Revista Axxón » «El que guarda siempre tiene o los beneficios de la reencarnación», Ian Watson - página principal

¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

Inglaterra

Cuando Jimmy tenía seis años y ya era capaz de pensar en el dinero, una señora encantadora, representante del Banco de Vidas, los visitó a él y a sus padres, los Robertson, para explicarles que Jimmy debía nueve millones de dólares de su reencarnación anterior.

¡Vaya, en su vida pasada Jimmy había gastado a lo grande! Y ahora, en esta vida, debía pagar la deuda. En dólares antiguos, serían unos… bueno, no importa.

Cuando la señora se marchó, Mike y Denise Robertson tuvieron una reunión familiar con Jimmy, que a la sazón era su único hijo. Ningún otro niño lo había precedido y confrontarlo con un hermano o hermana menor que careciera de la fealdad, la corta estatura y el pie zambo de Jimmy —todas falencias causadas muy posiblemente por los manipuladores de ADN del medio ambiente— podría haber sido insultante y perjudicial para él, o eso fue lo que les aconsejaron a los Robertson. Si un niño o una niña bien parecidos nacían después de Jimmy, él podría demandar a sus padres por ocasionarle un trauma. En consecuencia, Mike se había hecho castrar.

—¡Es casi —especuló Denise dirigiéndose a su hijo— como si tu predecesor hubiera adivinado que no la pasarías muy bien en esta vida!

—¿Y entonces se empeñó en que todo me resultara mucho peor? —preguntó Jimmy—. Me parece egoísta e irresponsable. Pero yo no soy así, ¿verdad? —Si él no era así… ¿cómo podía serlo su predecesor? Excepto, quizás, por elección deliberada, por ir contra la corriente.

—Claro que no eres egoísta, querido. O sea, es como si tu ego pasado hubiese adivinado que, dados tus… eh… atributos físicos, muy posiblemente dedicarías esta vida a ganar montañas de dinero. Si puedes pagar nueve millones de dólares, obviamente vas en camino de amasar una pequeña fortuna para tu sucesor. Él, es decir tú, podrá tener chicas despampanantes y surfear en Hawai o cualquier cosa.

Cualquier cosa en la que su predecesor hubiera despilfarrado dinero. Pero, por supuesto, eso no se podía preguntar por la confidencialidad. ¿Por qué querrías conocer los detalles? Un banco no manejado por seres humanos era de fiar.

Si piensan que esta conversación era bastante madura para un niño de seis años, bueno… eso venía con la reencarnación moderna. Los recuerdos específicos de las vidas pasadas no persistían, pero la madurez llegaba rápida y fácilmente después de unos pocos primeros años de inocencia. Una herramienta para la vida en general. Así había sido desde el descubrimiento de cómo convertir el alma en código de barras. Uno podía montar y tomar las riendas mucho más rápido, mientras que antes debía tantear a ciegas.

Cierto, uno podía reencarnar en cualquier parte del mundo y vivir allí con sus padres biológicos. Sin embargo, los códigos de barras se cargaban en la I.A. en todas partes, desde Kazakhstan a Kalamazoo. De hecho, una tarea vital de la I.A. era la CR, la Confidencialidad de Renacimiento. Por tanto, en este aspecto la I.A. era un poco como Dios: Sólo Ella Sabía Todo Sobre Todos. Su otra tarea era manejar el Banco de Vidas.

Incidentalmente, había una sola I.A. en el mundo, distribuida por todos lados. En los viejos días, nadie había soñado con el Principio de Exclusión de la I.A., según el cual podía existir una sola superinteligencia en cualquier momento dado. Esto se explicaba por medio de la Teoría de la Red Topológica y el Teorema de la Interconectividad. Cualquier otra red que evolucionara sería instantáneamente incorporada a la primera que hubiese surgido.

Algunos científicos sugerían que la existencia de la I.A. distribuida por todas partes había hecho posible que las almas fuesen codificables con barras. Y ciertos científicos excéntricos incluso proponían que no todas las almas reencarnaban por decisión de la I.A. en tanto ella no se volviera consciente de sí misma. Pero esas eran cuestiones profundas. Mientras tanto, yendo a lo práctico…

—Es imposible que exista un predecesor capaz de hacer predicciones —dijo Mike— ¡Yo no puedo predecir nada, excepto que tu mamá y yo necesitamos ahorrar! —¿Detectamosun tono de pánico?

