La muerte talk show
por Eduardo J. Carletti
En estos días, en una de las listas en las que participo, se ha hablado mucho del
bloqueo creativo. A mí me agarra a veces con este Editorial, pero igual tengo que ponerme
a escribir sea como sea. Hoy es así, más o menos. Veremos entonces qué sale. Con Internet
delante de mí, con una conexión de 24 horas a la belleza y al horror del mundo, temas no me
deberían faltar.
Es un día especial, encima. El Papa está muy mal, y los medios se ven como esos vampiros
de emociones de las novelas, echándose encima de cada rictus del pobre hombre y atrás de cualquier
rumor mascullado en pasillos y trastiendas. Una gotita de información, por el amor de Dios, que
indique para dónde avanza la cosa. Es obvio que con 84 años, mal de Parkinson antiguo y
duradero, infecciones, debilidad, no hay que ser un vidente con ventana al futuro
para imaginar para dónde avanza la salud del Papa. Creo que todos los periodistas sueñan con ser los primeros
en decir que el Papa ha muerto. Terrible y triste trabajo.
Hoy también murió la mujer que llevaba quince años en estado vegetativo, luego de unos diez
días sin recibir alimento ni agua. En Estados Unidos están conmocionados. Los medios en
este caso se pelean por conseguir más de las patéticas imágenes que han distribuido los
padres de esta pobre entidad viva, no sé si como defensa o para atacar a alguien. No se
ofendan por cómo hablo. Creo que habría que llamarla así, si es que su cerebro ya ha muerto
hace tiempo... espero que nadie se enoje conmigo por querer hablar con precisión y más o
menos científicamente.
En ambos casos, mi deseo es que tengan paz. No les deseo ni deseé
la muerte, sino que puedan descansar en paz. No me gustaría estar postrado en una cama, con
la boca abierta simplemente porque no la puedo controlar, haciendo de atracción principal
de decenas de cadenas de noticias que facturarán millones de billetes por las imágenes.
Entre todo esto, está el dolor. Hay mucha gente que sufre y llora por
estos dramas, en cámara y en casa. Hoy mismo el gobierno de esos mismos EEUU anunció que acepta la culpa de
haberse equivocado en las razones que lo llevaron a la guerra contra Irak. Allí hubo
decenas de miles, creo que más de cien mil, que fueron llevados abruptamente a la "paz"
final de la muerte, al silencio eterno y a la nada. Digo "nada" porque por el
efecto que producen en la gente que se conecta en los medios, como a sondas sanguíneas,
a beber sensaciones, comparado con esta muerte y enfermedad de hoy, ellos parecen ser
nada.
¿Y los 300.000 del Sudeste Asiático? Meros números en la mente de la
gente.
Es que hay que ser norteamericano para que una nación entera se mueva
atrás de tus derechos.
Pobre mundo.
Sí, es un Editorial horrible. No me lo digan.
Eduardo J. Carletti, 1 de abril de 2005
ecarletti@axxon.com.ar