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ZAPPING 0205, 19-feb-2004
Al Universo no le gusta

El cubano Ítalo Calvino escribe, en 1972, en su libro Las ciudades invisibles: "En Olinda, el que lleva una lupa y busca con atención puede encontrar en alguna parte un punto no más grande que la cabeza de un alfiler donde, mirando con un poco de aumento, se ven dentro de los techos las antenas las claraboyas los jardines los tazones de las fuentes, las franjas rayadas que cruzan las calles, los quioscos de las plazas, la pista de las carreras de caballos. Ese punto no se queda ahí: al cabo de un año se lo encuentra grande como medio limón, después como una gran seta, después como un plato sopero. Y hete aquí que se convierte en una ciudad de tamaño natural, encerrada dentro de la ciudad de antes: una nueva ciudad que se abre paso dentro de la ciudad de antes y la empuja hacia fuera".

El concepto original, por cierto, viene de Borges en El Aleph: "Sentí un confuso malestar, que traté de atribuir a la rigidez y no a la operación de un narcótico. Cerré los ojos, los abrí. Entonces vi el Aleph. En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos,

El Aleph
nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio -la de Philemont Holland-, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo".

Tanto Borges como Calvino hablan de un objeto que existe en la realidad: los antiguos mitos de la creación lo llamaban "huevo cósmico"; los modernos cosmólogos lo denominan "singularidad". El Uno-en-todo y Todo-en-uno; el punto donde están todos los puntos...

Sabemos desde 1939 que el Universo se formó de una gran explosión (el mentado Big Bang) hace unos 15 mil millones de años, y que desde entonces se está expandiendo. Si pasamos la película hacia atrás, llegaremos al "huevo cósmico" o a la "singularidad" primigenia. Un punto que contiene todos los puntos. El Aleph. La mota de Olinda.


Un agujero negro


Pero es errónea la natural visión que nuestra imaginación tiende a generar cuando pensamos en ello, a saber: un punto de materia suspendido en el espacio vacío. La realidad "real" es que tanto el espacio como el tiempo estaban prisioneros en el interior de la singularidad. En efecto: antes del Big Bang no había tiempo ni había espacio, por la sencilla razón de que el Aleph contenía todo el espacio, todo el tiempo, toda la materia, toda la energía y todas las leyes de la naturaleza. En otras palabras: fuera de la singularidad no había nada, o había nada, o...

La pregunta es, entonces: ¿cómo fue que pudo estallar? Desde Santo Tomás de Aquino hasta Stephen Hawking, hay una respuesta obvia que, sin embargo, no gusta a todos. Tomás decía que cada hecho o fenómeno es consecuencia de un hecho anterior, es decir, cada movimiento ha tenido un "motor" previo. Si trasladamos la secuencia a su extremo inicial, existe un "Primer Motor" anterior a todo y a todos, uno que, en buena lógica, no pudo haber tenido un motor previo porque, sencillamente, antes de él no había nada. Con ésta, su Teoría del Primer Motor, el Padre de la Iglesia afirmó en la Summa haber demostrado científicamente la existencia de Dios. Los físicos cristianos arguyen que, evidentemente, si no había antes del Big Bang tiempo ni espacio, el impulso inicial de la explosión de necesidad hubo de ser provisto por "algo" ajeno al tiempo y al espacio físicos. Esta es una definición tan buena como cualquier otra de la entidad que los creyentes llaman Dios.

Existe en cosmología una interesante teoría que afirma, por otra parte, que dentro de cada agujero negro se esconde una singularidad, un objeto similar a nuestros Alephs de la calle Garay o de Olinda. Es fácil afirmar (y especular) con que al universo no le gusta que exista una singularidad desnuda, esto es, una singularidad no enmascarada por su correspondiente agujero negro. Hay quien ha escrito que toda "singularidad desnuda" debe necesariamente estallar en un nuevo Big Bang, y ya les encargo que imaginen un Universo en expansión dentro de nuestro propio Universo, con sus propias leyes físicas (tal vez distintas de las que conocemos), sus propias partículas, su propia inteligencia y, ¿por qué no?, sus propios dioses. Como dice Robert Silverberg en La Estación de Hawksbill: "Habría tantas paradojas como para volver loco a un trilobites".


Una impúdica singularidad "desnuda"

Mas: ¿al universo "no le gusta" ver una singularidad desnuda? ¿Se puede demostrar que una singularidad sin su agujero negro explota y comienza a formar un Universo incrustado en otro, y así sucesivamente, como cajas chinas o muñecas rusas?

No, no implica necesariamente eso. Pero no hay una respuesta coherente a esta pregunta. Al menos no todavía. Los teoremas de singularidades dicen que si el objeto resultante de un gran colapso gravitacional no es visible al observador remoto, se ha convertido en un agujero negro. Si es visible, ha devenido en singularidad desnuda. ¿Hemos observado a los primeros? Muchas veces. ¿A las segundas? Hasta ahora, nunca.

La idea de que al Universo no le gusta se conoce como Hipótesis de la Censura Cósmica, y queda aún pendiente demostrarla o refutarla. La razón de las dudas es que nuestro conocimiento del comportamiento de la Relatividad General en las cercanías de un gran colapso gravitatorio es primitivo e incompleto; en tanto no conozcamos más sobre este asunto, las singularidades desnudas pueden existir o no. No lo sabemos.

Mientras tanto, seguiremos especulando: si una singularidad desnuda puede existir pero apenas existe explota: ¿cuál es la velocidad de expansión del nuevo Universo? Si llega a ser más rápida que la Constante de Hubble... ¿qué pasa cuando este Universo-2 alcanza y supera los límites del Universo que lo contiene? ¿Se sale del Universo? ¿Pasa a contenerlo a su vez? ¿Cómo es la interfase entre el Universo original y el neoformado? ¿Es opaca? ¿Translúcida? ¿Puede atravesarla la luz? ¿Podremos los habitantes del Universo-1 comunicarnos con los del 2? ¿Es la velocidad de la luz la misma en ambos entornos? ¿Y si la membrana no existe? ¿Se mezclarán la materia y la energía de ambos en un espantoso caos cósmico, donde nunca podremos saber si un electrón es de los originales o de los recién llegados? Estas son sólo algunas de las preguntas que se me ocurren; estoy seguro de que usted, sin mucho esfuerzo, encontrará otras muchas, innumerables, todas ellas sin respuesta.

Por el bien de la cordura de todos los hombres inteligentes que han pensado en esto, de los cosmólogos, suya y mía, creo que dormiremos más tranquilos si aceptamos como cierto que... "al Universo no le gusta".

Marcelo Dos Santos (www.mcds.com.ar)


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