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16/Oct/03

Polémica en torno a Stephen King

El autor de Misery ganó un premio y comenzó la controversia. El pope de la crítica Harold Bloom dice que King, un best seller del género de suspenso, es un escritor de novelas baratas. ¿Qué hay detrás de esta contienda?

Stephen King (Foto: Clarín) (Ñ, Clarín) El 15 de setiembre pasado la National Book Foundation (Fundación Nacional del Libro, de los Estados Unidos) entregó el National Book Award honorario a Stephen King. No digamos que ardió Troya pero ardió el "pope" de la crítica literaria, Harold Bloom, profesor decano de Yale, quien también ha sido best seller en un género que nunca fue una pasión de multitudes: el análisis literario.

En la polémica resonaron los ecos de aquel ensayo famoso, La batalla entre los viejos y los nuevos libros, en el que Jonathan Swift enfrentaba a los autores contemporáneos y los clásicos. La reacción de Bloom, frecuentemente atacado por sus posiciones conservadoras y machistas, fue pestífera. Si King es un maestro del relato de terror, Bloom consideró que su premio es el terror de las bellas letras... El crítico que supo demoler la supuesta calidad de Harry Potter aseguró esta vez que "la industria editorial cayó muy bajo al conceder a King un premio que antes había otorgado a los novelistas Saul Bellow, Philip Roth y Arthur Miller". En verdad, el quid del debate está en el poder del best seller y la influencia material de las instituciones literarias. En pocas palabras: es un termómetro del estado de la industria editorial en el tercer milenio. A su vez, el episodio reedita una polémica un tanto vetusta sobre si existen o no "géneros menores".

¿Qué hay de tan irritante para esa universidad en que se premie a Stephen King? Primero la cuestión de la masividad; segundo, el terror y el suspenso siguen considerándose géneros bajos desde la alta cultura. Michael Chabon, ganador del Pulitzer que festejó la noticia, observó con agudeza que "supuestamente el siglo XX se aplicó a derribar las barreras entre alta literatura y cultura popular pero todavía representa una transgresión dar la medalla del National Book Award a alguien como King". De hecho, en sus últimas ediciones el premio coronó a figuras populares como la diva Oprah Winfrey y a un escritor de género como Ray Bradbury. El autor de Crónicas marcianas saludó a un escritor semejante y enfatizó: "No creo que haya que excluir ningún género literario; a nadie se le ocurriría eliminar a Edgar Allan Poe, ¿no?"

Es evidente que Bloom reaccionó como el guardián de la tradición y la alta cultura, en la creencia de que la protesta todavía puede frenar las crecientes atribuciones del mercado sobre instituciones como la Fundación, que administran la consagración literaria. Pero las academias de más de un país creen hoy que deben modernizarse entregando algunas bancas a los hacedores de éxitos comerciales. La misma airada reacción tuvo la crítica Pascale Casanova, discípula de Pierre Bourdieu. La designación de Paulo Coelho a la Academia Brasileña de Letras la sorprendió en gira por Brasil: la autora del estudio La república de las letras, también guardiana de la calidad, dijo a sus anfitriones que si seguían promoviendo autores como Coelho, el país se quedaría sin posibilidad de fabricar otro Guimaraes Rosa. Igualmente resistida fue la designación de Arturo Pérez-Reverte a la Academia Española. Se quiera o no, es un hecho innegable que hoy las academias tienden a premiar cada vez más a los nombres propios que dan sustento económico a la industria y garantizan la rentabilidad que esperan los nuevos dueños del negocio: no el histórico cinco por ciento de ganancia en cada ejemplar, sino el quince y hasta el veinte.

Una escala gigantesca

Se puede matizar la protesta de Bloom con otra pregunta: ¿hasta qué punto King sigue siendo un escritor en el sentido tradicional? La escala gigantesca de los best sellers mundiales, ¿no exige otras categorías de autor?

Por otra parte, por mucho que despotrique contra los gerentes editoriales, que ignoran todo sobre la literatura, King es casi un socio mayoritario de las editoriales que lo publican. Por otra parte, un best seller mundial como él se juega no sólo en la venta de sus libros, sino también en los productos anexos que genera (cinematográficos, televisivos, discográficos). Stephen King no es sólo un escritor, sino una usina de contenidos vertidos en distintos soportes, el fabricante de vastas mitologías mundiales que, desde la lectura y la pantalla, atraviesan la subjetividad sobre el presente. De hecho, su editorial Simon & Schuster es una tributaria de la Viacom.

Si bien es seguido por millones de lectores, King no ha sido rico en premios. Hasta aquí su mayor honor había sido el premio O. Henry en el 96 por un cuento original. El novelista anunció que donará los US$ 10.000 del premio a los programas educativos de la Fundación. Recibirá la medalla en noviembre.

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