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CUENTA REGRESIVA (I)Varios Autores |
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Una Harley en el hombro, y un leprechaun en el otro. Eran mis primeros tatuajes con tecnología marciana. Usaban una tinta especial, cuyo resultado era fabuloso. Colores increíbles, vividez, relieve...
Hoy al ducharme noté que el leprechaun montaba la moto en actitud desafiante, derrapando por mi pecho enjabonado.
Reclamé, sorprendido.
—No devuelve dinero pero detiene motor —dijo el marciano, divertido.
Lo increíble: El rabí carpintero de Galilea ha vuelto a las andadas con peligrosas palabras de amor y justicia en pleno Manhattan. Decenas de agentes con anteojos negros y audífonos lo suben a un C-130 y los Marines lo confinan en un bunker subterráneo de Colorado. Ante la prensa el Presidente aclara:
—Es que posee instrumentos de instrucción masiva….
Apostaron al caos. Eran idealistas, poetas casi. Les tomó algunos años hacer que el aleteo de una mariposa en Hong Kong pudiera desatar una tormenta en Nueva York. Dos alas tenía la mariposa, dos partículas apareadas, ubicadas en las antípodas del planeta. Una tormenta: la bomba que arrasaría medio continente ni bien provocaran el inocuo cambio de spin.
Era un planeta habitable. Analizaron la atmósfera, observaron el exterior con cámaras, enviaron un robot a traer muestras del piso. Cuando bajaron de la nave vieron como unos espantosos bichos desmantelaban la hermética burbuja que habían montado alrededor de la nave.
Murieron rápidamente respirando amoníaco y comprimidos por la presión, mientras los bichos curvaban sus horrendas bocas.
—¿Los propietarios de los derechos de las obras de Kafka fueron mantenidos en secreto hasta hoy?
—Tengo documentos de prueba. ¡No tragué polvo en centenares de notarías por nada! Incluso vi el testamento secreto.
—¿Pero qué hace esa fundación con el dinero?
—Ecologismo, creo. Combatir el uso del DDT, malatión y cualquier insecticida exitoso.
Necesitaba de unas palabras para acabar el cuento. Fui al mercado. ¡El gobierno debería meter mano en esto! ¡Todo carísimo! Sustantivos, adjetivos… ¡un robo! ¿Y los verbos? Pasados, presentes, en fin, pero ¡los futuros!
—Sabe, los futuros están muy inciertos —se justificó, profesional, el vendedor—. ¿Se lo envuelvo?
—No, gracias, es para escribir ya.
Los Xxrrjpss, la raza más belicosa de todo el universo conocido, sufrieron el primer fracaso de su larga trayectoria como conquistadores en su intento de apoderarse de la Tierra.
Y es que con cruceros de cinco centímetros de longitud, por muy bien armados que estuvieran, les resultó materialmente imposible derrotar a los gigantescos nativos.
Al visitar el Museo de Historia Natural se topó con las heces fosilizadas de un dinosaurio. Decidió que no le gustaban museos, sólo mostraban porquerías sin vida. Resolvió construir una máquina en el tiempo. Al visitar el Jurásico, acabó devorado por un Tiranosaurio Rex. Hoy, está expuesto en el Museo de Historia Natural.
Afirmó en secreto que Platón era mucho mejor filósofo que Confucio, pero la noticia se difundió por todo el mundo y llegaron millones de chinos furiosos que le frotaron todo el cuerpo con filosos ideogramas. Al morir ya se sabía las Analectas de memoria, pero cuando llegó al Bardo no recordaba nada.
Fue el primero en casarse con una máquina. Legalmente. Por amor y gratitud, superó rechazos, burla y discriminación. Inamovible, defendió sus derechos, hasta que logró la aceptación anhelada. Tranquilo, aceptó al fin que el doctor lo desconectara de quien ahora sería la primera viuda mecánica en la historia de la Tierra.
Fue un gran almirante, un marino excepcional, pero su capacidad de comprensión era limitada.
—¿No capta la idea de lo que es una ucronía?
Colón movió la cabeza. No, no entendía.
Entonces lo degollé. Siguió sin entender, pero por lo menos los libros dirán que yo descubrí el Nuevo Mundo.
—Algunos humanos son como las ratas, pero ninguna rata haría lo que hace un hombre —dijo la rata.
