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F i c c i o n e s

LAS CHIMENEAS
Yoss

A Slawomir Mróczek, por su genial libro de sátiras fabuladas El elefante.

Había una vez un país grande y un país pequeño, que eran vecinos y muy diferentes...
      En el país grande gobernaba desde hacía décadas un puñado de ricos aburridos, mediante el simple y eficaz recurso de comprar los votos de un pueblo educado en el concepto de que el dinero mueve al mundo y acostumbrado a que todo tuviese un precio. Era, por supuesto, una democracia.
      En el país pequeño gobernaba desde hacía décadas un afable dictador (Gran Timonel Del Destino Nacional), elegido cada año por su pueblo en comicios donde, simple y eficazmente, era el único candidato autorizado a postularse. Era, no faltaba más, una democracia.
      El país grande, baluarte de la economía mundial, fabricaba en sus sofisticadas industrias robóticas y esterilizadas productos de todas clases y marcas, cuya alta calidad era proverbial: Automóviles, máquinas de coser, medias, condones, paracaídas, cepillos de dientes, motores cohete, armas, medicinas, juguetes, ropas, papas fritas... y tuercas de dos aristas (elemento indispensable para la más avanzada tecnología de hoy, como se sabe). Y en tales cantidades que, además de cubrir por completo su consumo interno, podía vendérselo al resto del mundo, que lo compraba todo, aunque gruñendo un poco por sus precios.
      El país grande era un país rico. Lo que, no se cansaban de repetir orgullosos sus gobernantes, se debía a lo buenos que eran ellos.
      El país pequeño fabricaba, de modo más bien artesanal e improvisado, apenas la mitad de las cosas que necesitaba. El resto debía comprarlas en el exterior, sobre todo al vecino país grande... Y a nadie más allá de las fronteras del país pequeño se le habría ocurrido comprar nada de lo producido allí, que no era precisamente famoso por su calidad.
      El país pequeño era un país pobre. Lo que de vez en cuando le causaba insomnio a su afable dictador (Guía Iluminado De Su Pueblo) que nunca se cansaba de decir que era culpa de la mala suerte y del país grande. Pero, agregaba, las cosas por fuerza cambiarían, con el tiempo y su sabia dirección...
      De hecho, el país pequeño habría sido un país miserable e insignificante a no ser por su inmensa fábrica de tuercas de dos aristas (elemento indispensable para la más avanzada tecnología de hoy, como se sabe), orgullo del país y de su líder, que había invertido el Producto Nacional Bruto de dos años enteros en construirla. La encargada de hacerlo fue (pura casualidad) una empresa del país grande. La vecindad abarataba un poco los costos.
      La enorme fábrica, declarada propiedad del pueblo, era una de las mayores del mundo. Más exactamente, era la segunda mayor del mundo, porque la primera, la mayor, propiedad de un megacorporación, estaba... en el vecino país grande. Curiosamente, casi en la frontera colindante con el país pequeño.
      Lo que no dejaba de parecerle una insufrible prepotencia, casi un insulto simbólico, al líder de dicha nación. Quizás por eso había elegido construir su propia fábrica de tuercas de dos aristas (elemento indispensable para la más avanzada tecnología de hoy, como se sabe) también casi en la frontera del poderoso vecino, frente a la fábrica de éste. Cara a cara. Lo que a los ojos de todos los países pequeños y pobres del mundo era un desafío comparable sólo al de David frente a Goliath. Al afable dictador (Inspirado Auriga De La Libertad Nacional), le gustaban tales símiles clásicos.
      Lo que no le gustaba tanto, aunque no se lo habría confesado a nadie, era que, cuando construyó SU (siempre pensaba en esa palabra con mayúsculas) fábrica, acariciaba la no muy secreta intención de humillar para siempre a su vecino, dejando pequeña la suya. De hecho, lo había logrado... pero no para siempre, sino apenas por un mes. Al cabo del cual, la misma empresa que le había construido la SUYA hizo notables ampliaciones en la del país grande, que volvió así a ser la mayor del mundo.
      Y así andaban las cosas.
      Hasta que, un día... justo cuando el afable dictador (Padre General De La Nación) conmemoraba el trigésimo aniversario de la inauguración de SU gran fábrica de tuercas de dos aristas (elemento indispensable para... etc., etc., etc.) con un breve e inspirado discurso de seis horas para una multitudinaria concurrencia de pie bajo un sol rajapiedras en el amplio patio de la fábrica, ocurrió.
