04/Oct/04
¡Y Viedma fue una fiesta! - Cuarta Parte Después de la Jornada Nacional de Cultura en Viedma, los participantes del periplo organizado por la Fundación Ciudad de Arena se encaminaron a la estación de Viedma para abordar el Tren Patagónico. Mucho tiempo para compartir experiencias y algunas escalas de lo más interesantes. Pronto quedó atrás la estación de Viedma y el Tren Patagónico (algunos insisten que viajando en sentido inverso al que dictaba la lógica) se internó en la noche de arbustos achaparrados y luces en la lejanía. A partir de este punto, las experiencias de alumnos, docentes, escritores, realizadores, periodistas y miembros del fandom que viajaban en la formación divergen. Y es que cada cual vivió su viaje en el Taller Itinerante organizado por la Fundación Ciudad de Arena de forma distinta. Seguiremos uno de tantos hilos argumentales, porque de eso se trata: de narrar una de las tantas historias del Viaje al centro de los Confines. La formación ferroviaria se componía de un vagón-cine, la sección de pullman, dos vagones-dormitorio y el vagón-comedor. Apenas instalados, los pasajeros se dividieron entre los que prefirieron prolongar la velada charlando, los que aprovecharon el primer turno en el comedor y los que entraron en el cine. En esa oportunidad, la película fue La cifra impar (1962), de Manuel Antín, basado en el relato "Cartas de mamá" de Julio Cortázar. Con todo, los talleristas estaban agotados después de la jornada de Viedma y no pasó mucho tiempo antes de que las luces se apagaran y sólo se oyera el lento traqueteo del tren.
Temprano, al día siguiente, el movimiento del personal del tren delató que estábamos arribando a la primera de nuestras escalas: Valcheta un pueblo de 2500 habitantes (según nuestra escueta guía en papel), también denominado "El oasis de la Línea Sur". A falta de andén, los talleristas descendieron en una de las calles del pueblo (algunos saltando del vagín al suelo, otros ayudados por un escalón que el personal de la Fundación se apresuró a improvisar) para ser recibidos por las autoridades locales. Fue una auténtica procesión, en la que escritores consagrados (como Pablo Capanna, Ana María Shua y Carlos Gardini, entre otros) se mezclaban con sus lectores y con editores y con periodistas. Pronto arribaron a un salón donde fueron agasajados con un abundante desayuno y los discursos protocolares de rigor, para luego encaminarse por la avenida principal hacia el museo, la biblioteca y la casa de artesanías donde se hilaban y tejían las matras tradicionales.
No es bueno hacer nombres en estos casos, pero hubo quienes planificaron una oda a Valcheta (cuyo nombre significa "donde se colma" en referencia a la confluencia del arrollo que atraviesa el pueblo), y quienes se quedaron dormidos (así, sin más) en la cerca del museo, devenido en víctima de una decena de cámaras indiscretas que, sin embargo, no osaron (o no pudieron, por mucho que lo intentaron) interrumpir el sueño. En efecto, al grito de "¿Lo tomaste desde abajo?" los documentalistas registraron desde todos los planos imaginables al durmiente que, en este punto, demostró un innato y notorio sentido del equilibrio.
Algún tiempo después, el grupo regresó al Tren Patagónico para proseguir viaje hacia Los Menucos. Pero eso será material para el próximo capítulo. Joe Garrafex para Axxón y Garrafex News.
Anecdotario 3 Regreso en el tiempo
La primera noche en el tren cenamos muy tarde, ya que habíamos embarcado a las
diez de la noche, y el comedor atendía en tres turnos. Nuestro turno el del vagón
de los "pobres" (el pullman) fue el tercero, así que entramos al cine y vimos una película. En mi caso casi me quedé dormido en varias ocasiones, a pesar de
que la cinta me interesaba mucho. A la 1:40 de la mañana, más o menos, recién entrábamos al comedor a ocupar nuestra mesa. Más información: Bienvenidos al Tren (¡Y Viedma fue una fiesta! - Tercera Parte) Carlos Gardini: "Escribo por un acto de fe" (¡Y Viedma fue una fiesta! - Segunda Parte) Ciencia ficción: ¡Y Viedma fue una fiesta! (Primera Parte) |
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