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ARGENTINA

 

 

Claudia De Bella y Dany Vazquez - Tertulia de Buenos Aires, Septiembre de 2012
Claudia De Bella y Dany Vazquez en la Tertulia de Buenos Aires, Septiembre de 2012.
(Foto: Laura Ponce)

AXXÓN: ¿Qué distancia hay entre Amoité y La puerta abierta?

 

Claudia De Bella: Distancia cronológica, no mucha. Escribí Amoité en 1993 y un año después La puerta abierta. En cuanto a la temática, también están bastante cerca uno del otro. Estos relatos corresponden a la época en que vivía en Misiones, donde la cultura de los guaraníes, el pueblo originario de la región, todavía está muy vigente. El protagonista de Amoité es un guaraní que busca trabajo en el futuro y se encuentra con algunas complicaciones. Ganó el premio Más Allá al mejor cuento del año 1993, otorgado por el ya desaparecido Circulo Argentino de Ciencia Ficción y Fantasía. Algunos opinan que es un cuento cyberpunk, aunque yo no estoy muy de acuerdo. La puerta abierta se basa en una leyenda regional que conocí gracias a un señor guaraní que era un compendio de sabiduría autóctona. Desde mi llegada a Misiones, me llamaba la atención que cuando desmontaban una porción de terreno para sembrar o para criar animales siempre dejaban en pie a las palmeras. Le pregunté si había una razón para esto y me contó que, según ellos creían, cuando alguien corta una palmera se abre una puerta al infierno por donde se escapa un demonio que atormenta por siempre a la persona que la cortó. En el pueblo donde vivía, Puerto Esperanza, había un grupo de teatro dirigido por Eduardo Velázquez, que leyó mi cuento y me comentó que le interesaba respresentarlo. Adapté el cuento, agregando algunas escenas, y con Eduardo diseñamos la puesta en escena y la musicalización. La puerta abierta se convirtió en una obra de teatro de terror que se representó con mucho éxito durante dos años, tanto en el teatro local como en otras ciudades, y ganó el premio a la Mejor Obra Regional en el marco del Encuentro Provincial de Teatro de Misiones. El mismo grupo de teatro también hizo una versión en pantomima y representó a Misiones en un Festival Internacional de Mimo que se organizó en Buenos Aires. Ambos relatos salieron publicados originalmente en esta revista. Si alguien quiere leerlos, puede buscarlos en AXXÓN.

 

 

AXXÓN: ¿Cómo y por qué nació Planetas de papel?

 

Claudia De Bella: Por lo general, cuando escribo no me propongo conscientemente tratar un tema, sino que las ideas me brotan de manera espontánea y después veo de qué modo voy a contarlas. Pero Planetas de papel fue una excepción. En ese momento vivía en el pequeño pueblo de Misiones que mencioné antes, donde muchos se quejaban de que no había nada para hacer y eso me inspiró para escribir la historia de aburrimiento y descubrimiento del protagonista en una base en otro planeta, en el marco de un universo donde la tecnología espacial pertenece a las naciones más poderosas y los latinoamericanos sólo podemos aspirar a ser empleados de las corporaciones que se dedican a descubrir, explorar y colonizar nuevos mundos. Siempre creí que no existe el aburrimiento cuando uno sabe generarse actividades o explotar todo su potencial en la actividad que sea o en más de una actividad, algo que yo intenté hacer toda mi vida, y de eso quise hablar en este relato.

 

 

AXXÓN: AXXÓN: Perdón, pero debo confesarle a los lectores que te conozco desde hace muchos años: hacíamos Taller junto a otros grandes de la CF. Así que estoy autorizado para la siguiente pregunta: ¿Seguís pensando que McCartney es medio trolín?

 

Claudia De Bella: ¡Nunca usé esa palabra! Pero, sin duda, McCartney sigue siendo demasiado blando, romanticón y optimista para mi gusto, sobre todo en su etapa solista. Todo lo meloso me provoca rechazo y Paul es meloso. Al mejor McCartney lo encuentro en las canciones que efectivamente compuso con Lennon, porque entre ambos lograban una especie de equilibrio. Está bien, Paul compuso Blackbird, Yesterday y otras canciones muy lindas, pero prefiero mil veces la ironía, el compromiso social y el humor cáustico de Lennon. El día que lo mataron lloré mucho, por cierto.

 

 

AXXÓN: Cinco grupos musicales que te encanten. Y por qué.

 

Claudia De Bella: ¡No me hagas eso! Me gusta demasiado la música como para elegir solamente cinco… En fin, trataré de elegir uno de cada década para dar una idea. Primero, dejo aparte a los Beatles, que por supuesto me encantan y posibilitaron todo lo que vino después. De la década del 60, porque la banda se formó en el 1968, me quedo con Led Zeppelin, su potencia, su blues deforme y sus riffs aplanadora. De los 70, Yes, la máxima expresión del rock sinfónico, por su complejidad y su belleza tan particular. De los 80, Pantera, por sus riffs infernales y su energía thrash metal. De los 90, Living Colour, por su síntesis de toda la música del siglo 20 condensada en una sola banda sin etiquetas ni limitaciones. Del 2000, The Mars Volta, porque es rock progresivo con elementos de jazz, hard rock y música latinoamericana. Y del 2010 para acá, Jack White en su etapa solista, porque recuperó el sonido crudo y la improvisación en el rock y el blues.

 

 

AXXÓN: ¿Cuál fue el primer libro que te reventó la croqueta?

