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ZAPPING 0003, 25-01-2002


El peyote y los hongos alucinógenos

Hay casi treinta especies de hongos alucinógenos a los que diversas etnias mexicanas llaman peyote. Pero el primigenio parece ser un pequeño cactus sin espinas que apenas sobresale del suelo desértico en varias partes de México, sobre todo en el norte y el occidente, el Lophophora williamsii.
     La milenaria función sacramental del peyotl, sus propiedades psicoactivas y sus efectos en la percepción humana han alentado encendidos testimonios y debates.
     Su historia es fascinante y antigua: «Aquellos que lo comen o beben ven visiones espantosas o risibles», escribió el misionero Sahagún hacia 1560, cuando su uso ritual ya tenía unos dos mil años. «Los que lo comen adivinan y predican lo que gustan», anotó el médico personal de Felipe II al describirlo. Su presencia en la geografía intelectual moderna de Occidente ha sido constante: la mescalina, su principio activo, ha sido la piedra angular de penetrantes expresiones artísticas y discusiones filosóficas, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX.
     Planta oráculo, raíz renovadora, corazón sagrado, pan ancestral, manifestación absoluta del profundo animismo que palpita en el territorio sagrado de los huicholes y los tarahumaras de México, duerme en el desierto, entre las montañas. De otras montañas, como desde «los tiempos de las primeras gentes», vendrán los peregrinos huicholes a buscarlo, a él, al «Luminoso», al «Divino», en larga caminata de regreso a Wirikuta, región cósmica donde harán renacer al mundo por el fuego, el tabaco y el canto.

Adaptado de un texto de Jorge M. Mendoza
National Geographic, agosto 2000, página 122


            

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