Página Axxón Axxón 190

AxxónCINE

Por Silvia Angiola


Héroe (Ying Xiong)

Comentario por:
Silvia Angiola

Dirección:
Zhang Yimou

País:
Hong Kong, China

Año: 2002

Duración: 99 minutos

Género
Wuxia pian

Intérpretes
Jet Li, Tony Leung, Maggie Cheung, Zhang Ziyi, Donnie Yen, Chen Daoming

Guión
Li Feng, Wang Bin, Zhang Yimou

Producción
William Kong, Zhang Yimou

Estreno en cine
9 de septiembre de 2004


Héroe y el Wuxia pian

Nadie sabe exactamente cómo y cuándo se originaron las historias wuxia. Pero muchos siglos antes de que Godofredo de Monmouth describiera a Arturo, a Merlín y a la espada Excalibur en su Historia Regum Britanniae (puntapié inicial de la literatura de caballería), bardos y actores itinerantes recorrían China contando las proezas de grandes maestros y maestras de la espada. Estos relatos no sólo se ocupaban de entretener a un público de variada extracción social: estaban inspirados en las enseñanzas de Confucio y las creencias religiosas budistas y taoístas. Enfatizaban la necesidad de obedecer al emperador, al padre y al maestro. Enaltecían la conducta valiente, el autosacrificio y la purificación del cuerpo a través del Kung Fu. El fuerte tenía la obligación de proteger al débil, toda vida era sagrada. Cualquiera podía alcanzar el escalón más alto de la sabiduría sin importar sexo o condición social: para obtener el título de guerrero sólo había que entregarse a la guía de un maestro. Eventualmente el guerrero o la guerrera se convertían también en maestros. En Japón sólo los samurai estaban autorizados a cargar una espada, en China, tanto nobles como plebeyos podían llegar a ser guerreros profesionales.

Doscientos años antes de Cristo ya estaban establecidas las líneas principales de las historias wuxia: el héroe o la heroína viajaban por el país y durante su jornada realizaban proezas espectaculares en beneficio de la sociedad. Esta descripción puede asimilarse a la de las narraciones protagonizadas por los caballeros andantes de la Europa medieval, pero con una diferencia significativa: el paladín wuxia no tenía que tener sangre noble. Su estatus provenía de lo riguroso de su entrenamiento y de las normas de conducta que guiaban su vida.

En 1790, cuando se fundó la Ópera de Pekín, las historias wuxia fueron representadas en el escenario y aderezadas con música, maquillaje, vestuarios refinados y escenografía. Los guionistas las re-elaboraron para la temprana industria del cine chino en la década de 1920. Después de la revolución de Mao Tse-tung en 1949, los preceptos religiosos y filosóficos del wuxia se consideraron nocivos para el pueblo. Las obras tradicionales fueron reemplazadas por manifestaciones artísticas que se ocupaban de temas revolucionarios y se usaban como propaganda. Hong Kong y Taiwán pasaron a monopolizar al wuxia que se volvió enormemente fantasioso: espadas que se prendían fuego, luchadores que emitían rayos a través de las manos y estruendosos silbidos acompañando a cada golpe. Con el tiempo emergió una ola de autores más realistas, influenciados por el cine japonés. En estas nuevas películas los guerreros seguían luciendo habilidades sobrehumanas pero el aura mágica había desaparecido: eran destrezas de luchadores entrenados hasta la perfección.

La Academia de Cine de Beijing, que había permanecido cerrada durante la Revolución Cultural, se reabrió en 1978, ofreciendo cursos de dirección, guión, fotografía, diseño y actuación. La llamada "quinta generación del cine chino" estaba compuesta por muchos de los primeros estudiantes post-Revolución. Entre ellos, Zhang Yimou, su máximo representante en el ámbito internacional. Zhang Yimou debutó como director en 1987 con Sorgo Rojo, que ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Ju Dou (1990) le valió el premio al Mejor Director en el Festival de Cannes y fue la primera película china de la historia nominada al Oscar.

