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Historia de la Ciencia Ficción Uruguaya |
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Introducción En esta nueva entrega de la cf uruguaya, siguiendo el orden cronológico que nos hemos trazado, recordaremos dos novelas: El hombre artificial (1910), de Horacio Quiroga; y El Planeta Arreit (1976), de Horacio Terra Arocena. Los lectores pueden buscar la primera entrega aquí. Deseo agradecer públicamente a mi querido amigo Enrique Abelenda, quien se ha tomado el trabajo de escanear, restaurar y "limpiar" todas las imágenes que acompañan esta historia. En la primera entrega olvidé mencionarlo, y quiero subsanar ahora este error imperdonable. Les recuerdo también que la novela de Quiroga que hoy nos ocupa está disponible en el número 163 de la revista Axxón. El hombre artificial Horacio Quiroga. Novela corta de 50 páginas incluida en Cuentos, que comprende además El mono que asesinaba, El devorador de hombres, Las fieras cómplices, y Gentes que viajan, Biblioteca Rodó tomo X, Claudio y García & Cía. Editores, Montevideo, 1943. También disponible en Horacio Quiroga - Novelas cortas tomo I (1908-1910), prólogo de Noé Jitrik, notas de Jorge Ruffinelli, incluye también Las fieras cómplices y El mono que asesinó, Arca, Montevideo, 1967. Otra edición de interés: El hombre artificial - El mono que asesinó, Valdemar Ediciones, colección Tiempo Cero, España, 1989. El hombre artificial fue publicado originalmente en el semanario Caras y Caretas, números 588 a 593, Buenos Aires, 8 de enero a 12 de febrero de 1910 en seis entregas, y con el seudónimo de S. Fragoso Lima. ![]() Las fieras cómplices, El mono que asesinó, El hombre artificial, El devorador de hombres, El remate del imperio romano, y Una cacería humana en África, se publicaron como folletines entre 1908 y 1913, los cinco primeros en Caras y Caretas y el último en Fray Mocho. Para Horacio Quiroga no fueron más que una forman de ganar algún dinero y se refirió escasamente a ellos en su correspondencia. Según los estudiosos, se vio fuertemente influenciado por el auge que la literatura fantástica cobró en 1906 con Las fuerzas extrañas de Leopoldo Lugones, que fue su amigo y mentor. En el caso de El hombre artificial, estuvo además influenciado por Holmberg, y desde otro punto de vista, por el positivismo. Tres científicos unen sus talentos para crear un ser humano; las explicaciones "científicas" hablan de "electrólisis", "disecciones" y "reactivos". En el capítulo I asistimos a la creación de una rata. Los capítulos II, III, IV y V están destinados a las biografías de los personajes: Donisoff, Sivel y Ortiz. Nicolás Ivanovich Donisoff es un príncipe ruso. Como sus padres murieron cuando era niño, quedó bajo la tutela del príncipe Dolgorouky. Cuando ya es un joven éste le previene de los peligros que le puede traer aparejados leer a Kropotkine y frecuentar los cafés donde se reúnen los estudiantes contrarios al régimen. Desoyendo estos consejos, Donisoff deja la nobleza para unirse a los revolucionarios. Más tarde, por sus convicciones políticas se ve obligado a condenar a quien fuera su tutor, pese a que nunca dejó de quererlo. Luego sus estudios lo llevan a convertirse en director de un instituto de bacteriología en Europa.