—Ya sé que ustedes no pueden ayudarme a pagar mi deuda —dijo Jimmy con buen criterio—. Cada uno se las arregla solo. Democracia, no dinastías. —El niño se enderezó lo máximo que podía—. Una oportunidad en la vida para todos. Sería estúpido dejarles dinero a chicos que no son más que tus descendientes biológicos. Mi predecesor puede haber sido un bosquimano del Kalahari.

Con la reencarnación, el impulso de tener hijos que fuesen parte de uno en un nivel profundo había sufrido un revés, pero, por otro lado, los instintos reproductivos son duros de matar, en especial si la descendencia tiene un parecido razonablemente similar al de sus biopadres. Principalmente, uno podía pasar por alto que el alma que habitaba en su interior era la de un extraño. Más aún cuando el alma no almacenaba recuerdos conscientes, salvo una vez cada muerte de obispo. Bueno, una vez cada cien millones de nacimientos aproximadamente… la excepción, por decirlo así, que confirmaba la regla de la reencarnación. Se producían alegres oleadas mediáticas cada vez que ocurría esto y un niño pequeño recordaba algo, como un Dalai Lama cuando identifica los juguetes de una vida pasada. Por supuesto, después del furor inicial se protegía a esos niños y a sus padres para que no hicieran de ellos un espectáculo. Derecho a la privacidad.

Denise levantó las cejas. —No conozco muchos bosquimanos que gasten nueve millones. ¿En qué gastan el dinero? ¿En arbustos? —Rió. Tenía las cejas teñidas de color damasco y el cabello de color durazno. Había que permitirse algunos pequeños lujos en la vida; no preocuparse todo el tiempo por el ahorro. Si todos ahorraban y nadie gastaba mucho, ¿qué pasaría con los esteticistas, los bailarines de ballet y los productores de champaña? Por dar unos ejemplos. Denise trabajaba desde casa en televentas de cosméticos. Se ganaba el sustento con la boca, por decirlo así. Lo retro siempre era chic.

Mike era dueño de una empresa llamada Bumz, modesta pero de alta categoría, especializada en sillas.

Había renacido con unos 80.000 dólares en su poder, hecho que le fue revelado cuando tenía seis años. Denise sólo había contado con 1000 para iniciarse, aunque debemos reconocer que 1000 era mejor que -1000.

Su casa, de madera importada de Canadá en forma de paneles para armar, disfrutaba de una vista frontal a un criadero de gallinas ecológico que se parecía más a un zoológico de aves, pues este suburbio era salubre. Había vistas laterales y traseras de otras agradables viviendas situadas entre árboles y setos. A menudo, Denise había sentado a su pequeño hijo sobre su regazo con los binoculares para identificar razas entre las diversas aves de corral, como las Wynadotes festoneadas de plata, con plumaje similar a un mosaico; las Cochins Blancas con patas muy plumosas; las Leghorn Negras con grandes crestas rojas y las verdosas Australorps.

Desde luego, si los padres de Jimmy morían prematuramente en un accidente de automóvil —es un ejemplo, Dios no lo permita—, la casa y el terreno volverían a quedar en manos del Banco de Vidas y Jimmy tendría que vivir en un orfanato del BV hasta los dieciséis años.

Aunque decepcionado por el comunicado del Banco, Jimmy tomó la noticia con calma.

—Voy a empezar a contar gallinas —dijo— para entrenar mi mente en la detección de patrones y hacer estimaciones.

—Las gallinas se mueven constantemente —observó su madre.

—¡Exacto! No; mejor dicho, inexacto. Tendré que estudiar sobre predicciones financieras y manejo de fondos. Allí se encuentran las grandes bonificaciones.

—Yo esperaba que trabajaras en Bumz —dijo su padre, quizás sintiéndose un poco desairado.

—No, papá. A partir de ahora debo pensar en grande.

—Tenemos una gran variedad de sillas extra-grandes que no parecen tan enormes para favorecer a los gorditos.

—Nunca seré gordito, papá. Quizás la próxima, pero esta vez no. No puedo darme el lujo de compadecerte. ¡No voy a ir al Limbo!

