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La NASA quiere proteger Campo del cielo, en el Chaco, Argentina
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Es un lugar donde se encuentran enterrados meteoritos que cayeron allí hace 4.000 años, y que están en la mira de los saqueos de piezas para vender a
coleccionistas.
(Clarín) - Desde una camioneta doble cúpula que va aplastando kilómetros, el paisaje chaqueño se ve como lo que es en esta época del año. Caliente, con 38
grados a la sombra y 50 y pico allá lejos, en el monte, que desde la ventanilla y por efectos del calor parece desdibujarse como en un cuadro de Dalí. Destino: un
lugar único en el mundo, donde hace 4.000 años una lluvia de meteoritos arrasó con personas, animales, plantas, y dejó tremendos cráteres que hoy están
tapizados por una vegetación que deja adivinar las huellas de la "hecatombe".
Luego de viajar 360 kilómetros desde Resistencia, por un camino de sol-lluvia-sol, aparece el Parque Municipal Piguen N Onaxa (inaugurado hace 4 meses)
que, en mocoví, significa Campo del Cielo. Allí se puede conocer la misteriosa historia de cómo un poderoso cuerpo ferroso que estaba en una zona entre Marte
y Júpiter, llegó a la Tierra para fragmentarse, estrellarse y dejar marcas que podrían revelar secretos sobre el origen del Sistema Solar.
El lugar es valioso por donde se lo mire. Por eso la NASA anunció que apoyará con un informe científico (Un lugar...) el pedido ante la Unesco para que sea
declarado Patrimonio de la Humanidad y así evitar el constante saqueo de piezas valiosísimas."El interés es muy grande. Marte está cubierto por sedimentos muy
parecidos a los de Campo del Cielo. Nunca vamos a poder estudiar la superficie marciana pero sí podemos investigar cráteres en el Chaco como si fueran de
Marte", comenta William Cassidy, un investigador de la NASA que desde hace 40 años organiza campañas para arrancarle secretos a este extraño suelo. La
última fue en julio y dio sus buenos resultados porque se pudo encontrar y luego desenterrar al meteorito La Sorpresa.
Pero, ¿qué son exactamente los meteoritos? "Son pedazos de roca que, tras haber viajado durante millones de años, caen en nuestro planeta atraídos por su
gravedad. A veces se pueden apreciar como estrellas fugaces. Analizados, pueden ayudar a conjeturar sobre cómo se formó el Sistema Solar", explica Roberto
Venero, astrónomo del Observatorio Astronómico de La Plata.
Para los pueblos originarios que vivían por el sur de lo que hoy es Chaco y parte de Santiago del Estero, sin embargo, no fue sólo una lluvia de luces inocentes.
Fue la muerte. La destrucción. Un trabajo de Sixto Giménez Benítez, hoy director del Museo de Astronomía y Geofísica de La Plata; y de Alejandro López y
Luis Mammana, investigadores también de La Plata, revela que los aborígenes que vivían allí, a la llegada de los españoles, sabían lo que había pasado hace miles
de años. Se lo transmitían de padres a hijos.
Con los datos de esa investigación es posible citar el año de la primera expedición pro meteorito: 1576. El gobernador de las Provincias del Tucumán, Gonzalo
Abreu y Figueroa la ordenó para ver si las noticias que le daban los indios sobre "la existencia de un gran cuerpo metálico" eran ciertos. Y eran ciertos.
Los relatos míticos sobre a qué atribuían la "llegada" de esas moles de acero son variadísimos. Para los matacos, el gran incendio que se produjo por la caída se
asociaba con la destrucción total del planeta; para los tobas hubo un gran fuego durante 3 días "por la caída del Sol". Para todos fue una historia cargada de
simbolismos. Así se explica que hayan llegado hasta nuestros días nombres de poblados que se refieren a esa lluvia de muerte. "Por aquí nomás hay un pueblo
que se llama Aerolito, y por estos parajes hay otros: Pozo del Toba o Pozo del Cielo, sin mencionar a nuestro Campo del Cielo", relata Mario Vesconi, un
ingeniero que es el brazo derecho de los investigadores de la NASA cada que vez que arriban excavar en el sitio.
Mario, junto con Carlos Cerrutti —los dos treintañeros— son pilares de la Asociación Chaqueña de Astronomía, una de las entidades más serias detrás de estos
pedazos de acero. Y vale la aclaración porque últimamente las manos saqueadoras se llevan de a kilos los trozos que abundan en los alrededores. Se cotizan a 3
dólares el gramo en Internet. Según revelan vecinos de Gancedo, el pueblo en el que se encuentra la jurisdicción de esta reserva, se conocen muchos casos de
personas que, en plena bancarrota, aparecieron de repente con rugientes 4 x 4.
En este Campo, que es del Cielo, hace falta legislación, toma de conciencia e investigación sobre la red de saqueadores. Todo eso parece que también está
enterrado. Y no debería estarlo.
Aportado por Eduardo J. Carletti, artículo de Eliana Galarza
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