Revista Axxón » María Negroni: «El Gótico es una grieta en el mundo de la luz y la razón», por Alejandro Alonso - página principal

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Axxón dialogó con la poeta, novelista y ensayista María Negroni, quien recientemente mereció el Premio Universidad de Sinaloa – México / Editorial Siglo XXI de ensayo por su obra Galería fantástica, recientemente presentada en la Argentina.

 

María Negroni (novelista, poeta, ensayista, traductora y docente argentina, que actualmente reside en New York, con un doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Columbia y varias importantes becas en su haber) sostiene que la literatura fantástica latinoamericana es una deriva del Gótico europeo y norteamericano. Abordó tangencialmente el tema en su libro de ensayos Museo negro, y ahora lo desarrolla con mayor profundidad en Galería fantástica: un trabajo que mereció el Premio Universidad de Sinaloa – México / Editorial Siglo XXI, y que en estos días presentó en la Argentina la editorial Siglo XXI. Negroni también acaba de dictar en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) un seminario en torno a estos tópicos.

En Galería fantástica, Negroni analiza y recontextualiza trabajos de Carlos Fuentes, Felisberto Hernández, Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar y Silvina Ocampo, entre otros autores, y pasa revistas a obras en otros formatos, como es el caso de los hermanos Quay y la película El afinador de terremotos (2005), o El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961), sobre las que se desliza el espíritu de La invención de Morel.

Tanto en Museo negro como en Galería fantástica, el ejercicio de erudición y análisis se ve soportado por el uso eficaz de la poética de Negroni: hay un tono, un estilo, una marcada intención disolutiva y reorganizadora, que resulta funcional para disparar en el lector reflexiones, asociaciones de todo tipo y momentos de singular goce estético.

Axxón aprovechó estas circunstancias felices para conversar con María Negroni acerca del diálogo entre el Gótico y la Literatura Fantástica Latinoamericana, dentro de la cual sitúa la ciencia-ficción.

¿En qué radica tu interés por el Gótico?

—Mi interés por la literatura y la estética góticas tiene que ver con una poética. Creo que el Gótico, ya desde sus inicios, representa una insubordinación. Es una grieta en el mundo del orden y la convención. El Gótico ensancha el mundo en la medida que abre paso a lo que es suprimido por la razón y la luz. No es casualidad, entonces, que todos los poetas románticos y todos sus continuadores hasta llegar al Surrealismo fueran unos enamorados de la literatura gótica. Porque obviamente la poesía trabaja también con lo nocturno del ser.

 

—¿Cuál sería, entonces, la tesis abordada en Museo negro?

—Lo que hago en Museo negro —de una manera arbitraria, pero de eso se trata—, es identificar a la figura de héroe gótico con la figura del poeta tal como lo concebimos en la modernidad. Hablo de poetas como Baudelaire, Rimbaud… los padres de la poesía de la Modernidad.

 

—Hay elementos del Gótico que han trascendido, como el castillo o la figura del vampiro. ¿Por qué siguen fascinando?

—El Gótico es un género muy armado o, mejor dicho, una temperie con núcleos muy definidos. Hay ciertos motivos que se repiten constantemente. Uno es la morada, que está aislada y para llegar a la cual hay que cruzar siempre un puente que puede ser temporal o espacial, y luego del cual se entra en otra realidad. Otro es la presencia del agua, como elemento que representa el principio de lo femenino o lo maternal. De hecho, lo maternal está tan ausente que termina por estar hiperpresente. Después tenemos la noche, la oscuridad, la sombra.

También tenemos la presencia de un crimen. Es un crimen generalmente no muy definido, que no se sabe bien cuando ocurrió ni en qué consiste. Generalmente tiene que ver con algo sexual. Y siempre está atrás, ocurrió antes.

También hay personajes que se repiten. El personaje gótico por excelencia es un huérfano: un ser abandonado, marginal, que está fuera de la ley de la sociedad. Muchas veces está complementado por la figura del doble.

—En Museo negro citás películas como Alien

—Sí, claro. En Alien (Ridley Scott, 1979) se toca el tema de la hiperfecundación. El alien es una madre que se hiperreproduce. Es el terror a la sexualidad femenina descontrolada. Es un bicho orgánico. Ahí están presentes —y enfrentados— los paradigmas de lo orgánico y lo tecnológico. La máquina es pulcra, el monstruo es la apoteosis de lo orgánico, un descontrol lleno de saliva, huevos… La ciencia-ficción es pariente del Gótico en el sentido de que está obsesionada por las mismas cosas, por todo lo oscuro, lo que no se ve, lo que oculta la pantalla nítida de la computadora.

