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07/Mar/08



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La serie "Lost" disparó las ventas de Bioy Casares en Estados Unidos

Se emitió recientemente en EE.UU. el cuarto capítulo de la cuarta temporada, en el que uno de los personajes aparece leyendo "La invención de Morel", de Adolfo Bioy Casares. La editorial que tiene los derechos la reeditó y ya figura entre las más vendidas.

A la hora de buscar las razones del éxito mundial de Lost, se debe comenzar por lo que el ciclo hace mejor: contar una historia con tantos niveles de lectura como para satisfacer a aquellos que prefieren centrarse en una entretenidísima serie en la que un grupo de personas –que ya han tenido la suerte de salir ilesos de un accidente aéreo– trata de sobrevivir contra todo pronóstico en un ambiente hostil. Pero también deja contentos a aquellos a los que les gustan los enigmas, los toques fantásticos y la ficción metafísica, y a los espectadores que quieren saber cómo se resolverá el triángulo amoroso entre el bueno de Jack, el tránsfuga de Sawyer y la indecisa de Kate. A todos ellos, el vértigo de la trama los deja con ganas de más.

La mayor diferencia entre Lost y otras series de las llamadas de culto es el perfecto matrimonio entre su universo e Internet. Es decir, no es sólo que sus muchos fanáticos crean sitio tras sitio para discutir los enigmas y las trivialidades que plantea cada episodio (entre los mejores: www.lostpedia.com, www.lostzilla.net, www.lost-media.org). Es que la trama requiere la acción de la web para completar el sentido de lo que es, en realidad, un gigantesco rompecabezas del que siempre, intuimos, nos faltará una pieza. De ahí las páginas web de algunas de las instituciones ficticias que se nombran allí –desde la aerolínea Oceanic hasta la ubicua Iniciativa Dharma– y los juegos de realidad alternativa (ARG), The Lost Experience y Find 815, que sirvieron para que sus participantes –el público– recolectaran información que no estaba (o no entraba) en el programa.

¿Cómo sigue?

Si bien los productores y guionistas Damon Lindelof y Carlton Cuse son los responsables de Lost, es J. J. Abrams –que luego dirigiría Misión imposible 3, idearía Cloverfield y, próximamente, pergeñará el regreso de Star Trek– el que parece haber decidido la suerte del programa. Es que el público norteamericano aún no había decidido si valía la pena el esfuerzo de ver un ciclo como éste, en el que es necesario visionar cada uno de los episodios y en orden (algo inusual en la TV de su país) para poder seguir la historia. Todo se decidió con jugada de Abrams adelantar la aparición de la primera temporada en DVD, que permitió a los curiosos ponerse al tanto de la historia a su propio ritmo. Desde entonces, cada nueva temporada es uno de los títulos más vendidos en ese formato en buena parte del mundo, la Argentina incluida.

Salvo Matthew Fox, que interpreta a Jack, el médico altruista que termina convirtiéndose en el líder de los sobrevivientes (que era parte del elenco de Party of Five) y Dominic Monaghan (de El señor de los anillos, quien interpretaba a Charlie), ninguno de los actores que interpretan los personajes centrales de la serie era demasiado conocido. Es que las caras nuevas son una especialidad de los ciclos de Abrams, quien lanzó las carreras de Jennifer Garner (Alias) y Keri Russell (Felicity). Sin estrellas que se disputaran el candelero y que fueran inamovibles hasta el punto de condicionar la historia, el elenco de Lost pudo concretar una de las principales necesidades de su historia: hacer verosímiles a sus respectivos personajes, gente común destinada a enfrentar acontecimientos extraordinarios. Y en el camino, claro, se hicieron estrellas.

En cada una de sus tres temporadas anteriores, Lost se ha encargado de refrendar con hechos la máxima de sus creadores de que la única protagonista que está a salvo es la historia. Y su elenco (los actores centrales, los secundarios y todos aquellos que forman parte del telón de fondo) lo ha sufrido en carne propia.

La conexión Bioy Casares

Una de las muchas teorías que se barajan a la hora de determinar qué es la isla (hay quienes dicen que ésa es la pregunta central) tiene que ver con La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares. La novela, es sabido, trata de un fugitivo que llega a una isla en el Pacífico, donde descubre una serie de construcciones abandonadas y, más tarde, misteriosos seres humanos a los que espía. La invención a la que alude el título del relato podría entonces ser la explicación de los raros fenómenos (¿proyecciones psíquicas?) que se suelen ver en la isla, desde osos polares hasta la cabaña en la que habita el misterioso Jacob. Y esta temporada, entonces, los creadores de Lost han dado un espaldarazo a esta teoría.

A fines de febrero de 2008, se emitió en EE.UU. el cuarto capítulo de este año. En una escena, uno de los personajes aparece leyendo el libro de Bioy. La editorial que tiene los derechos de la novela en EE.UU. se vio venir el fenómeno y la reeditó. Hoy ya figura entre los cien libros más vendidos de suspenso en Amazon.com.

La caja misteriosa

A diferencia de lo que ocurrió con muchos ciclos exitosos que supieron convocar la atención de fanáticos alrededor del mundo y luego terminaron languideciendo en su intento por prolongar la racha – abandonando su premisa–, los productores de Lost decidieron fijar de antemano el final de su programa para la primavera (boreal) de 2010, al término de su sexta temporada. Esto, por supuesto, es un interesante mecanismo que agrega interés, ya que –de no mediar un acontecimiento imprevisto, como la huelga de guionistas resuelta recientemente– sólo quedan 45 capítulos (dos temporadas más de 16 episodios además de la que comenzará esta noche, reducida a 13), para descubrir, de una vez por todas, de qué se trata todo esto.

No importa a cuál teoría se adscriba a la hora de razonar el principio que rige Lost. Sus creadores se asegurarán de que no se esté en lo correcto. No por nada una de las pocas veces en las que J. J. Abrams se refirió directamente al misterio central del ciclo lo hizo utilizando una de sus marcas registradas: la "caja misteriosa", que, al modo del McGuffin de Hitchcock, es menos un objeto que un recurso narrativo, en este caso un cubo de madera con un signo de interrogación en el frente que, en esencia, es una representación de la imaginación humana. Dentro de ella, le explicaba en un episodio el malévolo Ben al crédulo Locke, "está lo que más deseas", sea lo que esto sea. La realidad, según esta teoría, es modificada por nuestros deseos como lo es la isla. Lugar que quizá no sea más que una metáfora de lo que significa contar historias.

Fuente: La Nación, La Razón. Aportado por d j b

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