      El Supremo Orador alzó la vista al público, SU público... y se quedó callado en plena diatriba. Diez segundos, veinte, un minuto... Tan inusual era tal silencio, que sus más fieles secuaces, sus más cercanos colaboradores, adaptados a tales discursos hasta el punto de ser capaces de dormir de pie bajo el sol y la perorata, despertaron de golpe, como por instinto.
      La situación era absolutamente inédita. ¡En la tribuna, el Máximo Líder... privado del habla! La furia coloreaba de púrpura su rostro de común afable. Al fin, un dedo tembloroso pero justiciero señaló la afrenta.
      La sombra. Una lista de sombra, de apenas dos metros de ancho, en la que un puñadito de astutos asistentes al acto (egoístas, enemigos del pueblo camuflados) se refugiaban del duro sol del atardecer.
      El murmullo de desaprobación del resto de los concurrentes al acto los hizo regresar al sol a toda prisa, pero ya todos habían visto sus caras. Y tal vez el fervor popular los habría linchado al instante, pero, por suerte para ellos, el dedo preclaro e inexorable del Gran Guía volvió a alzarse, señalando al verdadero culpable: la chimenea (la más alta del mundo desde la última ampliación, por cierto) de la fábrica de tuercas de dos aristas (elemento... eso mismo... etc.) del vecino país grande. Que, con la complicidad del sol, estaba en ese mismo instante protagonizando una burda y prepotente violación de las fronteras del país pequeño.
      Era insoportable, moralmente hablando.
      Esa misma noche, un equipo de agrimensores y geómetras, reunidos a toda prisa y en secreto, analizó el caso e hizo su dictamen. La situación, de rara coincidencia, podría calificarse como de ensombrecimiento mutuo. Por las mañanas, el sol, desde el este, hacía que la chimenea de la fábrica de tuercas de dos aristas (elemento ... ya se sabe) del país pequeño cayera justo sobre el patio de la fábrica similar del país grande (donde a nadie nunca le molestó tal situación, sino todo lo contrario, porque una sombra a pleno sol se agradece... casi siempre). Por las tardes, la situación se invertía... sólo que, al ser casi cincuenta metros más alta la chimenea de la fábrica del país grande, la sombra era un poco más... ¿cómo decirlo?... más extensa. En fin, que las cosas eran así y no había mucho que pudiera hacerse, dictaminaron los sabios.
      Y fueron inmediatamente enviados a sembrar henequén (por fatalistas y derrotistas), junto con los que esa misma mañana habían osado cobijarse del sol bajo aquella sombra invasora (por oportunistas y agentes de la desmoralización enemiga). Y con ellos fue también un desgraciado arquitecto que, al ver deprimido y furioso al Sumo Dirigente, se atrevió a sugerir, adulador, que SI había algo que podía hacerse (para que no lo divulgara, porque las ideas geniales en el país pequeño no podían ocurrírsele a nadie más que al afable-dictador-ya-no-tan-afable).
      Al día siguiente, en la más inspirada alocución de su genial carrera de orador (once horas, transmitida en vivo por todas las emisoras de radio y TV del país pequeño, por supuesto), el Regente De Los Destinos Nacionales se dirigió a su pueblo. Recapituló (enterita, con fechas y todo, gracias a su proverbial memoria de autista) la larga historia de abusos y atropellos del país grande sufridos por los países pequeños del mundo, y dijo BASTA en nombre de todos ellos.
      Ciertos fragmentos del discurso, como concebidos ex-profeso para ser citados, fueron reproducidos al día siguiente en todas las agencias de prensa (sobre todo las de otros países pequeños). Por ejemplo:
      "Hasta la paciencia de los pueblos tiene un límite, y ese límite es la afrenta. Cansados de bofetadas simbólicas, un día los pueblos descubren que ya no les quedan más mejillas que poner mansamente, y entonces el símbolo se vuelve contra el agresor."
      Sólo casi al final de las once horas, el Líder Más Alto reveló su genial idea. Que reivindicaría para siempre el orgullo pisoteado de todos los pequeños países. Ya que SU (pero se cuidó muy bien de no pronunciar las mayúsculas en público) modesta fábrica de tuercas de dos aristas (eso mismo de la tecnología moderna, sí...) no podía, a pesar de todo, competir con los recursos de la gran potencia vecina... la derrotarían con un símbolo. Y su pueblo y el mundo entero se enteraron de la firme decisión del afable dictador del país pequeño (y por ende de todo su pueblo) de convertir la chimenea de su fábrica en la más alta del mundo. Y su gesto, las manos tendidas hacia arriba, al infinito, y su lema en latín, EXCELSIOR, quedaron registrados para todos los periódicos y emisiones de noticias del globo, al día siguiente...
