Poco antes de ponerme a escribir este editorial, encontré por casualidad un texto en el que se hacen comentarios sobre un escritor del que se conoce que, antes de trabajar en un texto, él viaja y "se impregna" del lugar y la cultura sobre los que va a
hablar.
Ojalá todos pudiésemos hacerlo...
Pero bueno, la anécdota ahí termina. Sólo que la reflexión inmediata, ésa que nos chilla, como una campanilla en el cerebro: Y claro, si yo pudiera hacerlo, me hizo reflexionar aplicando esta situación a lo nuestro, la ciencia ficción o literatura especulativa...
como cada cual desee llamarla.
Lo cierto es que no podemos viajar a la mayoría de los lugares a los que la ciencia ficción nos lleva. Esto es interesante para analizarlo.
Porque, creo yo, aquí la relación se invierte. Muchas veces el escritor nos lleva de viaje a un sitio que no existe, y aunque él no haya podido conocer el lugar, lo conoce. De su habilidad depende que nosotros también lo "vivamos" y nos "impregnemos" de
él.
Si uno se pone a analizar, en la inmensa obra que compone el corpus de la ciencia ficción, nos encontramos con un porcentaje muy elevado de literatura de viajes. Se me ocurren, así rápido, un par de ejemplos: Stanislaw Lem con sus "Diarios de
las estrellas: Viajes", una suerte de bitácora (espectacular y desopilante, por otra parte); y también otra clase de diario de viajes, más coloquial, pero no tan alejado en el concepto: las charlas de bar de Trafalgar Medrano (relatando sus anécdotas de viajante)
que nos regala Angélica Gorodischer.
La obra magna de Tolkien es un gran viaje, con varios viajeros. La obra súper clásica de Bradbury, Crónicas marcianas, se compone de expediciones. Hasta los relatos que se consideran como proto-ciencia ficción, como Historias Verdaderas de Luciano
de Samosata (escrita en el siglo II), donde se narran las aventuras espaciales de un viajero greco-romano, o el Viaje a los estados e imperios de la Luna, de Cyrano de Bergerac, o los archifamosos Viajes de Gulliver, de Jonathan Swiftf, o
Micromegas, de Voltaire, y un ejemplo argentino, el Viaje Maravilloso del Señor Nic-Nac al planeta Marte, son todos relatos de viajes.
Bueno, sí que hay grandes viajes en la ciencia ficción, no hace falta que lo diga, empezando por la infinidad de expediciones a Alfa de Centauro hasta los más locales, al Planeta Rojo y a la Luna.
Y los movimientos no ocurren sólo por el espacio.
El escritor nos lleva de viaje. El escritor viaja, se ubica, se impregna, y luego nos relata el mundo que ha "visto". Y lo más importante es que, en la ciencia ficción, en la ficción especulativa, los viajes tienen muchas más dimensiones que las que ofrece
la literatura general.
Se puede viajar a donde hoy no es posible físicamente. Se puede viajar en el tiempo, y no sólo al pasado (algo que se puede hacer tranquilamente en la literatura general) sino a tiempos que aún no ocurrieron, o a tiempos alternativos que podrían hacer
sido o que podrían ser, o que podrían estar ocultos allí, en algún repliegue del universo. Se puede viajar a una sociedad que no existe, o que existió y no conocimos, o que podría existir más adelante en el tiempo.
Se puede viajar hacia adentro de la mente humana. Y lo que es más importante, hacia el interior de cualquier mente que pudiera existir.
Se puede viajar a lugares que tal vez existen, y que pintamos con precisión, sin saberlo, o a mundos que no sólo no existen, sino que difícilmente sean alcanzables alguna vez.
Es interesante, porque los límites de estos viajes son tan extensos como el Universo, tan extensos como las probabilidades que nos da ese caos que, según nos dicen los científicos, reina en el corazón de la realidad.
Y aquí vuelvo a aquel escritor sobre el que hablé al comienzo (Javier Reverte): él dice "La ficción es un buen recurso para ordenar el caos".
Interesante.
Parece una descripción de lo que dicen los libros sagrados sobre la obra de Dios en el Principio. O lo que dice la física sobre lo que ocurrió en el comienzo del Universo.
¿Estaremos haciendo un pequeño aporte a la Creación?
Tal vez no, pero sí está claro que, especulando sobre ella, sobre los posibles ordenamientos del caos, de verdad se crea. El escritor de ciencia ficción, el escritor especulativo, tiene la posibilidad de "crear".
En serio, crear.
Una buena respuesta para dar cuando nos desprecian, o cuando nos dicen que todo lo que se puede escribir ya ha sido escrito.