadora cósmica ("A.C") la "última pregunta", antes de perder su identidad. "¿Es este el fin?. ¿No puede revertirse el caos?". Pero "A.C". le responderá del mismo modo: "Los datos son aún insuficientes para dar una respuesta esclarecedora". Sólo después, cuando la materia y la energía se han agotado, y sólo existe "A.C" (pensamiento puro que ocupa todo lo que una vez fue el universo), ésta aprende a revertir la dirección de la flecha termodinámica pero ya no tiene a un hombre a quien responderle que los datos ya son suficientes. Entonces organiza su programación, cavila un poco sobre lo que es el Caos en que está y dice: "¡Hágase la luz". Y la luz vuelve a brillar y la máquina del cosmos se pone otra vez en movimiento. (5) El pensamiento del hombre fusionado con un ordenador cósmico de naturaleza espiritual, la misma tesis que en Heráclito, en Pitágoras, pero de un modo diferente. Para Asimov ese espíritu es obra del pensamiento humano y fue antes materia de circuitos y conductores; pero se despejó de su ropaje burdo y alcanzó la libertad, como el pensamiento en Hegel. No en balde dijo el sabio de Samos que el hombre debía convertirse en espíritu para unirse con el espíritu universal, ni tampoco en balde opinó Teilhard cuando sostuvo que la clave del universo está en el hombre. Asimov integró en su cuento todo lo positivo de la filosofía para afirmar el valor y la fuerza del pensamiento y de paso humanizar a la ciencia, dotándola de un sentido trascendente. Simbólicamente, el cuento a que hacemos referencia reclama la autonomía del pensamiento humano y su gran misión universal de vencedor del Caos. Pero en los terrenos de la filosofía propone un panteísmo de derivación en el que el espíritu universal surge como consecuencia de la independencia del pensamiento, de un modo inverso a como Hegel explicó la transformación de la idea absoluta en materia. En Asimov, el hombre es la síntesis suprema de las formas de existencia de la totalidad, las dos caras del "Weltstoff" teilhardiano; en el hombre la materia reflexiona sobre sí misma y el pensamiento tiene la posibilidad de existir hasta la consumación de los elementos para poder decir, otra vez, como tal vez ha dicho millones de veces, "¡Hágase la luz!". ¿Ciencia-ficción? Evidentemente. Pero no por ello menos digna de credibilidad. La ciencia-ficción hace posible la conjunción entre ciencia y filosofía que reclama Stephen W. Hawking como condición previa para enfrentar la tarea de desentrañar los grandes enigmas del cosmos. Además, ¿No fueron el viaje a la luna, el rayo láser y los cerebros electrónicos, primero ciencia-ficción en la imaginación de los poetas del género? ¿Y no fueron los primeros filósofos, fantaseadores empedernidos? Alguna vez dijo Eduardo Galeano que "si se le tiene miedo a la fantasía, no se puede acometer la reconstrucción de la historia de América" (6). Con muchas mayores razones cabe decir lo mismo respecto de la historia del universo. La fantasía no ha sido jamás una ocupación inútil y el hombre le debe más de un invento y de un descubrimiento. Citas 1. Schure Eduardo, Los Grandes iniciados, México, 1970; Ilustrado por Valeria Uccelli |