      Nadie quedó indiferente a aquel desafío públicamente lanzado. Algunos aplaudieron. Como los ecologistas, porque se sabe bien que mientras más alta es una chimenea menos contamina el aire respirable a nivel de la tierra; y los países pequeños, porque sentían ya esa superchimenea como suya. Y los fabricantes de vigas circulares de sostén y de ladrillos refractarios para chimeneas, porque ya veían engrosarse de modo notable sus cuentas bancarias.
      Otros rieron. Como toda la población nativa del país grande (no eran tantos, una vez restados todos los inmigrantes de países pequeños), por lo absurdo del reto a su poderío. No había ni que imaginarse que la megacorporación dueña de la fábrica iba a permitir que los pusiera en ridículo esa superchimenea así como así ¿no? También harían más alta la suya, por supuesto. (Y, en la Bolsa, las acciones de la megacorporación subieron varios puntos ese mismo día, para regocijo de su Junta Directiva.) Porque un símbolo es un símbolo, dijeron todos. Y rieron los psicoanalistas, añadiendo el adjetivo fálico al sustantivo anterior. Rieron e hicieron chistes los humoristas de todo el mundo del absurdo... y a algunos les costaron muy caras la risa y los chistes. Ciertos pueblos no toleran carcajadas antisimbólicas.
      El gobierno del país grande ni se molestó en decir nada.
      Los jugadores profesionales a todo lo largo y ancho del planeta hicieron sus apuestas. La prensa internacional envió divertidos e incrédulos corresponsales especiales a ambas fábricas de tuercas de dos aristas (etc.) y la carrera en vertical comenzó.
      La obra, dijeron los expertos, sería compleja, carísima y lenta. No bastaba con simplemente agregar metros y más metros de chimenea hacia arriba, de modo mecánico. Había que reforzarlo todo desde la base, o la estructura se hundiría bajo su propio peso. Muchos expresaron su escepticismo: no había mucha experiencia en levantar chimeneas tan altas, en ninguna parte del mundo.
      Pero el entusiasmo hizo milagros: en menos de dos semanas, y con sólo dos derrumbes parciales, tras un esfuerzo titánico y algunas víctimas condecoradas póstumamente como Héroes De La Patria (el trabajo a tal altura siempre ha tenido sus riesgos), echando mano a sus reservas para tiempos de guerra, el país pequeño logró que su chimenea creciera sesenta y cinco metros, hasta superar en quince la altura de la rival. Y la bautizaron Chimenea de la Dignidad.
      Luego se agotó el crédito bancario del país pequeño, los de la corporación del país grande echaron mano a sus recursos... (aunque parte de la Junta Directiva refunfuñó, al final decidieron proteger esa reciente popularidad que valorizaba sus acciones, y abrieron sus monederos) y los superaron en treinta metros. Entonces, los miembros del GPDPP (Grupo de Países en Desarrollo Productores de Petróleo), por primera y última vez en su historia, hicieron una donación desinteresada al afable dictador, y la chimenea del país pequeño recuperó los metros perdidos y se elevó otros treinta. El afable dictador volvió a repetir el gesto y retornó con su EXCELSIOR a las primeras planas de los diarios, ahora con una sonrisa de triunfo aún más grande.
      Ambas chimeneas eran ya los objetos más altos del planeta construidos por el hombre. Superaban, si bien todavía por escasos metros, a las Torres Petronas de Kuala Lumpur, a lo que habían medido las del World Trade Center en New York. Dejaban chiquito hasta el famoso Euromástil, proyecto conmemorativo del Tratado de Maästricht. Que fue momentáneamente pospuesto hasta ver el final de semejante duelo de colosos.
      El duelo de alturas continuó por meses, y en la elevación de ambas chimeneas se invirtieron recursos financieros equivalentes a los presupuestos de varios pequeños países.
      Cuando la Chimenea de la Dignidad estaba cerca del kilómetro de altura, la megacorporación dueña de su rival en el país grande calculó costos contra ganancias y anunció, con suspiros de alivio de su Junta Directiva, que se lavaba las manos a coro, que no era rentable seguir elevando su propia chimenea, y que, por tanto renunciaba a... la reacción del pueblo del país grande fue tan unánime e iracunda que a sus ya no tan aburridos gobernantes no les quedó más remedió que echar mano al Presupuesto Nacional (hubo largas discusiones en el Parlamento, pero al final primó el orgullo sobre el dinero, por una vez, para variar)... y subsidiar la extensión de la chimenea por sesenta metros más, en un esfuerzo monstruoso y con el obvio objetivo de humillar definitivamente las ínfulas simbólicas del país pequeño y su ya-casi-nunca-afable dictador. Al que nadie en el mundo le prestaría tal cantidad de dinero para gastarlo en una chimenea, según todas las reglas de la lógica económica.
