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ESPEJO HUMEANTEChelo Dona |
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La ejecución de un buen guitarrista es siempre una obra de arte.
El tipo toca. Es maravilloso. Magia hay también en la guitarra.
Nunca entendí cómo un pedazo de madera, una vez muerto, puede crecer tanto, tanto, tanto. Yo digo tres veces las cosas para decir que es mucho. Para decir que es infinito las repetiría cuatro. Plural, dos. La guitarra es hermosa, hermosa, hermosa por lo menos. Es un instrumento que tomó el lugar de otros por derecho propio. Es cómoda, tiene brillo, tiene graves, cuerpo. Tiene un perfecto cuerpo de mujer. Su boca no es una boca, porque estaría mal ubicada, y la guitarra es perfecta. Laura también. La guitarra es la hembra del guitarrista, y su toque no es una simple interpretación de música. La conjunción de una buena guitarra y un buen guitarrista da como resultado una obra de arte que es tan bella y significativa como todo el universo, desde su este hasta su oeste, desde el principio hasta el final.
Estamos en la primera mesa.
¡Bravo, Leo, Bravo! Los gritos de la gente son un juicio terminado e interminable. Este hombre maneja las cuerdas como Borges manejaba las palabras o Beethoven los sonidos. Beethoven el sordo. Borges el ciego. Este es un guitarrista con manos. Pero es un fuera de serie. No cualquiera hace que el aire de un lugar se comprima y se deprima con esa matemática caliente que nos cuadricula el alma en corazoncitos que laten todos juntos, nos pone tristes, nos hace felices, pero felices de verdad, con unos tirones de esos dedos entrenados para la libertad más absoluta que es la de hacer lo que se quiere que sea. Dedos esclavos.
Después de todo el repertorio, en general clásico con algunas obras populares, con el ruego de "otra, otra", el monstruo la encaró con un tango, y dos temas de Vaughan. Nunca había oído a Vaughan en guitarra criolla, ni pensé que se pudiera interpretarlo con tanta energía sin una Fender y un Twin. Ojo, no es lo mismo la Vaughan Signature que una verdadera Fender de los 70. Vaughan usaba viejas Fender, no signature. La firma la puso él después. Es evidente. Es obvio como lo del huevo y la gallina: si las gallinas descienden de otro animal, es lógico pensar que éste era ovíparo. Fue primero el huevo. Fue primero la Strat.
Para cerrar tocó y cantó ¿ah, también cantaba? Milagreiro y Farinha de Djavan. Yo ya no lo podía creer. Laura tampoco. Creo que si Leo me pedía un beso en la boca se lo daba, aunque no fuera ruso. Laura no sé, no estoy seguro, pero me daba la impresión de que también, también, también.
Un concierto en un bar es muy distinto a un concierto en un teatro. El artista tiene contacto, realimentación con su público. Incluso la lista de temas puede variar. No es bueno cambiar la lista de temas, pero a veces el clima lo justifica. Especialmente cuando se toca en grupo, la lista es como un rito. Uno sabe que después de este tema en La menor va aquel, que es más rápido, exactamente tanto más rápido, y está en Fa. Todo fluye continuamente, naturalmente. Hay un sistema, un círculo. El mundo funciona. A propósito de libertades y prisiones, desde que La es 440, hay un montón de sonidos que están prohibidos a los oídos de los hombres. Antes La estaba por ahí. Ahora lo arbitrario de la revolución francesa, con sus metros y sus gramos, nos prohibió el La 450, el La 431... Esas notas intermedias están reservadas a los chamameceros con sus acordeones destempladas, a los negros cantando blues, y a los desafinados del mundo. Si eso no es racismo. Pero veamos el lado bueno: ahora todos somos un poco Beethoven, digo haciéndome el Borges.
