La
yunta e torres
Capítulo 15
Los dos hobbits, desconfiaos,
la jeta frunciendo estaban.
A dentrar no se animaban
pues confianza tenían poca
a aquel aujero en la roca
que el Golum les enseñaba.
Les vendía el coso el camino:
“Y sí, es un poquito estshecho,
peyo es mete’se y deyecho.
¡Yápido! Antes que llueva
metansé lo’ dó en la cueva,
que a lo meno’ tienen techo.”
Y por más que ese lugar
jedía como basura,
empezaron la andadura
sin saber que era la casa
de la fiera Larañaza
la cueva húmeda y oscura.
¡A eso los trajo nomás
la víbora traicionera!
Quería que se los comiera
esa bestia siempre hambrienta
pa’ que el anillo él pudiera
encontrar en la osamenta.
Se embuchaba al que quisiera
por su guarida cruzar,
y en ver los hobbits pasar,
la criatura tan grotesca
se relamió: “¡Carne fresca!”
y ahí los dentró a aguaitar.
Avanzaban sin saber
que les andaban detrás
el Frodo y el Samsagaz
por la oscuridá olorosa;
toparon con una cosa
y no pudieron dir más.
Más lo querían cruzar,
más salían rebotando.
Era pegajoso y blando,
como pelusa mojada.
“A saber qué estoy tocando,
porque acá no se ve nada.”
Le dijo el Sam ricordando:
“¿Qué se hizo ’el frasco aquél?
Ése que ’ña Galadriel
le dio con lú del lucero.”
“¡Es verdá!”, y del sombrero
sacó nomás el pichel.
Dentró a iluminar la estrella,
primero un poco haragana;
después le agarraron ganas
y adentro del cuchitril
brilló entonces Earendil,
el lucero e’ la mañana.
Y vieron a aquella lú
más juerte que muchas velas
que había que andar con cautela
porque había una maraña;
parecía una de esas telas
que entretejen las arañas.
“¡Mirá vos que porquería
nos viene a cortar el paso!
Rempujar no tiene caso”,
dijo aguantandoló al asco.
“Tenemeló vos al frasco
que viá pasá a machetazos.”
Se calzó bien el chambergo,
peló la Dardo e’ la funda,
y en tres tajadas profundas
no quedaban más que tiras.
Dijo el Sam: “Qué cosa imunda
allá aquella que nos mira.”
“Debe ser”, la miró el Frodo,
“la araña que hizo esta seda.
Vamo’ a ver si allá se queda.”
Y salieron del aujero
más rápido que ligero
levantando polvareda.
Se agitó enseguida el peón,
le dio un ataque de tos,
y en un hilito de voz
le gritaba: “¡Esperemé!”,
y ahí vido que entre los dos
salía el bicho e’ una paré.
Quiso avisarle al patrón
pero quedó seco y mudo
de ver que el bicho peludo
y jediondo e’ tanta roña
jue a clavarle su ponzoña
al Frodo, que juir no pudo.
¡Qué espetáculo horroroso
esa araña tan tremenda!
Diba tejiendo unas vendas
con que al Frodo lo fajó
pa’ endijpué llevarseló
pa’dentro de su vivienda.
“¡Cosa julera! ¡No vas
a comerte a mi patrón!”,
rugió ahí nomás el peón;
jue a levantarla a la Dardo
que había quedao en los cardos
y se lanzó como un lión.
Nunca había Larañaza
visto semejante enojo:
perdió una pata y un ojo
y le dentró a salir pus,
y le quemaba esa luz
lo mesmo que fierro al rojo.
Se le tiró encima al hobbit
pensando: “¡Que no se diga
que a esta araña la castiga
un petiso miserable!”,
pero el Sam le enterró el sable
en el cuero e’ la barriga.
En sentir hundirse la hoja
saltó pa’trás dolorida,
y a la final, malherida
en la panza y el orgullo,
se arrastró en el pedregullo
y se metió en su guarida. |