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10/Jun/08



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Setenta años de Superman

Aunque hubiera salido en abril o en junio de 1938, pasaron siete décadas desde que llegase a los kioskos norteamericanos el primer número de Action Comics.

Setenta añitos hace ya, quién lo diría. Ya saliese en abril o en junio de 1938 (que una cosa era la fecha de portada y otra la de publicación real, nunca determinada exactamente la distribución por todo el país podía demorar meses), han pasado siete décadas desde que llegase a los quioscos norteamericanos el primer número de Action Comics. Un historieta que, en apariencia, era similar a otros muchos que ya circulaban desde hacía tiempo, evolucionados desde la antiguas recopilaciones de tiras diarias de prensa a tener contenidos propios, como Fun Comics, New Comics o Adventure Comics. Eran historias generalmente de baja calidad, que solían heredar contenidos e influencias de los pulps que habían conocido el éxito una década antes.

Pero Action Comics, que estuvo a punto de llamarse Action Funnies, tenía algo que la diferenció de todas: un personaje llamado Superman. Dos jovenzuelos, Jerry Siegel y Joe Shuster, habían creado un personaje que aunaba decenas de influencias para conformarse como único en su clase. Sin embargo, tres serían las principales bases del personaje: en primer lugar, la tradición de los héroes del pulp, comenzando con el Doc Savage de Lester Dent, un personaje de gran fuerza e inteligencia que se dedicaba a combatir a las fuerzas del mal (y que, además, se llamaba Dr. Clark Savage). En segundo lugar, la mitología judeo-cristiana y greco-romana, plena de personajes de fuerza extraordinaria como Hércules o Sansón (que, como bien se sabe, tenía un terrible punto débil que le hacía perder toda su fuerza). Por último, la novela Gladiator, de Philip Wylie, en la que se da vida a un hombre de poderes increíbles que puede saltar edificios, doblar barras de acero y sobre cuya piel rebotan las balas.

Tres referentes perfectos para crear a un superhombre, un ser tan poderoso que no podía ser de este mundo sin contravenir las leyes divinas, por lo que los autores le proveyeron de un origen extraterrestre. Un ser que vestía un traje al uso de los entonces famosos titanes de circo y que se enfrentaría a la injusticia. Para poder justificar su dedicación a combatir el mal en este planeta, crearon un pasado claramente inspirado en la tradición judía: si Moisés fue encontrado en un cesto en el Nilo tras la diáspora y la destrucción de Judea, Superman fue un niño encontrado en una nave espacial que llegaba a la Tierra tras la destrucción de Krypton. Un elegido para guiar con sus enseñanzas (y lo que no serían enseñanzas) a los pobres humanos, en una referencia que muchos han querido ver la imagen del Jesucristo de la religión cristiana e incluso una relectura del Ubermensch de Nietzsche, en clara confrontación con la definición que Hitler adoptó como ideal de su raza aria. Interpretaciones que difícilmente podrían argumentar el brutal éxito de Superman, que en apenas un par de años conseguía ventas históricas por encima del millón de ejemplares y daría lugar a todo un subgénero heroico: los superhéroes.

Posiblemente la gran clave de Superman se llame Clark Kent. Siegel y Shuster dotaron al superhombre de un alter ego humano, débil y apocado, un periodista que se alejaba de los modelos del hombre de acción para casi encarnar el administrativo gris. Una dualidad que encarnaba perfectamente le mentalidad del americano medio que afrontaba el final de una década terrible, que comenzaba una rápida remontada económica y se lanzaba sin miedo a dominar completamente el mundo. Ya olvidada la Gran Depresión, Superman y Clark Kent eran la perfecta representación del sueño americano, la de un hombre con un trabajo alienante pero que sabía que escondía en su interior el potencial de hacer cosas increíbles. Un personaje que lanzaba un mensaje positivo, el New Deal de Roosevelt daba sus frutos y Superman era el portavoz de esa nueva época, de una ética que defendía que el poderoso tenía que defender al débil y que el crimen mafioso, que tanto preocupaba a los ciudadanos, pagaría siempre.

Tiras de prensa, seriales de radio, de cine… Superman fue un revulsivo cultural: creó un género propio, dio coherencia y sentido a un formato de tebeos y consiguió lo que ningún otro personaje de historieta había conseguido antes: convertirse en un icono cultural. Es verdad que Flash Gordon, The Phantom o Popeye habían conseguido ser personajes muy famosos y mundialmente conocidos, pero Superman fue un paso más allá. Fue, posiblemente, el primer peldaño de la iconografía pop de los años 60, el primer símbolo que nacía de la cultura de masas, de la cultura popular que había sido denigrada de forma sistemática por la élite cultural.

Un carácter que ha permitido que Superman sobreviviera a toda su historia: ha pasado por encima de buenos y malos autores, de políticas editoriales acertadas e infumables, de adaptaciones cinematográficas brillantes o penosas… Incluso de intentos de convertirlo en un alter ego de Jesucristo, matándolo y resucitándolo al tercer día, con campaña brutal de marketing incluida. Setenta años después, Superman ya no es un tebeo: es uno de los símbolos fundamentales de todo el siglo XX.

Fuente: . Aportado por Gustavo Courault

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