En el Zapping anterior presentamos la historia de la misteriosa existencia de los nanobios, pequeñísimos, controvertidos y misteriosos habitantes de las profundidades terrestres. A algunas personas esto puede parecerle muy remoto. Sin embargo, en los últimos tiempos algunos grupos científicos han encontrado unas curiosas formas con aspecto celular, pero muy muy pequeñas (demasiado como para contener los mecanismos necesarios para la vida tal como se la conoce), en nuestra sangre y orina y en la de algunos bovinos.
Estas curiosidades, a las que han llamado nanobacterias, se agregan a otras similares que fueron descubiertas en rocas y meteoritos (como los nanobios).
Lo más extraño de este descubrimiento es que estas pequeñísimas entidades halladas en nuestro cuerpo, más pequeñas que los virus, parecen ser capaces de reproducirse por sí solas y además tienen la habilidad de generar una capa de apatita (un mineral formado por fosfato cálcico) a su alrededor, y también envolviendo las colonias que forman, posiblemente como manera de protegerse. Dependiendo de las condiciones que se presentan en su crecimiento, son capaces de depositar mineral en forma de capas, como una arenilla o en forma de acumulaciones.
Nanobacteria fósil que se halló atrapada en las vetas arcillosas del meteorito de Nakhla - (NASA)
El meteorito Nakhla cayó en Egipto en 1911 y se rompió en 40 fragmentos. Se trata de uno de los pocos meteoritos cuya caída fue presenciada por varios testigos. Se supone que procede de Marte. Sus grietas contienen arcilla de unos 700 millones de años de edad, en la que se han encontrado algunos glóbulos que podrían ser fósiles de microbios.
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De estas características surgió la sospecha de los investigadores de que estas nanobacterias podrían ser la causa de los cálculos renales y biliares, y también de los depósitos minerales que se presentan en articulaciones y tendones; que pueden originar ciertos tipos de inflamaciones articulares y otras molestias.
También podrían ser la causa de la misteriosa mineralización que sufren algunos tumores en los pacientes que son dializados.
Es posible que los cálculos que afectan a las personas se formen sin necesidad de que las nanobacterias estén implicadas, pero para que se produzcan es necesario una concentración relativamente alta de materiales. En cambio las nanobacterias pueden producir los cálculos sin concentraciones altas.
Las nanobacterias pueden medrar en la sangre y en la orina, por lo que podrían, potencialmente, producir calcificaciones en diferentes lugares del sistema circulatorio y del sistema renal.
Y pueden ocultarse del medio ambiente adverso corporal las defensas del organismo generando una capa de mineral alrededor de las colonias que forman.
Lo cierto es que un grupo de investigación las ha encontrado en los cálculos renales. Pero parece que la cosa es aún mayor: algunos dicen que esta nueva "forma de vida" es responsable de una amplia gama de enfermedades, entre ellas la calcificación de las arterias que nos afecta a todos cuando envejecemos.
Imágenes en el microscopio electrónico de unas extrañas entidades estructuras en forma de gusano encontradas entre la arena de 200 millones de años de antigüedad bajo el fondo marino. Los tests químicos y biológicos a los que han sido sometidas revelan que estos diminutos nanobios, descubiertos por Philippa Uwins, contienen ADN
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Sin embargo otros dicen que, simplemente, son demasiado pequeñas para ser criaturas vivientes.
En estos días un equipo de doctores de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota, Estados Unidos, ha aportado la mejor evidencia que se posee hasta hoy de la existencia de esta nueva forma de vida, lo que los ha obligado de inmediato a ingresar al ruedo de una discusión que se mantiene hace años sobre la existencia o no existencia de las nanobacterias.
Después de un trabajo de cuatro años, ellos han presentado la mejor evidencia de que las nanobacterias sí existen.
El artículo científico de John Lieske y su equipo, llamado cautelosamente "Evidencia de estructuras parecidas a nanobacterias en las arterias humanas calcificadas y en las válvulas cardíacas (Evidence of nanobacterial-like structures in human calcified arteries and cardiac valves), describe cómo es que lograron aislar unas minúsculas estructuras similares a células de las arterias humanas enfermas. Se trata de partículas que se autorreplican en cultivos y se las puede identificar con un anticuerpo y un marcador de ADN.
Lieske, posiblemente enterado de las terribles discusiones que se han generado y conciente de que se encenderían aún más con otro tipo de afirmaciones, es muy conservador y no se compromete mucho en su artículo. Dice simplemente: "La evidencia es sugestiva".
