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LA LLANURA DE LAS FICCIONESLIBRO PRIMERO
Norberto Rubén Dias de Sá |
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“La llanura de las ficciones” puede interpretarse como un libro fantástico, de raíces mitológicas, en el que las aves son mensajeros, los vientos se forman en un espacio físico definido y hay árboles parlanchines. Puede leerse también como una obra histórica porque, en definitiva, mezcla hechos de la fantasía con otros verídicos, como fue la supresión del mundo aborigen a manos del ejército nacional. Algunos podrían catalogarlo de reivindicativo de los derechos de las razas originarias, como una crítica a la Conquista del Desierto, y aún como una manera de mostrar el desorden interior en que estuvo sumergido el país durante buena parte del siglo XIX.
Quizá solamente la primera apreciación es cierta. Pero más allá de las lecturas, una cosa puedo asegurar: en sustancia, “La llanura de las ficciones” no evoca un tiempo pasado, sino una recurrente inclinación nacional hacia la ficción. Y esto es lo cierto. Esto es lo que subyace. Y la historia contemporánea, y aún las cosas cotidianas (que me rodean, en medio de las cuales he crecido y que inexorablemente dejaron su impronta en mi), nos recrean esa inclinación.
Si cosas habituales están salpicadas de ficciones, podríamos decir que lo quimérico lo encontraremos también grabado en nuestra psiquis, para repetirlo otras tantas veces, ya para imaginar ciudades fantásticas (como la Ciudad de los Césares), ya para imaginar revoluciones, un futuro de grandeza, falsificar la historia de la nación o crear nuevos estados de la existencia. Sobre la tergiversación de nuestro pasado nos habló José María Rosa al referirse a la Argentina de 1880: “...la preocupación primera de los hombres de Caseros, aún antes de la constitución a copiar y los extranjeros para poblar, fue la falsificación del pasado: dotar a los argentinos de una historia “arreglada” (la palabra es de Alberdi), de “mentiras a designio” (la frase es de Sarmiento)...”[1]. El ejemplo más acabado de esta inclinación es el período previo al Proceso de Reorganización Nacional (1973-1983) y durante éste, cuando la ficción alcanzó, como nunca antes, un desolador apogeo. En aquellos días, para explicar la situación de los miles de secuestrados recurrimos al término “desaparecido”, un nuevo y ficto estadio de la existencia entre los ya convencionales de vida o muerte; treinta mil seres humanos se nos escurrieron frente a nuestros ojos sin que nos diéramos cuenta; dimos crédito a las apariencias y hasta imaginamos una victoria militar sobre una potencia de primer orden cuando era la derrota la que nos sobrevolaba.
Pero quizá la característica más descollante de la obra (si una tiene) es que evoca el derrumbe de todos los mundos, los colapsos individuales, quizá porque yo mismo he sufrido caídas parecidas, íntimas. Por sobre todas las cosas está signada por la voluntad permanente de lucha de sus protagonistas. La pelea que no cesa aunque se mire a la derrota, cara a cara; la contienda cotidiana que vislumbra una esperanza en el fondo de las cosas; la reyerta diaria que interpreta que cada nuevo sol es una oportunidad antes que una tribulación. En definitiva, el credo inveterado de que aún cuando pensemos felonamente que el universo nos ha excluido de la repartición de beneficios, la felicidad nos aguarda en una parte del camino.
Diciembre de 2006
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[1] Rosa, José María. Historia Argentina, Tomo 8, Buenos Aires, Editorial Oriente S. A., 1974. [↑volver]
Axxón 173 - mayo de 2007
Novela de autor argentino (Novelas: Ficción Especulativa: Fantasía Histórica: Mitología: Aborígenes: Patagonia: Argentina: Argentino).