 

Claudia De Bella: Me gusta leer desde muy pequeña. A los 9 o 10 años, por ejemplo, me devoré casi todos los libros de Víctor Hugo y ya había leído muchos de Julio Verne, además de consumir historietas de superhéroes regularmente, de modo que mis familiares siempre me regalaban o me recomendaban libros, en especial después de observar que si me regalaban una muñeca yo la arrojaba inmediatamente al fondo del armario para no verla nunca más. Cuando tenía 11, un tío que yo quería mucho me dijo: «Leé todo esto. Seguro te va a gustar». Me dio dos revistas Minotauro, las de la primera época que sólo contenían traducciones de relatos extraídos de The Magazine of Fantasy & Science Fiction, y Crónicas marcianas. Leí primero el libro de Bradbury y, como le ocurrió a muchísima gente que conozco, esos cuentos marcaron un antes y un después en mi vida. Me enamoré perdidamente de la CF. Después leí las dos Minotauro, seguí fascinándome con esos relatos y a partir de entonces nunca dejé de leer CF. Recuerdo que el segundo libro que cayó en mis manos fue Cántico a San Leibowitz, que también me «reventó la croqueta», como decís vos. Si bien me gustan muchos escritores que no son del género, sin duda la CF es mi rincón favorito dentro de la literatura.

 

 

AXXÓN: ¿Qué película de CF te aportó más?

 

Claudia De Bella: Es imposible mencionar una sola porque tengo varias preferidas. 2001, Odisea del Espacio evidentemente es una. Fue la primera película «seria» de CF que vi en el cine y que me dejó sin aliento por los efectos especiales y por su contenido. Otra es Brazil, de Terry Gilliam, que me pareció soberbia la primera vez que la vi y que nunca perdió vigencia. Por supuesto Blade Runner, por los motivos que todos los fans de la CF conocemos de memoria, y de las más recientes District 9, que aunque tiene sus defectos es buenísimo que presente extraterrestres que no se ajustan al estereotipo de esta clase de películas. Otros filmes que me parecen bien logrados son los tres de Mad Max, The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy, una muy buena adaptación de los textos de Douglas Adams, Moon, de bajo presupuesto y excelente guión, y Eternal Sunshine of the Spotless Mind, sutil y bien narrada. En fin, estas son algunas. Hay varias películas que me gustan y muchas que detesto.

 

 

AXXÓN: ¿Existen los subgéneros de la CF, o son una manera más de que sigan existiendo los críticos?

 

Claudia De Bella: A los humanos nos gusta catalogar, clasificar y etiquetar, principalmente porque nos resulta práctico. Los subgéneros son una forma cómoda y rápida de identificar el enfoque de un texto o una película y en ese sentido son útiles. De todos modos, no hay que guiarse demasiado por eso, porque puede haber space operas horribles y otras excelentes, CF hard fría y monótona o llena de pasión. Depende de cada autor, de cada novela, de cada cuento. Más que por subgéneros, yo me guío por los autores. Si leo varias cosas de un escritor y ninguna me gusta, seguramente voy a decidir no leerlo más. Hay gente capaz de abarcar diferentes subgéneros siempre de un modo impecable, como Connie Willis, y otros inclasificables que no podemos ubicar en ningún nicho, pero que de todos modos son muy interesantes. En cuanto a los críticos, creo que existirían aunque no hubiera subgéneros. Eso es irrelevante.

 

 

AXXÓN: ¿Debe haber críticos?

 

Claudia De Bella: Lo que debe haber es libertad. Todos tenemos derecho a hacer lo que más nos guste y eso incluye ser crítico literario o de lo que sea. Cuando uno escribe, filma, compone música o dibuja y expone sus obras ante sus semejantes, sabe muy bien que va a recibir opiniones favorables y otras adversas. Cada crítico es una persona distinta que puede opinar diferente, por eso no hay que tomarse muy a pecho sus comentarios. Me parecen muy útiles las críticas que se enfocan en los aspectos técnicos de la escritura, en la coherencia del discurso o de la idea planteada, puesto que sirven para pulir errores o para autoevaluarse de un modo más realista, pero nunca hago caso de las críticas subjetivas «me gusta/no me gusta» porque eso es muy relativo. Aprecio las críticas de los que saben más que yo, obviamente, y me siento satisfecha cuando varios críticos coinciden en que alguna obra mía es valiosa. Si un escritor no puede soportar las críticas, que no dé a conocer sus textos.

 

 

AXXÓN: ¿Es una paradoja en sí misma que exista la posibilidad de la máquina del tiempo?

 

Claudia De Bella: Según la Ley de Niven, si existiera la posibilidad de hacer viajes temporales el universo se encargaría de eliminarla para no tener que lidiar con el caos que provocaría. De modo que si se inventara una máquina del tiempo, aparentemente la paradoja sería tan grande que no se concretaría nunca. Pero hay distintas maneras de encarar lo del viaje en el tiempo. Una cosa es retroceder en la misma línea temporal, donde cualquier modificación del pasado podría influir en el presente y alterar tanto las cosas que al regresar todo nos resultaría raro o directamente irreconocible y otra es saltar al pasado cambiando de surco y «cayendo» en uno de los millones de universos paralelos que pueden existir, desde los cuales podría ser muy difícil volver a encontrar nuestro presente original, pero donde habría menos limitaciones en cuanto a modificaciones se refiere. Es decir, tomando como referencia la película Volver al futuro, ¿Marty McFly viajaba en la misma línea de tiempo y modificaba a cada rato su futuro, o saltaba de un universo pasado al otro según las decisiones que iba tomando? También hay gente que postula que los viajes temporales podrían concretarse abriendo portales en el presente y en un determinado momento del pasado para moverse de un lado al otro, como cruzando un pasillo, sin acceso a otros puntos del pasado donde no hubiera un portal. En este caso, por lo tanto, sería imposible retroceder a épocas anteriores a la invención de la máquina, lo que podría explicar que en la actualidad no se conozcan ejemplos de viajeros en el tiempo, uno de los argumentos principales que se esgrimen para refutar la posibilidad. Paradoja o no, el tema es muy seductor para la especulación y no en vano siempre ha sido uno de los asuntos más frecuentados por la CF en general. Yo escribí un cuento breve sobre este tema, llamado Leyenda, que fue publicado como material de lectura en el Manual de Lengua y Literatura para 5º año de Editorial Kapelusz en 2011. Allí elegí dejar que el universo equilibrara las cosas porque siempre me pareció la posibilidad más acertada.

 

 

AXXÓN: Personalmente, pienso que la ciencia ficción hard queda muy rápidamente con olorcito a moho. Por ejemplo, recuerdo a los ingenieros del buen Asimov: muñidos, a bordo de una nave interplanetaria, de reglas de cálculo. ¿Cómo se esquiva eso?

