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"La máquina del tiempo", por Marcelo Huerta (Reseña / Crítica)
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Nota de Joe: La crítica de Marcelo Huerta revela numerosos pasajes de la película para cimentar la opinión. Sirva esto como prevención para aquellos que deseen mantener el suspense. Con todo, si están decidiendo ver o no ver la película, aunque sea lean los primeros párrafos. Vale la pena
"La máquina del tiempo"
Por Marcelo Huerta (Reseña / Crítica)
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Titulo: La máquina del tiempo (The Time Machine)
Director: Simon Wells
Actores: Guy Pearce (Dr. Alexander Hartdegen),
Samantha Mumba (Mara),
Jeremy Irons (Uber-Morlock)
Guión: John Logan (sobre la novela de H.G. Wells)
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Hay algo acerca de tener un creador famoso en la familia: parece disparar en
alguna gente un deseo de emulación y de mejoramiento de la obra, un deseo de
ser mejor que el padre o que el abuelo o, en el caso de la película que nos
ocupa, que el tatarabuelo, ya que el director de la película, Simon Wells (co-director
de la película animada El príncipe de Egipto), aparentemente quiso
hacer una mejor Máquina del Tiempo que su famoso antecesor: Herbert George
Wells.
Suele suceder en estos casos que productores y guionistas sientan la necesidad
imperiosa de modernizar la obra... una obra que estaba perfectamente bien tal
como fue escrita originalmente. La máquina del tiempo no es la
excepción. Llena de adaptaciones hollywoodenses y simplificaciones
innecesarias, decepciona pese a su intento logrado de ser visualmente
sorprendente.
En esta nueva película, el Viajero adquiere un nombre arbitrario (Alexander
Hartdegen) y una motivación meramente egoísta para llevar a la práctica lo
que hasta ese momento iba a ser sólo una comprobación científica de la
posibilidad del viaje por el tiempo: su novia muere y él se transforma de un
nerd torpe y distraído en un reconcentrado fanático trazando fórmulas en un
pizarrón hasta que logra construir su máquina del tiempo para cambiar su
tragedia. Lo intenta un par de veces y fracasa, postulando como una novedad la
idea de que el pasado es incambiable (una hipótesis más bien arbitraria y que
ha sido propuesta por varios escritores de ciencia ficción, entre ellos Alfred
Bester en Los hombres que mataron a Mahoma, un cuento que oportunamente
fuera publicado en Axxón). Es sospechoso que se dé por vencido tan rápido, y
que decida que viajar al futuro le dará la respuesta que busca, pero los
productores confiesan que la crisis disparadora fue algo que consideraron
imprescindible para el aggiornamiento de la película. No es lo único absurdo
que hicieron, como se verá.
Tras unos breves pantallazos de un idílico siglo XXI, Alexander ve desmoronarse
la civilización de esa época debido a la caída de un fragmento de Luna en la
Tierra luego de que una explosión atómica la saca de órbita y la despedaza
(¿sombras de Space: 1999?). Salvándose apenas de ser víctima del
impacto por hallarse en desplazamiento temporal cuando el fragmento se desploma,
el Viajero se traslada al año 802.701. Y aquí es donde empieza la parte que
más me disgustó de la película.
Lo que más dramática vuelve la historia original de Wells, y en gran medida
también la película de George Pal de la década del 60, bastante fiel a los
rasgos generales de la historia, es que los Eloi son una raza ingenua, idílica
y carente de preocupaciones, que es criada como ganado por los subterráneos,
blanquecinos, casi lemúridos Morlocks. La raza escondida conserva la técnica y
provee los alimentos y ropa a los Eloi, y éstos han perdido la capacidad de
razonar y ejercer su voluntad que les permitiría al menos intentar defenderse
de los Morlocks, así como la empatía y la solidaridad (es un punto destacado
en la narración de H. G. Wells el relato de cómo un Eloi a punto de ahogarse
es ignorado por sus compañeros). En la nueva versión, esta singularidad de los
Eloi prácticamente no existe: son una raza sensible e inteligente, si bien
primitiva, que vive en unas singulares chozas colgadas de los acantilados (¿por
qué razón, si hay terreno arbolado perfectamente habitable en tierra firme?),
a los que aún se enseña inglés del siglo XXI en la infancia (!) gracias a los
sistemas holográficos que sobrevivieron desde el siglo XXI (!!). Sin embargo,
aún son cazados, de día, por unos Morlocks bastante más bestiales de lo que
uno esperaría, y sin resistencia por parte de los Eloi. ¿Por qué una raza
inteligente no se opone a sus captores? ¿Por qué esa tradición de que los que
quedan no deben hablar de los capturados?
Cuando nuestro protagonista va a buscar a la Eloi que lo rescató de sus
desagradables captores, se encuentra con que no todos los Morlocks han
evolucionado igual: existe una casta superior, pensante y articulada, y que,
afortunadamente para la comprensión de los espectadores, habla inglés. El
Morlock superior de la tribu (interpretado por Jeremy Irons en lo que
fácilmente podría ser el peor papel de su carrera, en los diez minutos más
largos que he presenciado) afirma que "luego de la caída de la Luna"
(¿cómo? ¿ochocientos mil años más tarde todavía recuerdan la caída?) la
especie tuvo que evolucionar en castas para sobrevivir mejor: los que ofician de
ojos y oídos, los que son brazos y músculos, y la casta pensante, a la que
pertenece él, para cuya reproducción ha elegido a la morena rescatadora del
Viajero. Irons nos revela que su casta es telépata y controla tanto a los
Morlock inferiores como a los Eloi, para que no se resistan a las capturas.
