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El potencial energético de las termitas
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Identifican los microbios que convierten la madera en energía en sus estómagos.
Las termitas pueden ayudar a solucionar el problema energético con un sistema renovable. Un grupo de científicos de Estados Unidos acaba de secuenciar el ADN de los microbios
que hacen posible que conviertan la madera en alimento, un trabajo que podría proporcionar biocombustible en el futuro.
"Son un máquina sorprendente, auténticos biorreactores móviles en miniatura", han asegurado los biotecnólogos que han llevado a cabo el trabajo y que pertenecen a
empresas e instituciones de Estados Unidos y Costa Rica.
Hacía tiempo que se sabía que el estómago de las termitas no es capaz por si solo de digerir la celulosa de la madera, pero que la logran degradar gracias a unos microorganismos
que viven en simbiosis dentro de su aparato digestivo.
Lo que no se conocía es cómo se produce ese proceso. Se ignoraba que sus tripas son una auténtica mina de oro de microbios que enriquecen sus enzimas hasta convertir,
en poco tiempo, una gran cantidad de biomasa en combustible:lo hacen rompiendo las paredes celulares de las plantas.
El paso siguiente será averiguar los caminos metabólicos por los que se digieren esos materiales; a continuación, según aseguran en la revista Nature, se podrán sintetizar
estas nuevas enzimas de forma que se acelere el proceso de producción de biodiésel.
Los científicos sabían que, como ocurre con las vacas, las termitas tienen cuatro cavidades estomacales, cada una con comunidades microbianas muy complejas y diferentes. Así,
aunque es la mandíbula del insecto el que convierte la madera en serrín, el verdadero trabajo se produce en sus tripas.
En este caso, los bichos, de la especie 'Nasutitermes', fueron recogidas durante un safari en la selva de Guápiles (Costa Rica) por el investigador principal, Falk Warneckle,
del Instituto Genómico DOE Joint (DOE JGI), y su colega Jared Leadbetter, del Instituto de Tecnología, ambos en California.
Colonia en la selva
En sus paseos, dieron con un árbol al que se aferraba una gigantesca colonia de termitas. Los dos científicos recogieron las que tenían los vientres más inflados y, una vez en el
laboratorio de INbio, les extrajeron el contenido de su tercer compartimento estomacal. En total, se utilizaron 165 ejemplares, de los que se consiguió una valiosa esencia
de microbios, que es lo que se secuenció en el DOE Joint.
De la muestra salieron 71 millones de letras de código genético, que se reemsamblaron de nuevo para definir la identidad de cada microbio y el perfil metabólico de las enzimas que
producen.
«Sabemos que lograr adaptar estos resultados científicos a un sistema industrial para que pueda ser útil es un objetivo que aún está muy lejos», reconoce Eddy Rubin, director del
Instituto DOE JGI . «Conseguir que haya fábricas de biomasa capaces de producir biodiésel de forma rentable y más eficiente que las termitas es otra historia. Antes debemos definir
qué genes están implicados en el proceso, y este es un paso esencial para lograrlo», reconocía.
El experto español José Luis García Fierro, del CSIC, calificaba ayer el resultado de este trabajo de «asombroso».
Fuente: El Mundo . Aportado por Gustavo Courault
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