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CRÓNICA DE UN VIAJE INÚTILMariano Carril |
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A pesar de las numerosas investigaciones que fueron arrojando nuevos datos a lo largo de la última década, las especulaciones encontradas sobre la vida y obra de Osiris González Cepeda no dejaron de alimentar las controversias, y su particular historia fue confinada a la región de los nuevos mitos urbanos.
El desconocimiento total de cualquier producción anterior al año de su desaparición contrasta con la fluida avalancha de información sobre su paradero anterior a 1978, que ha sido obtenida por una apasionada legión de periodistas, historiadores y, especialmente, escritores interesados en el asunto. El corte abrupto, justamente, en el año 78, es el pilar de los principales argumentos a favor de un supuesto caso con connotaciones que van más allá de cuestiones metafísiscas o místicas. Sin embargo, la ausencia de otras evidencias de peso restan seriedad a la versión popularizada por algunos medios de prensa, originada en su mayoría a raíz del insistente accionar y es menester reconocerlo la solidez retórica de una pieza central de esta trama: Oscar Gaudio.
Fue éste un muchacho intrépido con aires de escritorzuelo, hasta que se topó con la historia de Osiris González. Hasta el día de su suicidio, Oscar Gaudio se dedicó de lleno a estudiar, indagar, escribir y alimentar la leyenda de Osiris González. El punto de partida en el que comienzan a cruzarse estas dos existencias es el propio Julián Gaudio, hermano mayor de Oscar y docente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Julián Gaudio fue quien halló los manuscritos atribuidos a Osiris González en un viejo archivero del edificio del Consejo ubicado en la ciudad universitaria de la ciudad de La Rioja. En una normal actividad de ordenamiento y limpieza de los últimos sistemas de archivos impresos, Julián Gaudio requisó una carpeta en la que encontró una serie de escritos de tono literario. En un descanso, Gaudio revisó los papeles y leyendo se encontró a sí mismo, relatado por la prosa de González Cepeda como el principal ayudante de un proyecto denominado Wells III. Lo que a Gaudio le llamó la atención fue la fecha del memo: diciembre de 2009, es decir, unos diez años después de su descubrimiento.
Designado, sin mayor originalidad, "Wells III" (Buenos Aires, Ediciones del Tío, 2002), el título engloba una crítica literaria de Oscar Gaudio a la obra inédita de Osiris González y una serie de ensayos en torno a su figura, además de algunas citas del propio González. El tomo incluye una serie de escritos de Gaudio publicados en diferentes medios de prensa durante los años inmediatamente anteriores, antes de que la efímera fascinación por Osiris González fuera suplantada por otros fervores propios del nuevo siglo. Sin dudas, la contundencia narrativa de Gaudio y sus constantes giros periodísticos, más propios de la novela testimonial, contribuyen casi en su totalidad a sostener el texto.
Wells III se inicia con una recopilación de la poca información fehaciente cotejada con documentación oficial. La última noticia que se tuvo de Osiris González data de junio de 1978, meses antes de los sucesos conocidos como "el argentinazo" o "la primavera de Buenos Aires". Sin embargo, no figura en registro alguno de la época archivos de la policía, hospitales, etc. ninguna denuncia sobre su desaparición o defunción. Hijo único de Gregorio González Cepeda y Olga Ferrabosco, fallecidos en 1969 y 1974 respectivamente, Osiris nació en el año 1950 en la localidad de Corral de Bustos, en la provincia de Córdoba. Obtuvo su licenciatura en Física en la Universidad de La Plata. Sin embargo, no existen informaciones sobre su ingreso al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Tampoco se ha probado la existencia de producciones que lleven su firma. Gaudio denuncia que el nombre de González Cepeda figuró en numerosos expedientes del organismo hasta que en una maniobra en la que se hallarían involucradas autoridades del Consejo, buena parte de los archivos fueron destruidos. No obstante, el autor omite las declaraciones de numerosos integrantes del Consejo que negaron contundentemente haber conocido a Osiris a lo largo de los últimos cuarenta años. Es, quizá, la obsesión por el aspecto policial lo que desluce la obra de Gaudio, en desmedro del rescate y la construcción de la leyenda de Osiris Gónzalez.