Leo se bajó de la tarima y vino directamente a mi mesa. Le tomó un momento llegar, ya que en dos metros lo saludó un montón de gente. Un abrazo fuerte, sincero. Viejo. Laura después le dio la mano y lo felicitó. Con mis manos con cuidado, dijo Leo riendo. Valen millones. Le dio un beso en la mejilla. Nos reímos los tres. Le conté que estaba en Ciudad de México para recibir un premio, y que me estaba yendo bastante bien. Que el mundo puede cambiar en poco tiempo. Si lo sabrán por acá, me dice. Es curioso, hace unos años un rioplatense tenía que llevar yerba mate a donde viajara, y ahora se consigue en más de un negocio. Sí, pero faltan mis galletitas preferidas, acota Lau. Reímos. Ya en ese momento los altoparlantes del bar dejaban oír otras cosas, Maná, cosas que no conozco, alguna balada de los Enanitos Verdes que por acá parece más rara; los enanitos son como los Beatles, hacen boludeces pero en perspectiva uno les descubre toda la magia del universo. Canciones boludas pero inmunes a todo, como la sonrisa de un bebé, como un fa sostenido menor, que es el acorde más lindo del mundo. Yo nunca lo uso, me da miedo. O sea, lo puedo usar de paso, pero no empiezo un tema en fa sostenido menor. Es como hacer trampa. Ya me da miedo andar al lado de la mujer más linda del mundo entre toda la gente del mundo. Ahora suena Caifanes. Afuera. Cuánto hacía que no escuchaba un tema de Caifanes. Por dios. Leo le está contando a Laura, que pregunta amable, sus conciertos en este planeta y en los otros. Sus viajes. Ya ni sabe dónde vive. Tokio. Canadá. México. Laura le mira las manos. No sé qué piensa él que le mira. Después le mira, como a todo el mundo, los ojos, y él a ella, y ella es magnífica, ella cuando sonríe es sonrisa de dioses que no existen. Sonreír y bailar son dos cosas que le salen como a nadie más que yo haya visto o soñado. Y el culo que tiene, y las piernas, bueno, eso es todo tema aparte. Pero aunque fuera petisa y cola chata yo la amaría igual, le digo, no puede ser tan bella. A veces es verdad. No entiendo cómo puede mirar a la gente a los ojos. Esa sonrisa es imposible de tolerar. Fa sostenido esos ojos, y lo que tienen de menor. Yo lo sé, Leo lo sabe ahora, todo el mundo lo sabe. Ella también tiene que saberlo. No puede no haberse mirado nunca al espejo. Su espejo debe humear como el de Tezcatlipoca. Pobre espejo, qué trabajo más complicado, yo, ella, cualquiera, distinguiríamos al instante a la Laura verdadera de su pobre clon de luz, aún en el mejor espejo que no existe en el mundo. Hay luz y luz. Laura es toda luz, infinita luz.
De Caifanes pasamos a Luis Miguel. Voz particular si las hay. Lo escuché por primera vez cuando era chico, él, yo, Paula también, todos éramos chicos. Quizás el mundo tenía apenas unos años, pero quería hacernos creer que existía antes que nosotros. A veces lo logra. A veces parece que fuera al revés. Luismi era increíble, tan bello y tan rubio, que en algunas escalas hijas del televisor y la escuela es casi lo mismo, cantando allá como una soprano, corriendo por los estudios de televisión y los corazones de las chicas y las envidias y sueños de los chicos. Luismi creció, Pau lloró cuando él se cortó el pelo para el servicio militar, yo cambié la frecuencia de la radio cuando lo oí esforzarse con esas cuerdas vocales que se hacían más largas mientras su pelo se hacía más corto. Sin embargo en casa de Pau no tuve más remedio que escucharlo, verlo, y demás. Yo para ese entonces iba estudiando un poco de canto, y ya era algo como un músico. Tuve que reconocer que el tipo no lo hacía mal, aunque me parecía otra persona, un impostor. Después de Romance ha vuelto a gustarme mucho. Maduró como cantante, como músico y como entretenedor, y yo como oyente. No volví a escuchar al pequeño Luismi, y no sé si me gustaría. A él supongo que no. A Pau supongo que sí, pero desde que ella murió, está entre las cosas que no puedo preguntarle.