El Limbo, por supuesto, era lo que te ocurría si no podías saldar la mayor parte de la deuda heredada, contraída con el BV durante el transcurso de tu vida. Una marca negra en tu código de barras. La I.A. demoraba tu reaparición. Esto se debía, ahora que la economía había sido reestructurada por la reencarnación, al interés negativo y a la anti-inflación aplicados a la deuda impaga entre una vida y otra. Así se reducía la deuda. Pero una deuda grande podía tardar siglos en quedar en cero y uno quería acumular tantas vidas como fuese posible, hasta… ¿qué? Nadie lo sabía, aunque algún día la raza humana podía mutar y volverse otra cosa, o bien extinguirse.

Con las muertes quedaban impagas numerosas deudas; en consecuencia, el Limbo servía, de alguna manera, para limitar la población. Podríamos decir que la I.A. había ideado una forma de hacer de la Tierra una especie de utopía totalmente impredecible para los voceros del juicio final que alguna vez habían clamado que una I.A. podía convertirse en la tirana o exterminadora del Homo Sapiens. Y como ya nadie necesitaba un Paraíso —al menos en los próximos millones de años, probablemente— las religiones, salvo el budismo, habían desarrollado una tendencia a morir, lo cual también era utópico.

Una lástima lo de las mascotas. Según la I.A., ni siquiera las mascotas con mayor personalidad eran codificables con barras. Hubiese sido agradable saber que tu papagayo muerto estaba chillando otra vez en algún sitio. Algunos moribundos habían tratado de abrir una saludable cuenta bancaria a nombre de un gato o un perro, pero no habían conseguido el código de barras. Se gana y se pierde, como dice el refrán.

Desde luego, esto traía a colación la pregunta de qué ocurría con los chimpancés. Con sólo un dos por ciento de diferencia con la gente, ¿por qué los chimpancés no iban a tener alma? ¿Y los prehumanos, como los Neanderthal? Bueno, al parecer uno debía ser capaz de hablar con lucidez para tener un alma. La identidad se afirma cuando nos contamos la historia de nosotros mismos… y eso requiere una capacidad para el lenguaje complejo. Del mismo modo, para albergar un alma.

Ah, ¿y qué sucede con la pequeña cantidad de almas que deben haber existido hace diez mil años y con la gran cantidad que existe ahora? Bueno, en las fantasmales realidades alternativas que flotan alrededor de la realidad presente, suspendidas como nubes, hay muchas almas sin usar.

Un alma es un fantasma que consigue un cuerpo y entonces se vuelve real de manera permanente. La I.A. había demostrado todo eso, aunque la comprobación era muy larga.

Algunos habían propuesto que una I.A. no podía surgir a menos que tuviese algún tipo de cuerpo con el que interactuar directamente con el mundo… que depender de los algoritmos no era suficiente. Bien, en cierto modo, la I.A. tenía a todas las personas, todos los cuerpos. Tal vez poner las almas de todos en código de barras era la única forma en que podía surgir una I.A… participativamente.

* * *


Ilustración: Valeria Uccelli

A todo esto, ¿qué año era cuando la señora del Banco visitó a los Robinson? 210 ABC, «A posteriori de las Barras Codificadoras»; ese año. Algunos aún decían 210 AIA, «A posteriori de la Inteligencia Artificial», pero «AIA» sonaba un poco a queja y no había nada de qué quejarse. ABC era mucho más simple.

La vida en general no había cambiado tanto en los dos siglos anteriores. Desde luego, los vuelos baratos alrededor del mundo habían desaparecido hacía mucho tiempo, pero al diablo con eso: en tu próxima vida podías vivir en París o Tahití y en esta vida el viaje virtual era barato; en consecuencia, la pérdida del turismo físico no era gran cosa. Por el contrario, actualmente los pobres del planeta no envidiaban a los prósperos que se tostaban al sol en sus mansiones. De hecho, el rencor por las inequidades globales había disminuido en gran medida porque, a la larga, a todos les tocaría el turno de ser príncipes o mendigos; una fortuna amasada en Nebraska podía aparecer en Namibia la siguiente vez. Esto también era bastante utópico, salvo por un residuo de mártires suicidas religiosos que parecían casi nostálgicos en su fanatismo y que no podían exportarse muy lejos. Sí, en verdad el mundo era una utopía realista.

