ARGENTINA |
Los creadores, esa extraña cepa de gente que dedica parte de su vida no importa cuánto a externalizar y a compartir de muy variadas formas sus desviaciones del estándar, sus ideas y sentimientos, son tan diferentes entre sí como sus creaciones.
Hay quienes ven al artista como alguien que crea en soledad, simplemente acompañado por el soplo de sus musas o el aliento de sus demonios. Hace bastante yo lo veía así, cuando ingenuamente aporreaba máquinas de escribir y garabateaba en papeles sin tener la más vaga idea de lo que se creaba a mi alrededor. Sin embargo pronto supe que esa era una visión inexacta, tal vez porque tuve la suerte de juntarme lo suficientemente temprano en mi vida con personas que me enseñaron que juntos es más fácil, que el intercambio es fructífero, y que así es posible crecer en mejor forma.
A mí me pasa lo siguiente: hay veces que con ese estímulo quizá mágico de musas y demonios me alcanza para que se disparen los gatillos de la creación. Pero, al menos en lo literario, imagino imposible llegar a algún resultado interesante sin una contaminación por parte de mis congéneres. No quiero decir con esto que la obra deba ser colectiva, pues la creación es un acto íntimo y muchas veces hasta visceral. No obstante, siento muy difícil que pueda rozar un piso de calidad sin el feedback de mis pares. Es ese intercambio el que sazona nuestras obras, y no conozco caso alguno donde no haya lugar para una pequeña modificación o comentario. Y si esto fuera posible, de cualquier manera toda obra está atada a un marco, definida por capas y capas de escrituras y reescrituras anteriores, de los más variados orígenes, marcada por los inventos previos de un largo pedigrí de fabuleros consagrados. Me parece inverosímil crear desde la nada absoluta, pues antes y durante soy un animal social, lector y espectador: ya estoy marcado por la creación de otros y por mi bagaje cultural, intelectual y artístico. Esa influencia es tan innegable como la danza gravitacional entre los cuerpos celestes.
Ese pasado nos llega de dos maneras: por la absorción del mismo a través de la lectura o equivalente, según el medio o a través del intercambio entre creadores.
Por eso considero que juntarse es importante. Incluso charlar sobre cualquier cosa es a veces estímulo suficiente para que las ideas fluyan, y para descubrir en otros la chispa de la creación. Por eso es valiosísimo que existan tertulias, talleres y clubes y grupos de lectura. Y publicaciones, claro. Siempre es importante juntarse personal o virtualmente, y estar en contacto con autores, lectores y otros directores y editores forma parte de nuestro día a día.
Todo lo que ustedes ven en estas páginas es el producto del trabajo enorme y de hormiguero de personas que se juntan de una u otra forma con la esperanza de que así el camino de la creación sea más transitable, desde los miembros del staff a los artistas que aquí presentan sus obras. Espero, de corazón, que este tramado de ideas y talento les resulte agradable.
Y, si es posible, que los invite a juntarse con nosotros o entre ustedes para compartir estos mundo o crear otros nuevos.
Axxón 245 – agosto de 2013
Editorial