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19/Abr/09



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"Agente X.99: Cuentos y versos del espacio", de Gianni Rodari, en Ediciones Toromítico

Alterando el lenguaje se altera la realidad y se da pie a la fabulación fantástica que en Rodari se muestra como un medio de desentrañar el mundo en el cual vivimos

Pongámonos al lado de los niños. Abiertamente y sin complejos. Porque sí, porque es sano y nos ayuda a volar. Si hay mentes capaces de cambiar el mundo gracias a la imaginación ésas son las suyas. Vamos, vamos, mayores del mundo, ¡menos humos! Daos cuenta de una cosa: si nosotros, adultos creciditos que nos creemos siempre con la razón y exhibimos tontamente la sartén por el mango, poseemos en nuestras mentes algo de fantasía y capacidad fabuladora es porque aún (reconocedlo, pillines) no hemos renunciado a nuestra infancia.

Aceptando que sois gente hiperdesarrollada y energúmena, atreveos a reconocer que todavía disfrutáis al recordar Barrio Sésamo (¡Ha sido Blas! ¡Ha sido Blas!) y gozáis en silencio, porque sabéis que eso no es de gente seria, de los dibujos para niños muy, muy pequeños (¡Pocoyo al poder!). Habrá que admitir entonces que no estáis perdidos del todo y disfrutaréis como yo de esta recopilación de cuentos y poemas del insigne, amado y siempre agudo Gianni Rodari.

El librito en cuestión se titula Agente X.99: cuentos y versos del espacio (Ediciones Toromítico - Grupo Almuzara - 2008) y recoge los cuentos protagonizados por el susodicho Agente X.99, farero del peñón espacial de nombre homónimo y también viajero pluriempleado, acompañado siempre de la insigne y sensata cabra Renata (me encanta ese nombre: la cabra Renata. ¡Es pura poesía!). Aunque más de uno se despiporre por lo que voy a decir ahora, afirmo que Rodari toma una de las figuras más habituales en la historia de la ciencia-ficción, la del viajero espacial que despliega ante nosotros los contrastes del universo, y lo orienta más que hacia la aventura y el didactismo, propios de las mentes juveniles buscadas por un Lucky Star de Asimov, hacia la retranca y la burla de la civilización humana propia del viajero de las estrellas, Ijon Tichy, forjado por el polaco Stanislaw Lem. Todo ello, por supuesto, a través de situaciones llenas de fantasía y belleza, con un lenguaje clarito y conciso, para que incluso nuestras mentes de adultos puedan llegar a comprenderlas.

Rodari, al que creo que se le debe dar ya el título de clásico de la literatura (lo de infantil no es más que una etiqueta que ponemos la gente mayor para sentirnos tranquilos), utiliza la ciencia ficción como excusa para reflejar nuestro propio mundo y ver lo absurdo de muchas de las cosas que damos por sentadas como la superioridad del hombre frente a otras especies, el inmenso valor de la civilización humana, de las religiones e incluso de la violencia, de la ciencia, de la tecnología, de la educación...

No olvidemos que, aunque nos cueste creerlo, estos cuentos breves están dirigidos fundamentalmente a los niños y por ello Rodari, frente a la desoladora estupidez de los mayores y su mundo, ensalza el valor del juego en la enseñanza, de la amistad, de la convivencia y la tolerancia. Para lograr su propósito el escritor se sirve de la ciencia ficción a la que arrebata cualquier atisbo de negrura, violencia o derrota, para demostrarnos que los grandes enigmas que el hombre se plantea frente al universo son tan importantes como una partida de canicas entre dos niños o que todo cuanto los seres humanos pensamos dejar de trascendente para la posteridad finalmente no es más que... mierda.

Para transmitirnos estas verdades grandes como puños, Rodari se sirve de imágenes directas, un lenguaje fluido y la brevedad como norma pues pocas palabras y bien dichas entretienen a la vez que enseñan a comprender cuanto nos rodea. Se ve la mano del Rodari periodista y, más aún, la del maestro y pedagogo que de la necesidad de su periódico para tener una página dominical para niños hizo la vocación de su vida. Podría hablar aquí de las influencias de la poesía popular italiana en su obra a través de los filastrocche, es decir coplas y retahílas cargadas de humor, que son la base de sus primeros cuentos; de cómo forjó su teoría sobre los relatos para niños a través de la combinación del lenguaje, de la que surge la verdadera fantasía, creando una nueva realidad de la que somos dueños nosotros, perdón, de la que son dueños los niños que la realizan. Así nos revela una de las grandes preguntas generadoras de toda literatura, sobre todo de la fantástica, "¿Y si...?". Alterando el lenguaje se altera la realidad y se da pie a la fabulación fantástica que en Rodari se muestra como un medio de desentrañar el mundo en el cual vivimos.

