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ZAPPING 0015, 07-02-2002 VampirosTodos sabemos que el mito del vampiro es europeo. Sin embargo, para los zoólogos de América no queda duda de que el origen de la tradición proviene de un pequeño animalito de Sudamérica. El murciélago vampiro es un animal de nuestro continente con una serie de hábitos alimenticios desagradables, muchos de ellos muy significativos. Veamos las coincidencias con el mito: Duerme de día; llega por las noches, cuando los animales están descansando; muerde el cuello de sus víctimas (sólo que en el lado de su lomo, no de frente); adormece de inmediato la herida con su saliva, que posee un fuerte anestésico (en el mito europeo esta calma biológica del dolor se convierte en la "fascinación" de la víctima por el vampiro); lame la sangre para alimentarse y se retira subrepticiamente para volver noche tras noche al mismo animal. La saliva tiene un anticoagulante, de modo que la herida no se cierra. Y además, para completar el cuadro de la leyenda, los murciélagos vampiros suelen transmitir una enfermedad que producía horror en la Edad Media, ya que se creía que las víctimas estaban poseídas por demonios: la hidrofobia o rabia. La rabia ataca el sistema nervioso. Los infectados de rabia se ponen pálidos, sufren de contracciones musculares en sus gargantas por los cuales no pueden comer, beber ni hablar, y babean y pierden la cordura, volviéndose violentos.
De murciélagos y culturas La fascinación por el murciélago se ha manifestado desde épocas precolombinas, debido a sus características naturales. Sus hábitos nocturnos lo convierten en el objeto ideal para crear una abundancia de elementos simbólicos y asociaciones con personajes misteriosos o sanguinarios y deidades míticas. Por ello es un elemento recurrente en las expresiones artísticas de las antiguas culturas del Nuevo Mundo, pues constituye el vínculo entre la vida y la muerte y con las deidades de la naturaleza. Las cuevas donde habita eran consideradas como la entrada al Más Allá. Los mayas del sureste de México, Guatemala y Honduras reverenciaban al dios Camazotz, representado por un murciélago vampiro en los glifos y cerámica. El glifo para la gran ciudad precolombina de Copán era la cabeza de un murciélago nariz de hoja. La asociación con el animal llegó al Imperio Inca al agregarse fragmentos de piel de murciélago a la de vicuña para las prendas reales (pechera y capa) que, según las crónicas de los españoles, vestía el emperador inca, Atahualpa. A pesar de lo grotesco que pudiera ser su aspecto, las culturas del Nuevo Mundo respetaron y veneraron a estas criaturas de la noche entretejiendo mitos y creando finas piezas de arte. Revista National Geographic, Septiembre de 2000
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