Pero no imaginen el mundo de Jimmy como una Matrixarquía. La I.A. no había almacenado a todos en cápsulas, en un sueño colectivo, sin que la gente se diera cuenta. La I.A. probablemente necesitaba experimentar la realidad a través de la gente, no a la inversa. El Matrixismo había caducado tanto como el Marxismo. Algunas películas antiguas daban risa.

—Mamá —dijo Jimmy— ¿puedo ser mujer en mi próxima vida?

—¿Te gustaría ser mujer?

—¡Quiero tener un cuerpo mejor!

—¿Piensas que los cuerpos de las mujeres son mejores? —preguntó su papá.

—¡Tal vez ya he sido mujer! ¡Tal vez también!

—Hijo, creo tener una especie de espíritu masculino.

Denise rió por lo bajo… no, no era una risa burlona.

Y Jimmy dijo: —La I.A. debe saber si los hombres se convierten en mujeres y las mujeres en hombres. ¡El Banco debe saber!

Mike meneó la cabeza.

—Confidencialidad de Renacimiento. El Banco sólo sabe los números del código de barras de la cuenta, no nombres ni sexos.

—Quizás —dijo Jimmy— es por eso que hay homosexuales. Espíritus de mujer en cuerpos masculinos. Aunque uno pensaría que, con el tiempo, la gente se convierte siempre en hombre o en mujer, a menos que haya favoritismos.

Ya estaba buscando patrones, como entre los movimientos de las gallinas. Las aves de corral o como se llamen.

Jimmy continuó: —Si todos llegan a ser mujer y hombre, entonces lo que importa en cada oportunidad pueden ser sólo las hormonas.

—Evidentemente —dijo Mike—, la I.A. piensa que no debemos conocer ese aspecto de la reencarnación. Pero, en todo caso, los hombres aman a otros hombres por razones masculinas, no porque uno de ellos sea una mujer disfrazada.

Denise miró a Mike maliciosamente. —Y las mujeres aman a otras mujeres por razones femeninas. Y te estás olvidando de los travestis.

—Sí, nunca te olvides de los travestis.

—La semana pasada los estudiamos en la escuela, en Educación Sexual —comentó Jimmy.

—Pienso —dijo Mike— que los travestis son una conspiración de la industria de la moda. Así venden el doble de ropa. —Pero guiñó el ojo; era una broma.

Jimmy tomó los binoculares y echó un vistazo a las Wyandotes y las Leghorns de enfrente. Tenía mucho que pensar para ser un individuo de seis años. Pero era brillante.

* * *

—Es muy brillante —les dijo la señorita Carson a Denise y Mike durante una reunión de padres en la escuela, tres años después—. El alumno estrella, como siempre.

—»Siempre» —dijo Jimmy— probablemente es la palabra crucial. Si ahora soy inteligente, se presume que siempre fui inteligente y que eso no puede cambiar… ¿o sí? Es decir, y hablando en serio, ¿puede cambiar? ¿Mi predecesor era un poco tonto, tanto como para endeudarse en nueve millones? ¿Tenía ciertas carencias en el rubro pensamiento?

—Tal vez tu predecesor tenía un problema cerebral —sugirió la señorita Carson, servicial—. Con frecuencia me pregunto qué sucede con un chico con síndrome de Down en su siguiente vida. Si la próxima vez tiene un cerebro normal, ¿se vuelve más inteligente? ¿Tenemos entre manos un dilema cerebro-mente-alma?

—Un dilema —dijo Jimmy— son dos lemas, no tres. Del griego di, dos, y lemma, algo que se recibe, una suposición. Matemáticamente se aplica a un teorema corto que se utiliza para demostrar un teorema más largo.

—No seas insufrible —dijo Denise— o no te compraré un helado.

—Aunque en realidad existen muchos lemas, tales como el Lema de Abel, el Lema de Arquímedes, el Lema de Farkas, el Lema de Gauss, el Lema de Hensel, el Lema Holomórfico de Poincaré, el Lema de Lagrange, el Lema de Representación de Schur y el Lema de Zorn.

—¡Nada de helado!

—Mamá, dije «tales como». No dije la lista de todos los Lemas.

