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06/Sep/05



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Dispar estreno de la nueva versión de "La Guía del autoestopista galáctico"

Buena parte de la crítica señala problemas de ritmo y califican a la adaptación como desafortunada. Otros la califican de encantadora comedia. Reproducimos dos de las reseñas (para no ser injustos).

(El Correo Digital) - El planeta Tierra es un cacahuete perdido en el espacio. Por si no éramos conscientes, nos lo escenifica con un espectáculo plagado de efectos visuales Guía del autoestopista galáctico, una comedia de ciencia ficción basada en el libro homónimo de Douglas Adams. Inspirándose en la desbocada creatividad del autor, que colaboró en el filme hasta que un ataque al corazón segó su vida, Garth Jennings debuta en el cine tras fundar una de las productoras más rompedoras del Reino Unido, Hammer & Tongs, responsable de anuncios y vídeos para Blur, REM y Supergrass.

"Guía del autoestopista galáctico es a las películas de ciencia-ficción lo que Austin Powers fue en su día a las películas de James Bond: una parodia encantadora donde, al mismo tiempo, se desarrolla una aventura propia, llena de emociones", comenta el productor Roger Birnbaum. La historia arranca cuando un chico normal y corriente descubre que su mejor amigo es un alienígena. Pero eso no es lo más grave: la Tierra está a punto de ser demolida para construir una carretera de circunvalación hiperespacial. Hacer autoestop y subirse a bordo de una nave se antoja la única vía de escape ante el inesperado apocalipsis.

Desde que Adams, apasionado de los descubrimientos científicos y colaborador del miembro de los Monty Python Graham Chapman, decidiera plasmar en un libro las peripecias de Arthur Dent y su accidental descubrimiento del saber cósmico, La guía del autoestopista galáctico ha arrancado las carcajadas de millones de seguidores. En 1978, los oyentes de BBC Radio fueron los primeros en escuchar la inusual historia.

Tenían cabida historias de robots, excentricidades espaciales y enciclopedias intergalácticas, dejando caer preguntas trascendentales: ¿Cuál es la naturaleza del universo? ¿Podemos conocer el significado de la vida? Eso sí, sin tomarse las incógnitas planteadas demasiado en serio. "Douglas tenía unas ideas increíbles, divertidas, maravillosas», señala Jennings, que ha tratado de «traducirlas en algo visualmente único".

Una reseña poco benevolente

(Siglo XXI) - Uno de los mayores inconvenientes de la última revisión cinematográfica de La guía del autoestopista galáctico se encuentra en la necesidad de no molestar a los aficionados de la fantástica novela de Douglas Adams, lo que lleva a intentar mostrar en pantalla todas las ideas transmitidas por el escritor en poco más de 100 minutos. Esto conduce, ineludiblemente, a múltiples problemas de ritmo y estructura, sustituyendo la sátira de las palabras por el tedio de unas imágenes que se pelean por permanecer más tiempo en la pantalla.

Tampoco el reparto ayuda demasiado a sanear las carencias cómico-dramáticas de la historia, pues a la sosísima etiqueta de Martin Freeman y a la estupidez de Mos Def se le une la extravagancia de un Sam Rockwell cuya ácido personaje no alcanza para tomárnoslo en serio ni por un minuto. De hecho, los grandes traumas del guión son más de personajes que de un anquilosamiento de la trama (que también existe), y el GPP Marvin, el único con algo de gracia (en sus primeros minutos) también queda solapado por una tautología de chistes a costa de su pesimista personalidad.

Pero lo mejor de la película son esos trozos animados que pervierten nuestra sociedad y la transforman en un mundo intergaláctico irrazonable, donde los humanos sólo somos una millonésima parte del todo y ni tan siquiera la primera especie evolutiva en nuestro planeta. Chistes a costa de nuestra fragilidad como humanos, colocando las que consideramos nuestras más intensas virtudes y más ansiadas metas en una letrina espacial que se evapora poco a poco hacia una trasdencencia más profunda, más "digna" de un cuerpo que vaga por el hiperespacio. De este modo, el personaje de Rockwell (Presidente de la Galaxia) pretende encontrar al Multivac de la sabiduría, Asimov dixit, y hacerle "la última pregunta" sobre el principio y el fin del universo, sobre los porqués, los cuándo y los cómo.

La guía del autoestopista galáctico dura demasiado para lo poco que cuenta, repara sin piedad en secuencias y diálogos prescindibles, en gags que tal vez sean más graciosos para los habitantes de Júpiter que para nosotros los desastrados terrícolas, y la acidez de la novela sólo se deja entrever al comienzo (cuando al pobre de Arthur le destrozan su planeta para construir una autopista hiperespacial) y en la presentación de los Vogon como burócratas mononeuronales de piel viscosa y peinado napoleónico. Un consejo: no se olviden de la almohada.

Más información:
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