Según el propio Gaudio, el meticuloso orden cronológico para leer la obra de González le aportó una confusión inicial. En efecto, las primeras dos de las tres carpetas atribuidas a Osiris conforman un compendio de textos dedicados a la ucronía, es decir la literatura que especula sobre mundos alternativos en los cuales los hechos históricos se desarrollan de diferente forma de cómo han sucedido en la realidad. Así como la utopía es lo que no existe en ningún lugar, ucronía es lo que no existe en ningún tiempo. Los relatos de Osiris parecen seguir la línea de numerosos autores que han jugado con la especulación histórica consistente en tratar de establecer el desarrollo que hubiera experimentado una cultura, una sociedad, de no haberse producido un hecho histórico determinante. En ese sentido, la obra de Osiris es un intríngulis sin meollo que fluctúa en la descripción de un escenario apocalíptico sostenido por un hecho particular: Argentina gana la final del campeonato mundial de fútbol de 1978, como local, ante Holanda. En la versión de Osiris, el remate de Rensenbrink (autor del gol del triunfo holandés cuando faltaba un minuto para que finalizara el partido) pega en el palo, haciendo que el cotejo se defina en tiempo extra, con el triunfo final de Argentina por 3 a 1. Este suceso parece presentarse como el principal pilar de una ficticia historia reciente, en la cual el gobierno dictatorial se extiende casi una década, pero con consecuencias definitivas sobre la nación.
La descripción de la Argentina de Osiris es desoladora: campos de exterminio al estilo nazi, una absurda guerra contra Inglaterra por las islas Malvinas, sumisión del país al capital internacional, que controla las principales empresas. Una nación sumergida en la miseria, el hambre, la violencia civil, que ha llegado al extremo de ser parcialmente ocupada por los Estados Unidos, cuyo ejército controla bases en el delta del Río de la Plata, la Patagonia y el norte. Como en un juego de rol, la estructuración del universo se extiende más allá del país, con la configuración de un mundo dominado por las computadoras, los traficantes de armas y de drogas y el imperio de la televisión. La prosa de González Cepeda es desgarradora, pero su prosopopeya no presenta mayor atractivo que un juego de aficionados y no es su apologética la principal atracción de sus relatos.
Es la tercera carpeta atribuida a Osiris la que constituye la trama circular de la cual no pudo escapar Gaudio. Nunca alcanzó a establecer si se trató de un programa de ciencia ficción destinado a servir como estímulo para pulsar ideas conducentes a una investigación real, o viceversa. El eje central se sostiene en la obsesión de Osiris, atrapado en un leimotiv típico de cualquier científico con ínfulas: el viaje en el tiempo. El escaso entendimiento de Gaudio apenas sirve para exponer, más o menos didácticamente, las ideas de la Relatividad General, sobre las cuales trabajó Osiris González Cepeda: los planteos en torno a la idea de que el espacio y el tiempo son realmente aspectos de la misma cosa: del espacio-tiempo. Según estas teorías, un tanto burdamente propagadas por el periodismo científico, hay un límite de velocidad de 300.000 kilómetros por segundo para cualquier cosa que viaje a través del espacio-tiempo, y la luz siempre viaja al límite de velocidad. El tiempo pasa más lentamente para los objetos en campos gravitacionales que para los objetos lejanos de tales campos. De modo que existen todo tipo de distorsiones del tiempo cerca de los agujeros negros, donde la gravedad puede ser muy intensa.
Sin mayor imaginación, Osiris elabora una serie de teorías para justificar la posibilidad de la construcción de una máquina del tiempo, según las leyes de la física. En el universo de Newton, tal viaje a través del tiempo era inconcebible, pero no en el de Einstein, que demostró la posibilidad de viajar al futuro. González Cepeda dedicó su vida a dar el paso siguiente con el fin de viajar al pasado.