—Es insultante tal comparación, te arrancaré la lengua —exclamó Atlas, y dejando sin apoyo al techo del mundo, extendió las manos hasta el minúsculo roedor.
Mientras ambos morían, la rata sonrió.
El aviso en la cartelera rezaba: “Se busca muchacha con cama adentro para quehaceres domésticos”. Por entonces yo estaba muy necesitado de dinero. Admito que la sutura en el pecho de mi amada no quedó muy prolija, pero las sábanas no se ensuciaron, y el sueldo era suculento.
¿Por qué todos los cuentos cortísimos tratan sobre el comienzo o el final del universo? Este cuento será la excepción que ponga a prueba la regla y quedará demostrado que tanto uno como otro son naderías al lado de la historia de un perrito blanco llamado Fantasía.
Hizo oídos sordos a los consejos de parientes y amigos y se fue nomás a Sevilla. A su regreso les demostró que ellos estaban equivocados y que él tenía toda la razón: su silla seguía allí.
Eso sí, los demás muebles y la casa habían desaparecido.
Tres cavernícolas encuentran tres objetos traídos del futuro: una porción de pizza, una laptop y una muñeca inflable. Uno se empacha, el otro se idiotiza y el tercero da el siguiente paso en la evolución de la raza humana. El interrogante es quién tomó qué.
Apenas si soy un clon de mí misma. Mi clon, o yo misma, aseguramos ser de mejor factura que el otro. Me pregunto quién es el que interroga sobre una cuestión que, después de todo, no tiene ninguna importancia. Ni él, ni yo existimos.
Cuando huía, tropezó repentinamente. Ella sabía que no debía de gritar pero no pudo contenerse y cuando lo hizo sus dientes salieron despedidos. Se levantó inmediatamente con la boca sangrando e inició a correr nuevamente, tomando en cuenta que no debía de gritar.
El hombre se arrojó sobre mi cuchillo una y otra vez, incapaz de detenerse, estremeciéndose cada vez que el acero lo penetraba, hasta que no pudo más.
La hoja, agotada, satisfecha, goteó sangre en el pavimento.
Por alguna causa nadie quiere creerme.
—¡Ugh! —dijo él, cuando estuvieron a solas.
—¡Oh! ¡Eres tan simpático! —dijo ella, encantada, y rió.
—¿Ugh? —el orco ladeó la cabeza. No le gustaba nada que se rieran de él.
Sacó su hacha y le partió la cabeza al medio.
El dragón recién nacido abrió los ojos, y empujado por su madre saltó del nido, montaña abajo. Sus alas de mariposa no respondieron y se estrelló en el primer peñasco, donde su padre aguardaba, libando de una pequeña margarita silvestre.
El monstruo escarbó entre sus dientes. Siempre me pasa lo mismo, tendré que comer otra cosa, pensó, mientras con una uña extraía los restos del cuerpo del profesor Rasmussen, que se habían atascado entre un premolar y un molar
Vuela la criatura como pez en el agua. Bate sus alas. La guía la gracia de su propio movimiento. Emite un chillido y se lanza a las nubes. Plumas translúcidas caen a tierra. ¿Quién se atreverá a seguirla?
La culpa de toda esa sangre y muerte la tuvo Caperucita, que no pudo dejar de entrometerse en la casa de la abuela que lo único que deseaba era pasar en cama su mensual ataque de licantropía.
Fue el día que la vi en camisón y pantuflas que decidí lo del divorcio. Aún hoy no puedo creer cómo algo que parecía tan sublime, tan perfecto, tan ideal, podía llegar a ser tan humano.
Lo que estoy tratando de explicarle, es que los humanos no podemos volar. Si "usted", me "empuja", desde "acá", yo... ¡Pum! ¿Me entiende? Un asco, un enchastre. Y encima yo me muero. ¿Me entiende? ¿No?
—¿Existen las hadas?
—No
—¿Entonces…?
—Sólo en tu imaginación.
La niña lloró.
—¿La magia? —balbuceó sin esperanza.
—Tampoco.
El rostro angelical en el espejo se esfumó. La niña supo que no iba a regresar.
El androide recogió un puñado de arena del Planeta. Parecía que quisiera olerla. Observó la nave, a sus compañeros de prospección. No avisarían a la Tierra. Traían lo necesario. Era el anhelado comienzo.
