TIEMPO DE PRUEBAS

Tony Thorne

Inglaterra

Werner Hoffman era un hombrecito inquieto de mediana edad, sin mucho cabello pero siempre prolijamente vestido, y muy orgulloso de su reputación en el pueblo como científico aficionado. Le encantaba pasar el tiempo jugando con artefactos electrónicos y fue la primera persona en desarrollar un campo de fuerza funcional. Lo construyó en su modesto garaje, donde tantas buenas ideas son llevadas a cabo. Modificó una computadora laptop ordinaria abriéndola y agregando algunos componentes propios. Luego no pudo volver a cerrarla, pero eso no le preocupó para nada. La primera vez que la encendió y presionó la combinación correcta de teclas, ¡funcionó! Bueno, al menos en parte. Sus manos fueron rechazadas del teclado mientras la computadora misma se tornaba en una bola de cristal verdosa y brillante. Escudriñando dentro de ella podía apenas distinguir la máquina suspendida en el centro, adonde se había elevado. Oscilaba levemente, y el efecto óptico la hacía parecer más pequeña que antes. La contempló con admiración, caminando a su alrededor, hasta que se topó con un problema inesperado. No podía ver ningún modo de meterse en ella para apagarla. Eventualmente, dejó de intentarlo ese día y decidió esperar a que la batería se agotara, pero por alguna razón esto nunca sucedió.

Werner experimentó con ella, sin embargo, por unos días, explorando sus propiedades externas. Podía levantarla y moverla con facilidad. Parecía pesar lo mismo que antes, pero si la presionaba con una vara de metal puntiaguda sólo penetraba una pequeña fracción, sin importar cuán fuerte presionara. Naturalmente, debía apoyarla sobre algo mientras lo hacía. Cuando probó dejarla caer, nada pareció cambiar y nunca rebotó.

Eventualmente la colocó en su jardín, sobre el césped, como una decoración. Sus vecinos la admiraban mucho, especialmente el modo en que refractaba todos los colores del arco iris si accidentalmente la rociaba con agua mientras regaba el jardín. Todos querían saber dónde la había obtenido. No lo reveló. Sabía que si les decía que la había hecho él mismo en su garaje, todos querrían al menos una; y se afligirían cuando tuviera que decirles cuánto les costaría. Las laptops son algo caras. Algunos de los vecinos estaban molestos por su actitud, en especial los dos más cercanos, pero su interés pronto se desvaneció, o al menos eso le pareció.

El segundo prototipo estuvo listo unas semanas después. Esta vez, Werner uso una máquina normal de escritorio. Era mucho más barata, por ser de segunda mano, y era más fácil agregar algunos refinamientos extra tras quitar la tapa. Incrementó la longitud de los cables del monitor y del teclado. Además, como resguardo, le agregó un interruptor radio-controlado, con el receptor conectado a la fuente de alimentación dentro del gabinete. Cuando finalmente estuvo lista, cubriendo toda su mesa de trabajo, conectó la energía y se sentó al teclado. Tecleó la combinación correcta para cargar el programa y entonces presionó Enter. Inmediatamente hubo un destello detrás del gabinete y la pantalla se puso en blanco. Sin embargo, aparentemente no fue un desastre, porque una esfera verde, brillante y mucho más grande apareció donde había estado la unidad. Se levantó y caminó en torno a ella, observándola con satisfacción, hasta que regresó al teclado y presionó la combinación para cerrar el programa. Nada ocurrió. Tiró del cable del teclado y se quedó con él en la mano. El extremo se había reducido a nada. Lo mismo ocurrió con el cable del monitor, cuando tiró de él con mucho cuidado.

Decidió que el resto de los cables cortados dentro de la esfera habían quedado cortocircuitados. La única esperanza era desconectar la fuente de alimentación, pero no era muy optimista al respecto. Podía ver ese cable aún activo adentro del campo globular, del otro lado de la esfera. Así que dio la vuelta a la mesa y sacó el enchufe del tomacorriente en la pared. Nada ocurrió, como él, siempre pesimista, había esperado, y cuando tiró del cable de alimentación, como era natural, éste volvió a quedar suelto en su mano. Mirándolo con pesar, Werner vio que el extremo se había reducido a casi nada, aunque había una pequeña bola de metal fundido en ese punto.

Temiendo lo peor, intentó con el interruptor a radio control, pero eso tampoco funcionó. Se sintió muy frustrado y tuvo que aceptar que a pesar de que no había energía entrando a la computadora, la cosa seguía funcionando. Si se observaba bien, podía divisar la máquina suspendida en el centro de la esfera, pero no tan claramente como podía ver la laptop. Luego de unos días, como necesitaba la habitación, la sacó al jardín y la cubrió con una gran manta. Su vecino más cercano estaba mirando por una ventana de las escaleras en ese preciso momento.

Paso los días siguientes chequeando y repasando sus apuntes, pensando el asunto en profundidad. Al final se rindió y aceptó que había sólo una forma de averiguar qué era lo que estaba sucediendo y así poder apagar todas las cosas. Sería necesario construir un modelo mucho más grande y meterse dentro de él. Y tendría que ser lo suficientemente grande como para evitar que alguna parte de sí mismo se redujera a nada.