El tema es un bolero. Debe ser de Manzanero, o si no es de Chico Novarro. Chico es, después de Charly García, el mejor compositor que ha dado Argentina. ¡Si hasta Djavan canta un tema suyo! Leo le dice a Laura, o me dice a mí, que si quiere bailar, si puede bailar. Que si Laura puede bailar. Bailan. Hablan mientras bailan. Como todo el mundo. Ya dije que Laura no baila como todo el mundo. Menos mal que es un bolero y no un tango. Al diyey le gustó que el héroe de la noche, el guitar-hero, lo que puede una hache, un silencio, yo soy sólo un guitarrero, baile con la mujer más bella de la velada. Pone más Luismi, el día que me quieras, este es un tango, Gardel también compone bien, pero es uruguayo, y por obra y gracia de la cancillería inglesa Uruguay y Argentina son países aparte, o es francés, y no sé por culpa de quién Argentina tampoco pertenece a Francia ni Francia a la Argentina en este momento. Seguramente también culpa de Inglaterra. Luismi tuvo la delicadeza de hacer de este tango un bolero. Igual yo me estoy muriendo. Laura tuvo la delicadeza de detener la danza en la mitad de la pieza y volver a la mesa, con Leo detrás viendo cómo camina. Que cómo camina. Hablamos de música. La música es matemática, según Leo. Comento lo de Caifanes, su música llegó al sur casi al mismo tiempo que Maná, que a mí me gusta más, pero tú preferías Caifanes, ¿verdad? ¿Qué fue de ellos? Magníficos, dice él, por un momento se entusiasma en la conversación. El baterista era impresionante, el guitarrista también. El cantante un tipo totalmente magnético y especial. El bajista, bueno, cuando uno no tiene una opinión del bajista de un grupo, es porque es perfecto. El de los Guns, el de Creedence. ¡El de los Creedence! Quizás Maná se ajusta más a lo que la gente puede aceptar, y consumir sin replantearse demasiadas cosas, me dice Leo, ojo que son muy buenos, me encantan. Pero veo en su mirada, en sus gestos y sus palabras que Caifanes le enciende otras inquietudes. Las letras son demasiado para el común de la gente. ¿Política? No, otras realidades, otras maneras de ver la realidad. ¿Droga? Otras maneras de ver la realidad. Hablamos entonces de Luis Miguel. Nos contamos la historia de nuestra relación, como oyentes, con el fenómeno, y resulta ser la misma: la fascinación con el pequeño monstruo, la distancia con el adolescente, el redescubrimiento del "señor" cantante. Sin Pau en el caso de él, claro. Ahora también yo estoy sin Pau. Laura está. Desde que Leo volvió a hablar conmigo, y a depositar su entusiasmo en la conversación, Laura está, pero un poco apagada. Sabe que las cosas están bien así, pero yo sé que así están mal. Leo sabe que las letras de Caifanes hablan de otros mundos, y me cuenta de otros mundos. Me pregunta si visité el jaguar de jade de Palenque. No. Si sé quién fue Pacal el Grande; no, un rey de hace mil y tantos años, mucho tiempo, andá a saber si existió, le digo. Leo se calla un momento, luego dice que Pacal nació el veintitrés de marzo del 603 y murió el 31 de agosto del año 683. Ahpo Hel, su mujer, murió, lo dejó solo once años antes. Ahpu Hell, señor del infierno, bromea medio en inglés, medio en maya. Creo que Laura está aburriéndose. Ella comenta como al pasar que nadie puede estar seguro de algo así, hace tanto tiempo. Leo sonríe: es cierto, al menos con las fechas no se puede; cuando los europeos copiaron las matemáticas del calendario maya para hacer el calendario gregoriano pasaron cosas extrañas con los días. Hubo un mes de octubre con diez días menos en el 1582 para los católicos, y un septiembre corto para los anglosajones en 1752, que pasaron del miércoles dos al jueves catorce... Lincoln hacía un chiste muy gracioso con su edad al respecto. Lincoln la oveja, o la galletita, pregunta Lau. Las masitas me encantan, aclara. Las ovejas no. Leo la mira un momento con decepción. Después me dice que no deje de visitar Teotihuacán antes de irme. No sé por qué, pero me siento más tranquilo. Temí que esta noche ocurriera un desastre. Leo me cuenta que ahora en Teotihuacán hay un Wall Mart; no lo puedo creer, nos reímos, sin demasiada alegría. La noche va cayendo. Decayendo. Pero qué queda de todo ese pasado, más que edificios, ruinas, digo. Mucho. Palabras. Gestos. Cosas vivas, arte, poesía, me dice.
