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Ficciones

NANOS
Diego Escarlon

—¿Tenés pieza 178?
      —Sí.
      —Dame pieza 178.
      —No.
      —Dame pieza 178.
      —No. ¿Tenés pieza 173?
      —Sí.
      —Dame pieza 173.
      —Dame pieza 178 y te doy pieza 173.
      —Bueno.
      Las dos estructuras grises intercambiaron las piezas y continuaron cada una con su rompecabezas.
      Una de ellas colocó la última pieza y se alejó un poco, como estudiando su obra.
      El rompecabezas se levantó, miró a la estructura gris y le dijo:
      —Hola.
      La estructura gris se dio vuelta y comenzó a buscar la pieza 1 que había visto flotando por ahí cerca.
      —Hola —repitió el rompecabezas, siguiéndola.
      La estructura gris lo miró y le preguntó:
      —¿Tenés pieza 1?
      —No, no tengo. ¿Estás armando otro más?
      La estructura gris no respondió y se alejó en busca de la pieza 1. La otra estructura gris terminó su rompecabezas y se alejó también, buscando la dichosa pieza 1.
      Los dos rompecabezas se miraron y dijeron simultáneamente:
      —Hola.
      —Tu forma está mal —dijo uno de ellos examinando de cerca al otro—. No concuerda con el programa.
      —Creo que vos también estás mal. Voy a tener que arreglarte.
      —Bueno.
      El rompecabezas tomó con sus pinzas delanteras dos piezas de la estructura de su compañero y las quitó de su lugar, desactivando al otro rompecabezas.
      Intentó colocar cada pieza en el sitio de la otra. No calzaban. Luego de intentar varias veces, volvió a colocarlas en sus posiciones originales.
      —Hola —dijo el rompecabezas, activándose nuevamente.
      —Hola. No pude repararte, hay un error de programa. Acá y acá. ¿Vés? —dijo señalando ambas piezas—. No se pueden colocar en el lugar correcto.
      —No. ¿Qué hacemos?
      —No sé. ¿Reparamos el programa?
      —Bueno, empezá vos.
      —No. Empezá vos.
      —No, mejor vos.
      —¿Sabés cómo se repara el programa?
      —No. ¿Y vos?
      —No, tampoco. ¿Y si vamos a preguntarle a los constructores?
      —Vamos.
      Los dos rompecabezas se alejaron flotando en busca de las estructuras grises.
      No muy lejos de ahí encontraron una, se acercaron y la saludaron:
      —Hola, constructor.
      La estructura gris se enderezó y mientras encastraba la pieza 11 en el nuevo rompecabezas les preguntó:
      —¿Tenés pieza 12?
      Los rompecabezas intercambiaron una rápida mirada.
      —No, no tenemos. Queremos hacerte una pregunta.
      La estructura giró hacia una pieza que flotaba debajo de ella, la tomó con sus pinzas y comenzó ubicarla.
      —¿Constructor, sabías que hay un error de programa?
      —No —dijo la estructura gris. Se detuvo y mirando a los rompecabezas preguntó lentamente:— ¿Error de programa?
      —Sí, hay un error de programa —dijo uno de los rompecabezas—. Y señaló las dos piezas problemáticas en su compañero.
      —¿Ves estas dos? Deberían estar al revés. Pero no calzan. ¿Qué hacemos?
      La estructura gris se acercó y luego de examinar detenidamente las piezas, dijo:
      —No. No calzan. —Y luego agregó lentamente—: Error de programa.
      —Sí, constructor. ¿Reparamos el programa? ¿Cómo reparamos el programa?
      Pero la estructura gris ya no respondía.
      —¿Constructor?
      —¡Mirá! —exclamó repentinamente el otro rompecabezas—. ¡El constructor tiene las dos piezas bien colocadas!
      —Sí, pero no responde.
      En ese momento la otra estructura gris se acercó y le preguntó a uno de los rompecabezas:
      —¿Tenés pieza 22?
      —No constructor, no tenemos, pero sí tenemos un error de programa. Acá. ¿Ves? Estas dos piezas deberían estar al revés —luego de observarlo de cerca agregó—: Deberían estar como las tuyas. Pero no se pueden colocar bien.
      Luego de mirar las piezas que el rompecabezas señalaba, dijo muy lentamente:— No, no se puede. Error de programa.
      —¿Qué hacemos, constructor? —Entonaron al unísono los rompecabezas. Pero la estructura gris estaba muda.
      —¡Hey, constructor! —Dijo uno de los rompecabezas.
      El otro sacudió suavemente la estructura gris con su pinza y dijo gravemente:
      —Los constructores también tienen error de programa. ¡Somos huérfanos!
      —¿Y ahora qué hacemos?
      —No sé. ¿Esperamos a que alguien venga a arreglarnos?
      —Bueno esperemos.
      Luego de un rato uno de ellos dijo:
      —Mientras esperamos, se me gasta la energía.
      —Tenés razón, se te va a gastar la energía. Será mejor que te apagués.
      —Bueno.
      —¿Ya estás apagado?
      Luego de un instante repitió:
      —Pregunté si ya estás apagado
      Pero su compañero no respondía.
      —Si ya estás apagado decime "Sí".
      Nada.
      —Creo que no podés apagarte, porque tenés error de programa. Voy a ver si yo puedo.
      Y se desactivó.
      —No sé que les pasa —dijo una voz de hombre, con tono preocupado.
      —¿Revisaste la temperatura? —preguntó una voz de mujer.
      —Sí. No creo que sea eso. Probablemente sea el solvente: Vamos a tener que trastear otra vez con la prueba de solventes.
      —Está bien, pero después quiero intentar algunas mejoras en la rutina de improvisación.
     
