ARGENTINA |
Si uno mira la provincia de Buenos Aires (Argentina) con un poco de imaginación, es probable que la encuentre parecida a una P grande, panzona y de pata corta. En la parte inferior de la panza de esta P, casi a la mitad y prácticamente mirando al sur (con una leve inclinación hacia el Este) se encuentra un pequeño balneario llamado Claromecó.
El año pasado, cuando fuimos por primera vez, quedamos fascinados con la enorme y profusa vegetación de su Estación Forestal «Gerardo Paolucci», a la que nosotros llamamos, simple y cariñosamente, «el bosque». Fue lo primero que conocimos del lugar y posiblemente una de las cosas que más nos cautivó. Allí todo olía a pinos y eucaliptus, las aves llenaban todo con sus cantos y sus vuelos y las liebres cruzaban los caminos internos a las corridas, furtivamente. Todo era bosque. Recorrimos buena parte, primero caminando con mi esposa y mi hijo menor, y luego, los dos varones y en bicicleta, pedaleamos duro sobre las dunas que lentamente, con el paso de los años, se van transformando en tierra fértil. Así pasamos varios días, entre bosque y playa, y mi cámara volvió llena de naturaleza.
Una fortuita combinación de sequía, fuertes vientos y mala suerte hicieron que este último 6 de enero un fuego voraz avanzara por casi toda la estación forestal. Yo seguí las incidencias del incendio como pude, temiendo lo peor y ansiando comprobar, con mis propios sentidos, la magnitud del desastre.
Estoy escribiendo esto a una semana de recorrer en bosque nuevamente, luego del incendio, y lo primero que recuerdo hoy, ya otra vez en Buenos Aires, es el persistente olor del pino quemado, los troncos retorcidos de acacias y pinos, los piñones negros, desperdigados de a montones sobre la ceniza y la arena. Y el color del paisaje, que de verde pasó a grises y ocres: el poco verde que queda en lo alto, en esa zona alcanzada por el fuego, no es más que una sombra de vida, pues las altas copas de algunos árboles, aún verdes, van enterándose poco a poco de su desgraciado final, secándose de abajo hacia arriba. El enorme contraste entre la parte que pudo salvarse y la otra, mucho más extensa y que prácticamente fue barrida por el fuego en apenas tres horas, hizo que nos diéramos cabal cuenta de la magnitud del desastre: un ecosistema que tardó más de sesenta años en formarse fue gravemente herido, aunque quiero creer que no de muerte: de a poco los pájaros están volviendo, y bajo el fuerte sol de febrero y gracias a las pocas gotas de lluvia que cayeron, algunos brotes de hierbas nuevas van rompiendo el triste y ceniciento gris y mezclándose con el viejo pasto seco y quemado. Así, en ese contraste de colores, en la intensidad de sus negros y ocres, en lo retorcido de algunas ramas y troncos, la naturaleza nos regaló su belleza, aún en la agonía.
Cuando volvía en el micro, con las imágenes y sensaciones frescas en mí, pensé en Axxón. Y también la imaginé como un bosque. Un enorme bosque pleno de las más variadas especies, con ejemplares únicos, irrepetibles, donde las raíces vigorosas de sus enlaces entretejen una vasta red de temas, tendencias, autores. Ese bosque, siempre recorrido por bestias extrañas, tiene frondas generosas, algunas añejas y al parecer lejanas, y otros espacios con vegetación algo más raleada, pues al nutrirse de la creación de los autores a veces debe soportar tiempos de sequía.
¿Habrá alguna vez algún incendio que lo consuma? ¿Hasta dónde llegan sus profundas raíces? ¿Adónde habrán ido a parar aquellas semillas que escaparon de sus límites? ¿Y aquellos seres que emigraron? ¿Cuánto habrán crecido los árboles que desde la profundidad del tiempo extienden sus ramas hacia el sol?
Esta enorme entidad que crece semana a semana está viva y late al ritmo de todos nosotros, los que la hacemos, los que aportan sus creaciones, los que las disfrutan en silencio y los que comentan.
Mientras, hoy estamos aquí, adentrándonos por un nuevo sendero, viendo cómo nacen nuevos brotes y cómo crecen los frutos de esta temporada, que en principio viene un poco siniestra. Yo me sumerjo entre estas nuevas ramas con ansias de disfrute.
Y disfruto.
¿Nos acompañan?
Axxón 251 – febrero de 2014
Editorial
Vamos. Ni hablar. Y a disfrutar, aun de los siniestro.
AMIGO, TU DESCRIPCIÓN ME PARECE MUY POÉTICA Y NO POR ELLO MENOS EXACTA, CONCISA Y NO POR ELLO CARENTE DE PRECISIÓN, SENSIBLE Y NO SENSIBLERA ,OPTIMISTA Y ENTUSIASTA Y NO GRANDILOCUENTE. MELANCÓLICA Y NO AMARGA. NO SOBRAN NI FALTAN PALABRAS , NO SOBRA NI FALTA SENTIMIENTO. EN RESUMEN UNA BELLA Y SESUDA PÁGINA