Un análisis cuidado de los textos de Osiris permiten vislumbrar algo que se le escapa a Gaudio que los desarrollos supuestamente planteados por el físico no superan la solvencia narrativa que ya había desplegado el mismísimo Wells un siglo atrás en su novela: en realidad existen cuatro dimensiones, tres a las que llamamos los tres planos del Espacio, y una cuarta, el Tiempo. Hay, sin embargo, una tendencia a establecer una distinción imaginaria entre las tres primeras dimensiones y la última, porque sucede que nuestra conciencia se mueve por intermitencias en una dirección a lo largo de la última desde el comienzo hasta el fin de nuestras vidas. La Cuarta Dimensión es solamente otra manera de considerar el Tiempo. No hay diferencia entre el Tiempo y cualesquiera de las tres dimensiones salvo que nuestra conciencia se mueve a lo largo de aquél.
Lo que subyugó a Gaudio fue la extrema meticulosidad de Osiris para presentar su proyecto de máquina del tiempo ("Wells III" dedica un capítulo a transcribir paso a paso instrucciones y planos), capaz de superar la velocidad de la luz en situaciones en las que el espacio-tiempo se curva bajo ciertas condiciones. Y de los datos que confirman su construcción en uno de los sótanos de acceso restringido ubicados en el edificio anexo del Consejo, como así también la poca trascendencia que le otorga Osiris a la obra en sí, se desprende como un hecho la posibilidad de su funcionamiento, centrando sus preocupaciones más importantes en el viaje, al que daba por descontado.
Por el contrario, la desesperación de Osiris gira en torno a su objetivo, la posibilidad de interferir en el curso de la Historia para evitar el holocausto final de su pueblo. Consciente de la aparente megalomanía que afectaba su condición, Osiris jamás se consideró a sí mismo El Salvador. Por el contrario, se reconocía influenciado por las ideas de la posmodernidad, una corriente filosófica de moda que Gaudio ubica durante los años 60 y que no tuvo mayor eco en América latina. En la posmodernidad, se desvalorizan todos los ideales y expectativas en relación al sujeto que confía en que el curso de la historia debe estar orientado por el progreso, vive y proyecta su vida para ello. En cambio, Osiris cita a un tal Leontard o Lyontard para describir "la condición posmoderna" como la instancia en la que el hombre se ve cada vez más lejos de poder incidir con sus acciones en el curso de la historia. Experimenta la sensación de que los acontecimientos se han vuelto independientes respecto de sus actos, y que lo que cada sujeto puede hacer es demasiado poco. Hay en Cepeda descreimiento, desconfianza y hasta escepticismo.
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En un párrafo elocuente, Osiris confiesa que cree en la idea de que Dios juega a los dados con el universo y a partir de esa cuestión construye su andamiaje científico sobre el pilar de la Patafísica: laescuela fundada en París en 1948 por los principales herederos de la poética del escritor Alfred Jarry, entre quienes figuraron Sainmont, Raymond Queneau, Jacques Prévert, Max Ernst, Noel Arnaud, Boris Vian y Eugène Ionesco. La Patafísica es la ciencia de lo que se agrega a la metafísica ya sea en sí misma o fuera de sí misma, y se propaga más allá de ella, al igual que ella se propaga más allá de la física. Siendo con frecuencia el epifenómeno un accidente, la Patafísica será sobre todo la ciencia de lo particular, aunque se diga que no hay ciencia sino de lo general. Para Osiris "la Patafísica estudia las leyes que rigen las excepciones y explica el universo complementario o, menos ambiciosamente, describe el universo que podemos ver y que tal vez debemos ver en lugar del tradicional. Las leyes del universo tradicional que creímos descubrir, al ser también correlaciones de excepción, aunque más frecuentes, en todo caso de hechos accidentales, que se reducen a excepciones poco excepcionales, no tienen siquiera el atractivo de la singularidad".