Stefano Marco Sivel es Italiano, proveniente una familia pobrísima. En virtud de los reiterados e inhumanos castigos que le proporciona su padre, decide abandonar su casa siendo un niño. Por su constancia en el trabajo y el estudio se transforma en celebridad en medicina. En un determinado momento, su novia, a quien ama muchísimo, le dice que si él se somete a una transfusión de sangre para salvar a una desconocida, ella lo va a dejar. Sivel, conforme a su vocación de médico, da su sangre para salvar a la enferma y pierde a su novia, sin contar otros traumas aún más terribles que se desencadenan a partir de esta acción. Ricardo Ortiz es porteño; nace en el seno de una familia de cuantiosa fortuna. Estudia en Búffalo, se recibe de ingeniero eléctrico y regresa a Buenos Aires. Se siente particularmente atraído por las pilas eléctricas. Esta afición lo llevara a enemistarse con su padre, a resultas de lo cual abandona su hogar. Después que su progenitor muere, él renuncia a la herencia familiar. Como se puede apreciar, tenemos tres hombres con muchas cosas en común. Todos realizan importantes sacrificios en sus vidas, hacen caso omiso de las advertencias de sus mayores o allegados, superan obstáculos y desgracias, y por sus propios medios consiguen elevarse en un plano profesional, y lo que es más importante, de prestigio social. Esta serie de elementos ayudan a elaborar el perfil trágico de los mismos. He reseñado brevemente las biografías de los personajes precisamente para resaltar este punto, y terminar de una vez por todas con algunos comentarios peyorativos y apresurados que se han deslizado sobre esta obra, en el sentido de que se acumulan datos sólo para cubrir las entregas del folletín. Muy por el contrario, las biografías de los personajes prefiguran lo que va acontecer cuando se aboquen a la empresa más grande de sus vidas. El capítulo VI los encuentra reunidos en Buenos Aires, aquí deciden "Hacer un ser organizado". Luego de "tres años menos doce días", mediante la manipulación de los elementos constitutivos de la célula logran crear una rata artificial. Este hecho tiene lugar el 23 de agosto de 1909. Podría parecer trivial que el autor dé esta fecha, o que apunte que faltaban doce días para completar tres años de investigación. Lo importante no es la fecha en sí misma sino que se nos la señale con tanta precisión. Hace esto para darle credibilidad a lo narrado, de la misma manera que se esfuerza en aportar conceptos científicos, por más que puedan parecernos equivocados. En el capítulo VII regresamos al principio. Considerando "la gran analogía de la sangre humana con la de la rata" emprenden la labor de "hacer" un hombre. La rata muere en el capítulo VIII cuando sus huesos se disuelven envenenando la sangre. Luego de superar este inconveniente con una nueva fórmula del tejido óseo, crean un ser humano adulto: "Biógeno", esto es: "engendro vida". ![]() En los capítulos IX, X y XI , Donissoff trae un "hombre pobremente vestido, muy flaco y de semblante amarillento" y lo tortura arrancándole con un alicate una a una todas las uñas de las manos. La idea es que este desgraciado logre transmitirle su dolor —multiplicado— a Biógeno, para que pueda provocar en su sistema nervioso "una sensibilidad que sólo los años darían". Desafortunadamente, la sensibilidad transmitida resulta excesiva, hasta el punto de que el menor estímulo —como tocar un simple objeto— le provoca un dolor inenarrable. Por el contrario, el hombre torturado termina por perder toda capacidad de sentir. Para que Biógeno logre llegar a un punto de equilibrio, Donissoff se ofrece para recibir el "exceso de carga". Pero este nuevo experimento también falla y ambos mueren. Si bien los tres científicos son responsables de los experimentos, el protagonista fundamental es Donissoff, quien comanda las acciones, dirige los tiempos y soluciona los problemas que se le plantean. Paralelamente, es él quien encarna la figura del héroe trágico. Este príncipe ruso que se enfrenta a los propios zares, es descripto por el narrador como un hombre rubio, de cabello ondeado, con la "belleza sombría de un arcángel rebelde", orgulloso, animado por un voluntad inquebrantable, y finalmente :"un sabio en la más honda expresión de la palabra". Ni bien se comprueba que la rata comienza a respirar, Donissoff trepa a la mesa mas próxima y baila en ella "la más desordenada danza de los mundos posibles e imposibles". Esta acción, que podría parecer tan trivial, está sin embargo cargada de sentido. El "desorden" de ese baile es equivalente a un festejo pagano. No olvidemos que este personaje, en definitiva, retoma la tradición de aquellos que por su orgullo, por querer acceder a un conocimiento "excesivo", recibieron el castigo de fuerzas superiores: Adán, Prometeo, Fausto, y más recientemente Frankenstein, entre otros. El propio narrador califica a los tres "asociados" como "los tres magos a quienes trescientos años antes la Inquisición hubiera quemado". (Según se cuenta en el Génesis, los hombres iniciaron la construcción de la llamada Torre de Babel y Dios los castigó por su soberbia, confundiendo