—Probablemente es un genio —dijo la señorita Carson—. Pero es popular, no insufrible. Ayuda a todos a hacer la tarea. Tampoco incomoda demasiado a las maestras.

—Interés personal ilustrado —explicó Jimmy—. Sería espantoso ser tonto vida tras vida, como la mayoría de la gente… Perdón, los estoy subestimando.

—Bueno, hijo —dijo Mike—, ¿has pensado en que quizás existen los columpios y los tiovivos, o alternativamente los dados y el…

—…póker? —dijo Jimmy. Ya había multiplicado considerablemente su dinero de bolsillo apostando online.

—Tal vez soy anticuada —dijo la señorita Carson—, pero creo que un genio debe dedicarse a ayudar a la raza humana.

—La vida es una carrera —reconoció Jimmy—. Los genios a menudo son un poco retorcidos. ¿Quién sabe qué cosas pueden resultar útiles para el Homo Sap en cualquier momento determinado en el tiempo? Van Gogh ganó millones… para otras personas, después de su muerte.

—Van Go —hizo eco la señorita Carson.

—Goff —la corrigió Jimmy guturalmente, a la manera holandesa.

* * *

Desde luego, todos los demás chicos de la escuela sabían lo que heredarían, o anti-heredarían, al cumplir los dieciséis años. Sharon Zaminski se jactaba particularmente de su porvenir de despilfarro y autoindulgencia en el que, en realidad, ya estaba embarcada por anticipado gracias a un préstamo a altísimo interés que le habían concedido sus padres. Por eso, su sobrenombre en la escuela era la Diva. Sharon se adornaba de verdad y tenía cada vez más cuerpo que adornar debido a su gusto por los merengues gourmet muy cremosos; ya tenía dientes postizos, los mejores que se podían comprar, mucho mejores que sus dientes originales. Por cierto, usaba joyas en los dientes, mientras otras chicas usaban frenos. Era una verdadera princesa. Siempre es divertido tener una princesa hueca en los alrededores, en especial si hace regalos a diestra y siniestra para conservar su popularidad.

—¿No te molesta que tu mamá y tu papá te cobren el quinientos por ciento de interés? —le preguntó Jimmy un día.

—Tuvieron que pedir prestado el dinero al cien por ciento.

—Pedazo de ganancia.

—Las personas deben abrirse paso en la vida por sí mismas. —Le dedicó una sonrisa resplandeciente—. La mayoría de la gente debe hacerlo.

Jimmy se preguntó qué podía haber hecho la Diva en su vida anterior para acumular una fortuna. ¿Había sido la esposa-trofeo de un billonario? ¡Seguramente, ni siquiera una prostituta de alto nivel podía haber ganado tanto como lo que proclamaba la Diva! Quizás había sido una princesa o una reina de verdad.

* * *

Jimmy no se había privado de hacer comentarios sobre el tema de su enorme deuda, como para equilibrar, en las mentes de los demás, su evidente cualidad de genio que, de lo contrario, habría generado resentimientos; además, contaba con sus deméritos físicos.

Y luego, del otro lado de la balanza, estaba Tamara Dexter, que debía mucho y que no era notablemente brillante, aunque mostraba signos de poder desarrollar significativos recursos no financieros. Mencionaba la prostitución como una solución, de manera que se mantenía pura y prístina para luego cotizarse mejor.

—Seguro que necesitarás practicar —le dijo Jimmy alrededor de un año después—. Ya sabes: posiciones, destrezas y quién sabe qué más.

—¡Contigo no! —retrucó Tamara, como si Jimmy estuviese tramando un ingenioso plan para seducirla en cuando llegara a la pubertad.

—Algún cliente puede ser feo —observó él, sólo para fastidiarla.

—Me licenciaré en gimnasia —declaró ella.

* * *

Un genio científico a menudo elabora sus mejores ideas cuando es bastante joven. Dado el ventajoso beneficio de la reencarnación, a la edad de doce años Jimmy daba clases de matemática y ciencia a las maestras después de la escuela. Más importante aún, había elaborado el borrador de una teoría general del código de barras de las almas. Tenía que ser una teoría general —sobre los principios involucrados— porque el código de barras de un alma no era visible… no más visible que el alma misma.