 

Claudia De Bella: No se puede esquivar. La CF está plagada de escritores que dieron muy en la tecla, que lograron prever lo que después ocurriría (Bradbury y la TV interactiva; Clarke y los satélites de comunicaciones), y de predicciones que resultaron absolutamente erradas (viajes interplanetarios tripulados en 2001, del mismo Clarke; Asimov y los muebles de cocina que, según él, en el 2014 iban a preparar alimentos por sí solos). Es uno de los riesgos que corremos los que escribimos CF: que el tiempo nos dé la razón o nos haga quedar como tontos. Tal vez, extrapolar lo que puede pasar dentro de 15 años es más fácil que imaginar lo que pasará en 50, pero eso tampoco garantiza un mayor número de aciertos. Y no les sucede solamente a los escritores hard. Las predicciones sociológicas, de factores no relacionados con la ciencia y la tecnología, también pueden resultar equivocadas.

 

 

AXXÓN: ¿Creés que la Fantasía le ganó a la CF? ¿Sigue todo igual?

 

Claudia De Bella: Por empezar, ¡no sabía que estaban compitiendo! En términos de antigüedad, por así decirlo, la fantasía es muy anterior a la CF. Prácticamente, nació con los seres humanos y se fue desarrollando a través de los siglos en distintos formatos. Por lo tanto, creo que la fantasía es mucho más digerible para el público en general que la CF y en ese sentido sí, todo sigue igual. Recuerdo cuando se estrenó Matrix y todo el mundo quedó fascinado. Fui a verla al cine y me pareció buena, pero más que nada porque, en cierta forma, era un compendio o resumen de no sé cuántas novelas, cuentos e ideas de la CF con los que yo tenía contacto desde hacía años. Es decir, me gustó, pero no me sorprendió ni puso todo mi mundo patas arriba como le sucedió a mucha gente, porque ya estaba familiarizada con esos conceptos. Quizás a los que no son lectores de CF, las buenas películas del género les resulten aburridas, complicadas, inverosímiles o sin sentido, pero esa misma gente consume con todo gusto otros productos donde los burros hablan o los niños de una academia de magos hacen de las suyas. Las brujas, las hadas, los duendes, son personajes de fantasía que todos conocen y saben cómo interpretar; un replicante como el de Blade Runner es un ser del que no hay referencias en los cuentos que nos contaban de chicos y que puede parecer más irreal e imposible que un mago montado en un dragón, cuando en realidad es todo lo contrario. Para disfrutar de la fantasía no hace falta más que suspender la incredulidad por un rato, lo que dure el libro o la película, pero para disfrutar a fondo de la CF hay que poner en juego lo intelectual, la lógica, la viabilidad. No alcanza con que el lector o el espectador acepten que los burros hablen; hay que explicar cómo es posible que eso suceda con argumentos válidos. La CF hard es especialista en esto, pero la más humanística no escapa a esta condición: aunque el foco no esté puesto en lo científico o tecnológico, tampoco puede echar mano de cualquier cosa en función del relato. Es una gran diferencia y por eso, por ser más fácil de asimilar, la fantasía puede haberle «ganado» a la CF en términos de popularidad, aunque sus fundamentos son tan diferentes que no creo que puedan competir entre sí.

 

 

AXXÓN: Por lo general, cuando querés unir la fantasía a la ciencia ficción, ¿el resultado es más fantasía?

 

Claudia De Bella: No necesariamente. En este momento, sobre todo en el cine, lo que más se da es una mezcla de las dos cosas, por ejemplo en las películas de superhéroes. Algunas veces se le da más importancia a la parte fantástica, pero con muchos elementos de CF; otras veces ocurre lo contrario. Un mismo escritor puede moverse entre ambos géneros sin restringirse estrictamente a uno de los dos. Personalmente, me choca que en un supuesto texto de CF empiecen a aparecer elementos netamente fantásticos, pero todo es relativo y se vincula con el disfrute. Si está bien escrito, tiene profundidad y consistencia y uno la pasa bien leyéndolo, en definitiva no importa tanto a qué género pertenece un texto. Pero es cierto que cuando uno lee CF bien hecha la experiencia es muy distinta a la de leer fantasía.

 

 

AXXÓN: ¿Star Wars es CF? ¿Por qué?

 

Claudia De Bella: Star Wars es una mezcla de CF y fantasía. Por un lado, tenemos el telón de fondo: naves, viajes espaciales, distintos planetas, extraterrestres y demás. Por el otro, elementos sobrenaturales como la aparición fantasmal de los muertos y la energía mística de la Fuerza. Si a todo eso le sumamos las batallas, las aventuras, los personajes muy malos o muy buenos y demás elementos, tenemos la space opera perfecta. Hay quien opina que, en lugar de una «ficción científica», en este caso se trata de una «fantasía científica» o algo por el estilo, un subgénero donde conviven la CF y los condimentos fantásticos. Esa denominación (volviendo a lo de categorizar y etiquetar) me parece muy apropiada, sobre todo teniendo en cuenta que el fundamento tecnológico de ciertos elementos de la película no es muy exacto que digamos.

 

 

AXXÓN: ¿Qué le falta a la CF hispanoamericana?

 

Claudia De Bella: Lo primero que le falta es difusión en países no hispanoparlantes. Es inmenso el trabajo que hacen AXXÓN y otras publicaciones como CUÁSAR, NM o PRÓXIMA en ese sentido. Faltan editores, sobre todo en América Latina, porque los que hay trabajan prácticamente pagando todo de su bolsillo, autofinanciándose, y muchas veces esto dificulta la regularidad de las publicaciones. No creo que falten escritores. Tenemos muchos y hay de todo, muy buenos, regulares y malos, pero no se los conoce al mismo nivel que a los escritores estadounidenses entre los cuales, por cierto, también los hay muy buenos, regulares y malos. Hay hispanoamericanos que hasta el día de hoy sólo conocen a Asimov o Bradbury y siguen leyendo sus historias (reeditadas una y otra vez hasta el cansancio, dicho sea de paso) sin tener idea de todo el movimiento que se viene gestando en nuestros países. Esto, a mi entender, se debe a la falta de interés de las grandes editoriales por promover a los talentos locales del género, presumiblemente porque no son «vendibles». Los únicos que se arriesgan a emprendimientos de este tipo son los editores surgidos del propio seno de la CF hispanoamericana que, como ya he dicho, por lo general tienen que superar muchas dificultades económicas. Están acostumbrados a trabajar por amor al arte, literalmente. Eso también es algo que le falta a la CF hispanoamericana: que los escritores, editores, traductores e ilustradores tengan la posibilidad de vivir de esto sin tener que trabajar en otra cosa.