      Pero en todos los continentes se abrieron suscripciones Pro Chimenea De La Dignidad. Millones de personas, desde Alaska hasta la isla Tristán Da Cunha contribuyeron, con centavos o millones. Ricos millonarios divertidos por aquella nueva clase de caridad simbólica e inútil. Obreros que se privaban del pan para tener un símbolo de redención posible. La Asociación de Lucha contra la Impotencia donó 30 millones por el potencial alegórico de la obra. Un grupo de asaltantes, tras desvalijar un banco del país grande, desviaron un avión hacia el país pequeño y entregaron todo (en realidad, fue solo casi todo) el producto de su robo al Máximo Líder, en solemne acto durante el que los hicieron ciudadanos y Héroes De La Patria.
      Pique para ampliarLa Chimenea de la Dignidad igualó los treinta metros de ventaja de su competidora, luego llegó al kilómetro (ese día fue decretada Fiesta Nacional en el país pequeño: la palabra EXCELSIOR estaba escrita en todos los muros, hubo bailables callejeros y cerveza y otras bebidas espirituosas en cantidades navegables ¡y gratis!) y lo superó en diez metros más. Costó decenas de muertos, porque a tal altura el viento y el frío empiezan a ser un problema, pero todos eran voluntarios sacrificados. Había que hacerlo... y se hizo. La Chimenea de la Dignidad se había convertido en un nuevo y rutilante símbolo patrio. Por primera vez en mucho tiempo, el pueblo del país pequeño estaba 200% de acuerdo con su afable dictador. ¡EXCELSIOR!
      Al fin, la Junta Directiva de la megacorporación del país grande se negó en redondo a elevar un solo metro más su chimenea, ni aún con más subsidios gubernamentales. Estaban al borde de la ruina. Según sus propias palabras, ya resultaba menos gasto quemar el dinero en la propia chimenea que invertirlo en seguir haciéndola crecer. Vendieron sus acciones y dimitieron, incapaces de soportar la presión popular y gubernamental (alguien dijo que era una burla a los sacros principios de la Libre Empresa).
      Y de nuevo la ira de su pueblo (por una vez interesado en algo más que en vender caro y comprar barato) no dejó a los dirigentes del país grande más remedio que expropiarle la fábrica a la megacorporación (con una jugosa indemnización, claro), con chimenea y todo, y comunicar que seguiría creciendo a toda costa... De paso, la bautizaron Chimenea de la Libertad. (Y en el país pequeño el dictador estuvo menos afable que nunca el día que lo supo, preguntándose por qué no se le había ocurrido A ÉL ese espléndido nombre para SU chimenea...)
      En el país grande, una vez que su gobierno metió baza en el asunto, éste pasó a ser considerado como de Seguridad Nacional. Se llamaron los mejores expertos (militares, como suele ocurrir), que analizaron el asunto y dieron al punto su competente opinión: ¡Sobrecarga mecánica! ¡Peligro de derrumbe inminente! No sólo ya no era rentable seguir elevando la Chimenea de la Libertad a base de más vigas de refuerzo y más ladrillo refractario, sino también muy peligroso. Prudentes cálculos de resistencia de materiales indicaban que estaba cercano el punto en que las capas inferiores de la ciclópea construcción tubular simplemente no resistirían más todo el peso que gravitaba sobre ellas, y se quebrarían. Era necesario algo más ligero.
      Se abrieron archivos militares secretos, cámaras acorazadas de otras megacorporaciones... y según un proyecto archivado años atrás, de la noche a la mañana cambió revolucionariamente el método de construcción de la chimenea del país grande. Altísimos globos tubulares y huecos, construidos de un nuevo material polimérico (muy secreto, claro) a la vez ligero y refractario (pero llenos de helio y no de hidrógeno, por si acaso) empezaron a ser colocados uno sobre otro, verticalmente. Se mantenían en su posición por contrapesos inferiores, hélices automáticas controladas por computadora... y, por si los vientos arreciaban demasiado, también fueron anclados con recios, seguros y tradicionales cables de sostén a la sólida estructura inferior de viga y ladrillo.
      En un solo día la chimenea del país grande se elevó ciento cincuenta metros. Ni el afable dictador ni la prensa del país pequeño ni de ninguno de sus simpatizantes hicieron ningún comentario.