"Wuxia es un mundo de fantasía que existe en la mente de cada uno" expresó el director en una entrevista. Zhang Yimou anhelaba experimentar con el género, atendiendo no sólo a una reconocida pasión juvenil, sino también al movimiento que había generado en el mercado El Tigre y el Dragón de Ang Lee en el año 2000. Así nació Héroe (2002), su primera incursión en el cine de artes marciales.

Un humilde policía de provincia (Jet Li), tan pobre que ni nombre tiene, comparece ante el ambicioso rey de Qin, el futuro primer Emperador de la China. Con su sofisticado ejército, Qin Shi Huangdi se ha dedicado a conquistar a los pequeños reinos vecinos para transformarlos en una sola gran nación bajo su mando. Eventualmente lo conseguirá: construirá la Gran Muralla, unificará la escritura y a su muerte será enterrado en un sepulcro camuflado en compañía de siete mil guerreros de terracota, esculpidos a escala real y en formación de batalla. Parece que el Gran Emperador tenía la idea de regresar del Más Allá para seguir con sus planes de conquista.

En el momento de la audiencia con Sin Nombre, la China unificada todavía es un sueño. Pero el rey de Qin ya se ha hecho de tantos enemigos que vive con el temor constante de ser asesinado. Viste armadura a toda hora y recibe a los visitantes en una sala sin muebles ni decoración para que nadie pueda esconderse. La Guardia Real tiene orden de ejecutar a cualquiera que se acerque a menos de cien pasos de su persona.

Sin Nombre se presenta con pruebas de haber matado a los tres enemigos principales del rey: Cielo (Donnie Yen), Nieve Voladora (Maggie Cheung) y Espada Rota (Tony Leung.) Durante diez años el rey y sus hombres habían tratado de atrapar sin éxito a estos legendarios guerreros y, sorprendido por la habilidad del prefecto, Qin Shi Huangdi le pide más detalles de la hazaña. El ambiente glacial de la sala del trono contrasta con el colorido y la plasticidad de los flashbacks de Sin Nombre. Por cada guerrero muerto el rey de Qin no sólo lo recompensa generosamente sino que lo autoriza a acercarse un poco más, de modo que al final del relato, Sin Nombre queda sólo a diez pasos del trono. En ese momento el rey duda: a la manera de Rashomon, Qin Shi Huangdi imagina una versión completamente distinta de la historia, con todos los personajes radicalmente cambiados, incluyendo a Sin Nombre. La interpretación del rey dispara nuevas historias, y con cada vuelta del relato cambian los colores dominantes: los flashbacks de Sin Nombre están teñidos de rojo, lo que el rey supone, de celeste, la historia de Espada Rota, de verde. A medida que se acerca el desenlace los colores, el vestuario y el maquillaje se suavizan, se vuelven más modestos y naturales.

Además del gran duelo de voluntades entre Sin Nombre y el rey de Qin, que abarca toda la película, hay combates físicos entre el héroe y cada uno de los otros protagonistas. Pero a diferencia del arrebato cinético que caracteriza a las peleas de El Tigre y El Dragón, por ejemplo, en Héroe las batallas no producen excitación ni generan adrenalina. Son combates de carácter, ideológicos, movimientos de ballet que a veces se desarrollan sólo en la mente de los protagonistas. Están imbuidos de una idea zen: dominar la técnica para trascender la técnica.

Finalmente, la historia se ciñe a la más clásica tradición wuxia, y todos los personajes, incluyendo al poderoso rey de Qin, deben aplazar sus deseos íntimos en pos de un ideal superior.

Aunque hayan sido producidas con una intención abiertamente comercial, Héroe, La Casa de las Dagas Voladoras, La Maldición de la Flor Dorada, y hasta El Tigre y El Dragón son bienvenidas si logran capturar al espectador novato y lo impulsan hacia las obras más clásicas de este género que circula con tanto desenfado por los límites de la credibilidad.

Silvia Angiola

                       
Página Axxón Axxón 190