En cuanto a las temáticas, creo que hay que seguir profundizando en encontrar una voz propia y en presentar puntos de vista exclusivamente nuestros, en contraposición con los escritores de otros países que escriben desde su realidad. Hace unos años, tuve la suerte de conocer a Frederik Pohl y de charlar varias horas con él. Este gran escritor me dijo precisamente eso: que como hispanoamericanos nuestro punto de vista de todos los temas de la CF tiene que ser forzosamente único, porque en EE. UU. los productos tecnológicos son generados por la misma sociedad a la que pertenece el escritor y por lo tanto no generan conflicto en ese aspecto, mientras que en nuestros países parte de esa tecnología es importada y trasplantada desde otra cultura. ¿Cuáles son las consecuencias especiales y únicas que esa tecnología ajena puede tener en nuestras vidas? Esa es una veta interesante para explotar. Según Pohl, sería de mucho interés para los angloparlantes leer CF de estas características porque presentaría extrapolaciones que a ellos nunca se les podrían haber ocurrido. De modo que me parece fundamental encontrar ese ángulo propio desde el cual podemos reinterpretar todos los temas conocidos de la CF sin tener que emular o reproducir enfoques ya transitados por los escritores angloparlantes.

 

 

AXXÓN: Hablando de que conocés a Pohl, vos sos de hacer muy buenas traducciones. Una vez me contaste algo así como que Lovecraft no es «empalagoso», que vos lo tradujiste y su prosa no te pareció así. ¿Podés ampliar?

 

Claudia De Bella: Durante años y años, leer a Lovecraft, para mí y creo que para todos, significó leer las diversas traducciones al castellano que se hicieron de sus obras. Pero hace un tiempo me tocó tener que traducir a este autor, tanto varios de sus relatos más famosos como otros no tan conocidos, por lo que obviamente recibí los textos originales en inglés con los que debía trabajar. Grande fue mi sorpresa cuando, al leerlos por primera vez, descubrí que el lenguaje barroco y rebuscado al que estaba acostumbrada brillaba por su ausencia en los textos originales, al punto de que había frases enteras que en las traducciones se habían modificado, alargándolas o haciéndolas más complicadas, cuando Lovecraft las había escrito con un estilo directo y sencillo. Me indigné al comprobar que la idea que me había hecho de sus cuentos era totalmente errónea, que Lovecraft no tenía un estilo empalagoso y anticuado, sino bastante llano y ágil. No podía creer la cantidad de palabras que los traductores habían incluido o eliminado… ¿para qué? ¿Para «mejorar» los textos, según su criterio? El traductor no tiene ningún derecho a intervenir de esta manera en un original. Sólo tiene que reflejarlo lo más fielmente posible y, si el texto es malo, entonces que también sea malo cuando esté traducido. Si el escritor conjugó mal los verbos, ¿hay que corregirlo en la traducción? Mi respuesta es no. En mi caso, cuando encuentro errores, lo que hago es conectarme con el escritor, preguntarle sobre esos errores o consultar si realmente lo son, y actuar en consecuencia. Más de una vez, escritores consagrados admitieron que se habían equivocado en algo, me lo agradecieron y me dijeron que lo modificara. Sólo así es aceptable que el traductor cambie alguna cosa. Las traducciones de Lovecraft llegan al extremo de omitir párrafos enteros y también de inventar párrafos enteros. Entiendo que las traducciones más antiguas puedan tener un vocabulario más rebuscado porque en la época en que se hicieron la gente hablaba así. ¡Pero no se puede justificar que quiten o que agreguen palabras y modifiquen tan groseramente el texto original! Hay una sobredosis de adjetivos y adverbios, explicaciones y aclaraciones a cuenta del traductor que Lovecraft nunca puso allí y, en general, un estilo pesado y denso que, después de haber leído varios relatos, siempre me pareció extremadamente reiterativo. Yo pensaba: «Sí, es Lovecraft, es buenísimo, pero su forma de escribir me cansa». ¡Pobrecito! ¡Lo que me cansaba eran las traducciones mal hechas! Realmente nunca me había sucedido, como en este caso, descubrir que había evaluado a un escritor de una manera completamente equivocada por culpa de las traducciones.

 

 

AXXÓN: ¿Qué es ser traductor en Argentina?

 

Claudia De Bella: En principio, por suerte, es tener bastante trabajo, porque debido a la globalización imperante hay una buena demanda de traducciones, tanto de documentos para empresas, por ejemplo, como de páginas de Internet o libros. Yo trabajo principalmente para una productora que se dedica a hacer subtítulos y doblajes, así que me la paso viendo series y películas y me divierto bastante. También hago traducciones para dos empresas —normalmentede contratos y de material de capacitación—y traducciones literarias, en su gran mayoría dentro del ámbito de la CF, para AXXÓN, CUÁSAR y algunas editoriales. Me encanta lo que hago, aunque, en general, todos los traductores nos quejamos de que no nos pagan lo suficiente. Este es un trabajo para perfeccionistas, que requiere mucha atención y donde no puede existir el menor error, pero muchos creen que es fácil de hacer y tienden a no valorarlo. Ahora, en España, hay un gran revuelo porque la gigantesca multinacional Penguin-Random House acaba de aplicar, desde el 16 de febrero de 2015, una reducción de sus tarifas de traducción de entre el 6% y el 15% (según el género a traducir) para los trabajos realizados por traductores españoles. La empresa no piensa negociar esta reducción, a pesar de las quejas que surgieron desde todas las agrupaciones de traductores españolas, y se supone que la medida en breve se aplicará también en otros países. Este tipo de cosas va en detrimento de la calidad de las traducciones. Es bastante común que las editoriales contraten a los traductores que les cobran menos para reducir costos y eso no siempre garantiza la solvencia y el nivel de conocimientos necesario para realizar una buena traducción, que no implica solamente conocer bien el idioma de origen y el de destino, sino también tener criterio estético, respetar el estilo del autor, resolver desafíos lingüísticos complejos, ser lo más fiel posible al texto original y al mismo tiempo adaptarlo al nuevo idioma con naturalidad.