      Pero, tres semanas más tarde, una avioneta comercial aparentemente inofensiva disparó tres misiles aire-aire contra la Chimenea de la Libertad, y sólo gracias a que los globos estaban llenos de un gas no combustible como el helio se evitó la catástrofe. Pero tuvieron que ser sustituidos cuatro tramos de veinte metros... lo que se aprovechó para hacer crecer al artefacto en cuarenta metros más, como quien no quiere la cosa pero sí la quiere.
      El piloto de la avioneta, seguida de cerca por cuatro cazas interceptores de la sofisticada Fuerza Aérea del país grande, se suicidó haciéndola estallar en pleno vuelo. Aunque cierto desconocido Ejército Ecológico de Liberación del Cielo reivindicó el ataque, el gobierno del país grande no dudó en culpar públicamente a la envidia del país pequeño y de su egocéntrico dictador.
      Los ánimos estaban caldeados y se caldearon todavía más cuando el aún-afable-pero-más-decidido-que-nunca dictador del país pequeño comunicó, una semana después y en rueda de prensa oficial, que científicos de su pueblo habían descubierto cómo fabricar el famoso polímero refractario secreto... y que a partir del día siguiente la Chimenea de la Dignidad también se elevaría mediante estructuras aerostáticas... o más bien aerodinámicas. Sí, porque en vez de pasivos globos tubulares huecos, desde ahora los nuevos tramos consistirían en una especie de esponjas, por las que circularía el humo caliente de la propia chimenea, sosteniéndolas y a la vez depurándose de toxinas. La nueva solución era mucho más ecológica... y sobre todo, mucho más económica, dado que, como en el país grande estaba la única fábrica de helio industrial del mundo, y las relaciones entre vecinos no eran precisamente afables en los últimos tiempos... De paso, para curarse en salud, el Iluminado Gobernante ya culpaba de antemano a la envidia del país grande de cualquier sabotaje que pudiera dañar a la Chimenea de la Dignidad, símbolo del orgullo irreductible de los pueblos, etc., etc... Y claro, de nuevo EXCELSIOR.
      En dos semanas las dos chimeneas estaban de nuevo al mismo nivel.
      Entonces, la prensa del país grande publicó en primera plana la noticia del arresto de dos de los técnicos implicados en su proyecto el desarrollo de las nuevas estructuras aerotásticas para chimeneas. Se trataba de un matrimonio de bioquímicos, de origen judío, que fueron acusados de vender el secreto del polímero al dictador del país pequeño y juzgados y condenados a muerte en consecuencia, a pesar del casi unánime clamor internacional por su inocencia y perdón...
      Una guardia permanente de cazas con misiles aire-aire y aire-tierra fue designada por cada país para proteger SU chimenea de cualquier ataque terrorista. A la semana siguiente, los nuevos tramos añadidos a la Chimenea de la Libertad también se sostenían con aire caliente, de modo aerodinámico, al estilo esponjoso de la chimenea rival, que efectivamente resultó ser más barato. La prensa del país pequeño y sus partidarios señalaron de inmediato el hecho, ridiculizando el inmenso poderío tecnológico y científico del país grande. Al que no le importó demasiado aquello...
      La carrera hacia arriba continuó. Al cabo de un año, la Chimenea de la Libertad rebasó la altitud del monte Everest y se convirtió en el Objeto Más Alto Del Planeta. Un mes más tarde, la Chimenea de la Dignidad la dejó atrás de nuevo, superando la cota de los diez kilómetros en vertical. En ambos países el oficio de chimeneísta, o ensamblador de aeróstatos esponjosos, se convirtió en el de mayor prestigio y remuneración, siendo también el más peligroso. No todo podían hacerlo los servomecanismos, seguía siendo imprescindible la heroica intervención humana. Se escribieron libros, se compusieron sinfonías y cantatas y se hicieron películas loando la abnegación de los chimeneístas, que morían a menudo en su arriesgada labor, aún trabajando con paracaídas, trajes de presión, suministro autónomo de oxígeno y otras mil precauciones.
      Fue apenas un incidente menor del épico duelo entre chimeneas que un día cualquiera, contrariado por un artículo (aparecido, por supuesto, en la prensa extranjera) que calificaba de patética su gesta, el por-unos-momentos-nada-afable dictador del país pequeño cerrara a cal y canto sus fronteras con el poderoso vecino ( y de paso con los demás), y expulsara a todos los corresponsales extranjeros acreditados en el país (acusados de espionaje y sabotaje, claro). A partir de ese momento el mundo sólo supo del país pequeño lo que voceros del afable dictador, Pastor De Su Nación, comunicaban a través de líneas telefónicas y transmisiones radiales y televisivas cuidadosamente controladas...