La luna más seductora
ha subido sobre el bosque;
se va a quemar
suspendida en el centro del cielo
para alumbrar
toda la tierra, todos los bosques,
lustrando su luz en todos.
¡Eso es bellísimo! Laura, que nunca me dijo más que "qué lindo" cuando le muestro lo que escribo. No es mío, ríe Leo. Es la Canción de la Flor, un poema maya. Así la entiendo yo. Leí la traducción, me gustó, y después que conocí un poco el idioma leí la versión original y la reinterpreté así. Probablemente tenga mil, mil quinientos años, no sé.
Ya estamos en el corazón de los bosques,
al borde de la piscina en la piedra
para esperar la subida
de la estrella que fuma encantadora
encima del bosque.
Quítate tu ropa,
suelta tu pelo,
vuélvete como eras
cuando llegaste a la tierra,
mi virgen, mi nena.
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Un silencio perfecto, como la hache que separa a un guitar-hero de un guitarrero. Pero más largo. Te repito que es una versión libre. Laura lleva una mano a su boca para comerse las uñas. Leo le dice por favor no hagas eso. Siempre me como las uñas. Por favor ahora no.
No soporto el maltrato a las uñas, vuelve a mirarme a mí, te acordás que vos te las cortabas con una tijerita. Todavía lo hago, le digo; noo, deberías limarlas, dice, cortarlas es lo mismo que quebrar tus huesos, las uñas son tan importantes. La única incompatibilidad que conozco en el mundo de la música es ser bajista y guitarrista, digo, los bajistas no suenan bien con uñas largas, y la guitarra con cuerdas de nylon tocada sin uñas es una porquería. Sos un genio, es cierto, dice Leo, pero me da un escalofrío sólo pensar que te las cortes así. Se vuelve hacia Laura. ¿Siempre te comés las uñas? Ella asiente. Como toda la noche, nos aparece y desaparece el argentino del lenguaje. Él le pide la mano con un gesto, ella la extiende. Aunque los dedos son suaves, las uñas están más cortas que las de Jaco Pastorius. Horrible, dice él. Laura lo mira con odio. Se lleva la otra mano a la boca. No, dice Leo. Ella sonríe. Sonríe. Sonríe. Nunca le vi esta sonrisa. Me gustaría ser Borges. Muerde. Leo. Track. Beethoven. Leo cae de la silla.
Está muerto, dirá el médico en un rato. Yo ya lo sé.
Vamos caminando en silencio por el paseo de la Reforma bajo una llovizna suave. Laura compró otras galletitas dulces en un quiosco, porque Lincoln no había; gracias, yo no quiero. Estoy triste. Laura, le digo, le pregunto.
Que se joda. ¿Viste cómo me miraba? Degenerado.
Está ofendida, pero en un rato se le va a pasar.
Hijo de puta, dice, como si me lo hubiera escrito él.
Sé que es por Leo. Ya se le va a pasar.
Ahora Laura está conmigo, conmigo, conmigo, conmigo.
Conmigo.
El Dona (Hun Guitarrero), 2007
Referencias: El poema es Kay nicté, o La canción de la Flor, de los Cantares de Dzibalché.
México, capital de México, hasta más o menos 1525 llamada Tenochtitlán.
Canadá es un país, es como el México del Norte para los estadounidenses.
Tokio, capital del Japón, hasta 1868 llamada Edo.
Parece que ha surgido una camada de escritores misteriosos que desean escribir y presentarse con seudónimo. ¿Una avanzadilla de invasión? No sabemos nada de Chelo Dona, quizás lo único que, por algunos rasgos arcanos en su escritura se podría decir que es un joven santafecino que ahora es escritor... Veremos si algún día podemos desenmascararlo. Hemos publicado en Axxón: RÉQUIEM PARA UN CITRÖEN (177)
Este cuento se vincula temáticamente con "CASSANDRA Y EL ARQUITECTO", de Alfredo Álamo (152)
Axxón 186 - junio de 2008
Cuento de autor latinoamericano (Cuentos : Fantástico : Fantasía : Dones paranormales : Argentina : Argentino).