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AXXÓN!
  
 

PERÚ

«Tengamos fe en nuestra doctrina:

Terminaremos nuestras vidas con un buen comienzo.»

Los textos circulares – Le Olucric

 

Absortos e indignados, asistimos a la vigésimo cuarta edición de la infame obra de Le Olucric. Recientemente traducida a más de catorce lenguas, el libro resucita el estilo predecible y descabellado al que nos tuvo acostumbrados el autor más reprobado de la tercera década después del gran colapso ideológico. Armado con su clásica ambigüedad temática, la trama circular, el desdoblamiento de personajes y su manida mezcla de política y religión, el autor pretende volver a inquietarnos con más de lo mismo, y absolutamente nada nuevo. Le Olucric, que en vida fue un hediondo beodo, escritor fracasado, heresiarca confeso, y que terminaría sus días reventándose literalmente la cabeza en un sanatorio, ahora resulta ser la «feliz» mezcla de pastor político y éxito editorial. ¿Acaso la descabellada doctrina circular vuelve a cobrar vigencia?

Elevado a una especie de gurú póstumo, Le Olucric ha regentado más adeptos estando muerto que vivo: hasta la fecha cuenta con cinco billones de fervientes correligionarios diseminados por todo el mundo. Ha logrado que sus logias nigromantes sean elevadas al rango de cultos político-religiosos en quince de los veinte estados federados de nuestro planeta. Ha conseguido que las prácticas de fanatismo más bizarras y sórdidas sean consideradas ejercicios libres de ciudadanía. Nos preguntamos: ¿Este ilustre difunto es tan poderoso para lograr semejantes cosas en tan poco tiempo? ¿O sólo se trata de inescrupulosos oportunistas que lo han resucitado simplemente para aprovecharse del poder hipnótico, manipulador y efectivo que tiene su nefasta doctrina?La humanidad tiene que desbaratar el mutismo permisivo que actualmente evidencia; no puede seguir tan suelta de huesos teniendo a una bestia hambrienta debajo del tapete.

 

«¡Oh divino!, tú eres el círculo;

nosotros, los fieles partidarios

que dejamos el corazón en tu centro.»

Los textos circulares – Le Olucric

 

Como es conocido, la doctrina circular establecía un plan de adoctrinamiento progresivo a cargo de expertos ideólogos con cierta vocación de publicistas. Éstos, a través de una incansable prédica de lemas simples, pegajosos y repetitivos como «gira, hermano, gira», «gira, porque tú eres Le Olucric y nosotros también lo somos», tenían, en teoría, la misión de adoctrinar en por lo menos un mes a todo un estado. Hoy, en la práctica, se ha llegado al escandaloso récord de ¡cinco estados sometidos a la doctrina circular en sólo una semana! Este vertiginoso éxito cuenta además con el retorno a un primitivismo de subsistencia (siembra / recolección / pastoreo / pesca), poligamia y ritos (que incluyen los sacrificios humanos).

Finalmente, en los estados ya consolidados se establecía un texto único que rigiera tanto la moral como las leyes de todos los habitantes. El libro, como era obvio, sería Los textos circulares. Hoy se sabe que además de su lectura inflamada, convencida y casi posesa es cada vez más común observar a los prosélitos aprendérselo de memoria en un estado que llamaremos extático o simplemente demente. Y es que cuando el poder político y el sagrado se juntan para convivir como dos cabezas en un solo cuerpo, se consolida un ser monstruoso que termina devorando toda forma de pensamiento divergente. Se logra el ejercicio impune y obsceno de una ideología dura, rígida e inflexible que a la larga deviene en un fanatismo casi omnipotente. Le Olucric habla de esto en su obra nefanda, de un poder político-religioso absoluto a través de la propagación de su doctrina circular. Esa clase de fanatismo recalcitrante que en vez de acólitos crea cancerberos; en vez de jueces, asesinos; esclavos, en vez de fieles, imbéciles con muy pocas cosas que decir y muchísimas que defender y repetir. Y esto, señores, ¡ya es una realidad! En efecto, el cáncer ideológico se ha propagado a escalas de pesadilla, y lo inaudito, intolerable y escandaloso es que el GCI (Gran Consejo Ideológico) no ha hecho absolutamente nada para contrarrestarlo. A veces, pensamos —en un arrebato de desesperación e indignación— que quizá el GCI piense que es hora de mudar de sistema político; del demorepresentativo a otro. A un terrible otro en todo caso; ya que ese «otro» es el que precisamente propone Le Olucric en Los textos circulares. Quizá se hayan desnudado todas las contradicciones y deficiencias del sistema vigente, quizá se haya comprobado que es necesario un cambio. ¿Pero un cambio a través del adoctrinamiento político circular? ¿Una doctrina que estipula el regreso a la barbarie para recomenzar todo de nuevo? ¿A quién quieren engañar con esa filosofía barata y estúpida? ¿Llegar al grado cero de la civilización? ¿Para qué? ¿No será el pretexto perfecto para retornar a los regímenes totalitarios? ¿Acaso somos tan imbécilescomo para no ver que estamos volviendo a crear aquello que provocó el gran colapso ideológico? ¿Cuántas veces tenemos que reventar nuestras mentes para resanarlas? Tememos que estas especulaciones sean en parte, o peor, en su totalidad,ciertas. Y si esto es así, recomendamos a los lectores tener especial cuidado con los tentáculos del adoctrinamiento político circular que incluso podrían haber infectado el presente escrito.