      Y las dos chimeneas siguieron creciendo. Ya sólo con sofisticados medios ópticos podía distinguirse la cúspide. Y la opinión general, sobre todo en los países pequeños, era que la Chimenea de la Dignidad dejaba cada vez más rezagada a su rival.
      Al cumplirse el segundo año de la Carrera en Vertical, como le llamaban ya todos, un informe ultrasecreto llegó a manos del gobierno del país grande. El documento, redactado con propósitos puramente técnicos, planteaba la irrentabilidad termodinámica de la Chimenea de la Libertad. La chimenea, concebida originalmente como una estructura anexa y para servir a la fábrica, se había convertido en su centro, su eje, su objetivo principal. Y en un voraz dragón mordiéndose su propia cola. Para lograr que se mantuviese en pie sin colapsar por su propio y astronómico peso, como no se trataba de una estructura estática sino aerodinámica (aunque, paradójicamente, inmóvil), debía circular constantemente por ella gas caliente. Y como, dada su inmensa longitud, el tiro de aire que establecía a nivel del suelo era comparable sólo al de un violento huracán, el consumo de combustible necesario para simplemente sostenerla ya había superado desde hacía meses no sólo el gasto necesario para la fabricación del doble de tuercas de dos aristas (elemento indispensable... ya, ya) que podría consumir el mundo entero en los próximos cien años, sino inclusive el de toda una fundición de altos hornos y hasta un programa espacial de tamaño mediano. Y si seguía creciendo al ritmo actual, en menos de dos meses tal consumo estaría por encima incluso de la disponibilidad de combustible de TODO el país grande.
      La atenta lectura de este informe por parte de un avispado asesor de Seguridad Nacional, hizo que este formulara una lógica pregunta:
      Si tanto nos cuesta A NOSOTROS mantener en pie nuestra chimenea, si tanto combustible consume ¿cómo mantienen nuestros pequeños vecinos funcionando la suya?
      ¿Qué están quemando esos locos en su chimenea?
      El Servicio de Información del país grande, que estaba entre los más eficientes del mundo (también lo estaba el del país pequeño, por cierto), fue obligado a trabajar a todo vapor. Histéricas comprobaciones en busca de evidencias de compras masivas de combustible por el país pequeño, o el descubrimiento aún mantenido en secreto de alguna fuente novedosa de energía, fueron todas negativas. De hecho, los asombrados analistas constataron que desde hacía meses, poco después de la expulsión de los corresponsales extranjeros, no llegaba ninguna noticia desde el país pequeño. Silencio total. Pero sus fronteras seguían siendo la misma barrera inexpugnable de siempre: campos minados, alambradas, reflectores y armas automáticas accionadas por ordenador.
      Había que averiguar, de algún modo, lo que estaba sucediendo. Una frenética actividad de vuelos de espionaje a alta cota volvió a desarrollarse sobre los cielos del país pequeño. Con pilotos voluntarios, en aparatos sin identificación, tomando toda clase de precauciones... por si acaso.
      En los últimos meses, tales vuelos se habían suspendido porque el país pequeño había desangrado nuevamente su ya agonizante presupuesto y comprado (a la filial de una conocida empresa fabricante de armamentos... del país grande, por supuesto) varios interceptores estratosféricos que, al menos teóricamente, podían causar algunos problemas a los aparatos de reconocimiento fotográfico de su gran vecino. De hecho, derribaron uno, cuyos restos el afable dictador presentó muy orondo en los foros internacionales, como pruebas incontestables de descarada injerencia en sus asuntos internos. Haciendo así sudar tinta a los diplomáticos del país grande...
      Pero esta vez los cazas estratosféricos del país pequeño brillaron por su ausencia. Y las fotografías tomadas por los sofisticados espías aéreos, lejos de tranquilizar a los analistas, los confundieron aún más, por tres razones.
      La primera, que ni elevándose hasta su techo máximo de altitud (un poco más de ochenta kilómetros) habían logrado los aviones distinguir siquiera el final de la Chimenea de la Dignidad.
      La segunda, que en los últimos kilómetros observados el material de ésta parecía haber cambiado, volviéndose más... heterogéneo podría ser la palabra.