 

 

AXXÓN: ¿Qué autor te da cosita?

 

Claudia De Bella: Orson Scott Card. El juego de Ender ya me desilusionó mientras lo leía. Después me enteré de sus creencias mormonas y de sus opiniones estilo «el que apruebe el matrimonio gay es mi enemigo mortal». Más adelante, otra gente relacionada con la CF que lo conoce me habló de su antipatía, soberbia y otras características de su personalidad nada agradables. En fin, digamos que este muchacho no me cae nada bien.

 

 

AXXÓN: Por aquí me topé con muchos a los cuales les leí sus cuentos y luego les sugerí correcciones de estilo. Varios me respondieron: «No importa cómo esté escrito, lo que vale es la idea».

 

Claudia De Bella: En este sentido soy fundamentalista. Sí que importa cómo esté escrito. Importa mucho. La forma de escribir marca la diferencia entre una buena novela, cuento o poema y una porquería desechable. La idea vale, pero no es lo único, para nada. La idea se puede expresar magistralmente o se puede arruinar por problemas de estilo, de ortografía, de sintaxis. Bioy Casares decía que un texto está bien escrito cuando uno no se da cuenta de las palabras que va leyendo, cuando uno avanza en la lectura prestando atención a la trama, a los conflictos de los personajes y no a las palabras que se usan para describirlos. Las palabras no deben ser un obstáculo para el fluir del relato. Eso no es sinónimo de escribir de cualquier manera porque «lo importante es la idea y no la forma». Más bien, es sinónimo de usar el lenguaje en función del contenido y eso es muy difícil de lograr. Mucha gente cree que escribir bien es usar metáforas y comparaciones a cada rato, incluir adjetivos rimbombantes y redactar muchas oraciones largas, como si las virtudes de un texto se midieran según una especie de «índice de palabrerío». La realidad es que cuanto más despojado es un texto, más difícil es que el lector se distraiga con el vocabulario y más nos obliga a que el núcleo de lo que estamos contando, el «jugo» de nuestro cuento o novela, sea sustancioso y se sostenga por sí mismo. Recuerdo ahora los ejercicios del libro Taller de Corte & Corrección de Marcelo Di Marco (muy recomendable, por cierto) donde hay que simplificar y quitar palabras innecesarias de varias oraciones. ¿Por qué vamos a escribir «Aparentemente, las nubes anunciaban que pronto caería la lluvia» si podemos escribir «Estaba por llover» y pasar a otra cosa? Es increíble, pero mucha gente opina que la primera frase está mejor escrita que la segunda y de verdad que no es así. Cuando uno termina de leer un cuento redactado en su totalidad como la primera frase tiene tantas palabras inútiles en la cabeza que quizás la famosa idea (suponiendo que haya sido buena) se diluyó en un laberinto de palabras. En ese caso, lo más probable es que a los cinco minutos nos olvidemos para siempre de lo que acabamos de leer. Mejor ni mencionar lo que sucede si, además, la idea tampoco es gran cosa.

En este tema, siempre hago un paralelismo con la música. Tomamos una bella canción y se la damos a una banda mediocre pero muy famosa, que hace un video que les cuesta miles y miles de dólares, con gran despliegue de efectos especiales, bailarines y escenarios, pero el cantante desafina, los arreglos son de mal gusto, el guitarrista equivoca las notas en el solo. Resultado: un horror que quizás venda mucho, pero que es y siempre será un esperpento. La misma canción, pero en manos de otros artistas que no tienen dinero para el video, pero que logran una versión excelsa, unos arreglos originales y una ejecución impecable de los instrumentos nos emociona hasta las lágrimas. O sea, la forma sí tiene influencia en el contenido. Es la diferencia, si querés, entre el hit del verano y El lado oscuro de la Luna, de Pink Floyd. Quizás con el hit vas a ganar más plata en un momento puntual, pero en términos de calidad no quedan dudas de cuál de las dos es la verdadera obra de arte que va a perdurar en el tiempo. En la literatura pasa lo mismo.

Me asusta, además, que quienes pretenden ser escritores digan que no importa cómo está escrito algo. Y más me asusta que quienes dicen escribir CF tengan la mente tan cerrada como para rechazar sugerencias de estilo sin siquiera ponerse a pensar dos minutos en lo que les están diciendo y evaluar si puede haber algo de razón en esos argumentos. Se supone que un escritor de CF tiene que estar abierto a cualquier posibilidad, incluso a la de haberse equivocado en la redacción de sus propios textos. No quiero decir que siempre haya que modificar lo que uno escribe según la opinión de terceros, pero sí que mínimamente dediquemos un tiempo a reconsiderar lo escrito teniendo en cuenta esas opiniones, para luego decidir si son válidas o no, en especial si provienen de personas con más conocimientos o experiencia que nosotros. Es bastante común, sin embargo, que la arrogancia supere a la voluntad de aprender y mejorar y que, con frecuencia, se menosprecie a las herramientas en las que se basa nuestro oficio.

 

 

AXXÓN: ¿Sos de dar a leer tu producción? ¿Fuiste o vas a talleres de pares? Si es así, ¿qué te dejaron?