sus lenguas para que nunca la pudiesen terminar. Miles de años después, tres científicos, un ruso, un argentino y un italiano, descubrieron que era posible aprender la lengua del vecino y todos juntos crearon un ser humano. No hay vuelta: el hombre es porfiado). Donissoff es la síntesis y la superación de los otros dos científicos, por eso es él quien ostenta el mayor orgullo y recibe el consiguiente castigo. A grandes rasgos se puede afirmar que no hay ingenuidad, ni desprolijidad, ni falta de previsión en Quiroga, muy por el contrario. La estructura está ajustada a las necesidades de la historia, y además contribuye a mantener el interés del lector. El orden cronológico —que exigiría empezar por las biografías— es alterado para poner en su lugar un episodio de interés, como lo es sin duda la creación de la rata artificial. Y cuando después del flashback de las biografías se retoma el hilo temporal, se lo hace con mucho tino y hasta diría que no sin cierta sutileza. Los dos extremos del flashback, cuando se lo abre y se lo cierra, están pautados por un acto sólo en apariencia inocente: tomar una taza de té. La razón está en que "el arcángel rebelde", después de tantas fatigas, siente "una sed horrible". Esta sed física es la representación de una "sed" espiritual mucho más profunda: el ansia desmesurada del héroe trágico de trascender los límites humanos. Comprensible, por lo tanto, es que incluso después de torturar a Biógeno, Donissoff siga teniendo sed. Porque la misma reside en su propia naturaleza. Hay además otro hecho, que contribuye a reforzar lo irremediable y fatalista del carácter del príncipe ruso. Cuando ninguno de lo científicos logra encontrar una solución a la fórmula del tejido óseo, es Donissoff quién parece hallar la respuesta a las tres de la mañana, cuando se suponía que debía estar durmiendo para reponerse de las fatigas del día. El ruso se había acostado con la intensión de dormir, pero no pudo hacerlo, su cabeza —como si fuese algo independiente de su voluntad— siguió trabajando en el problema. Es como si existiese una voluntad mayor que la suya propia, algo, en definitiva, que nace de un destino trágico. Tragedia, que como vimos, está marcada por su biografía, por su carácter, por las decisiones que toma y los consejos que desoye de sus compañeros. Si algún reparo podemos hacer es a nivel del lenguaje, ya que el estilo de Quiroga todavía no ha alcanzado su mejor momento, a veces repite alguna palabra innecesariamente, o se muestra demasiado pródigo en los adjetivos y signos de exclamación, y le imprime al relato un tono pomposo cuando no excesivamente patético. Pero a pesar de estas contras, que los lectores actuales pueden sobrellevar con una sonrisa, hay que reconocer que la nouvelle se lee con mucha fluidez y hasta con interés. Incluso, el tono folletinesco, lejos de desagradar, le aporta indudablemente un sabor muy especial. El hombre artificial no dejó huella. Pero, para ser justos con Quiroga, debemos reconocer que fue un pionero en el Río de la Plata, y con algunos de sus relatos más logrados, caso de A la deriva, El almohadón de plumas, El hijo, etc., y particularmente con su famoso Decálogo del perfecto cuentista, influenció el estilo de una gran parte de los escritores latinoamericanos, incluidos entre ellos a muchos de CF.
El planeta Arreit
Se inscribe claramente dentro de la CF utópica. Comienza cuando tres científicos terrestres (un inglés, un francés y un uruguayo) descubren por accidente un planeta con "un recorrido orbital que se confunde con el de la Tierra, pero situado al lado opuesto, con respecto al Sol". Este cuerpo celeste no es otro que "Arreit" (Tierra al revés) que servirá para mostrarle a los terrestres cómo debería funcionar su propio planeta si estuviese bien gobernado. De hecho, Arreit ya ha vivido las penurias de nuestro mundo y las ha superado. Casi toda la novela sigue la estructura de los diálogos platónicos: un discípulo que pregunta (los visitantes terrestres), un maestro que contesta (los líderes arreitianos). De esa manera se intenta, mediante el convencimiento que gana al visitante, convencer al lector de las razones esgrimidas. En este entorno se dan cita los elementos comunes a ambas obras, tales como pequeños discursos, símiles, alegorías, etc. Algunos de los temas que se tocan: Luego de vivir un año en Arreit, los tres científicos regresan a la Tierra para contar las "maravillas" de ese mundo. Ejem, sin comentarios... Horacio Terra Arocena nació en Montevideo el 6 de Mayo de 1894. Fue arquitecto, profesor de Filosofía y Cultura Moral. Codirector del Diario CatólicoEl Bien Público, director de la revista Tribuna Católica, Diputado y Senador por el partido Unión Cívica. Escribió Integración en el tiempo, obra premiada oficialmente en la categoría "Ensayos Estéticos y Literarios" (1967-68). Recibió varios títulos honoríficos: Caballero de la Orden de San Gregorio Magno, Miembro Académico de la Facultad de Arquitectura de Valparaíso (Chile), y Socio honorario de la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires. Ilustrado por Enrique Abelenda y Valeria Uccelli |