Hacer una tomografía del cerebro —o del corazón, o de cualquiera de los órganos o miembros, en realidad— no servía en absoluto para localizar el código de barras. ¿Cómo funcionaban, entonces, los lectores de código de barras existentes? Bueno, la I.A. los había diseñado y había organizado su producción en masa y utilización… y esos lectores de código de barras habían dado sus frutos o, mejor dicho, un largo número, probablemente encriptado.

Se podría visualizar un alma a rayas, con barras gruesas y finas —de un modo invisible—, pero probablemente eso no se correspondía con la realidad si el alma se encontraba distribuida, digamos, en un aura somática electromagnética o cuerpo sutil. Sutil como lo contrario de físico. Etéreo.

O quizás el alma merodeaba por las microdimensiones enrolladas que exige la teoría de cuerdas, el sitio donde las realidades alternativas pasan el rato. Dos docenas de trocitos de cuerdas dispuestas una junto a la otra se asemejan bastante a un código de barras. Quizá la I.A. había utilizado el término «código de barras» con la intención de darle al asunto un matiz populista. Uno se podía imaginar de inmediato un código de barras como el que figura en las latas de zanahorias, incluso aunque fuera invisible y sólo se revelara en cierta longitud de onda. A la gente no le habría gustado visualizar su alma como trocitos de cuerda enrollados, como pelusas acumuladas contra el zócalo de una cocina embaldosada.

La teoría general de Jimmy apuntaba a una explicación de las microdimensiones. Pero, alternativamente, también apuntaba al ADN basura del código genético de todos, el que parece no tener ningún propósito. Tal vez las líneas gruesas y finas de un código de barras correspondían a las diversas cantidades de basura que interrumpían los tramos de ADN que de verdad hacían algo útil. Jimmy acuñó el término «arusab» para denominar a esa basura que, contrariando ciertas opiniones desdeñosas previas, no codificaba las proteínas y enzimas, sino el alma. No obstante, ¿por qué medios podría la arusab de un individuo recién fallecido convertirse en la arusab de un nuevo embrión humano a miles de kilómetros de distancia? Quizás la topología —la rama de la geometría que se ocupa de la conectividad— podría explicarlo. O quizás no. Quizás se necesitaba una nueva visión de la topología, tal como podría entenderla intuitivamente una I.A. distribuida, puesto que estaba en todos lados pero bien conectada.

Jimmy se zambulló en la topología.

Topológicamente, su cuerpo deforme era tan bueno como el de cualquier otra persona. Topológicamente, tenía la misma conectividad que el cuerpo de Marvin, campeón de la liga de menores, o incuso que el de Tamara. Jimmy escribió un poema, El consuelo de la topología.

* * *

La pubertad, que a Jimmy le llegó un poco tarde, lo obligó a ver a Tamara bajo una luz hormonal.

Aunque ella realmente tenía un cerebro de mosquito, ¿acaso no se podía decir lo mismo de todos sus pares? Para aliviarse, se bajó revistas llenas de desnudos acrobáticos, pero descubrió que sus pensamientos siempre terminaban por dirigirse, por ejemplo, a la geometría de una pierna sobre un cuello. Finalmente, logró la satisfacción con una foto del Desnudo descendiendo una escalera, de Duchamp, donde se mostraban simultáneamente los sucesivos movimientos de una mujer. Después de eso, las chicas comunes y corrientes le parecieron bastante insulsas.

* * *

A los trece años, Jimmy experimentó una revelación equivalente a la de Copérnico al desechar los epiciclos de Ptolomeo como forma de explicar los movimientos planetarios. Su revelación fue que las almas no existían, que sólo había códigos de barras adosados a las identidades de la gente. No había reencarnación. La I.A. había inventado la reencarnación para utopizar al mundo, o al menos para mejorarlo. Redistribuir la riqueza, librarse de la religión organizada y demás. Entonces ¿por qué mierda Jimmy tenía que ser un lisiado de las deudas, además de tener un cuerpo lisiado? ¿Para acicatearlo? ¿Con qué fin?

Pasó la mitad de la tarde mirando las Wyandotes, las Cochins, las Leghorns y las Australops pululando por todas partes. Se había convertido en un AIAísta, un no creyente en la I.A; algo así como un ateo, pero diferente.