No quiero añadir más sobre el trasfondo ideológico y literario de Rodari porque sería ir de enterada y acabaría durmiendo al personal y eso sí sería hacerle un flaco favor al amigo Gianni: enseñar sí, aburrir jamás... que él diría.

La edición que comentamos tiene, aparte de los cuentos sobre X.99 y la cabra Renata (no me canso de repetir este nombre) un apéndice con los poemas del libro El planeta de los árboles de Navidad, que es, sin duda, el cuento largo más cercano a la ciencia ficción de todos los que Rodari escribió, incluyendo la media docena de los ya citados de X.99 y... ¡sí!, de la cabra Renata. Quizás en la inclusión de estos versos, incluidos seguramente por afinidad temática... y con la sana intención de engordar páginas, está el único error que encuentro a esta edición: despojados de su entorno original los poemas se quedan algo huérfanos de significado aunque sigan siendo hermosos e imprevisibles, algunos incluso llegando a abordar temáticas que podríamos calificar de "adultas" (¡pero que palabra más fea! Deja hasta mal sabor de boca) en piezas como "La palabra Palacio" o "¿Permiso?". Pero nos falta el contexto que nos llevaría a comprenderlos de forma justa y adecuada.

Para los interesados, resumimos en pocas palabras la obra original de la que se extraen: en el libro En el planeta... su protagonista, Marco, un niño de nueve años, viaja a un planeta extraño montado en un caballito azul de juguete que le ha regalado su abuelo. En este planeta, donde siempre es Navidad, las cosas y los seres cambian de nombre permanentemente, las personas andan en pijama, los taxis son caballos de juguete, las máquinas y los robots se encargan de las tareas y trabajos, no hay autoridad y se encuentra un bazar donde desahogan su rabia pequeños y mayores rompiéndolo todo. Es un mundo hecho a escala de los anhelos infantiles, un mundo maravilloso en el que Marco se siente feliz por un tiempo, lejos del triste mundo real, pero en el que pronto comienza a darse cuenta de que no encaja pues todo cambia sin cesar y ese ritmo de vida no es el suyo (las cosas no llegan a desarrollarse, a crecer) por lo que busca la manera de regresar. Los poemas son un reflejo de lo que ve y lo que siente Marco al estar allí y sirven de buen complemento a lo ya expuesto en los cuentos anteriores de X.99 ya que, partiendo de nuevo del principio de la ciencia ficción (del viaje como descubrimiento e iniciación), nos ofrecen de nuevo una visión del absurdo de muchas cosas humanas... adultas.

La edición de la obra que comentamos se complementa, además, con unos sorprendentes e imaginativos dibujos de BIMBO, que dan un contrapunto moderno, onírico y misterioso a todo lo narrado. El resultado final es una pequeña joyita donde un X.99 ya anciano, rememora sus asombrosos viajes para deleite e incredulidad de un periodista que simboliza la incomprensión del mundo adulto y su incapacidad para asimilar el juego y lo impensable (a mí, ya digo, me gustaría tener una cabra como Renata, que me diese leche fresca por las mañanas y que me acompañase a todas partes como una buena amiga y no la despreciaría si llegase a tener ¡leche verde! ¿Sabéis el cabrales tan rico que podría salir de eso?) No permitáis que Gianni tenga razón respecto a los mayores, no consintáis que la ilusión y la fantasía, en el amplio sentido de la palabra, se desprenda de vuestro espíritu. Como él dice, "a veces sucede que vivimos entre maravillas de las que nadie se da cuenta". Abrir los ojos y el corazón: no dejéis que pasen de largo la infancia y lo maravilloso.

P.D.: ¡¡¡¡¡Yo también quiero a Renata!!!!!

Fuente: FantasyMundo. Aportado por Graciela Lorenzo Tillard

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