20/Sep/07

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Juan Salvo, el argentino que sobrevivió a la invasión extraterrestre, volvió a puro rock

Un espectáculo que no merece la clandestinidad de tres funciones. ¡Que se vayan todos pero que vuelva El Eternauta, la ópera rock! Sólo se dieron tres funciones, del 13 al 15 de septiembre, en La Manzana de las Luces. Por Alejandro Agostinelli (*) para Axxón.

Cincuenta años después, Juan Salvo regresó. Lo hizo tocando una viola y acompañado por una banda de músicos de otro mundo. Así, los amantes de El Eternauta —quiero decir, aquellos que devoramos la historieta cuando ignorábamos que iba a convertirse en un clásico— tuvimos nuestra fiesta. Porque Adolfo Aristarain no filmó la película, nunca se concretó la miniserie y ninguna secuela superó a la versión original; de hecho, parecía que ningún regreso iba a empardar aquel que vino en cuadritos en blanco y negro, aquella aventura en la que Juan Salvo —convertido en viajero de la eternidad— se corporizó ante el escritorio del guionista que iba a contar su historia, Héctor Germán Oesterheld. El mismo que vio a El Eternauta y escribió: "No he visto nunca mirada semejante. La mirada de un hombre que había visto tanto que había llegado a comprenderlo todo". Pero Salvo volvió. Para un puñado de enterados, como en los viejos tiempos, pero volvió. Y lo hizo en el impresionante marco de un concierto de rock.

El Eternauta - Ópera rock (traída a Buenos Aires por Daniel De Cinti) es una obra mayor en la que todos —intérpretes, músicos, técnicos… quiero decir: todos— funcionan como un reloj, honrando una responsabilidad histórica y a la máquina del tiempo que teleportó a Juan Salvo a Continum 4 y ahora lo hizo aterrizar en el mínimo escenario del salón auditorio de La Manzanas de las Luces (Ciudad de Buenos Aires).

La orquesta refleja El Eternauta —la primera y mejor parte de la saga de Oesterheld y Francisco Solano López— con 27 temas cuyas letras adaptan —con precisión poética— los pasajes clave de la extraordinaria aventura; en actuaciones mínimas pero suficientes y en el clima ceremonial, casi documental, que contextualiza un relator que evoca el cuerpo central de la historieta. Luego, en cada destreza instrumental, en cada melodía, en cada intervención, se desliza una trama de efectos deslumbrantes: las voces y los coros acentuando el clima dramático, la nevada mortal y las luces, las interpretaciones sugeridas en el corto detrás de escena, las siluetas de los músicos recortadas sobre la pluma de Solano López...

El espectador que se iba desayunando a medida que se dejaba invadir por la puesta sin duda tuvo otras vivencias. Pero aquellos de nosotros que compartimos la desigual guerra contra "los Ellos" junto a Salvo, Favalli, Franco, Mosca, Elena y Martita, no podemos menos que dar testimonio de una obra conmovedora. El despliegue de los once artistas en escena, el talento vibrante de cada músico, la nostálgica voz en off que irradiaba su amor por la historia… colmaron una experiencia que nos retrotrajo a las emociones que en su día nos provocó la lectura del primer Eternauta.

La excepcional calidad narrativa y musical del espectáculo refleja el heroico esfuerzo que precedió los resultados que disfrutamos, como si cada integrante de la banda fuera un Juan Salvo reencarnado frente al ejército extraterrestre.

A cincuenta años de la primera edición de El Eternauta y a treinta de la desaparición de Oesterheld, Pablo Conti y su banda concretaron el mejor homenaje posible: un show creativo y lujoso, con el amoroso sabor de la obra hecha a pulmón, que nos permitió volver a disfrutar —como Mano extasiado ante una cafetera terrestre— de la más grande historia de una invasión alienígena representada en la Argentina.

(*) Periodista especializado en creencias contemporáneas y editor de Dios!

Fuente: Alejandro Agostinelli. Aportado por Alejandro Alonso