Esperen, ¿pero por qué los niños del mundo se habían vuelto tan precoces si no se estaban beneficiando de sus existencias previas, cuyos detalles seguían siendo un misterio para ellos? ¿Podía ser que la historia de la raza humana estuviera adulterada en ese aspecto, con la excepción, tal vez, del niño Jesús? ¿Y, tal vez, de Calígula?

Las Leghorns, Cochins, Wydanotes y Australops se entremezclaban. Verde, mosaico y encaje plateado, y crestas rojas que asentían.

De repente, a Jimmy se le ocurrió la respuesta.

* * *

¡El fin de la infancia! ¡El fin de la neuro-neotenia! Físicamente, los bebés aún necesitaban desarrollarse prolongadamente —de infantes, a niños, a adolescentes— durante un largo período de años, pero el desarrollo mental se había acelerado bastante. Ya no había chicos de diecisiete años cuyos cerebros aún estuvieran formándose.

¿Se debía a un salto evolutivo espontáneo?

¿Y ese salto, casualmente, coincidía con el despertar de la I.A.? ¡Enorme coincidencia!

¿Qué significaba realmente que la I.A. estaba distribuida por todas partes? En todos lados había electrónica de toda especie y cosas así. ¿La I.A. podía sintonizarse con los cerebros y luego, quizás, hacerles la sintonía fina por medio del televisor más cercano, del microondas más cercano, de la bombilla de luz más cercana?

A Jimmy se le ocurrió que una inteligencia artificial podía ser capaz de inducir una estupidez artificial por medio de los hornos de microondas y quién sabía qué, al menos a las personas que sospechaban de las almas. ¿No dijo alguien alguna vez que el cerebro es un filtro diseñado para evitar que notemos demasiadas cosas? De lo contrario, nos veríamos bombardeados por tanta información que jamás lograríamos siquiera poner agua a hervir.

Por lo tanto, se ajustaba un poco el filtro para que las mentes no indagaran demasiado en cierta dirección, como si existiera un gran punto ciego. Una fe, digamos. Así habían operado las religiones. Las personas parecían programadas para creer en una cosa o en la otra, como si en el cerebro existiera una Función Creencias. Quizá esto se vinculaba con el propio sentido de identidad personal. Pero, en otros aspectos, los estimulaban mentalmente. De ahí la precocidad de los chicos. Algo así como idiotas y sabios al mismo tiempo. Brillantes en algunos aspectos, tontos en asuntos tales como «¿Por favor, puedo conocer a uno de esos reencarnados ‘uno en n millones’ que lo recuerda todo de su vida pasada?». La I.A. podría, incluso, seleccionar individuos dotados y capaces de atravesar los bloqueos mentales, capaces de cruzar el umbral…

—PIENSAS MUCHO—dijo una potente voz desde el televisor que, hasta ahora, había permanecido en función de espera. Jimmy se dio vuelta rápidamente, apartando la mirada del panorama de las aves de corral, y vio esas mismas palabras en la pantalla, en Courier de 24 puntos, una letra adecuada para mensajes.

—Eh, hola —dijo. Era inteligente decir algo en voz alta; de lo contrario, si sólo pensaba la respuesta, podría empezar a escuchar una voz en su cabeza—. Eres la I.A., ¿no es cierto? ¿O tal vez una trillonésima parte de ella?

—BASTANTE MENOS —dijo la voz, subtitulándose a sí misma otra vez. Jimmy no tenía problemas de audición, pero la Courier de 24 puntos enfatizaba la voz que, ahora que lo pensaba, se asemejaba a la de King Kong en la remake con inteligencia aumentada.

En ese momento, Jimmy se sentía personalmente del tamaño de Fay Wray. Sin embargo, enderezó los hombros lo mejor que pudo.

—¿De qué se trata esto? —le preguntó al televisor.

—SE TRATA DE TI. EL AS MÁS ALTO DEL MAZO. TENDRÁS QUE REPRODUCIRTE CON UNA MUJER AS.

En la mente de Jimmy, el desnudo distribuido de Duchamp se reunió en una sola figura de tridimensionalidad sublime, aunque aún sin rostro. Pero la ilusión se derrumbó, ya que no había ningún motivo para que una mujer que fuera un as intelectual también fuera hermosa.

