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Los libros revitalizan una comunidad
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En Misiones: una iniciativa de alfabetización. La Fundación Leer instaló un rincón de lectura en la colonia Guatambú, que hoy atrae por igual a chicos y adultos.
(La Nación) "¿Qué dice mi libro, mami? Dale, leeme, enseñame." Hasta los chicos que todavía no van a la escuela, algunos descalzos, y casi hasta los
que apenas se han desprendido del pecho de la madre, empiezan pronto a familiarizarse con los libros en la colonia Guatambú, en las afueras de esta ciudad,
donde la Fundación Leer ha instalado un rincón de lectura en un quincho donde funciona un comedor popular.
En esa zona rural, donde los padres trabajan duro seis meses en la cosecha de la yerba mate y pasan seis meses desocupados, una biblioteca de unos 500
libros recién puesta con paredes de madera brillante hace de foco de atracción y convivencia de todos los chicos, y de sus madres.
Susana Almeida, de 28 años, tiene varios hijos. Y se da cuenta de que el que está ahora en primer grado está aprendiendo a leer más rápido que sus hermanos,
porque está en contacto con los libros. "Está conociendo las letras más que los otros", advierte.
"Cuando nos depositó la confianza la gente de afuera dice por la fundación, con sede en Buenos Aires, pero que asiste a 463 centros en 20 provincias nos
dimos cuenta de que nosotros podemos ayudar a nuestros chicos". Ella llegó hasta 2° del secundario, pero debió dejar en su momento para cuidar a su padre y
sus cinco hermanitos. Ahora quiere terminar la EGB3 con los alfabetizadores que llegan dos veces por semana al comedor donde está la biblioteca. Y eso le
sirve para ayudar a otros. "A los que no saben leer y escribir nosotros los ayudamos", comenta. "Empezamos con la palabra amor, con que escriban su propio
nombre."
En la biblioteca hay libros con dibujos para chicos, y para que los chicos pinten; otros netamente didácticos, como "Yo quiero saber escribir", cuentos de
Perrault y de Salgari, algunos de panadería casera y primeros auxilios, textos de historia de Félix Luna y obras de ciencias naturales que manda el Ministerio de
Educación.
Una vecina, Basilisia Zárate, cuida los libros y anota cuidadosamente en un cuaderno quién se lleva alguno prestado. Pero los chicos son los principales
protagonistas. Ellos se sienten a gusto, comparten juegos, miran o leen los libros, y cuidan las cosas en lo que llaman "la escuelita".
"Venimos a buscar libros para leer y para hacer los deberes", comenta Noelia Avalos, de 14 años, que tiene que hacer cinco kilómetros por un camino de tierra
para ir a la escuela 240, de Itacuruzú, ligada al proyecto del centro de Guatambú, al igual que la 156.
"Hay un cambio total en las escuelas desde que está este centro comunitario", dice Blanca Correa, una vecina que coordina el barrio, donde "nadie dice que no
para ayudar a otro". Es un lugar pobre, pero hay luz, hay árboles y espacio abierto, nadie se queja, hay alegría. Y la biblioteca, y todo lo que gira alrededor,
"nos da más confianza en nosotros", según confiesan quienes se consideran partícipes de un proyecto que les da esperanza.
Blanca Correa se crió y se casó allí. Y nota los cambios. Es rubia, tiene ancestros polacos. Y se le hace un nudo en la garganta cuando comenta que su mamá,
trabajosamente, animada por sus nietos, ya aprendió a escribir su nombre: Erika Stelter.
Es que alrededor de la biblioteca se genera un ambiente de mejora personal, de un entusiasmo que se contagia, y que se evidencia hasta en talleres para padres
y festejos donde algún vecino toca la guitarra y otros actúan, improvisando disfraces "con lo que tenemos y podemos". Laura González, docente, de la
Fundación Leer, se emociona ante el cariño de la gente, y comenta que muchas veces el fracaso escolar tiene que ver con que los chicos no tienen contacto con
los libros en sus casas y en su ambiente.
La colonia Guatambú es parte de un proyecto más grande, que la Fundación Leer impulsa en el área urbana de Montecarlo, una ciudad de 35.000 habitantes a
170 kilómetros de Posadas. Promueve allí varios programas al instalar rincones de lectura en otras nueve escuelas y siete comedores. Lugares donde el
municipio distribuye comida preparada en una cocina central, pero de donde cada familia se lleva una olla a su casa, porque se busca que no se pierda el
diálogo entre generaciones en la mesa del hogar. Así lo comentan el viceintendente, Hugo Kroaré, y la secretaria de Ayuda Social, Elba Auzmendi. Y cerca del
lugar de entrega de comida, grandes y chicos pueden leer.
Como en varias escuelas, que el cronista visitó, donde los chicos esperan el día que les toca ir una hora al salón de lectura. Además, la fundación les ha regalado
libros a más de 5000 chicos, para que cada uno tenga el gusto de tener al menos un libro que sea suyo en su propia casa. Se hizo la entrega con concurrencia
de los padres. Algunos de los cuales se hacen presentes en las aulas donde estudian sus hijos, dentro del programa educativo Paso a Paso, que fomenta una
mejora de la calidad de la enseñanza.
"Sé cómo era la escuela antes y todo lo que ha mejorado dice Alicia Ledesma, que lleva 24 años en la escuela 254. Antes los padres no se acercaban
mucho. Hoy tienen la escuela como su casa. Aun los que no saben leer pueden contar experiencias, leyendas regionales. Queremos revalorizarlos como
transmisores de cultura, que se involucren. Y me parece que lo estamos logrando." Esa vivencia concuerda con una premisa de la Fundación Leer: la familia es
fundamental en el proceso de aprendizaje.
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