Le llevó la mayor parte de sus ahorros y varias semanas terminar. Construyó la máquina generadora en torno a una silla de oficina metálica, contando con tres computadoras de segunda mano conectadas juntas. Sus cálculos indicaban que debía generar un campo de fuerza esférico de tres, posiblemente hasta cuatro, metros de diámetro, dándole espacio para incluir algunas herramientas posiblemente útiles y otros ítems.

Finalmente, unas semanas después, todo estaba listo. Werner se sentó en la silla y chequeó sus notas nuevamente. Todo parecía estar en orden, así que inspiró profundamente y presionó el botón de encendido. Entonces esperó, y esperó, un momento aprensivo. Pronto se disgustó y decidió que nada había ocurrido, o parecía que nada había ocurrido. Sintiéndose frustrado, decidió levantarse de la silla y comprobar todo una vez más, pero descubrió que no podía moverse. Intentó levantar su brazo, pero era demasiado pesado. Ni siquiera un dedo podía mover. Intentó mirar alrededor, pero eso tampoco le fue posible.

Entonces notó un efecto neblinoso justo delante de él. Era como si sus ojos estuvieran desenfocándose. Sólo podía quedarse sentado y observar. Más tarde, Werner pudo ver que la neblina se tornaba ligeramente verdosa.

Mucho tiempo después, cuando aún era capaz de pensar, comenzó a darse cuenta de lo que ocurría. Cuando activó la máquina, el tiempo dentro de ella debió haber disminuido su velocidad. En un gran rapto de inspiración, se dio cuenta de que era por ello que sus experimentos originales siguieron funcionando, en apariencia sin utilizar energía. El tiempo se había detenido dentro de las esferas, una vez que se habían formado. A su criterio de entonces, las esferas se habían formado de inmediato. El tiempo real que había transcurrido entre el encendido y la formación, debió haber sido mucho menos de un microsegundo. Pero dentro de las esferas tuvo que haber sido infinitamente largo…


A la mañana siguiente, la chica de la limpieza fue al garaje a buscar su trapo y su balde. Se quedó atónita al descubrir que la puerta estaba trabada y ligeramente hinchada hacia afuera, al igual que la pared alrededor de ella. Parecía también haber un pequeño resquicio en torno a las paredes, justo en la base. Corrió hacia la casa, tomó el teléfono y llamó al servicio de emergencias.

Luego, cuando los bomberos forzaron la puerta, se vieron confrontados con una superficie vidriosa impenetrable, de color verde oscuro. No podían ver nada detrás de ella, y no pudieron cortarla. Cuando ubicaron una escalera y subieron al techo, lo encontraron combado hacia arriba. Cuando lo cortaron se volvieron a encontrar con la misma dura superficie verde.

Eventualmente los militares se hicieron cargo y desmantelaron el garaje después de colocar una gran carpa alrededor de él. Previamente, dos de los vecinos se habían apropiado en secreto del producto de los primeros experimentos, para adornar sus jardines. El nuevo propietario del más pequeño lo puso en el medio de su piscina. A su pez dorado le gustaba y a menudo era posible verlo contemplándolo, aparentemente fascinado. El más grande tenía el tamaño justo para servir de base a un jardín de piedras; quedaba cubierto por completo.

De tanto en tanto, científicos brillantes llegaban para estudiar el fenómeno, aún dentro de la carpa, y utilizaban toda clase de aparatos de investigación antes de sacudir sus cabezas con incredulidad e irse. Eventualmente las tres esferas fueron puestas en una bóveda de seguridad militar especialmente construida para contenerlas. Semanas, luego meses, luego años se sucedieron, y de tanto en tanto los experimentos se reanudaban, pero ninguno de ellos jamás dio como resultado que alguien encontrara algún modo de penetrar en ninguna de las esferas.


Ilustración: Fraga

Muchos millones de años terrestres después, la tripulación de la enorme nave espacial de una avanzada civilización biomecánica, estaba explorando una estrella gigante roja en la galaxia vecina. Al borde de ella, se cruzaron con las ruinas de un planeta destruido, y juntaron grandes trozos de él para analizarlos. En uno de ellos encontraron tres esferas verdes y vidriosas de diferentes tamaños. Muy excitados, abandonaron su misión y, mucho más rápido que la luz, volvieron a su planeta, donde entregaron a sus mejores científicos los misteriosos especimenes para su análisis.

Transcurrió algún tiempo más, pero desgraciadamente, en especial para Werner Hoffman, que todavía estaba consciente dentro de la mayor de las tres esferas, tampoco pudieron abrirlas.


Título original: Testing time
Traducción: Miguel Canel


Tony Thorne es inglés, nacido y educado en Londres. En algún momento se desempeñó como diseñador de aviones y disertante ocasional para la Sociedad Interplanetaria Británica. Luego de vivir un tiempo en Suiza se mudó a Austria, aunque suele escaparse de las temperaturas invernales y cuando puede vive en Tenerife. Ha escrito informes técnicos de su especialidad para varias publicaciones y dictado conferencias. Sin embargo, su afición principal ha sido siempre escribir ciencia ficción, humor y poesía.


Axxón 172 - abril de 2007
Cuento de autor europeo (Cuentos: Fantástico: Ciencia Ficción: Campos de fuerza: Inglaterra: Inglés)