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ZAPPING 0097, 25-05-2002 Cerebros de máquina Al contrario de los animales con cierta complejidad de comportamiento, en especial los mamíferos, cuya conducta puede modificarse ante las variaciones del ambiente en el que les toca vivir, los pájaros tienden a seguir rutinas muy estrictas, prácticamente robóticas. En su mayor parte no aprenden ni se adaptan: su manera de actuar se encuentra codificada dentro de los genes, en un programa estricto e inmodificable. Quetzacoatlus, un antecesor de los pájaros Esta característica conduce con frecuencia a situaciones bastante interesantes: Las gaviotas ponen huevos moteados. Si ven un huevo moteado fuera del nido lo meten de inmediato. Cuanto más manchas tenga un huevo más se esforzarán por devolverlo al nido y sentarse sobre él. La forma no les importa: basta con que estén moteados. Las gaviotas se posarán sobre huevos cuadrados e incluso en forma de cono y tratarán de empollarlos. Por lo que parece, para sus programas internos las motas son más importantes para el reconocimiento del huevo que la forma o el tamaño. Otros habitantes de las costas, los pájaros ostreros, se impresionan con los huevos grandes. De hecho, siempre escogerán un huevo más y más grande, aunque sea gigante, con preferencia al suyo. Aun un huevo tan grande como ellos mismos los incitará a empollarlo. Con seguridad la selección natural los llevó a esta actitud —aunque en una forma un tanto burda y sin ningún tipo de inteligencia— porque los polluelos sacados de huevos grandes tienen mayores posibilidades de supervivencia que los de huevos más pequeños. Cuando se deja a las palomas hembras conviviendo sólo con otras hembras no ponen huevos. No obstante, si las hembras por casualidad descubren a un macho cercano que está tratando de cortejarlas, ponen huevos aunque el pretendiente se encuentre detrás de una pared de vidrio y jamás lleguen a tomar contacto. La mayoría de los pájaros dejan de poner huevos después de acumular cierta cantidad en el nido. El gorrión, por ejemplo, en general pone sólo cuatro o cinco. No obstante, si se retiran los huevos conforme los va poniendo, el pájaro seguirá haciéndolo hasta haber puesto unos cincuenta huevos, lo que agota la capacidad de los ovarios. Por lo que se deduce de su comportamiento, el gorrión necesita ver cierto número de huevos en el nido para dejar de poner. Si descubre que le falta uno, pondrá otro para compensar (la misma conducta se da en las gallinas y es la base de la industria del huevo). A pesar de que se repita una y otra vez la desaparición de su puesta, el pájaro no se volverá más cuidadoso y suspicaz: seguirá saliendo una y otra vez del nido para alimentarse o dar unos vuelos para estirar los músculos. Un animal con un cerebro más avanzado se volvería desconfiado y buscaría la forma de proteger sus huevos o de esconderlos. Traducido, adaptado y ampliado por Eduardo J. Carletti de OMNI y el Museo Interactivo de Ciencias Naturales |
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