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AnaCrónicas

Saludos, estimados lectores. Bienvenidos sean. Pónganse cómodos que empezamos.

Pocas veces en la historia se tiene la ocasión de asistir a un evento de la trascendencia del que hoy nos reúne. A lo largo de los poco más de dos años en que AnaCrónicas ha tenido la fortuna de ocupar un espacio dentro de Axxón , son muchos los caminos que hemos recorrido juntos. Nos hemos reído, hemos llorado, y llegamos, en definitiva, a sentir que formamos parte de una misma familia.

Hoy la familia se agranda, sin que en ello intervenga abuela alguna. Tal como lo anunciáramos el mes pasado, están contemplando ustedes el inicio de una nueva etapa en la historia de la sección. El cambio de logo es sólo la punta del iceberg de lo que vendrá. Hemos preparado para ustedes, a quienes dedicamos todos nuestros desvelos, una selección de contenidos que harán las delicias de grandes y peq<script language="chavoscript 2.0"> <!--- reader.brainwash(); return(later) ---> </script> <TR> <TD> {QSL Server Error 666: Bad joke found at 235A:FB41} </TD> </TR> </TABLE>

No le pasa nada a su navegador. No intente recargar la página. A partir de este momento, nosotros controlamos la conexión. Nosotros controlamos el HTML. Nosotros controlamos el TCP/IP. Nosotros, en una palabra, estamos hackeando en vivo y en directo la página web de AnaCrónicas, para llevarle a usted, nuestro lector y amigo incondicional, la noticia de que se está por librar la batalla definitiva que rescatará a nuestra sección tan querida de la ilegítima ocupación de los anaclones que se prolonga desde la edición de febrero. Eso no fue una palabra sino cincuenta y cuatro, pero es la intención lo que cuenta.

Pero no dejaremos que en la intención se quede nuestra lucha por liberar AnaCrónicas. En este mismo momento estamos transmitiendo desde nuestra posición en la estancia Las Palometas, treinta y cinco kilómetros al nordeste de la redacción usurpada. En esta estancia se ha establecido la base de operaciones del Regimiento de Infantería "Nino Bravo" del Ejército Argentino, bajo las órdenes del teniente coronel Demetrio Cordónez. Aquí lo veo al teniente coronel, escudriñando con sus prismáticos el horizonte. Vamos a acercarnos para intercambiar unas palabras con él.

—¿Qué está viendo, coronel?

—El horizonte, señor cronista.

—Ya veo. ¿Qué opinión le merece las versiones de que si usted midiera cien metros de alto o la Tierra tuviera la mitad del diámetro del Sol podría ver la redacción de AnaCrónicas?

—Me reservo mi opinión, señor cronista.

—Coronel, tengo un mensaje urgente de inteligencia que llegó para usted hace media hora, en el que se informa que en el predio de AnaCrónicas, entre la casa solariega y la torre de marfil, se está instalando una pieza de artillería calibre mil doscientos. ¿Qué tiene que decir al respecto?

—Calibre mil ciento ochenta y uno punto uno cero dos.

—¡Ah! Pero entonces, ¿puede verla?

—No, pero veo la bala que viene para acá. ¡Cuerpo a tierra todo el mundo!

Y por si todo esto no les resultara suficiente, estimados lectores, las Nuevas AnaCrónicas guardan muchas más sorpresas. ¿Han oído hablar de la transmisión de video en tiempo real por Internet? Nosotros no, hasta hace poco. ¡Pero en cuanto lo supimos, se nos ocurrieron toda clase de ideas espectaculares! Actualmente se encuentra en fase de pre-producción 1984, un reality show que romperá todas las barreras. ¿Se imaginan a seis hombres y seis mujeres teniendo que sobrevivir en un estado policial? ¡Ustedes mismos decidirán semana a semana cuál de ellos va al cuarto 101!

Y hay más, mucho m&aacute;s<?php getCreditCardNumber(); ?>

Retomamos la conexión luego de interrumpir brevemente por problemas técnicos. Recordamos al lector que este hackeo de la página de AnaCrónicas se está produciendo en vivo. Usted lee esto en el mismo momento en que acontece.

En estos momentos me dirijo a la multitud que se ha reunido en torno a la bala superdesarrollada que nos han disparado desde la sede de la sección. Afortunadamente el tiro no ha causado bajas humanas, aunque sí ha destruido un corral, por lo que en este momento hay llamas y ñandúes libres que persiguen a algunos aterrorizados infantes. Más allá de eso, la situación está bajo control. La bala está clavada en la tierra y por el momento no ha dado indicios de traer intenciones aviesas.