Por supuesto que, aunque Lieske no afirme nada, aparecen críticos que no están convencidos y ya se oponen antes de que se saquen más conclusiones. "Yo no creo que sea real", dice Jack Maniloff de la Universidad de Rochester en Nueva York. "Es la fusión en frío de la microbiología".
Más nanobios
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John Cisar, del National Institutes of Health, también es escéptico. "Siempre hay gente que trata de mantener este tema vivo. Es como si estuviese en un respirador".
La primera afirmación sobre la existencia de nanobacterias provino de geológos que estudiaron pequeñas estructuras similares a células que aparecen en algunos cortes de rocas. Pero en el año 1998 el debate tomó un cariz diferente cuando Olavi Kajander y Neva Ciftcioglu, de la Universidad de Kuopio en Finlandia, afirmaron que habían hallado nanobacterias, rodeadas de un mineral rico en calcio llamado apatita, en las piedras que se forman en los riñones humanos.
De inmediato se elevaron voces objetando. La mayoría de estas supuestas nanobacterias tienen un tamaño de menos de 100 nanómetros, o sea que son más pequeñas que la mayoría de los virus, entidades que no se pueden reproducir por sí solas.
nanobios
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El principal trabajo de Jack Maniloff y por esto seguramente él se opone afirma que una célula debe tener un tamaño de como mínimo 140 nanómetros para contener el ADN y las proteínas necesarias para la reproducción.
Los finlandeses Kajander y Ciftcioglu insistieron en que ellos han observado la reproducción de las nanopartículas en un medio de cultivo y afirmaron que identificaron una secuencia propia de ADN. Ellos se preguntan cómo se puede explicar esto si las células no están vivas.
John Cisar otro crítico tiene una respuesta a este interrogante. Después de estudiar unas nanopartículas que se hallan en la saliva, su equipo publicó un artículo en el 2000 afirmando que el ADN que detectó el equipo finlandés era un contaminante que provenía de una bacteria normal.
"Recién cuando no pudimos lograr ningún ácido nucleico propio nos dimos cuenta de que nos estábamos engañando", dijo. El artículo afirma, además, que lo que aparecía ser una autorreplicación en realidad era un inusual proceso de crecimiento cristalino.
Virginia Miller, miembro del equipo de John Lieske en la Clínica Mayo, no está de acuerdo en nada de eso. Ella cree que esos artículos no tienen ningún valor. Y se queja de que "El debate está muy polarizado y esto me afecta un poco".
Algunos dicen que las afirmaciones del equipo de John Cisar también son fantásticas. "Hablan de una 'apatita que se reproduce'", hace notar Jorgen Christoffersen, que estudia biomineralzación en la universidad de Copenhague en Dinamarca. "Eso es un absurdo científico".
Pero el escepticismo ante las afirmaciones de los investigadores finlandeses es mayor por el hecho de que tienen intereses económicos en el tema. El grupo ha instalado una compañía llamada Nanobac Life Sciences en Tampa, Florida, que vende kits de detección para encontrar nanobacterias. Además, están desarrollando tratamientos para los problemas que, se supone, son causadas por ellas, a pesar de carecer de evidencias determinantes.
Ninguno de los investigadores de la Clínica Mayo, en cambio, tiene patentes relacionadas con las nanobacterias, explica Lieske, ni tienen ninguna relación económica con Nanobac. "Somos un laboratorio independiente y hemos proporcionado una nueva evidencia", dice Miller.
El artículo pasó por siete ciclos de revisión antes de ser aceptado la semana pasada por la publicación American Journal of Physiology: Heart and Circulatory Physiology. "El proceso de revisión, difícil como es, nos forzó a analizar de arriba abajo los argumentos en contra, y repetir nuestros experimentos", dijo Miller. Así que ¿qué tienen que decir ahora?, se pregunta.
Los investigadores recogieron muestras de los aneurismas calcificados (vasos sanguíneos que se bloquean), muestras de placas y de válvulas arteriales del corazón. Convirtieron los tejidos en una pulpa, después filtraron el líquido resultante para quitarle cualquier cosa que tuviese un tamaño mayor de 200 nanómetros, y agregaron este líquido filtrado a un medio estéril.
Después de algunas semanas, la densidad óptica del líquido se duplicó, lo que indicaría que las partículas se autorreplicaron.
Nanobacterias cocoides (señaladas por flechas ) halladas en formaciones ferrosas, ricas en hematitas, en Urucum, Brasil
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Las muestras de aneurismas producidos a causa de un desorden genético no produjeron este efecto, ni cambió la densidad del medio.