      La tercera, que todo el país pequeño, visto desde el aire, aparecía desierto, plano como una mesa, sin casas, carreteras ni fábricas... ni siquiera aquella de tuercas de dos aristas (ni hay que decirlo) que antaño fuera su orgullo nacional. Ni siquiera (las cámaras de los aviones espías del país grande eran muy sensibles) se veían personas, ni animales, ni árboles. Sólo la Chimenea de la Dignidad, vertical, colosal, como el tallo de un árbol monstruosamente alto y fino, sólo ella aparecía en las fotografías y películas. Erecta, solitaria... a pesar de que, evidentemente, ningún flujo de gas caliente la sostenía.
      ¿Cómo había logrado el pequeño y pobre vecino tan tremendo crecimiento de su chimenea? ¿Qué nuevo material era aquel y de dónde había salido? ¿Cómo no se desplomaban aquellas decenas de miles de toneladas de estructuras, sin sostén aerodinámico alguno? ¿Qué había sucedido con toda su población, sus casas, hospitales, fábricas y automóviles?
      Era incomprensible. Era imposible. Parecía un milagro.
      Históricamente son los militares los que suelen encargarse de la recopilación y análisis de la información. Y no creen en milagros, por principio. En su paranoica mente, existe una igualdad entre los términos Incomprensible e Inexplicable por un lado, y Sospechoso y Amenazador por el otro.
      La teoría de que el dictador, definitivamente enloquecido, había soterrado todo su país para convertirlo en una fortaleza que sirviera de soporte a la nueva y desconocida arma de exterminio en masa que era realmente la supuesta Chimenea de la Dignidad surgió y ganó adeptos entre los militares del país grande en cuestión de horas.
      Si tal cosa era cierta, resultaba obviamente muy peligroso. Y los militares de todas las partes y tiempos tienen un modo único de reaccionar ante el peligro, o su simple sospecha...
      Esa misma noche, comenzó la Operación Deshollinador. Cuatro divisiones de tanques del país grande, con apoyo artillero y abundante infantería, cruzaron la frontera fortificada del país pequeño, dispuestos a todo por proteger a su país y al mundo de la amenaza letal de un dictador enloquecido esgrimiendo el garrote nuclear... o algo peor.
      No encontraron más resistencia que el fuego de respuesta automático de las armas robóticas, pronto acallado. Tras la frontera, el país pequeño estaba efectivamente desierto. Ni las más cuidadosas exploraciones con geófonos (una especie de sofisticado sonar subterráneo) ni frenéticas excavaciones al azar mostraron ningún indicio de masivas fortificaciones soterradas. Lo que, lejos de tranquilizar a los generales que comandaban la Operación Deshollinador, los sumió en un pánico paranoico tal, que en un plazo récord lograron que dos de los sátelites militares de observación de los que disponía el país grande (ser rico permite lujos hasta en el espionaje) fuesen desviados de inmediato para escudriñar hasta las moléculas el sospechosamente desierto territorio del país pequeño y su ciclópea y sospechosa Chimenea de la Dignidad.
      Los sofisticados medios de observación espacial confirmaron definitivamente que tampoco había NADA oculto bajo la desierta superficie del país pequeño. Y en cuanto a la chimenea... las imágenes trasmitidas resultaron tan increíbles que, a un costo inmenso, esa misma semana el gobierno del país grande envió al espacio una misión tripulada para comprobarlas in situ.
      El resultado de tal inspección determinó el desmantelamiento definitivo de la Chimenea de la Libertad y que el despoblado país pequeño pasara, de estar militarmente ocupado, a ser una provincia más del país grande, viejo sueño de sus gobernantes. Que, ante las protestas del mundo y todas sus organizaciones por tal flagrante anexión, sólo sonrieron... y ofrecieron retransmitir las imágenes captadas por sus astronautas, gratuitamente y para todo el planeta a la vez.
      Así, el mundo entero, atónito, tuvo ocasión de ver cómo, tras una casi malabarística maniobra de acoplamiento, los hombres del transbordador Nexus caminaban por los últimos kilómetros de la Chimenea de la Dignidad gracias a las suelas adhesivas de sus trajes de escafandra.
      De asombrarse, como ellos, al comprobar que los últimos tramos de la superchimenea no estaban formados por polímeros de nuevo tipo, sino por un conglomerado heterogéneo de pedazos de madera, ladrillos comunes, árboles, automóviles, que de algún modo inimaginable, burlándose de todas las leyes de la física, se mantenía en pie.