Otra película que me gustó mucho fue Mary Reilly (Stephen Frears, 1996). Tiene detalles… como esto de que Mr Hyde (el doble «monstruoso» del Dr. Jekyll en El extraño caso del Dr. Jeckill y Mr. Hyde de Stevenson) garabatea cosas sobre dibujos de Félicien Rops (un decadentista belga, cuyos dibujos «pornográficos» se inscriben en la misma línea de Beardsley por ejemplo). El otro aspecto fundamental, tanto en la literatura como en el cine que trabaja con motivos del gótico, es la figura del artista o del científico/artista (que, en el fondo, también es como un artista) que están tratando de crear algo para enfrentarse con la mortalidad, interrumpirla, sublimarla en algo eterno, perdurable. Es el caso de Frankestein, pero también de La hija de Rappacini de Nathaniel Hawthorne que reescribió en Mexico Octavio Paz o de La Eva futura de Villiers de l’Isle Adam. En todos estos casos, lo que predomina es la desmesura, el deseo de ser «un pequeño dios», un creador.

 

—La muerte, ¿cómo dialoga con lo Gótico?

—La muerte es el telón de fondo del Gótico. La oscuridad, la noche, son metonimias de la muerte. Es una presencia ausente, no es un tema explícito del Gótico, pero está ahí. El Gótico muestra los rostros menos comunmente reconocibles de la muerte: el deseo y la sexualidad, por ejemplo, que siempre nos enfrentan a situaciones límites.

 

—En Galería fantástica, volvemos a encontrar estos elementos del Gótico, pero en la Literatura Latinoamericana…

—Ahí lo que hago es leer lo más interesante de la Literatura Latinoamericana, que para mí es el Fantástico. Y digo que este Fantástico Latinoamericano es una deriva del Gótico. Al leer La invención de Morel de Bioy Casares, o «Las ruinas circulares» de Borges, o «La continuidad de los parques» de Cortázar, o «Las Hortensias» de Felisberto Hernández, o «El impostor» de Silvina Ocampo, para mencionar sólo algunos ejemplos, volvemos a encontrar los elementos del Gótico.

 

—¿Cómo está estructurada la obra?

—Son varios ensayos. Surgió, mientras escribía Museo negro, había ejemplos del Gótico en América Latina, como es el caso de Alejandra Pizarnik con La condesa sangrienta. O Manuel Mujica Láinez con Bomarzo. Empecé a darme cuenta de que había más.

El libro tiene tres momentos. Al primero lo llamo «Juguetes filosóficos: Réplicas, autómatas, muñecas», donde me detengo en los casos de autómatas, muñecas, dobles. Son figuras que están supuestamente inanimadas, y que representan el terror a que lo inanimado se anime, o que lo animado se petrifique. Trabajo con esas figuras esquivas, que están a caballo entre lo humano y la máquina. Uno de los ejemplos más inolvidables de creación de estas «muñecas/dobles» figura en La Eva futura que mencioné antes. Su autor, Villiers D´Isle-Adam, fue el primer escritor que relata una historia donde un inventor (en este caso Thomas Alva Edison) crea una andreida (una mujer-máquina), a la que llamó Hadaly (ideal). Le graba una infinita cantidad de discursos (¡es una máquina hecha de palabras!). La prepara en un sótano, en un féretro. En América Latina, son imperdibles los relatos de Carlos Fuentes (Aura), Felisberto Hernández («Las hortensias»), y Alejandra Pizarnik (La condesa sangrienta), entre otros.

La segunda parte se llama «El artista imperfecto». Allí analizo la relación entre arte y vida, y representación y realidad. Tomo obras de Bioy Casares (La invención de Morel), de Cortázar («Las babas del diablo»), y también películas como El afinador de terremotos de los hermanos Quay; Un año en Marienbad, de Alain Resnais, o Blow-up de Antonioni.

A la última parte la llamo «La naturaleza fantástica», y ahí entran el «Gótico campero» de Silvina Ocampo, las fantasías de Horacio Quiroga, «El jardín fantástico» de Marosa di Giorgio. Y termino con un libro inclasificable de Huidobro, el poeta chileno, que escribió Cagliostro, una pequeña joya de la imaginación gótica.

 

Durante la presentación de Galería fantástica, a fines de Noviembre, en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA), Miguel Dalmaroni (docente de Literatura Argentina e Historia Literaria de la Universidad de La Plata, e investigador del CONICET) decía: «Lo que queda enchastrado, arruinado, destartalado por el Gótico, como cuando un niño desarma un juguete o una muñeca, son los órganos de la razón: la temporalidad, la causalidad, la narratividad que suprime el peligro de lo contingente en la planicie inane de los universales, la representación, la palabra mismas como conceptos, monedas de intercambio, contraseñas…» En este territorio tan salvaje, tan pantanoso y oscuro, es precisamente la poética de María Negroni, desplegada en las dos obras ensayísticas, la que permite hacer pie, abrirse paso e iluminar la senda del análisis.

 

Video de la lectura

Video del acto completo

Realizado para Axxón por Alejandro Alonso