 

Claudia De Bella: Desde que empecé a escribir «seriamente», a los 12 o 13 años, siempre di a leer mis textos, con toda la angustia que eso me provocaba en los primeros tiempos, porque los que escribimos sabemos muy bien cuánto se sufre mientras esperamos a que el otro termine de leer nuestra producción y nos comunique su opinión. Uno pone tanto de sí mismo en juego que cuando nos leen es como si nos estuvieran juzgando a nosotros como personas y no a un cuento o una novela que escribimos. Al menos, esa era la sensación que yo tenía y que con el tiempo se me fue pasando, aunque nunca del todo. Cuando uno escribe lo hace para sí mismo, de acuerdo; es como una necesidad que brota de adentro que a menudo no se puede evitar: surge una idea que no nos deja en paz hasta que la volcamos en el papel. El segundo paso es que aparecen las ganas de comunicar esa idea, porque toda forma de arte es una visión del mundo que nos gusta compartir con los demás para confrontar, debatir, acordar, conformar o sencillamente para provocar placer estético. La tarea del escritor, en principio, es individualista. Uno trabaja solo y debe ponerse de acuerdo únicamente consigo mismo. Pero después viene la etapa en que hay que difundir la obra para que nuestro trabajo tenga razón de ser. En ese y en muchos otros sentidos, los talleres de pares son muy útiles. Ahora no estoy participando de ninguno, pero lo hice en el pasado y todas las experiencias que viví en ellos fueron positivas porque las opiniones recibidas y también las que yo di ayudaron a construirme como escritora. Para poder aprender y superarse, como dije antes, hay que estar abierto a los comentarios y las críticas y un taller de pares es casi el entorno ideal para que eso ocurra, porque uno sabe que sus compañeros de taller no tienen (¡generalmente!) malas intenciones ni van a criticar porque sí, sino que todos apuntan a beneficiarse mutuamente y a aprovechar de un modo positivo las distintas experiencias y puntos de vista de cada uno. Si un pariente mío dice que le gusta mi cuento, lo valoro pero me quedo con dudas, pero si el cuento les gusta a todos mis compañeros de taller voy a estar mucho más segura de que el cuento es bueno. El hecho de compartir los textos con gente capaz de comentarlos objetivamente es fundamental y nos aleja del peligro del que hablábamos antes, el de ser tan arrogante como para creer que lo que hacemos está tan bien que no merece la mínima corrección. Y también evita que caigamos en el síndrome contrario: hay quienes, de tanto leer a buenos escritores, terminan pensando que los textos propios nunca están a la altura de las circunstancias y los corrigen una y otra vez sin conformarse jamás, dudan antes de enviárselos a un editor para su publicación, son exageradamente críticos de sus propias obras y piensan que siempre hay otro que expresó la misma idea mucho mejor. La visión de los pares puede hacernos bajar a tierra y descubrir méritos que no habíamos notado en nuestros propios textos. En general, he observado que las personas que hacen las mejores críticas y aceptan las opiniones ajenas de buena gana son las que más leen; los que menos leen suelen ser limitados a la hora de los comentarios, no pueden identificar problemas de estilo o de lenguaje y tienden a ofenderse cuando uno les marca errores. En los talleres de pares, estos últimos suelen ser minoría y predomina la construcción grupal por encima del ego de cada escritor. O al menos así debería ser en todos los casos.

 

 

AXXÓN: Sé que dabas Literatura en la Provincia de Misiones. ¿Leíste CF a tus alumnos? ¿Hiciste algo más? Contame alguna anécdota.

 

Claudia De Bella: No daba Literatura, sino que dirigía un taller de escritura de estudiantes de tercero a quinto año del secundario, que se ofrecía como actividad adicional y optativa. Llegué a tener unos 30 integrantes del taller, de edades entre los 14 y los 18 años. Muchos de ellos se habían anotado para poder «subir la nota de Lengua» y no porque quisieran ser escritores ni mucho menos. Algunos, incluso, tenían serios problemas de redacción. El taller se extendió durante tres años y publicamos tres libros artesanales con la producción de cada año, ilustrados por los mismos chicos. El nivel de exigencia era alto y a veces tenían que revisar, corregir y reescribir los textos cinco o seis veces, o las que fueran necesarias para lograr el resultado deseado, algo que no se acostumbra hacer en la escuela. Al principio se quejaban y me decían «¿Por qué no corregís en rojo lo que está mal y listo?». No entendían por qué ellos mismos tenían que corregir lo que habían escrito, habituados a que los docentes les dieran todo servido. Lo que yo hacía era subrayar las partes que necesitaban corrección, comentando al lado cuál era el problema, por ejemplo: «No es coherente con lo anterior», «Verbos mal conjugados» o «Comas mal usadas» y ellos tenían que encontrar dónde estaba el error y la manera de solucionarlo. A medida que avanzamos, comenzaron a escribir cada vez mejor y las correcciones que tenían que hacer disminuyeron. Me preocupé por hacerles leer todo tipo de literatura, incluida la CF, y siempre escrita originalmente en castellano, no traducciones. Me acuerdo que les gustaron mucho los textos de Eduardo Abel Giménez, pero también leímos el Martín Fierro completo y lo disfrutaron. Llegaron a analizar y a escribir cuentos, crónicas, poemas, canciones, artículos periodísticos, en fin, toda una gama de textos que ni ellos mismos podían creer que habían salido de sus cabezas, y ni hablar de los padres y profesores que pensaban que prácticamente era un milagro haber logrado que leyeran y escribieran como lo hacían. Pero nada de milagros: mucho trabajo y dedicación sí, tanto de su parte como de la mía. La idea conductora en que se basó el taller desde el principio fue que equivocarse era un paso fundamental para el aprendizaje y que cometer errores no era sinónimo de reprobar como sucedía en las demás materias escolares, que un error era sólo un peldaño de la larga escalera que llevaba al resultado deseado y que había que superar cada uno de esos peldaños sin miedo y con ganas de progresar.