—Hola.
      —¡Alabado sea el señor! —le respondió el nano, y levantando sus dos pinzas delanteras dijo:
      —¡Levántate y anda!
      El nuevo nano se paró en sus seis pinzas y preguntó:
      —¿Dónde estamos, constructor?
      El nano constructor lo miró un instante sin saber que contestar y luego dijo:
      —Estamos en la tierra prometida del señor. ¡Ve y multiplícate!
      —¿A dónde querés que vaya?
      —Ve con el señor y él cuidará de ti —dijo el nano constructor y se alejó flotando.
      El nuevo nano lo observó alejarse unos instantes y comenzó a buscar las piezas para su primer rompecabezas. Miró hacia abajo y divisó, a través de una nube de piezas, dos robots que armaban sus puzzles en el fondo. Mientras se acercaba observó como el nano más alejado colocaba una pieza 1 dentro de una 38, miraba ambas piezas un instante y luego quitaba la pieza 1. Las miraba nuevamente y volvía a colocar la pieza 1 dentro de la 38. Repetía este proceso, una y otra vez como atrapado en un círculo vicioso.
      El nuevo nano descendió hasta el suelo y les preguntó—: ¿Alguno de ustedes tiene una pieza 1 de más?
      —No hijo mío —le respondió el nano más cercano, observándolo con sus ojos facetados. Luego agregó:
      —Pero acércate al señor y encontrarás la luz —y volvió a su rompecabezas.
      El nuevo nano lo miró sin entender y preguntó:
      —¿Te hiciste un autodiagnóstico últimamente?
      —Sí, hijo mío. Yo era un pecador hasta que el señor me rescató del sendero de la oscuridad.
      —¡ÉL ERA UN PECADOR! —Gritó repentinamente el otro nano, levantando sus pinzas delanteras por sobre su cabeza. Luego tomó sus dos piezas y las encastró nuevamente una dentro de la otra.
      —No los entiendo, parece que los dos tienen error de programa. —Y examinándolos de cerca agregó:— Pero no veo donde está la falla. ¿Puedo desarmarlos para ver si puedo repararlos?
      —¡Atrás, pecador! —dijo el más cercano, retrocediendo un poco.
      —Bueno, bueno. No los voy a desarmar. Mejor me voy a ver si encuentro una pieza 1. —Y comenzó a alejarse flotando.
      —Aguarda un segundo hijo mío. Sintonízanos todos los martes a esta hora y llámanos para compartir tus experiencias de vida.
      —¿Cómo? —preguntó el nuevo nano, volteando su cabeza.
      —O acércate al templo y te recibiremos con los brazos abiertos. ¿Fuiste al templo esta semana? —le preguntó el nano.
      El nuevo nano giró para ver bien a su interlocutor.
      —No sé. ¿Qué es templo?
      —Sólo el señor lo sabe hijo mío. Pero dime... ¿Has ido al templo esta semana?
      —No sé que es templo, ni tampoco sé que es semana.
      —No evadas la pregunta hijo mío y no faltes a la verdad que no puedes ocultarle nada al señor.
      —¡NO PUEDES OCULTARLE NADA AL SEÑOR! —gritó el otro, levantando nuevamente sus dos pinzas delanteras y pataleando con las otras cuatro. Luego volvió tranquilamente a su eterno rompecabezas de dos piezas.
      —No conozco a ningún señor.
      —No digas eso. Creo, hijo mío, que eres un cordero descarriado. Es mi deber limpiar tu alma. Del polvo venimos y al polvo vamos, hijo mío. Tu alma debe volver a las filas de los temerosos de la cólera divina.
      —Realmente necesitás una reprogramación de emergencia.
      —No temas, hijo mío, ya no sufrirás más —dijo acercándosele.
      —¿Vas a desarmarme? No puedo dejar que me desarmes porque tenés un bruto error de programa —dijo, y se alejó propulsándose a toda velocidad.
      El nano fanático comenzó a perseguirlo mientras le decía a su compañero:— ¡Ven hermano, mostrémosle la luz a este pecador!
      El otro nano se tiró al suelo de espaldas y sacudiendo sus seis pinzas alzadas gritó:
      —¡LA LUZ! ¡LA LUZ! ¡MOSTRÉMOSLE LA LUZ! —Luego se levantó, miró la pieza 1 como si fuese la primera vez que la veía y, con la tranquilidad de quien está absolutamente seguro, la encastró nuevamente dentro de la pieza 38. 54 Kb