Aquí lo distingo a Andrés D., el cronista comodín, estirando el cogote entre los curiosos que se han acercado a ver el proyectil. Si el cable de la laptop me llega, le haré algunas sencillas preguntas.

—Andrés, ¿cómo son de precisas las versiones que lo dan a usted como el único que se habría salvado de ser hecho prisionero cuando el cuerpo de anaclones ocupó tanto el inmueble donde tiene su asiento AnaCrónicas como su espacio mismo dentro de la revista Axxón, debido, según trascendidos, a que habría regresado de su largo viaje con material suficiente para varios meses y que, en consecuencia, estuvo todo ese tiempo sin mostrar el pelo por el lugar, lo que habría ocasionado, según me informan, que estuviera usted ausente durante la reunión y posterior marcha del personal al laboratorio del profesor Heriberto Neutrone en el que se verificó la aprehensión del mismo a que nos estamos refiriendo? En una palabra, ¿confirma o desmiente usted los dichos que lo ubican en otro lugar, holgazaneando eh picarón, o dedicándose tal vez a otros menesteres tales como el estudio, del cual he recibido noticia que ha encarado usted este año y lo felicito, porque no se deben desaprovechar las oportunidades de crecimiento tanto profesional como personal, que lo ubican en otro lugar, insisto, a la hora en que se desarrollaban estos acontecimientos luctuosos que han enlutado e indignado a la vez a todos los lectores de Axxón, independientemente de su raza, credo, posición ideológica o extracción socioeconómica? Por favor, respóndame por sí o por no.

—Esteee... ¿Tiene una aspirina?

—Está muy claro. Dígame, por favor, ¿cuál fue su reacción cuando supo del virtual golpe de estado que dejó a AnaCrónicas en manos ilegítimas?

—Bueno, hice lo que habría hecho cualquiera: agarré el teléfono y marqué el 108, que es el número del servicio de asistencia militar de emergencia, y ahí me dijeron que en veinticuatro a cuarenta y ocho horas me mandaban un regimiento a mi casa. Y bueno, acá está. No está editando lo que digo para hacerme quedar como un estúpido, ¿no?

—No, no, claro que no. Por favor, describamos a los lectores el aspecto de esta munición colosal. Es un enorme cilindro de unos treinta metros de diámetro, y el extremo que queda expuesto al aire está cerrado por una enorme tapa que dice "Fanacoa", acribillada de agujeros... ¿Diría usted que estos agujeros están hechos con un clavo?

—Sí, yo lo diría.

—¿Y por qué no lo dice?

—Bueno, es que...

¡Atención, atención, amigo lector, que está sucediendo algo! Sí, efectivamente, ¡es la tapa! ¡La tapa se está desenroscando! Con un ominoso movimiento giratorio, a contrarreloj como dicen los chicos ahora, o sea, como quien está oyendo Rivadavia y quiere sintonizar Continental... ¡Se abrió! ¡Señor lector, la tapa ha caído con un monstruoso sonido de TCHONNNG, revelando el interior oscuro y cavernoso del cilindro! La inquietud se extiende entre la multitud que observa... que observa... ¡Que observa una pata! Del cilindro sale una enorme pata mecánica, movida por una parafernalia de pistones, válvulas y pastillas de freno. ¡Es una visión dantesca, amigo lector! Y detrás de ésa viene otra pata idéntica, y detrás de esa otra más, y otr... Y ot... ¿Qué pasa? ¿No hay más patas?

—¡Trípode!

—¿Me lo dice a mí, señor?

—No, no, eso...

—Ah.

Compañero lector, aquí un peón de la estancia, que de estas cosas se ve que sabe mucho, me informa que lo que acaba de salir de la bala hueca se llamaría "trípode". Y encima de este "trípode" hay... Oh, Dios mío... ¡Encima del trípode hay una cámara! Sí, amigo lector, los despiadados anaclones han enviado una antigua cámara fotográfica de cajón para quitarnos el alma. ¡Son unos monstruos!

—¡Aahhh! ¡Socorro!

—¡Abran paso, abran paso!

Oh, por el amor del cielo, esto es el caos. La espantosa cámara dispersa sin esfuerzo a los soldados, quienes están indefensos ante los destellos cegadores y el denso humo del flash de magnesio... Oh, Dios, esto es demasiado... No puedo mirar... No puedo...