El tratamiento que se le da a la lectura en las escuelas suele provocar el rechazo de los estudiantes. Hay que leer por obligación los libros que nos imponen, nos gusten o no, y se asocia esa lectura con la calificación que nos pondrán después, no con el puro placer de leer. En el taller traté de revertir eso. Recuerdo la cara de sorpresa que pusieron cuando les dije «Si ya leyeron un tercio de libro y no les gusta, no están obligados a seguir leyendo. Cámbienlo por otro; cambien todas las veces que sean necesarias hasta que encuentren un libro que sí les guste». Tenían la idea de que cuando uno empieza a leer algo tiene que terminarlo sí o sí. El concepto de pasar un buen rato leyendo les resultaba completamente ajeno. Me llena de orgullo haber podido modificar ese enfoque y haber conseguido resultados excelentes. Se demostró una vez más que los chicos son una tierra fértil en donde todo puede crecer y florecer si plantamos las semillas que corresponden y las cuidamos la manera adecuada.

 

 

AXXÓN: ¿Puede haber una AXXÓN sin Eduardo Carletti?

 

Claudia De Bella: ¡Qué pregunta! Creo que todos los que alguna vez colaboramos y seguimos colaborando con AXXÓN seguiríamos adelante con la revista si Eduardo decidiera alejarse definitivamente. Yo le tengo un gran cariño a esta publicación. La conozco desde que se distribuía en diskettes y colaboro desde casi los primeros números. Es parte de mi vida y de la de muchos otros. Sé perfectamente el esfuerzo que siempre significó publicarla. Al principio, por ejemplo, si Eduardo me pedía una traducción me enviaba por correo común el texto original, de Buenos Aires a Misiones, con el consiguiente sufrimiento hasta que el libro o las fotocopias llegaban sanos y salvos. Yo hacía la traducción en papel, con una máquina de escribir (casi nadie tenía PC), y cuando la terminaba se la enviaba, también por correo. A veces eran 40-50 hojas y no nos quedábamos tranquilos hasta que el sobre llegaba a sus manos. Eduardo recibía el texto y tenía que tipearlo todo de nuevo en la computadora para pasarlo al diskette. Así se trabajó durante varios años. Y como esa anécdota hay miles respecto de la forma artesanal en que se fue construyendo AXXÓN. Ahora es todo más fácil gracias al e-mail, Internet y demás, pero el espíritu pionero sigue estando aquí. Por eso creo que los colaboradores de AXXÓN, históricos o no tanto, no dejaríamos que la revista desapareciera, pero es innegable que AXXÓN sin Carletti no sería la misma. Creo que nunca podremos agradecer lo suficiente el trabajo de Eduardo, su empuje y creatividad, la originalidad de la idea en su momento y lo que ha significado todo este tiempo en términos de difusión y estímulo de la CF en general y en especial de la hispanoamericana, y sobre todo, desde su origen, con un costo igual a cero para los lectores. AXXÓN es gratis y todos trabajamos en ella gratis y eso, a la larga, ha generado una especie de mística que es la que nos llevará a continuar con la revista sea como sea. AXXÓN verdaderamente es un hito de nuestra cultura y tenemos que estar muy orgullosos de que sea nuestra. Y Carletti, al menos para mí, es un prócer de la CF comparable con cualquier otro que se les ocurra y no sólo por la revista, sino porque además es un excelente escritor del género.

 

 

AXXÓN: Yo —y esto es muy personal—v eo que no hay ida y vuelta entre las revistas y los lectores. Recuerdo una vez que AXXÓN publicó una novela corta de Gardini (nada menos) y nadie, pero nadie, posteó comentario alguno en la lista. Y esto a la larga te hace bajar los brazos. ¿O no?

 

Claudia De Bella: No lo creo. En realidad, es imposible determinar siquiera por aproximación cuánta gente lee la revista y qué contenidos lee entre todos los que se publican. Yo misma leo AXXÓN todos los meses, pero casi nunca posteo comentarios, de modo que la falta de feedback escrito no me parece un indicador confiable para medir la repercusión de una obra. Sí lo es la pregunta directa, averiguar con cada persona si leyó tal o cual cosa publicada en AXXÓN, y en esos casos sí he descubierto con más frecuencia de la que me gustaría que muchas de las mejores obras que se han difundido aquí no fueron leídas por la cantidad de personas que uno pensaba que tendrían interés en hacerlo. Aquí, en AXXÓN, se han publicado cuentos, novelas cortas y novelas, tanto argentinas como extranjeras, de altísimo nivel que no recibieron la atención que merecían. Mucha gente tiende a leer solamente lo escrito por sus conocidos y amigos y no lo demás; otros directamente leen muy poco o nada. Uno de los argumentos que más he escuchado es «no me gusta leer en la pantalla; prefiero un libro», cosa totalmente respetable, pero considerando el fácil acceso a obras actuales que permite Internet, la posibilidad de conocer autores que ahora mismo están en el candelero sin tener que esperar a que editen un libro en nuestros países, creo que debería superar cualquier cuestión de gustos y de formatos. Al menos a mí me sucede eso; me encanta poder leer lo que se está escribiendo ahora y no caer siempre en los clásicos.

 

 

AXXÓN: ¿Y qué fue lo que te decidió para que te largues a la aventura de escribir? ¿Algún hito en tu vida o una sucesión de pequeños acontecimientos?

 

Claudia De Bella: La verdad es que no viví algo específico que me haya despertado las ganas de escribir. Como ya te conté, desde muy pequeña siempre leí mucho y creo que ponerme a escribir fue una consecuencia lógica de mi amor por la literatura. El hecho de que uno agarre un bolígrafo y escriba un cuento en lugar de ponerse a dibujar o a jugar al Sudoku supongo que depende de las capacidades y del gusto de cada uno. Me acuerdo que a los 10 u 11 años escribí una «novela» que nadie leyó, pero que me mantuvo ocupada y entretenida durante horas contando las historias de esos personajes. Pero a los 6 o 7 años ya me gustaba escribir y contar historias. La hora de Lengua era mi preferida en la escuela y mis compañeros me miraban raro porque me divertía mucho hacer análisis sintácticos. Y antes de empezar mi escolaridad, a los 3 o 4 años, mi momento favorito del día era cuando mi madre me leía o me contaba cuentos antes de dormir. Empecé a escribir CF y fantasía a los 13 o 14 años y allí fue cuando permití por primera vez que otros leyeran mis textos. En toda la época del colegio secundario, hasta los 17 años, fui muy prolífica y prácticamente no pasaba un día sin que hubiera escrito algo. Muchas de esas cosas me sirvieron más adelante; otras terminaron en el cesto de la basura. La necesidad de escribir siempre la experimenté muy intensamente, como si me fuera imposible seguir adelante hasta que no plasmara lo que se me ocurría en algún texto. Me surgen historias y personajes en la cabeza como si tuvieran vida propia y quisieran salir a la luz por sus propios medios, pero dependen de mí para hacerlo y yo tengo que hacerles caso. Otra veces, lo que escribo quiere salir en forma de poema o incluso de canción (compuse algunas). Y siempre me fascinaron las palabras en sí mismas, su etimología, sus acepciones… en fin, el hecho de escribir me surgió naturalmente, sin habérmelo propuesto como un objetivo consciente.