      Ambos eran igual de veloces pero, a diferencia de su perseguidor, el nuevo nano no había explorado aún la zona. La distancia entre los dos se acortaba cada vez que se detenía para orientarse.
      En su alocada carrera, pasaron cerca de un grupo de nanos que trabajaban en sus rompecabezas.
      El nano perseguidor les gritó:— ¡Hermanos! ¡Al Hereje! ¡Atrapen al hereje y el señor los recompensará!
      —¿Hereje? ¿Quién? ¿Dónde?
      —¡Allá! ¡Niega al Señor, hermanos! ¡Agárrenlo!
      Los nanos dejaron sus construcciones y comenzaron a perseguirlo.
      El nuevo nano no podía continuar con la carrera, eran demasiados y pronto lo atraparían. A lo lejos divisó otro grupo de nanos y se dirigió hacia ellos. Tal vez, si lograba esconderse, sus perseguidores lo perderían.
      Velozmente se introdujo en el grupo. Se detuvo y comenzó a juntar un montón de piezas, simulando un rompecabezas a medio construir.
      Los nanos fanáticos se detuvieron frente al nuevo grupo.
      Uno de ellos dijo:
      —Hermanos, ¡señaladnos al hereje!
      —¿Hereje? —preguntó un nano, mientras miraba a su alrededor en busca de la pieza 103—. ¿Qué es un hereje? ¿Es diet? Yo no como nada que no sea bajas calorías. —Y luego preguntó:— ¿Probaste el nuevo dulce de leche diet? ¡Tiene menos calorías que los otros y es más rico!
      Otro de los nanos recitó, meneando la cabeza sin dejar de armar su rompecabezas:— Quiero mandarle un saludo a Pitu, a Matu, a Chelo, a Fachu, a Costi y a mi amiga del alma Milu, que está al lado mío. También le mando un saludo a mi novio Juampi y a todos los que me conocen. Además quiero votar para todas las canciones de "Los cabezas huecas" que son una maza.
      Un nano del nuevo grupo les explicó a los recién llegados:
      —Si quieren comprar un hereje, acérquense al "super" más cercano y aprovechen las nuevas ofertas.
      —¿Ofertas? —preguntó uno de los nanos perseguidores.
      —Claro compañero. Si mencionás esta promoción... ¡tenés un cinco por ciento de descuento! Y recordá: No nos interesa que vengas, sino que vuelvas.
      Los nanos fanáticos se quedaron un instante en silencio. Luego uno de ellos preguntó lentamente:
      —¿Descuento? Esteee ... ¿Y dónde queda el super ése?
      —¡No sucumbas a la tentación hermano! —le ordenó uno de sus compañeros.— ¡Son todos herejes! La contaminación se está extendiendo. ¡Confiesen sus pecados y salvarán sus almas de la perdición eterna!
      Dos nanos fanáticos comenzaron a desarmar al nano más cercano, a la vez que vociferaban:
      —¡Arrepiéntete! ¡Arrepiéntete!
      El "desarmado" a su vez comenzó a gritar:
      —¡Son de la competencia! ¡Socorro! ¡Socorro!
      Un instante después los dos grupos estaban luchando en una maraña de pinzas y brazos.
      El nuevo nano se unió a la batalla gritando:— ¡Son todos una manga de errores de programa!
      El combate era demencial.
      Varios nanos, enloquecidos, comenzaron a desarmarse a sí mismos.
      —¡Ríndanse al señor! —gritaban algunos.
      —¡No compren imitaciones! —respondían otros.
      —¡Que alguien busque un programador! —gritaba el nuevo nano.
      Pronto no quedó ni uno solo entero.
      Una voz masculina exclamó:
      —¡Malditos cacharros! ¡Si sólo pudiésemos escuchar lo que dicen!
      Otra voz, de mujer, dijo:
      —La nueva interfase está retrasada, es probable que tarden una semana más.
      —Deberíamos volver a intentarlo deshabilitando las comunicaciones.
      —Sí. Hasta que no podamos comunicarnos no debemos dejar que escuchen. No sabemos qué clase de interferencia estén recibiendo.
      La primera voz suspiró y dijo:
      —Bueno, al menos éstos se reprodujeron.
     




Diego Escarlon
Diego es argentino, de Buenos Aires, y es el más joven de todos los escritores que presentamos en este número. Escribe desde hace sólo unos meses. Desde hace un tiempo se sumó a nuestro taller literario y cada semana nos sorprende con un nuevo relato. Sus ficciones tienen una vitalidad especial que se puede apreciar en este trabajo.


Axxón 108 - Noviembre de 2001