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01/Ago/06



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Ochenta años de Amazing Stories

Hace 80 años apareció el primer número de Amazing Stories, revista pionera en el mundo dedicada exclusivamente a difundir la ciencia ficción.

(La Crónica) - Una mañana de abril de 1926 la ciencia ficción cambió para siempre, y con ella, la existencia de miles de aficionados que recordarían aquel día como el más importante de su vida. Se trataba del surgimiento de Amazing Stories, la primera revista del mundo dedicada exclusivamente a este género, que advertía contundente: "Hoy ficción extravagante... mañana hecho irrefutable".

Con esto Hugo Gernsback (1884-1967) cumplía uno de sus más grandes sueños: dirigir una revista que incluyera "relatos científicos" mediante los cuales se pudiera enseñar verdadera ciencia. De ahí la leyenda que seguía al titulo: "La revista de cientificción".

Aquel primer número, de 21x27 centímetros, causó una sorpresa inmediata, empezando por la portada que invadió todos los puestos de periódicos. En ella se veían dos barcos varados en un par de montañas de hielo, ubicadas muy cerca de Saturno; el planeta permanecía en lo alto de un cielo amarillo pálido, junto a una diminuta luna azul.

En la parte inferior se anunciaban los autores de los relatos de ese primer volumen. Eran H. G. Wells, Julio Verne y Edgar Allan Poe. Dentro aparecían también los cuentos de George Allen England, Austin May y G. Peyton Wertenbaker, luego convertido en el famoso escritor Green Peyton. Todos al bolsillo por tan sólo 25 centavos.

"La revista contenía una embriagadora mezcla de autores e iba bien dirigida, sobre todo, a un público adolescente y masculino. (...) Durante los primeros años, dependía de las reediciones de obras de autores célebres, puesto que las nuevas voces eran muy escasas en el género de la narrativa fantástica", explica Forrest Ackerman, el mayor coleccionista de objetos de ciencia ficción de todo el mundo, en su libro Ciencia Ficción (Evergreen, 1998).

Pero en medio de toda esta pléyade de escritores célebres, comenzaron a figuran algunos valores que marcarían el ritmo de la ciencia ficción en las décadas posteriores. A partir del tercer número, apareció un relato de Murray Leinster que se convertiría en todo un clásico, "The Runaway Skycraper". Le seguirían cuentos de David Keller, Stanton Coblentz, E.E. Smith y Jack Williamson.

En tanto, las ilustraciones que aparecían en la portada, realizadas en su mayoría por el artista Frank R. Paul, seguían deleitando cada mes a millones de fanáticos que alucinaban con mutantes de ocho ojos, arañas metálicas, civilizaciones ultra modernas o naves surcando el universo hacia planetas desconocidos.

Pero, si bien es cierto que Gernsback comprendía la importancia de publicar historias emocionantes (tal y como el título de su revista prometía), llenas de aventuras aderezadas con historias amorosas, nunca dejó de lado su interés de escribir relatos que se distinguieran por su corrección científica.

El mismo Gernsback había empezado a publicar en 1911 en la revista Modern Electrics su novela Ralph 124C 41+ (fórmula matemática que se lee One to forsee for one, o sea, el que prevé para el otro). En ella uno de sus personajes utiliza un telefotógrafo, una especie de teléfono con monitor integrado, tal y como se ve actualmente.

También concibió los microfilms, la "música enlatada" en restaurantes y bares, un aparato capaz de grabar el pensamiento —muy semejante a un detector de mentiras— la seda y la lana artificiales, y las bombillas fluorescentes. En total, 80 patentes llevan su nombre.

"Amazing Stories era meramente un apéndice de los periódicos científicos que (Gernsback) había publicado desde 1908 y que contenían regularmente narraciones de ciencia ficción desde 1911. El número de agosto de 1923 de Science & Invention fue especialmente dedicado a la fantaciencia, y Gernsback planeaba proseguir con ello mediante una publicación del mismo nombre", apunta el escritor Mike Ashley en su artículo "El auge de la ciencia ficción".

Para 1928 Gernsback publicó una revista complementaria llamada Amazing Stories Quarterly, sin embargo, para mediados de 1929, abandonó su cargo de la dirección, que fue ocupado por Arthur Lynch. Cinco números después la dirección sufrió otro cambio: ahora el titular sería T. O"Conor Sloane, quien dirigió la revista de noviembre de 1929 hasta abril de 1938.

"Durante este periodo la publicación fue perdiendo calidad hasta convertirse en algo soporífero.

Sloane llegó a declarar por escrito que ningún cohete llegaría jamás a la Luna, imperdonable en un editor de ciencia ficción", refiere Ackerman.

Gernsback siguió con el trabajo editorial con la revista Science Wonder Stories, Air Wonder Stories, Wonder Stories Quarterly y Scientific Detective Monthly, sin embargo, el éxito no fue el mismo.

Muchas otras publicaciones surgieron, entre ellas una que pretendía competir seriamente con Amazing Stories. Se trataba de Astounding Stories, surgida en 1930 con un costo de 20 centavos. Su director, Harry Bates, ganó celebridad gracias a que publicó el relato "Farewell to the Master", que fue adaptado al cine como Ultimátum a la Tierra, todo un clásico.

Con todo, Amazing Stories fue la que sentó el precedente de las revistas de ciencia ficción y la única que prometió lo que verdaderamente pudo cumplir: "Hoy ficción extravagante...mañana hecho irrefutable". La evidencia, el presente mismo.

Hugo Gernsback, el hombre que bautizó al género

El escritor Hugo Gernsback tiene el honorable mérito de haber bautizado con el nombre de "Ciencia Ficción" al género que cultivó desde muy joven. Antes había propuesto "Ficción Científica", sin embargo era de difícil pronunciación, además de que se repetía la sílaba fic (Scientific Ficcion). Según explica Isaac Asimov en Sobre la Ciencia Ficción (Sudamérica, 1999), Gernsback eliminó una de las sílabas quedando "cientificción". Al final quedó como "Ciencia Ficción". En su primer número de Science Wonder Stories¸ publicado en junio de 1929, usó el término por primera vez .

Entre sus valiosas aportaciones está la importancia que le dio al fundamento científico en las historias que escribió, como en Ralph 124C 41, en la que ya vislumbraba un teléfono con monitor integrado. Actualmente los premios de la sociedad Mundial de Ciencia Ficción que se otorgan cada año a los mejores productos de ciencia ficción, llevan su nombre. Murió en Nueva York en 1967.

Aportado por Eduardo J. Carletti


            

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