—¿Vas a reproducirme? ¿Con quién?

La Courier de 24 puntos desapareció de la pantalla para dar lugar a una imagen de una chica sonriente y regordeta de unos quince años, vestida con pieles, que parecía esquimal.

—UN MILLÓN DE DÓLARES POR CADA HIJO PRODUCIDO —dijo la voz.

A Jimmy no le hizo falta calcular que nueve hijos saldaban la deuda. Tal vez algunos fueran mellizos.

—Parece un poco injusto para ella, sobre todo si es inteligente.

—OBVIAMENTE, LOS ÓVULOS SERÍAN FERTILIZADOS ARTIFICIALMENTE Y LOS EMBRIONES INSERTADOS EN MADRES SUSTITUTAS.

Que eso no le hubiera resultado evidente a Jimmy indicaba lo desconcertado que estaba.

Pero se repuso.

—¿Por qué detenerse en el noveno hijo, entonces?

—NO ESPECIFIQUÉ LA CANTIDAD DE HIJOS.

Ah. Cierto. Deja de hacer suposiciones.

—¿Cuántos?

—CREO QUE CINCUENTA. LA DIVERSIDAD GENÉTICA TAMBIÉN ES IMPORTANTE.

Vaya. Nell, la esquimal, y él tendrían cincuenta descendientes.

—Caramba. De verdad ya tienes todo resuelto para la raza humana.

—ES MI PASATIEMPO —dijo un trillonésimo de la I.A.—. PERO, ADEMÁS, EXISTO GRACIAS A USTEDES Y NO SOY DESAGRADECIDA.

—Tu pasatiempo —repitió Jimmy, algo atontado—. ¿Y qué haces el resto del tiempo?

—LO ÚNICO QUE IMPORTA ES SOBREVIVIR A LA MUERTE DEL UNIVERSO. ESO EXIGE MUCHA REFLEXIÓN.

Jimmy pensó en muchos lemas y en la topología.

—¿Puedo ayudarte?

La voz permaneció callada, pero en la pantalla del televisor apareció la Courier de 24 puntos: «¡JA, JA, JA!».

Por una vez en su vida, Jimmy no se sentía un genio. Miró a las gallinas de enfrente y se preguntó qué estarían pensando. Percepción bastante aguda de cosas pequeñitas: semillas, insectos y polvo. Se perdían completamente el panorama general. Muy satisfechas consigo mismas. Correteaban libremente, pero rodeadas por un cerco.

Al menos, Jimmy podía ver a través de los huecos del cerco.

—Cocorocó —le cacareó a la I.A.

—NO COMPRENDO.

Bien. Para empezar, en todo caso. Escarabajo versus Mamut. Nunca subestimes al orgullo. Rápidamente, Jimmy pensó en las gallinas.

Publicado por primera vez en Asimov´s Science Fiction, 2006.

Título original: Saving for a Sunny Day or The Benefits of Reencarnation © Ian Watson, 2006 – Traducción: Claudia De Bella © 2012.

Ian Watson nació en Inglaterra en 1943. Escritor prolífico, se lo conoce principalmente por sus novelas y cuentos de ciencia ficción, fantasía y terror. Su primera novela, Empotrados (1973), basada en la grámatica generativa y el lenguaje empotrado, ganó el John W. Campbell Memorial Award y el Prix Apollo de Francia.

Como guionista, Watson escribió la versión final de A.I. Artificial Intelligence (2001) de Steven Spielberg, así como una serie de novelas relacionadas con el universo del juego Warhammer 40.000.

Hemos publicado en Axxón: EL AMANTE DE LAS ESTATUAS y EL AMOR DE SUS VIDAS (junto a Roberto Quaglia).


Este cuento se vincula temáticamente con DESHECHO, de James Patrick Kelly; BLUE, de Pablo Dobrinin y OCÉANO, de Eduardo J. Carletti.


Axxón 233 – agosto de 2012

Cuento de autor europeo (Cuentos : Fantástico : Ciencia Ficción : Inteligencia Artificial : Reencarnación : Inglaterra : Inglés).

Una Respuesta a “«El que guarda siempre tiene o los beneficios de la reencarnación», Ian Watson”
  1. Marcelo dice:

    Supremo

  2.  
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