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Por Silvia Angiola |
Outlander
Comentario por:
Ramiro Sanchiz
Dirección:
Howard McCain
País:
EEUU, Alemania
Año: 2008
Duración: 115 minutos
Género
Fantasía, Ciencia-ficción, aventura, acción
Intérpretes
James Caviezel, Sophia Myles, Jack Huston, John Hurt, Ron Perlman
Guión
Dirk Blackman, Howard McCain
Producción
Chris Roberts, Barrie M. Osborne, Dirk Blackman, Don Carmody
Estreno en cine:
-
Se ha dicho que la historia de la literatura incluye un número reducido de historias, enmascaradas en cientos o miles de variaciones. La historia detrás del rey Arturo, de Ginebra y Lancelot, por ejemplo, o también la del hombre y su sombra o doble (cuyas versiones más prestigiosas podrían ser Jekyll y Hyde y El retrato de Dorian Gray) son seguramente parte de este conjunto básico. Otra es la del combate del hombre con el dragón, que aparece en todas las mitologías y literaturas, encarnándose de un modo especialmente memorable en el poema épico germánico medieval Beowulf. La trama básica aquí podría resumirse como "extranjero libera a pueblo de la amenaza de un monstruo y luego un dragón", y la misma idea, con la variación de que el guerrero trae al monstruo al pueblo, aparece en la película Outlander, estrenada en USA el año pasado y dirigida por Howard McCain, con las actuaciones de James Caviezel, Sophia Miles, John Hurt y Ron Perlman.
Rellenando un poco la estructura básica, la película cuenta la historia de Kainan, un extraterrestre cuya nave se estrella en la Tierra en la Edad Media, concretamente en la Noruega de los vikingos, llevando un moorwen, monstruo alienígena (diseñado por Patrick Tatopoulos) que se salva del accidente y comienza a destruir aldeas y devorar todo lo que se cruza a su paso. Kainan (Caviezel), único sobreviviente de la tripulación de la nave, entra en contacto con la cultura local y, tras una serie de peripecias que incluyen una suerte de rito de iniciación, gana la amistad de la princesa (Miles), el rey (Hurt) y un joven guerrero aspirante al trono (Jack Huston), y se une a ellos en la difícil tarea de eliminar la amenaza del moorwen (que, nos enteramos, mató a su esposa e hijo), para lo cual deberá refundir parte del metal de la nave dando forma a una nueva espada e introducirse en la caverna subterránea en la que el moorwen ha construido su morada.
Aquí saltan a la vista varios temas míticos o clásicos: la espada reforjada (eco de la Anduril de El señor de los anillos), las pruebas que debe pasar un extranjero para ser aceptado, la unión fraternal que surge entre dos desconocidos, el descenso al infierno y el combate contra la bestia irracional, asesina y monstruosa, por mencionar sólo algunos de los más evidentes.
Es sabido que, como dice el Eclesiastés, no hay nada nuevo bajo el sol, principio del que se han servido en abundancia la literatura y el pensamiento posmodernos, atendiendo a las nociones de combinación de elementos, de yuxtaposición y reconstrucción de lugares comunes con la posibilidad de elaborar con ellos un lenguaje (al modo de Tarantino en los años noventa, por ejemplo), buscando combinaciones interesantes o sugerentes, que abran nuevas posibilidades de lectura a los mismos temas esenciales. Outlander, claramente, bebe del Beowulf (de hecho, el mismo equipo produjo una versión cinematográfica de poema épico titulada Beowulf & Grendel, que aún no he visto) y de Tolkien. El personaje de la princesa Freya (su nombre remite a una diosa germánica) está derivado de un modo muy evidente de la Eowyn de El señor de los anillos; de hecho, para mayor claridad en las referencias, uno de los guerreros vikingos se llama Boromir. ¿Qué es lo interesante, entonces, de una película que bebe de tantas fuentes míticas y literarias? Ante todo, la premisa básica, un alien suelto en el mundo vikingo, es sugerente; segundo, la película abunda en detalles que no son geniales en sí mismos pero que van creando un contexto interesante no desmerecido por los elementos más visibles de la narrativa (que corresponde, en líneas generales, a una "simple" peli de acción). De hecho, es el tipo de producción en la que para abrirse camino y llegar a buen puerto hay que vencer cierto prejuicio en uso contra este tipo de historias, en las que abundan los diálogos mecánicos y los personajes apenas trabajados desde el lugar común... elementos que son parte, no es posible negarlo, de Outlander, pero que, viéndolos con buena intención, podrían entenderse como una marca de género, como un elemento más del lenguaje cinematográfico del que se sirven este tipo de historias que mezclan acción, ciencia-ficción, heroísmo y épica. O también, si de "salvar" la película se tratase, podría decirse que, colocando lo peor que tiene en un platillo y lo mejor en otro, la balanza se inclinaría hacia el lado "bueno". Lo que sigue intentará justificar esta afirmación.