Así es, hay que estar en guardia con cualquier clase de texto que podría, de golpe, volver su trama circular. Si bien es cierto que a través de los multimedios la gran población cae fanatizada fácilmente,el pequeño grupo de intelectuales que todavía usa el vínculo textual para comunicarse —y que son los más difíciles de convencer—, tiene que evitar leer escritos infectados con esta especie de virus circular. Es decir, no es necesario leer directamente Los textos circulares para infectarse, también uno lo puede hacer leyendo un texto contaminado con una cantidad determinada de referencias a dicha obra (hasta la fecha,la cantidad de menciones son diez,con tendencia a ser menor conforme se agrave la propagación de esta peste ideológica).

Si todavía continúas leyendo este escrito es porque has asumido conscientemente todos los riesgos que este ejercicio puede acarrear. Aunque esto de consciente es muy difícil saberlo, porque uno siempre pensará que el texto que se está leyendo es inane e inclusive está de nuestro lado en la lucha. Pero nada más falso, señores, bastará que se mencione el nefasto título una decena de veces para que las últimas palabras del escrito se distorsionen y pretendan acabar corrigiendo suciamente el inicio del texto.


Ilustración: Graciela Lorenzo Tillard

Comprobaremos que estos escritos infectados al inicio nos recomendarán sincera y lógicamente muchas estrategias de precaución. Al leerlos nos sentiremos dominados por un arrebato de súbita confianza y libertad para con el autor, a quien consideraremos un amigo, un camarada, casi un cómplice en la resistencia contra el adoctrinamiento político circular. Nos sentiremos libres, pensaremos que todo lo que hacemos estuvo, está y estará marcado por una autonomía total. Pero no sólo se pensará que uno es libre, estaremos totalmente seguros de que también el resto de los hombres lo es. Reiremos, diremos que el autor es uno de los nuestros, no nos cabrá la menor duda. Estaremos identificados con el complaciente uso de la primera persona del plural para dar una idea subliminal de unidad colectiva.

Un impulso irrefrenable nos arrebatará y desearemos furiosamente expresar nuestras ideas. De golpe, escribiremos, inflamados, casi volcánicos, en contra de la doctrina circular. Diremos todo lo que se remueve con furia en nuestras entrañas, escupiremos a Le Olucric y a toda su caterva de fanáticos, nos cuidaremos a medio camino de no mencionar el título de la obra, pero con horror comprobaremos que ya se ha hecho en diez malditas oportunidades, si deseas, puedes contarlas ahora que ya es algo ocioso e irreversible. Desearemos retroceder, pero será en vano, estaremos como dentro de la línea única de una figura circular. No podremos salir. ¿Cómo saber dónde comienza y termina un círculo? Nuestro lenguaje finalmente cambiará sin explicación alguna, la inicial furia será ahora servil aplauso, el indómito león será el manso cordero que acepta con la cabeza gacha ir a cualquier parte que se le mande. No se podrá escribir sino como un esclavo; pero un esclavo feliz y orgulloso de serlo. El poder de la doctrina circular nos ordenará recomenzar y reconfigurar nuestra mente rebelde y lúcida de la manera contraria. Seremos sumisos y estúpidos.

 

«Los nombres quedan igual,

lo que cambia es la percepción que tenemos de ellos en el devenir cíclico.

Algo así como el juego de intercambiar adjetivos por sus contrarios.»