      De asombrarse y horrorizarse al descubrir que, hacia el final, ya no eran trozos de casas y muebles caóticamente ensamblados lo que formaba la chimenea, sino un amasijo de cuerpos, una urdimbre de seres humanos. Estrechamente abrazados, los músculos en tensión para lograr la máxima longitud, la máxima extensión de sus propias anatomías. Congelados en el tremendo frío del espacio, pero sonrientes, fundidos ya para siempre con SU proyecto, SU orgullo, SU chimenea.
      Y, en la cúspide de aquel tremendo e imposible obelisco a la abnegación, el sacrificio y la terquedad infinitas del pueblo del país pequeño, el último de todos, el único con los brazos libres, el afable dictador. Encabezando aún a su confiada nación, con el gesto orgulloso, las manos tendidas al infinito, como queriendo ir aún más allá. Convertido en su propia estatua para toda la eternidad, la boca como pronunciando su orgulloso EXCELSIOR, sonriendo, triunfante...




JOSÉ MIGUEL SANCHEZ GOMEZ (YOSS)

Este cuento de Yoss pertenece al libro País grande, país pequeño, que tiene en preparación. Ha publicado recientemente en España una colección de cuentos llamada Se alquila un planeta (Ediciones Equipo Sirius, colección Tau-ciencia ficción) donde se puede encontrar alguno de los cuentos publicados hace tiempo en Axxón.
Nacido en La Habana (1969). Licenciado en Ciencias Biológicas de la Universidad de La Habana (1991). Comenzó a escribir a los quince años, con su incorporación a los Talleres Literarios. Es miembro de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) desde 1994. Actualmente trabaja en varias novelas y libros de cuentos.

Ha obtenido los siguientes premios literarios:
     Premio de la revista "Juventud Técnica" de cuentos cortos de ciencia ficción, 1988.
     Premio David de ciencia ficción, 1988 con el libro de cuentos "Timshel".
     Premio Plaza de ciencia ficción, 1990.
     Premio de cuento de la revista "Revolución y Cultura", 1992 con "Las avispas no saben llorar".
     Premio de cuento "Ernest Hemingway", 1993.
     Mención en el Premio UNEAC de novela "Cirilo Villaverde", 1993 con "La cáscara de los perdedores".
     Finalista en el Premio "Casa de las Américas" de novela, 1994 con "Jugando a rumiarse el tiempo".
     Seleccionado en la segunda convocatoria del concurso Los Pinos Nuevos, 1995 con el libro de cuentos "W".
     Mención en el Premio UNEAC de cuento "Luis Felipe Rodríguez", 1995 con "Reina es la noche".
     Mención en el Premio de cuentos de la revista "La Gaceta de Cuba", 1996 con "Huéspedes".
     Premio único en el concurso «Luis Rogelio Nogueras» de Literatura de ciencia-ficción, fantástica y policíaca, 1998 con «Los Pecios y los Náufragos».

Ha publicado:
     "Los delfines no son tiburones" (cuento), La Gaceta de Cuba, 1988.
     "Timshel", Ediciones UNION, 1990.
     "Las avispas no saben llorar" (cuento), Revista Revolucióin y Cultura, 1992.
     "Rufus el suicida" (cuento) en la antología "Los últimos serán los primeros", editorial Letras Cubanas, 1994; en la antología "Fábula de Ángeles", editorial Letras Cubanas, 1994; en la revista suiza "Entwürž & Zündschrift", 1995.
     "Balsatur S.A." (cuento) en la antología italiana "Alabbra nude", Feltrinelli, 1995; en "Revista de la Universidad de Antioquía" (Colombia), 1995.
     "Reina es la noche" (cuento) en la revista italiana "MAX", 1995; en la antología italiana "La baia delle gocce notturne", BESA, 1996.
     "Despertarte, sentirte, pensar" (cuento) en la antología anterior.
     "Carne de cercanía" (cuento) en La Gaceta de Cuba, 1996; en la antología "El cuerpo inmortal", Letras Cubanas 1997.
     "W" (libro de cuentos), Letras Cubanas, 1997
     "El Encanto de Fin de Siglo" (noveleta a cuatro manos con el escritor italiano Danilo Manera) en la antología "Vedi Cuba e poi muori", Feltrinelli, 1997.
     "Los meandros de la historia", en Axxón 51.
     "Trabajadora social", en Axxón 56.
     "La maza y el hacha", en Axxón 83.
     "Destrúyenos porque nos amas", en Axxón 94.
     "El tiempo de la fe", en Axxón 97.
     "El arma", en Axxón 106.
     "El performance de la muerte", en Axxón 110.


Ilustrado por Valeria Uccelli
Axxón 113 - Abril de 2002

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