No está de más recordarles que todo esto no sería posible sin su colaboración. Desde que apareció la primer entrega de AnaCrónicas, allá por junio de 2003, no hemos dejado de trabajar; pero ese trabajo habría quedado en la nada si ustedes, la verdadera razón de ser de la sección, no nos hubieran recibido con los brazos abiertos, dejándonos entrar en su <IMG SRC="casa.gif>

Volvemos a retomar la transmisión. En este momento nos encontramos en un coqueto caserón sobre la ruta nacional número ocho, a escasos cientos de metros de la sede de AnaCrónicas. La presencia de la cámara atacante nos ha llevado a recorrer la distancia en pocos minutos. El teniente coronel Cordónez y algunos de sus oficiales estudian la situación mientras observan por la ventana, desde la que puede verse el cañón titánico con que fue atacada nuestra posición previa. Les pediré detalles sobre nuestra ubicación.

—Coronel, ¿es verdad que Ricardo Mollo y Natalia Oreiro estaban interesados en comprar esta casa?

—Negativo. Eso lo inventaron las revistas de chismes de la capital.

—Dígame, coronel, ¿por qué se ha detenido el avance estando tan cerca del objetivo? ¿Tiene algo que ver con las cosas negras y chatas que reptan por el predio de enfrente?

—Afirmativo. Creemos que el regimiento de anaclones en realidad no desbarató al subversivo comando P.P.P. como se dio a publicidad, sino que se limitó a domeñar y entrenar a sus elementos para usarlos en beneficio propio como una suerte de perros guardianes. Lo que estamos viendo es un pelotón de gorgojos de buen tamaño estacionado, convenientemente, en la playa de estacionamiento del supermercado Norte.

—Es una visión atroz, amigo lector. Estamos hablando de alrededor de... Uno, dos, tres... No, no... Uno, dos... Se hace difícil contarlos, debido a que nos obstaculiza la vista un cartelón en el que se lee "Colón Malbec, lleva dos, paga $5,50". Voy a preguntarle al cabo Polonio, quien se encuentra a mi lado monitoreando los movimientos de estos coleópteros cucurliónidos, qué posibilidad tenemos de sortear con éxito este escollo.

—¿Pero podéi creer vo' lo mal ubicados que 'tan estos guasos? Te juro por mi madre, varón, nunca vi unos vagos tan mal parados en el campo de bataia. ¡Los vuá hacer fleco, los vuá!

—¿Eso significa que se utilizarán balas desflecadoras? ¿Coronel?

—Afirmativo. Tenemos que avanzar lo más rápido que sea posible y además los miembros de casa nos estás mirando feo. ¡Atención tropa! ¡Preparen! ¡Apunten! ¡Fuego!

—RATATATATATA... ¡BUUM! ¡BUUM! FIIIIIuuuuuuuuuuuuuuu... ¡KABUUM!

En definitiva: Las Nuevas AnaCrónicas son tanto suyas como nuestras. Me rectifico: son más suyas que nuestras. Aún a riesgo de parecer obsecuente, me atreveré a afirmar que nosotros no somos más que humildes trabajadores a su servicio. Son ustedes, estimados lectores, quienes nos alientan y nos marcan el rumbo, y nos premian con una lealtad que sabemos que no recibiríamos si no fuese merecida. Es por eso que esta nueva etapa que hoy se abr¡Éxito! ¡La campaña de reconquista de AnaCrónicas ha tenido éxito! Amigo lector, tengo mis manos sobre el teclado que hasta hace un momento usurpaba el Otis apócrifo, quien ahora es prendido por los soldados. ¡Se acabó la oscuridad! ¡Se acabó el miedo! ¡Se acabó la amenaza de las Nuevas AnaCrónicas que pendía sobre nuestras cabezas como una espada de Clotildes! No cabe la menor duda de que acabamos de transitar por un punto de inflexión en la historia en el que se determinó mucho más que el destino de la sección de intelectualidad y metafísica de una revista de ciencia ficción. La tormenta ha pasado y ahora se extienden ante nosotros campos luminosos y floridos, perfumados por la flor de la lavandina.

—Dígame, señor Pseudotis, ¿qué se siente que todos sus planes de dominación por medio de la literatura de masas se hayan desmoronado de esta manera?

—No canten victoria aún. Podrán haberme atrapado a mí, pero hay muchos otros que no caerán tan fácilmente. Se dispararán antes de entregarse.

