Sobre
El Gaucho de los Anillos
Por el Lic. Carlitos Menditegui
Cuando Otis fue encontrado flotando en las
aguas leonadas del Paraná, no tenía consigo nada más
que tres pesados paquetes de Nobleza Gaucha con palo.
Al abrirlos, los navegantes comprobaron estupefactos que su contenido
no estaba compuesto por hojas molidas de Ilex Paraguayensis, sino
por gruesos fajos de hojas amarilleadas por el tiempo y manchadas de humedad
(proveniente del río mismo), repletas de una escritura indescifrable.
En cuanto al palo, brillaba por su ausencia.
Estos peculiares y misteriosos manuscritos
fueron durante mucho tiempo objeto de toda clase de conjeturas, hasta
que se encomendó su examen a un equipo interdisciplinario de filólogos,
semiólogos, lingüistas y profesoras de manualidades. Sólo
tras largas deliberaciones, esta comisión reunida ad hoc,
ad honorem, ex profeso y ut supra llegó a
la conclusión (con cinco votos a favor, dos en contra, tres abstenciones
y un ausente con aviso) de que el lenguaje era un dialecto del gáuchico
antiguo (o Crestianor, como es su nombre en la misma lengua). Al
corregir los errores ortográficos y pasar en limpio, se comprobó
que los tres paquetes (denominados respectivamente a, b
y c por una moción que, para alborozo de unos y congoja
de otros, triunfó abrumadoramente sobre otra que proponía
clasificarlos como 1, 2 y 3) constituían los
tres volúmenes de un extenso y antiquísimo poema épico-costumbrista
de autor anónimo que relataba el legendario entrevero e
la sortija, que según algunos mitógrafos e historiadores
aficionados (al Fernet con cola) habría tenido lugar en tiempos
inmemoriales en la mítica Pampa Media (1).
Es verdaderamente
desafortunado que una parte de este invalorable documento se haya perdido
para siempre, pues algunos de los marineros, con esa ignorancia de las
costumbres camperas que es proverbial en los extranjeros, trituraron unas
hojas y pretendieron beberlas en infusión con una bombilla de 75
watts. Felizmente, la mayor parte aún se conserva; y es gracias
a eso que desde hace varios números Axxón ofrece
en exclusiva a sus lectores los capítulos de La comunidá
del anillo, el primer volumen de esta colosal obra que el pueblo
ha dado en llamar El Gaucho de los Anillos. Mientras los estudiosos
trabajan sobre los dos volúmenes restantes (La yunta e
torres y La güelta del patrón) y se negocian
los derechos para su edición, invitamos al lector a disfrutar (si
puede) del octavo capítulo de esta
notable gesta criolla.
(1)
Esto ha llevado al (acaso tristemente) célebre erudito danés
de ascendencia hindú Dänik Eraparauntaar (quien formó
parte del equipo de análisis de los manuscritos pese a las protestas,
piquetes y combustiones de neumáticos usados por parte de los demás
miembros) a sostener que tales documentos demuestran de manera fehaciente
la existencia de una relación entre los antiguos pueblos celtas
y las culturas mesopampeanas. Según el estudioso indonórdico,
esto constituye una prueba irrefutable a favor de su vilipendiada teoría
que sostiene que las estructuras megalíticas de las islas británicas
(entre las que incluye a Stonehenge, la Torre de Londres, el castillo
de Camelot y, por qué no, el estadio del Manchester United) habrían
sido construidas por peones rurales criados selectivamente por sus capacidades
psíquicas. Los gauchos afirma Eraparauntaar en uno
de sus libros más vendidos, Los dioses andaban en sulky
eran capturados en estado salvaje y luego transportados en ovnis de carga
que hacían escala en la Atlántida. Nótese que esto
ocurría en una fecha estimada con gran certeza entre 16.000.000
a.C. y 500 d.C., es decir, por lo menos mil trescientos años
antes de la que se da oficialmente como fecha de invención del
ovni por el ingeniero Robert Louis Stevenson.
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