Fiel a este pensamiento, Osiris reniega del tiranicidio o la denuncia para centrarse en un hecho particular: el último minuto de la final del mundial de fútbol disputado en Argentina en 1978. Después de una serie de evaluaciones sobre cómo incidir en el peso y la conformación del balón (el modelo "Tango" de la extinta marca alemana Adidas) o la constitución física de cada uno de los jugadores, descartadas por entender que incidir en estos factores podría alterar el desarrollo global del partido, amén de enfrentar múltiples obstáculos para la acción de un solo hombre, Osiris seleccionó como su objetivo el arco que defiende Argentina en el segundo tiempo. Luego de observar incansablemente el tapedel encuentro, constató que, salvo la última jugada, no habría incidencias de ningún tipo si se modificara en algunos milímetros la longitud de la portería local, los suficientes para cambiar la trayectoria de la pelota y permitir el triunfo de Holanda.
Los últimos tramos de "Wells III" conforman un pormenorizado relato con los preparativos de la operación, los planos del Estadio Monumental, las herramientas diseñadas por Osiris para deformar el arco en la noche anterior al partido, el traslado de la máquina y otras cuestiones menores. Un detalle: Osiris apunta la precaución de contar con una pastilla de cianuro para suicidarse ante una falla en el plan.
Al margen de que "Wells III" se convirtiera en discreto objeto de culto para frecuentadores de librerías de viejo, su edición tuvo una casi nula repercusión. Se publicó cuando, a medida que avanzaba con el desentrañamiento de la figura de Osiris, el propio Gaudio fue perdiendo el favor de jefes de redacción y buscadores de primicias, toda vez que sus notas dejaron de mostrarse como interesantes artículos de investigación sobre un tema apasionante para convertirse en una amalgama de párrafos sin encontrar un traje adecuado entre la ciencia ficción, el periodismo, la denuncia o la fantasía obsesiva. Modesto como el propio Osiris, Gaudio ni siquiera se molestó en desafiar las calificaciones de delirantes que algunos científicos muy pocos, frente a la indiferencia de la mayoría de ellos dedicaron a los croquis atribuidos a Osiris. Durante el último tiempo de su existencia, nunca alcanzó a juntar tiempo, dinero y argumentos suficientes para cumplir su propósito: demostrar, apenas, con la tecnología adecuada, que en los archivos fílmicos de la final del mundo de 1978 podría comprobarse que uno de los arcos no cuenta con los 7,32 metros reglamentarios estipulados por la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
Gaudio se quitó la vida de un disparo en la sien, una tarde de mayo de 2007. Al igual que Osiris González, no pudo siquiera vislumbrar los alcances de su obra.
Mariano Carril nació en la ciudad de La Plata en 1975. Cursó la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Desde 1998 realizó colaboraciones para el diario Página 12 y la revista La Maga y trabajó en diversas revistas. Publicó siete libros de cuentos, cuatro en forma independiente (De por Ahí, 1997, Piedra Libre, 1998, La Bolsa de las Sobras, 1999 y Conciliábulos en Falsa Escuadra, 2002) junto a Tal Vez Mañana, (Editorial Baobab, 2000), El último empujón, (El Escriba, 2001) y Soda en el exilio (El Escriba, 2003). Además, publicó la novela corta "Diciembre 2001 - El Día de la Esperanza" (El Escriba, 2002). Se inició como narrador oral en el taller dictado por Claudio Ledesma e hizo un fugaz paso por el taller sobre técnicas teatrales aplicadas a la narración oral, a cargo de Juan Parodi. Este es su primer cuento en Axxón.
Axxón 169 - diciembre de 2006
Cuento de autor latinoamericano (Cuentos: Fantástico: Ciencia Ficción: Viaje en el tiempo: Ucronía: Argentina: Argentino).