Ahora sí queda claro: un solo telépata controlando a varios miles de Eloi
alcanza para evitar que se subleven. Poderoso el hombre.
El líder Morlock ha indagado en los pensamientos de Alexander y le proporciona
una respuesta en el mejor estilo de los libros de autoayuda: no se puede cambiar
el pasado porque "todos somos el producto inevitable de nuestras
desdichas"; así como la Máquina fue originada por la desgracia que
sufriera Alexander, y eso impide que sea usada para corregir esa desgracia, el
Über-Morlock es el destino inevitable que derivará del propio Alexander
(interpreto que se referirá a la raza humana en general, no al inventor en
particular).
Invitado a volver sin más que esa respuesta, Alexander lucha contra el Super-Morlock
y luego vuelve para liberar a su amiga Mara, y genera una explosión de su
máquina para matar a todos los morlocks con la luz misteriosa que anima los
álabes del ingenio mecánico; el héroe ha elegido no retornar a su época, y,
al lamentar Mara la destrucción de la máquina, responde el Viajero: "No
importa, era sólo una máquina". Cierra la historia un recorrido
nostálgico de Alexander por los antiguos terrenos de lo que fue su casa,
superpuesto a la escena de Philby y el ama de llaves de Alexander recorriendo su
laboratorio vacío, y una escena del holograma de ochocientos mil años de
antigüedad contándoles la historia de Tom Sawyer a los niños Eloi.
Más allá de la clara implausibilidad de muchos de los pasajes de la trama, me
llaman la atención varias cosas en esta película.
* La intensidad del prejuicio "anti-nerd" norteamericano hace que
incluso en una película como ésta haya una ridiculización de las personas
curiosas e inteligentes: Al principio Alexander es un despistado y desaliñado
profesor que usa lentes, se emboba ante el menor artefacto y olvida hasta las
menores muestras de afecto hacia su novia; necesita que su novia muera para que
su investigación tenga algún sentido; una vez que ocurren cosas en su vida, se
vuelve más "sensible" y menos "libresco", y al final,
aunque signifique perder para siempre contacto con su civilización, afirma que
el singularísimo aparato que le permitió llegar al remoto futuro "es
sólo una máquina". ¿Dónde está el Viajero original (o el de Pal, muy
parecido), un hombre simpático, chispeante, ingenioso y cariñoso con sus
amigos, pero aún así científico y audaz aventurero? ¿Será acaso que para el
norteamericano medio no es posible ser inteligente y científico y al mismo
tiempo sensible y divertido?
* Parece que creyeron más importante hacer chistes cómplices a la audiencia
que tener una trama consistente. Cuando Alexander le pide al holograma del siglo
XXI que le dé la información más actual sobre el viaje por el tiempo, éste
empieza a mostrarle su sección de Ciencia Ficción, incluyendo la propia novela
de H. G. Wells y la película de George Pal; al despedirse, saluda a Alexander
haciendo el conocido gesto vulcano mientras le dice "Larga vida y
prosperidad", y al salir de la vista por última vez en ese encuentro,
puede escucharse la puerta deslizante del turboascensor del Enterprise original.
En cambio, cómo hace ese mismo holograma (que recuerda a Alexander al
encontrárselo en la época de los Eloi) para seguir funcionando ochocientos mil
años después, no se explica en ningún momento.
* La imagen es más importante que la historia o los personajes. La máquina del
tiempo se ve muy linda y los instantes en que se forma la burbuja transportadora
están muy bien logrados, así como el principio del viaje en el laboratorio.
Sin embargo, en ningún momento logra generarse genuino interés por nadie;
Alexander es presentado al principio como un bufón torpe y fanático al que ni
siquiera el viaje al pasado le sale bien, y produce más risa que empatía; los
Eloi son demasiado inteligentes para tenerles compasión por su pasividad, y la
supuesta dominación telepática no convence. En especial, Mara es simpática
pero no produce otra sensación, y su ¿hijo? ¿sobrino? es un chiquilín
curioso y nada más.
* Surge recurrentemente la idea de que hay que introducir una tensión
romántica para hacer interesante la historia. (Esto también sucede en la
versión fílmica anterior.) Lo que nadie parece recordar es que en la novela de
Wells el Viajero dice expresamente que Weena era prácticamente como una niña,
y que no hubiera sido lógico suponer un interés romántico en él. ¿Por qué
esa manía?
Siendo como soy un purista de los libros llevados al cine, que disfruta la
fidelidad de las puestas en celuloide, había tenido mis reservas en torno a la
película de los sesentas. Sin embargo, a la luz de esta nueva versión, debo
decir que prefiero sobremanera la anterior. Tiene algunos detalles muy propios
de la época, pero en general la historia es mejor.
Sospecho que las grandes diferencias se deben a que ambas películas son,
inevitablemente, hijas de sus respectivas épocas. Y a la luz de lo que veo, en
esta y otras películas (me viene a la mente la remake de El planeta de los
simios, donde hasta un director singular como Tim Burton sucumbe a la tentación
del adocenamiento hollywoodense), esta época nuestra no me parece la más
feliz, en cuanto a la calidad del cine se refiere.
Sería tentador asomarse al futuro y ver qué depara en este aspecto. Pero
quizá sea mejor que no existan máquinas del tiempo. Si viéramos que en el
futuro estamos aún peor (y no me refiero sólo al cine), quizá nuestro
presente no podría ser vivido...
Marcelo Huerta para Garrafex News y el site oficial de Axxón.
Nota relacionada:
Se viene
"La máquina del tiempo" (Axxón 14/01/2002)
Fuente: Axxón. Aportado por Joe Garrafex
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