Corrí, como un estúpido viento, cuando sólo quería ser espíritu. Desesperado, arrasé todo a mi paso. Lloré, hasta que descubrí que no era uno, sino miles de espíritus arrancados por mi expansión.
El viejo Eolo se sentó al borde de la estrella a conversar con la oscuridad. Tan triste se sentía que no pudo reprimir la lágrima que acabó apagando el sol, ffffssss.
Me recuperaba del accidente que me dejó amnésico. Era un día soleado. Afuera, el gran cañón resplandecía en tonos rojizos. Abrí la puerta estanca… Entonces recordé que estábamos en Marte.
A Omelino Bermúdez
El ermitaño escuchó, tras largos años de búsqueda, la voz omnipotente; mas, al transcurrir unos segundos, optó por cerrar los ojos, por hacerse el sordo, por retomar su displicencia.
No tardó mucho en darse cuenta de que el robot era más humano que su dueño. Pensándolo mejor, el aparato sería mejor presidente. Al menos sería más justo.
“…Nada”, respondió el vigía. El capitán respiró aliviado, y fue lo último que hizo antes de que la Nada disolviera los cuerpos, las cosas… el tiempo mismo.
Resolvió reencarnar en un robot. Hoy llora en silencio, perfectamente operativo. Desconectado, espera por un comprador dentro de una caja, en un depósito lleno de polvo.
Cuando despertó se encontró convertido en un monstruoso insecto. El problema era cómo iba a lidiar ahora con los copyright de los herederos de Kafka.
El aire ha dejado de silbar. Los océanos se han evaporado. Los volcanes cubren el horizonte. Espero que los próximos sean mejores que nosotros.
Es verdad que creía que, de ti, sólo me gustaban tus ojos. Pero me confundía. No son para tanto vistos en un tarro.
—¿Eres tú, abuelo? —dijo la niña a la oscuridad.
—No, pero puedo saludarlo de tu parte —dijo la muerte bajo la cama.
Cuando vio que Zutano escribía sobre una pared la frase FULANO ASESINO, Fulano, indignado, se lanzó contra Zutano y lo estranguló.
Adoro tu mirada glacial, tu piel pálida, tus rizos nevados... es una pena que la policía haya venido para descongelarte.
Disculpe, en este momento no puedo detener el bombardeo, el Sistema está ocupado tratando de cerrar la otra guerra.
Deseando probar nuevas experiencias, el extraterrestre se quitó la escafandra y murió asfixiado en la atmósfera de CO2.
El cuento de ciencia ficción absorbía mi tiempo y mis pensamientos... Al final, terminé siendo un personaje.
Sonó un chispazo y sobre el fondo oscuro del universo se pudo leer: fallo del sistema.
El señor TicTac supo detener el tiempo. Eso sí, jamás supo ponerlo nuevamente en marcha.
—Doctor, al fin conseguí esos transistores que necesitaba
—Demasiado tarde, ya no tiene pulso.
Nadie ha podido escribir jamás un cuento de trece palabras; trae mala suerte.
Descubrimos vida. Pluricelular, base de carbono. Movilidad limitada. Buenísima a la parrilla.
¡Arrejúntense!, dijo K'inich a sus pedazos esparcidos... y reencarnó bien vivo.
—Felicidades, madre —dijo Norman.
—Gracias, hijo —respondió Norman, y sonrió.
…se encontró a sí mismo y no se gustó.
—Bienvenido a 2415 después de Usted, mi Señor.
Descubrimos una ciudad sumergida. Es Nueva York.
—¡Mozo! ¡Este humano está absolutamente crudo!
Alquilo Bigbang, todo a estrenar.
—Disque 3467 y espere.
—Houston... Estamos descendiendo.
"No molestar"
¡Grrrmmmmmmahhhhh!
Cuando recibimos el cuento de Frank Roger, a Sergio se le ocurrió armar esta Cuenta Regresiva,
que primero iba a ser más corta y al final se extendió un poco.
Si cada una de estas ficciones durara un segundo, contaríamos con este último minuto de la cuenta.
Minuto que, seguramente, no será el único.
Axxón 174 - junio de 2007
Cuentos de autores de todo el mundo (Cuentos: Minicuentos : Microcuentos : Ficción Especulativa : Fantasía :
Terror : Ciencia-Ficción : Internacional).