Es muy destacable el aspecto visual, para empezar, tanto el monstruo creado por Tatopoulos como la reconstrucción de época y las imágenes del mundo de Kainan, muy bien dosificadas a lo largo de la película. Otra característica a tener en cuenta es el sabio uso de elementos de la ciencia-ficción clásica. El personaje de Kainan, por ejemplo, tiene aspecto humano y aprende perfectamente (gracias a un truco bastante a lo Matrix) la lengua de los vikingos, así como también se muestra capaz de asimilar la cultura local y darse cuenta de que la mejor manera que tiene de traducir "monstruo alienígena" es "dragón", presentándose a sí mismo como un cazador que viene de unas "islas remotas del Norte". ¿Cómo justificar esto de un modo coherente que no peque de ingenuo? Apelando a un viejo truco ciencia-ficcionero: la "humanidad" se ha dispersado por la Galaxia colonizando diversos mundos, algunos planetas "sembrados" perdieron el contacto con la fuente de la expansión, siendo nuestra Tierra uno de ellos. Esto es despachado en un parpadeo: no hace falta más, porque está claro que el filme, más allá de la acción y las espadas y la violencia, se dirige también a un público capaz de decodificar las referencias y disfrutar de la historia a otro nivel.
Cuando Kainan se ve en el aprieto de relatar su historia en términos comprensibles para la cultura vikinga aparece uno de los puntos fuertes de la película. "Traduciendo" a un lenguaje al alcance de Freya, el humano-extraterrestre-cazador de dragones cuenta la historia de su pueblo, que, en su afán expansionista, quiso asimilar un nuevo planeta (isla), habitado por una especie nativa (dragones) que debieron ser exterminados con armas atómicas (fuego). Lo más significativo de esta escena es la yuxtaposición de la narración "medievalizada" de Kainan para Freya con imágenes del exterminio de los moorwens, a quienes empezamos a ver con empatía, como lo lograra aquel corto de Animatrix ("The new reinassance") con las terribles máquinas de la película original.
Otro acierto es la presentación gradual del monstruo, al que no terminamos de ver enteramente y con claridad sino hasta pasada la mitad de la cinta. Este truco fue usado con gran efectividad en Cloverfield, película que mucha gente detestó pero que, pese a algún defecto ineludible que otro, me pareció tremendamente efectiva. En sus últimos momentos el monstruo es enteramente visible, bajo la luz del día, y adquiere de alguna manera rasgos la expresión en la mirada, básicamente que lo antropomorfizan. Esta última "defensa del monstruo" no es diferente a la del Borges de La casa de Asterión o la del Cortázar de Los reyes. Incluso el Gollum de Tolkien fue claramente presentado bajo esta óptica en las películas de Peter Jackson. En cuanto al diseño de la criatura, las referencias a los dragones de la mitología así como a otros monstruos como la Quimera sumados al deseo de crear un alien plausible y adecuado para las necesidades de la trama (en este sentido Tatopoulos suele ser más que confiable) generan una de las criaturas más atractivas presentadas en los últimos años.
En balance, Outlander es una película interesante y disfrutable, con un buen número de elementos que pueden ser apreciados especialmente por adeptos a la ciencia-ficción y la fantasía heroica. Nadie dirá que el final no es bastante predecible, pero eso es sólo importante para el tipo de lectura que privilegia la trama ante todo lo demás, sacrificando atmósferas, referencias, contextos, ritmos, imagen y estética. Quien mire esta película desde esa perspectiva pensará que se trata de la clásica historia de acción y aventuras hecha en Hollywood; una mirada más desprejuiciada y atenta revelará una de las historias de ciencia-ficción más sugerentes del año.
Por Ramiro Sanchiz