También se tomaron algunas de las partículas, se les limpió su capa mineral, y entonces se las observó con un microscopio electrónico. Este análisis reveló pequeñas estructuras similares a células.
Hasta aquí el trabajo fue, en gran parte, una repetición del trabajo de Kajander y Ciftcioglu, que ha sido tan criticado. Pero el equipo de la Clínica Mayo también ha logrado otros resultados que son mucho más difíciles de explicar.
Cuando las partículas se hicieron "crecer" en un recipiente, absorbieron uridina, uno de los bloques constituyentes del ARN. El equipo dice que esto sugiere que se está produciendo ARN en esas partículas. Sin embargo, los cristales de apatita solos también parecían absorber algo de uridina, aunque no tanto como las partículas autorreplicantes.
Cuando el equipo de Mayo dosificó sus muestras de tejido con un anticuerpo que, según afirma Nanobac, se fija a una proteína propia de las nanobacterias, vieron que se fijaba al tejido enfermo, incluso cuando se eliminó el calcio por lavado. Pero no se fijó al tejido sano.
También compararon los sitios donde se fijaba el anticuerpo en una muestra de las partículas autorreplicantes. "El anticuerpo de la nanobacteria se fija en los mismos sitios que el marcador de ADN", dijo Miller.
Esto no es suficiente para los críticos. "Lo que se obtiene son débiles opociciones, en el mejor de los casos", dice Maniloff. "Esto no es una prueba".
Una evidencia crucial sería encontrar ADN propio de estas partículas.
"Que otros grupos no hayan podido identificar una secuencia propia de ADN no significa que no exista", dice Miller. "Sólo significa que las herramientas [utilizadas] aún no son las correctas".
Ella dice que su equipo de la Clínica Mayo ha buscado aislar el ARN y el ADN, pero aún no está en condiciones de hablar sobre los resultados. "Somos un grupo conservador, y eso nos ha dado una buena posición".
Hay otros científicos tras el ADN de estas entidades. Nanobac le ha solicitado a Yossef Av-Gay, un microbiólogo de la universidad de la Columbia Británica en Vancouver, Canadá, que encuentre qué es lo que hace funcionar a las nanobacterias.
"Estas partículas se están autorreplicando, sobre eso no hay duda", dice Av-Gay. Pero descubrir qué es lo que hay dentro de ellas es complicado, porque son muy pequeñas y porque las cubiertas de apatita absorben contaminantes. "El problema es distinguir entre el material que fue absorbido del ambiente y de las secuencias propias de estos organismos".
Av-Gay tampoco dirá nada por ahora sobre lo que ya han revelado sus estudios.
"La historia parece estar girando en la idea de que éstas no son bacterias, pero quizá sean una nueva forma de vida. Es una historia es muy interesante, pero ahora no le puedo dar la respuesta".
Estructuras esféricas que se descubrieron en un cristal de calcita en Italia
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Todo esto tiene, obviamente, un gran significado en los esfuerzos que se realizan para hallar rastros de vida presente o pasada en otros planetas, como el que se lleva a cabo en Marte por medio de los dos vehículos robot que aún perforan y arañan muchas de las rocas que encuentran a su paso.
Comparando los datos proporcionados por las sondas Viking con los resultados de los análisis de laboratorio de varios meteoritos, se ha establecido inequívocamente la procedencia marciana de varios de ellos, recogidos en diferentes lugares del mundo. Es decir que podemos estudiar aquí mismo algunos fragmentos rocosos de Marte, que han llegado hasta la Tierra después de un viaje de millones de años. Su análisis debería permitir el examen más detallado que podemos realizar, hasta el momento, de nuestro mundo vecino.
Sin embargo, los rastros de formas que se han hallado en algunos de estos meteoritos entran en el mismo tipo de discusión que hemos planteado anteriormente. Las formas "bacterianas" halladas en el famoso meteorito ALH84001, que la propia NASA anunció en un momento como prueba de una antigua vida en Marte, son rechazadas porque tienen un tamaño demasiado pequeño.
Si los esfuerzos de tantos equipos de investigación logran correr las fronteras de esta "discriminación" científica, será más fácil identificar objetos en meteoritos y rocas muestreadas en otros mundos y entonces es muy probable que tendremos noticias mucho más interesantes para contar aquí.
Más datos:
(Traducido, ampliado y adaptado por Eduardo Carletti de diversos sitios en la web)