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Ropa inteligente: una nueva aliada para una mejor calidad de vida
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Casi una verdadera segunda piel. Ya hay telas antimicrobianas o capaces de medir nuestras funciones orgánicas.
(La Nación) En inglés las llaman smart clothes porque deben ofrecer algún servicio o un valor agregado. La ropa y los géneros no brindan
solamente abrigo, confort o la posibilidad de volvernos más o menos atractivos o elegantes. El desafío es transformarlos también en elementos útiles,
funcionales. A eso se refieren las fibras y los textiles inteligentes.
En Nueva York, la empresa Sensatex diseña y fabrica una prenda que, bien apretada a la piel, permite conocer on line el estado de la persona. No se
diferencia, aparentemente, de una camiseta o remera convencionales. Pero ocultos tras sus fibras hay diminutos sensores que monitorean funciones orgánicas y
envían los datos obtenidos a través de fibras ópticas y transistores a una computadora inalámbrica. Puede ser usada para fines deportivos o médicos. Pero
también podría adaptarse a usos militares, si se la equipa con sensores que informen sobre ubicación o movimientos de soldados.
En su modelo más sencillo, el precio asciende a 175 dólares. "Si esos sensores fueran los cables que se usan para monitorear a una persona internada no podría
moverse libremente", dice Jeff Wolf, director y fundador de Sensatex, vinculada con Darpa (Defense Advanced Research Projects Agency), la rama de
investigación y desarrollo del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, que participó también del diseño de la prenda.
Una joven egresada del célebre Instituto de Tecnología de Massachusetts, Maggie Orth, dirige la empresa International Fabric Machines y mezcla arte, bits y
diseño. Lo suyo es wearable computing, algo así como "computación para usar".
Entre sus múltiples creaciones, Orth creó zapatillas que cambian de color a medida que el corredor recorre distancias. O increíbles cobertores de cama en los
que sólo con rozar un pompón suave al tacto se reduce la luz del ambiente. Ideales para noches románticas...
Secretos invisibles
La ingeniera textil Patricia Marino dirige el sector de Investigación de Textiles del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), donde se investigan
propiedades de fibras y telas, y se da asistencia sobre la calidad y prestaciones de esas materias primas a las empresas.
"La ropa inteligente en algunos casos combina la ingeniería de tejidos con la microelectrónica, con la incorporación de sensores que cumplen distintas funciones
(telefonía, control remoto, alarma de seguridad, diversión, etcétera) y tienen la posibilidad de que la ropa se pueda lavar, ya sea a mano o a máquina", explica
Patricia Marino.
"Los nuevos desarrollos pueden incorporarse desde la fibra; en ese caso se realizan producciones a muy gran escala y hace falta un mercado muy global para
absorberlo. También es posible innovar en el tejido a partir de las terminaciones en la fase final del proceso textil, un emprendimiento más accesible para nuestra
economía."
La ingeniera Marino ilustra con algunos ejemplos: "Las fibras incorporan nanotecnología, es decir, partículas muy pequeñas que cumplen alguna función: pueden
ser antimicrobianas, para evitar la aparición de las bacterias que causan olor a transpiración; de protección a los rayos UV o de cerámica, que acumulan calor
durante el día y lo van liberando de noche, o para climas extremos".
También, añade Marino, existen formas de fabricación que les otorgan prestaciones adicionales a las fibras: "La tecnología dry fit, que envía rápidamente la
humedad de la transpiración hacia el exterior y mantiene seca a la persona explica, o las telas antimancha, que imitan el efecto de la hoja del loto, que a pesar
de su apariencia pulida tiene una nanosuperficie muy rugosa, que hace que las sustancias no penetren y evita así la suciedad".
En las aplicaciones tecnológicas que pueden incorporarse sobre las telas, "hay procesos que utilizan microcápsulas de parafinas especiales dice Marino que
permiten, por ejemplo, fabricar ropa para climas muy fríos, que mantienen el cuerpo calefaccionado a una temperatura estable. También hay micropartículas
para que las telas no absorban olores; o tratamientos con sistemas de gases que modifican la superficie de la tela para volverla más o menos hidrófila o
impermeable, sin olvidar los tratamientos antiácaros para almohadas, colchones y alfombras".
Revoluciones
En 1935, el mundo se asombró ante la primera fibra sintética: el nylon, inventado por los científicos de DuPont. A diferencia de las fibras naturales, más
limitadas en su manipulación, las fibras sintéticas respondían casi sin límites a los caprichos de los diseñadores. Y empezaba una nueva era.
Cuando a mediados de los 80 Japón presentó las primeras microfibras, se logró un objetivo acariciado durante siglos: un textil que, por las características del
hilo, tenía fibras muy delgadas, más superficie y confort, con la finura y el grosor de la seda. Los japoneses lo llamaron shingoosen (algo así como "nuevos
textiles") "y en un principio fueron muy costosos recuerda Marino. Con el tiempo se volvieron más accesibles y hoy hay muchos productos de microfibra,
aunque los más emblemáticos son las camperas y la ropa deportiva, que tienen un doble efecto: permiten la salida de la transpiración pero evitan el ingreso del
agua. Seguramente, algo similar ocurrirá con la ropa inteligente, que por el momento ocupa un pequeñísimo nicho del mercado".
Ahora, la novedad donde se entrecruza lo natural y lo más avanzado de la ingeniería genética viene de la unión entre arañas y cabras. Las arañas producen
naturalmente un producto más que especial: la seda.
Gracias a la biología molecular, hoy es posible incorporar el gen de la proteína que le permite a la araña elaborar su seda en el genoma de la cabra que, así,
equipada con un gen de otra especie, ofrece la tan requerida seda en cuestión. La compañía Biosteel producirá un material absolutamente natural que promete
revolucionar, una vez más, los textiles.
Y todavía hay más: a través del electrohilado, una de las últimas innovaciones de los genios del MIT, se anuncia la fabricación de membranas totalmente
adaptables a cada rostro o cada cuerpo, sin costuras, capaces de protegernos de cualquier clase de sustancia tóxica. O el diseño de trajes de camuflaje que,
mediante fibras ópticas, permitan desaparecer mezclándonos con el entorno, como los prototipos que se desarrollan en Natick, Massachusetts, donde funciona
el Comando Militar de Investigaciones Biológicas y Químicas de los EE.UU.
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