Los textos circulares – Le Olucric

 

Se pensará que Los textos circulares tienen enemigos. Estaremos totalmente convencidos de que existen ramificaciones de un poder adverso, casi invisible, que busca la censura o veto total de su lectura. Se creerá que quienes defienden esta prohibición son unos malvados, unos subnormales. Desearemos saber quiénes son estos sujetos y de inmediato, esta información será proporcionada. Veremos nombres conocidos, nombres que estarán antecedidos por adjetivos de acuerdo a la gravedad de los casos: «superpeligroso», «peligroso», «recuperable», «inane», «prosélito», «apologético», «gurú.» Veremos nuestros nombres acompañados secuencialmente por cada adjetivo. Sonreiremos porque a estas alturas tendremos el calificativo de «apologético», desearemos llegar al punto máximo: ser «gurú». Pero como todos sabemos, gurú hay uno solo. Es por eso que nos transformaremos en el creador de la doctrina circular. Sí, en el mismísimo autor de Los textos circulares. Seremos la versión repetida de Le Olucric. No nos interesará saber que existen, al igual que nosotros, miles de sujetos que creen exactamente lo mismo. Se pensará que Le Olucric se ha multiplicado en todo el mundo. Que al decir «soy» se dice «somos». Seremos felices sabiendo que todos los hombres son Le Olucric y que cada uno de nosotros también lo es. Nos parecerá insólito e inclusive patético, que alguien en su sano juicio piense después de sentir y comprender la doctrina circular no ser la versión «n» de Le Olucric. Al final terminaremos nuestro escrito con cierta sensación de vacío, con una ligera certidumbre de estar recomenzando algo ya vivido y mal corregido. Es por ello que: Absortos y maravillados, asistiremos a la vigésimo quinta edición de la formidable obra de Le Olucric. Recientemente traducida a más de catorce lenguas, la obra resucita el estilo sublime y aleccionador al que nos tuvo acostumbrados el autor más celebrado de la tercera década después de la gran revolución ideológica…

 

 

Pedro Félix Novoa nació el 19 de noviembre de 1974 en Lima, Perú. Ha publicado en su país, Chile, Argentina y España. Fue finalista con dos relatos en el Concurso Internacional de Cuentos de Ciencia Ficción del Fanzine Fobos y ambos cuentos aparecieron en Púlsares 2004. Ha obtenido premios y menciones en varios concursos, lo que lo ubica entre las figuras más promisorias de la literatura fantástica de su país.

Hemos publicado en Axxón sus ficciones: LÁPICES LACRIMALES y LA BALA QUE FALTA.

 


Este cuento se vincula temáticamente con PÚLSAR, de Teresa P. Mira de Echeverría; EL LIBRO DE LA ETERNIDAD, de Damián Arturo Madrigal Aguilar; EL LIBRO DEL HIEROFANTE, de José Antonio González Castro y LOS OTROS LIBROS, de Ramiro Sanchiz.

 

Axxón 210 – septiembre de 2010

Cuento de autor latinoamericano (Cuento : Fantástico : Metaliteratura : Libro esotérico : Absolutismo : Perú : Peruano).

 

 

3 Respuestas a “«Versión ‘n’ «, Pedro Félix Novoa Castillo”
  1. Flor de María dice:

    Felicitaciones, este cuento me hace recordar a Borges y esa elíptica manera de envolverte en su microlocura.
    Saludos, Pedro, te rastrearé algunos cuentos más.

    Flor de María.

  2. Una consulta dice:

    Hola, Pedro, disculpa una consulta. Eres algo de Marcelo Novoa.

    Saludos, desde Chile.

    David.

  3. Sobre el cuento dice:

    Hola, el cuento me parece muy interesante. Más que borgeano, me atrevería a filiarlo a Cortázar, por la forma de involucrar al lector en la trama. Hay una cuidadosa forma de ir engranando elementos que finalmente resuelven la narración a una idea circular, se me ocurre muy a lo de continuidad de los parques. En todo caso, aquí la ideologización es libresca, verbal. Muy interesante como propuesta y más como riesgo. Sin embargo se me ocurre que en sí no sería un cuento propiamente dicho, sino más bien un relato. Además, hay cierto descuido por circunscribir el cuento en una época determinada. Creo que el autor pretendió darle un sesgo intemporal al mundo narrado sin éxito, ya que da señales claras que se desarrolla en el futuro por eso de la revolución ideológica. Al margen de estos dos detalles, la narración funciona y sí, gira en torno a un eje temático bien logrado.

    Iván

  4.  
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