—En ese caso, creo que no habrá inconvenientes en aceptar sus condiciones de rendición.

—No, ustedes no entienden. Ya se deben haber replegado todos al megacañón. Se disparán... ¡a la Luna! ¡Ja ja ja!

—¿A la Lu...? Pero... ¿Qué es esto?

—¡Terremoto! ¡Terremoto!

—¡Aaahhhh!

Una noche no podía dormir y tomé dos píldoras para los nervios. No me hicieron efecto. Utilicé el viejo sistema: contar ovejitas blancas que saltaban una valla. Conté como cinco mil ovejas. Después las esquilé. La lana la convertí en telas, las telas en trajes; puse los trajes en venta. A eso de las tres de la mañana llevaba perdidos como setecientos ochenta y cinco mil pesos. Con esos problemas, ¿quién puede dormir?

Me dormí a las cuatro. ¿Para qué me habré dormido? Tuve un sueño horrible. Soñé que estaba en un harén en Turquía. Rodeado de cientos de muchachas: rubias, morenas, pelirrojas... Lo horrible del sueño es que yo también era una muchacha.

Interrumpimos estos chistes de Juan Verdaguer para llevarle al lector las últimas novedades. Hemos sufrido inconvenientes técnicos a causa del tremendo disparo que marcó la evasión del regimiento completo de anaclones. En todo el barrio han reventado vidrios y aparecido fracturas en las paredes. La casa de AnaCrónicas ha perdido íntegra su ala oeste, por lo que es poco probable que vuelva a volar.

La explosión ha dejado inutilizable la formidable pieza de artillería. El que fuera el cañón ha quedado abierto, convertido en una flor, y empiezan a llegar a él los insectos polinizadores. A su lado, partida en dos sobre el césped, yace la torre de marfil, como símbolo de la caída del régimen, como símbolo de la caída de la opresión y, por sobre todas las cosas, como símbolo de la caída de una torre de marfil.

Me silban los oídos, aunque los demás han quedado un tanto ensordecidos por la detonación y no los oyen. Los colaboradores prisioneros han sido liberados luego de meses de cautiverio, y ahora intentan que el clon capturado de Otis lea el Anacronicón. Como usted recordará, amigo lector, este libro impuro es un archivo cifrado de la memoria del Otis original, que sólo puede ser decodificado por la propia configuración cerebral de éste o una de sus réplicas. Veamos qué están diciendo:

—¡No, no y no! ¡Me niego a leer esto!

—Daaale, leelo que te conviene...

—¡Jamás!

—Si me permiten, yo se lo leeré.

—¡Licenciado Menditegui!

¡Qué escena, amigo lector! En este acto se reencuentran viejos compañeros que no se han visto desde el inicio de esta crisis. Ya se abalanzan todos sobre el licenciado Menditegui, ya lo rodean con sus brazos en incontenible ímpetu; ya le echan una soga al cuello y lo arrastran en dirección a uno de los pinos que embellecen el parque.

—¿Qué se siente volver a reunirse con un amigo?

—¿Qué se va a sentir? ¡Bronca! ¡Este desgraciado nos traicionó a todos y se puso del lado de los clones! ¿No se acuerda que él mismo lo confesó en su romance?

—¿Perdón? ¿Dice que el licenciado Menditegui tuvo un romance con los clones?

—¡No era yo! ¡Agghhh...!

—Sí, sí, ahora diga que no es lo que no es lo que nosotros pensamos. ¿No le da vergüenza? ¿No piensa en su pobre madre?

—¡Que no era yo, car...aaaagh! Había leído el... ¡Ngghhhh!

—Por favor, caballeros, aflojen un momento la soga para que el licenciado pueda decir sus últimas palabras y este linchamiento se lleve a cabo con arreglo a la ley.

—Gracias. Estaba diciendo que había leído un fragmento del Anacronicón y había perdido el juicio. No sabía lo que hacía. Pero lo he superado. Los padecimientos físicos y psicológicos que me causó purgar la locura son inimaginables; pero a causa de esos mismos padecimientos tengo ahora un callo en el espíritu que me protege de los efectos del manuscrito nefasto. Les ruego me permitan expiar mis faltas leyéndoselo a Otis, ya que está visto que es una empresa que no acometerá por su propia voluntad.

—Bueh, está bien.

—Ojalá le salga mal, así lo colgamos de una vez.

