Pereza mental
por Sergio Gaut vel Hartman (firma invitada)
Tras leer "La imaginación al poder - Visiones de la ficción que el siglo XXI hace realidad", un artículo aparecido en el diario Clarín de Buenos Aires el domingo 27 de noviembre de 2005, firmado por el periodista Andrés Hax, me pregunté cuándo llegará
el día que para escribir un artículo en el que el tema sea la ciencia ficción y su influencia en la sociedad, se llame a alguien que entienda cabalmente en qué consiste este fenómeno literario luego mediático que no gana premios Nobel, ni Pulitzer
o Cervantes, y que sin embargo se ha instalado en las mentes y los corazones, a partir de la humana inquietud por anticipar el futuro y los cambios que experimentan las personas y el planeta Tierra que las soporta.
El lector atento dirá: ¿qué hay de malo en que un artículo periodístico investigue las coincidencias que existen entre lo que imaginaron los escritores de ficciones y lo que se ha verificado en la realidad? ¿De malo? Nada. Sólo que considerar a la ciencia
ficción una literatura predictiva y hacer depender su valor de los mayores o menores aciertos en ese plano es, por lo menos, torpe.
Es tradicional que sobre ciencia ficción escriba cualquiera, entienda o no de qué va la cosa, habida cuenta de que la escasa categoría que se le asigna al género permite afrontar un análisis munido de dos o tres obras clásicas y un puñado de lugares comunes.
Pero sería un serio error partir del concepto básico de que el propósito de la ciencia ficción es cartografiar el futuro, aunque cualquier obra seria del género, con un poco de buena voluntad, podría servir para prefigurar los hechos por venir.
Isaac Asimov, por ejemplo, hizo mucho más que inventar las Tres Leyes de la Robótica, ya que en El Sol desnudo imagina no solo Internet, sino las consecuencias del aislamiento producido por la innecesidad del contacto físico. Eso, desde mi perspectiva,
es infinitamente más "jugado" que cualquier suposición sobre robótica. Hay robots en la ficción desde mucho antes que Asimov escribiera Yo robot y las preocupaciones por la creciente industrialización y automatización aparecen en cientos de cuentos
y novelas desde comienzos del siglo XX, en la mayoría de los casos como simple elemento en tramas más ricas y complejas y desde perspectivas más originales. Y si es por citar podría citar cientos de configuraciones análogas.
Despegándome un poco del artículo de marras, y para dejar la línea que me lleva a una posición defensiva y hasta peligrosamente próxima a un rol de víctima que no me cuadra ni le cabe al género, diré que a los que cultivamos la ciencia ficción y todas
sus variantes estamos interesados en demostrar que hasta la más modesta obra del género opera para que los lectores perciban las transformaciones que directa o indirectamente producen los cambios científicos y tecnológicos. No obstante, también son válidas
formas menos estructuradas. La ficción, en tanto dimensión autónoma, y en especial la especulación y la conjetura, le proponen a la mente y a los sentidos una serie de caminos alternativos cuyo objetivo no es "adivinar" el futuro, y tal vez ni siquiera
atisbarlo o intuirlo, sino jugar con las posibilidades y acomodarse a ellas desde la imaginación. Es ese juego, y no el acierto, lo que hace a la ciencia ficción una literatura poderosa.
El amplio espectro de las ficciones que es posible visualizar en cualquier número de Axxón, se multiplica cuando a eso le adicionamos los trabajos, en muchos casos imperfectos o fallidos, que llegan a los talleres o son ofrecidos a la revista. En este
caso, esos textos que no son aptos para la publicación inmediata (no antes de ser profundamente reescritos, en todo caso) ofrecen pruebas fehacientes de que existe un sorprendente conjunto de temas y posibilidades que merecen ser explorados. Axxón se ha
hecho cargo de las pulsiones de los escritores y no sólo ha multiplicado el número de cuentos que se publican, sino que además genera estímulos en todos los frentes, proponiendo temas y bajando enfoques que no dejen asunto sin tocar.
Tal vez nos tornemos irritables cuando Philip Roth "descubre" la ucronía en La conjura contra América o Kazuo Ishiguro "toca" (tratando de no contaminarse) la clonación en Nunca me abandones. Pero preferimos la irritación a las lágrimas y
la queja. Nos fastidian los periodistas que hablan de ciencia ficción sin haberla leído (¿ya lo había dicho?) y nos ponen de mal humor los que ignoran, por pura pereza mental, todo lo que se está escribiendo en nuestro idioma y que no sepan que en un año,
este año, el 2005 cuyo último mes empezamos a transitar, se publicaron (publicarán) 270 cuentos en Axxón. Pereza mental y algo de rotunda mala leche. En alguna época, cuando yo era un niño, los periodistas salían a desenterrar noticias y escarbaban la
tierra con los dedos y buscaban debajo de las piedras. Ahora no se toman la molestia de investigar un poco antes de opinar sobre determinado tema.
Las cosas son como son, insisto. No propongo lágrimas ni quejas. Pido, eso sí, una actitud militante: todos los que hacemos Axxón, desde el director hasta el autor del cuento más breve, merecemos ser tenidos en cuenta como albañiles de un proyecto de gran
edificio. Y si sonamos así, un poco desafinados, debe ser porque nos está cambiando la voz.
Sergio Gaut vel Hartman, 1o de diciembre de 2005
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