01/Abr/08!f>
|
Revista Axxón
Axxón en facebook
Lectores de Axxón en facebook
|
|
Engañar está en los genes
!t>
Unas amebas engañan a sus semejantes para darse a sí mismas más probabilidades de supervivencia frente a sus
congéneres
A la izquierda: Moho del lodo
El engaño, al menos para determinados seres microscópicos, quizás esté en los genes. Un estudio encaminado a estudiar
los comportamientos sociales sugiere que ciertos individuos están programados para engañar y con frecuencia lo hacen,
saliéndose con la suya.
Los investigadores estudiaban un "moho del lodo" o "moho mucoso", que está formado por una ameba social
(Dictyostelium discoideum) que se ve forzada a cooperar con sus semejantes cuando la comida escasea. El estudio a
nivel celular de este organismo puede proporcionar a los científicos pistas sobre cómo influyen los genes en el
comportamiento humano.
El equipo internacional encontró que algunas amebas tienen la habilidad de usar tácticas de engaño para obtener así más
posibilidades de sobrevivir. Según los investigadores el estudio no sólo demuestra que el engaño es un fenómeno natural
dirigido por los genes, sino que además está extendido entre los seres sociales.
Este tipo de ameba se alimenta libremente de bacterias del suelo, pero si la comida escasea se agrega con otras para
formar un cuerpo fructífero de unas 100.000 células. Algunas de ellas terminan siendo esporas, mientras que un cuarto
de ellas forma un tallo que muere sacrificado para que las esporas sean dispersadas por el viento y vayan a parar a un
nuevo lugar más propicio en donde haya alimento. Las esporas germinan después para generar amebas y cerrar así el
ciclo.
Arriba: Foto de microscopio electrónico donde se ven los distintos estadios por los que pasa el cuerpo fructífero de
Dictyostelium discoideum.
En los trabajos previos estos investigadores se centraron en el extraordinario nivel de cooperación que hay entre las
células con la esperanza de entender cómo algunas células (las del tallo) llegaban a ese comportamiento tan altruista.
Concluyeron que ese acto de generosidad era debido al costo inaceptable de la no-cooperación, ya que sin tallo ninguna
ameba podría escapar hacia otros lugares donde sobrevivir y todas se malograrían.
Pero en la última investigación han descubierto un complejo y oscuro complot en el que algunas células engañan al
sistema haciendo trampas para darse a ellas mismas más probabilidades de sobrevivir. Este juego mortal debe de estar
constantemente evolucionando según las células encuentran nuevos y mejores modos de hacer trampas en lo que debe
de ser una "carrera de armamentos" evolutiva.
Según Chris Thompson, profesor en la Universidad de Manchester y partícipe en el estudio, el comportamiento social es
un problema sin resolver en Biología. ¿Por qué alguien va a ser altruista y entregarse para el beneficio de otro?
Thompson afirma que según sus resultados no hay una respuesta simple capaz de explicar las observaciones, pero que
varios factores podrían entran en juego.
Una buena analogía según él es cuando un barco se está hundiendo. Si algunas personas tramposas engañan al resto no
achicando agua conservarán una energía que les será beneficiosa, pero el proceso de achique requerirá de más tiempo.
Lo malo es si no hay suficiente gente achicando agua y el barco finalmente se hunde y todos se ahogan, incluyendo a los
tramposos.
Según Thompson lo interesante es notar que el engaño sólo se da en presencia de no tramposos, si los tramposos están
rodeados de otros tramposos todos contribuyen en grupo al esfuerzo colectivo, conscientes de que si nadie hace un
esfuerzo todos morirán.
Aunque es posible que tomar a un ser tan simple como una ameba como modelo de comportamiento en las relaciones
humanas sea un poco arriesgado, no hay dudas que este tipo de modelos puede hacernos pensar sobre la sociedad.
Fuente: NeoFronteras. Aportado por Graciela Lorenzo
Tillard
!c>
Más información:
Más noticias de Ciencia en Axxón
El intercambio de genes ayuda a las bacterias a sobrevivir
Descubren secuencias de ADN que activan genes antihambre
La fortaleza de la vida
80 millones de años sin echar una cana al aire