La
yunta e torres
Capítulo 11
¡Naides diga que no hay ent
que al peligro lo confronte!
Viendo ya en el horizonte
tremendo merenjenal,
la asamblea forestal
se juntó en el medio ’el monte.
A los dos gurises hobbits
los llevó el palo borracho
con los timbos y lapachos
que se habían juntao allí,
algarrobos y quebrachos
y hasta algún petiribí.
De a poquito iban viniendo
chancleteando las raíces,
unos verdes, otros grises
y hasta algunos coloraos;
parecía que habían llegao
hasta dende otros países.
Dentró una botella e’ caña
a recorrer el consejo,
y como él era el más viejo
dentró el Barba a hablar primero:
“Mojensé antes el garguero,
más los que vienen de lejos.”
“Les viá contar una historia
que las barbas desarraiga.
Ninguno se me distraiga
y escuchen mi relación,
que ésta es una situación
de las más fuleras que haiga.”
“Nos la está haciendo julera
el vecino Sarumán.
Siguro no negarán
que les cae tan gauchito,
como le cae al pollito
la sombra del gavilán.”
“Por acá de vez en cuando
sabe andar de vagabundo,
viendo a los orcos inmundos
que a todo el monte lo asedian.
Dice que la Pampa Media
va a ser el granero ’el mundo.”
“Andan sus fieros compinches
a hacha limpia todo el día.
Vieran con qué alevosía
tiran árboles abajo
pa’ hacer poste e’ telebrajo
y durmientes pa’ las vías.”
“Ni a su madre respetaba
si la tuviera el matón,
y le contesta zumbón
a todo el que le contrarie
que él trae civilización
pa’ acabar con la barbarie.”
“¡Me lo va a decir a mí,
que los chañares me espanta!”,
se metió uno que de plantas
tenía varias tropillas.
“Ni plantines ni semillas
deja en paz. ¡Ya no se aguanta!”
“Don Palo”, dijo el Pipino,
“¿hace falta estar tres horas?
Porque con tanta demora
vamo’ a llegar atrasaos.”
Dijo el Palo: “¡Qué apuraos
son los jóvenes de ahora!”
“Ricuerde, amigo, que naides
el sol en el cielo apura,
ni espera fruta madura
antes que sea la estación.
También estas cosas son
de las que duran y duran.”
“Mejor se sientan, que va
pa’ largo esta conferencia.
Ansí que tengan pacencia,
que pa’ ponernos de acuerdo
no es que los ents seamos lerdos,
es que pensamo’ a concencia.”
Y se armó la discusión:
que si el precio e’ la madera,
que si adentro, que si ajuera
y que si la mar en coche.
Cuatro días con sus noches
charlaron de esa manera.
Los pobres hobbits miraban
aburridos todo el drama.
Como no tenían cama
el chúcaro Ramaviva
les emprestaba sus ramas
pa’ que durmieran arriba.
Y al final jue a pasar
que al clarear una mañana,
los despertó una jarana
de gritos y pisotones:
marchaban los gigantones
cantando alegres con ganas.
Les prieguntaron los hobbits:
“¿Qué pasó? ¿Pa’ dónde van?”
Les contestó un arrayán
poniendo una voz tremenda:
“¡Vamo’ a lo del Sarumán
pa’ que de una vez aprienda!”
Se diban haciendo eses
por el camino marcao,
yendoselés para un lao
y para el otro los troncos
y entonando un canto ronco,
bastante envalentonaos.
Y es que en tiempos de entrevero
el ánimo nunca suebra:
pa’ dir a buscarle la hebra
a aquel brujo tan lagaña
se bajaron varias cañas
y unos frascos de giñebra.
Usando iban de tambores
a sus propios troncos huecos,
y resonaban los ecos
marchando rumbo a Isengar;
ya se le iban a acabar
al mago sus embelecos. |