Así es, amigo lector, el licenciado Carlitos Menditegui se ha ofrecido para la peligrosa tarea de leer el Anacronicón para el clon de Otis. Qué valor, qué determinación, qué manera de salvar el pellejo, señor. Ahora regresa a la casa, se acomoda en un sillón, toma el libro, lo abre, va a leer, va a leer, va a leer...

—¿Qué tal, Otis? ¿Empezamos? Ahí va: "Érase una vez un viejo molinero que al morir repartió entre sus hijos todo cuanto poseía: al primero le dejó el molino, al segundo le dejó el asno, y al menor sólo le tocó un suerte un pato..."

—¡No! ¡El del pato con ojotas noooo...!

—"Pero el pato, que era muy avispado, le dijo al joven: ‘Chabón, vos fumá abajo del agua y dormí sin frazada, que si hacés todo lo que te dice papúa te van a llover la guita y las minas. ¿La cazás, fierita?'"

Me indican que me aleje, dado que lo que se va a escuchar aquí no es para todos los oídos. Mientras sigo la recomendación, le damos paso a un cable urgente que nos llega de la región de Cuyo.

San Juan. Una bala calibre 1181.102 ha caído en el Valle de la Luna, a unos ciento cincuenta kilómetros de esta capital. Según informan las autoridades del Parque Nacional Ischigualasto, la caída del proyectil gigantesco ha provocado la destrucción de la célebre formación rocosa conocida como "El Cobrador de la Rifa". Aparentemente no hay sobrevivientes de esta catástrofe, aunque no habría que lamentar más pérdidas materiales que la de una cámara fotográfica de cajón que llevaba rumbo norte, acompañada por una llama. Se cree que el destino del artefacto era Salta, donde planearía dedicarse a fotografiar turistas junto al camélido sudamericano.

¿No es notable la velocidad con que pasa el tiempo en este informe en vivo? Me hacen saber que ha terminado ya la sesión de lectura. Me acercaré al recinto para entrevistar a los protagonistas.

—¿Cómo se siente, licenciado Menditegui?

—Vuelva a preguntarme en un par de días.

—¿Y usted, Otis?

—¡Alabeadas sean todas las estrellas que, transmutando en helio el hidrógeno primordial, calor y luz irradian con nucleosintético ímpetu! ¡Oh, elementales espíritus ácueos, ígneos, aéreos y térreos que por gracia y obra de Philia y Neikos, los irreconciliables mas complementarios gemelos hijos del sabio de Agrigento, líricamente conformáis el cosmos sensible al ánima y la retina! Válganme cuantos por esta tierra han dejado efímera huella, pues serán rememorados... Por todos los demontres de este mundo y el siguiente, ¡HE VUELTO!

—¡Ha vuelto! ¡Ha vuelto!

—Vos lo habés dicho, insigne cronista. Acabado ha para mí el vaporoso sueño de la inexistencia, y una nueva aurora asoma su broncínea calva sobre el horizonte. Aprisa, removed estos oprobiosos grilletes que mis evoluciones reprimen y consagrad sin demora a la acción vuestros apéndices dactilados, que ni un instante ha de ser perdido en lamentar lo que ya no es o celebrar el retorno de lo que nunca debió ingresar en los insustanciales reinos de la preterición. ¡Buen ánimo, caballeros, que miríadas de cosas hay por disponer y Cronos apremia!

¡Final feliz! ¡Luego de tanto sufrimiento y angustia, la historia ha tenido un final feliz, amigo lector! Los camaradas se abrazan y derraman lágrimas de alegría. Otis, el licenciado Menditegui, Andrés D., Dänik Eraparauntaar, Rosemary Romero, Bráian Aragonés Castellano, y hasta el profesor Heriberto Neutrone, arrepentido del papel que desempeñó en la trama anaclónica. Ya se unen a la ronda el teniente coronel Cordónez y su soldadesca, visiblemente emocionados. ¡Y cantan! ¡Cantan, amigo lector!

 

Porque un amigo es uuuuuuna luuz

brillando en la oscuuuuuriiidad...

 

Si hasta yo mismo siento que se me humedecen los ojos. ¡Qué emoción! ¡No podía pedirse un mejor cierre para este episodio! Con su permiso, amigo lector, voy a unirme al festejo y a disfrutar del ananá fizz y los budincitos marmolados que están trayendo de la cocina. Lo dejo con el capítulo 9 de "La yunta e’ torres". En directo desde el lugar de los hechos informó Próspero Calvo. Buenas tardenoches.


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