 

 

AXXÓN: Dos preguntas en una: ¿Estás de acuerdo con el tamiz de las editoriales? ¿Qué opinás de la autoedición?

 

Claudia De Bella: Respecto de las editoriales, volvemos al punto del que te hablaba antes. Si ese tamiz se basa en lo que se supone que es «vendible» y lo que no, por supuesto que no estoy de acuerdo. Si bien la industria editorial es un negocio como cualquier otro, no me parece que el arte deba considerarse meramente un bien de consumo. En algún momento tiene que existir el concepto de calidad, de mérito, por encima de lo comercial. Un editor está en todo su derecho de publicar lo que se le antoje, pero lo ideal sería que se reservara un espacio para los escritores nuevos, para los que van contra la corriente, para los que están al margen de las modas o para los que tienen cosas importantes que decir, siempre que la calidad de los textos sea buena, por supuesto. Además, la tarea de un editor experimentado y responsable es muy beneficiosa. Alguien así es capaz de sugerir cambios positivos en una obra, de estimular las mejores características de un escritor y de llamarle la atención sobre las peores, de aportar opiniones muy valiosas para los autores. Por otro lado, no soy muy partidaria de la autoedición porque es un arma de doble filo. Es mi opinión en particular y no pretendo que sea válida para todos, pero no tengo la necesidad de ver mis cuentos impresos en un libro que pueda regalar a mis amigos o venderle a otras personas para sentirme satisfecha. Claro que en mis sueños me encantaría llenarme de dinero, ser una especie de J. K. Rowling millonaria y sólo pensar en el próximo libro que tengo que escribir y no en cómo pagar las cuentas, pero en el mundo real lo que más me mueve es que mis obras se difundan y que le aporten algo al que las lee, aunque más no sea la posibilidad de pasar un rato entretenido. Si la autoedición sirve para eso, bienvenida sea, pero el problema que yo veo es que pueden existir algunos escritores como los que te mencionaba antes, que creen erróneamente que lo que hacen está perfecto y no necesita correcciones, autopublicándose para satisfacer su ego y ver su nombre escrito en la portada y no porque realmente les interese el aspecto artístico. Además, como bien decía Luis Pestarini el otro día en una conversación de Facebook, editar una cantidad de ejemplares de un libro no es tan difícil si uno tiene el dinero para pagarlos; lo complicado es la distribución y la venta y para eso, lamentablemente, todavía dependemos mucho de las editoriales. Por el momento, para mí la mejor forma de autoeditarse es publicar en Internet, en blogs o en otros medios como AXXÓN, sin fines de lucro, o bien en páginas que permiten vender las obras en formato digital.

 

 

AXXÓN: Ya que lo nombraste: Pestarini es otro prócer de la CF.

 

Claudia De Bella: Sí, Luis es una enciclopedia viviente del género. Creo que es uno de los que más saben, sino el que más sabe, sobre CF y Fantasía en nuestro medio. Con su revista, CUÁSAR, ha hecho escuela en más de un aspecto y es increíble que la esté editando desde hace más de treinta años, con una regularidad dispar pero inexorable, cuando sabemos muy bien lo difícil que es sostener este tipo de publicaciones en papel, sobre todo en países con tantos altibajos económicos como la Argentina. Es realmente admirable. Luis tiene muy buen gusto y se preocupa por que la información, las reseñas de libros, los artículos y ensayos y los textos en general sean de alto nivel y eso es algo que se agradece muchísimo. Sin duda, nuestra CF no sería la misma sin CUÁSAR y no conoceríamos a muchos autores extranjeros como Bruce McAllister o James Patrick Kelly si Luis no los hubiera publicado en castellano por primera vez.

 

 

AXXÓN: ¿Actualmente estamos más cerca de 1984 o de Un mundo feliz?

 

Claudia De Bella: No estamos «cerca» de 1984… ¡ya lo estamos viviendo casi al pie de la letra! La vigilancia, el espionaje a los ciudadanos comunes, la mirada omnipresente del Gran Hermano llamado CIA o sus equivalentes, ya pertenecen a nuestra vida diaria. Habríamos querido que esta predicción nunca se cumpliera, pero tristemente no fue así y al parecer la realidad está superando a la ficción: invasiones a la privacidad, persecución de los diferentes, el ciudadano pensante como enemigo del sistema, la manipulación de las mentes… todo está presente en este mundo donde nos toca vivir. Algunos pueden argumentar que esto siempre existió en alguna medida, pero creo que nunca lo hizo con tanto descaro, ya sin disimulo de ningún tipo, prácticamente como si se rieran en nuestra cara. Lo que describe Un mundo feliz creo que es la segunda etapa de este plan: ya con toda la población domesticada, comenzamos a fabricar seres humanos específicos para distintas tareas, disolvemos los vínculos entre ellos y los mantenemos artificialmente felices, callados y sumisos. No tengo ninguna duda de que muchos poderosos estarían muy contentos con un mundo así y que están trabajando para conseguirlo.

 

 

AXXÓN: ¿Por qué sabemos todo de elfos, trolls, orcos, mitología griega, mitología celta, etc., y no sabemos un catzo sobre incas, mayas, aztecas? O sí sabemos, pero no escribimos. O escribimos muy poco.

 

Claudia De Bella: Recuerdo dos novelas cortas que traduje hace tiempo: Aymara de Lucius Shepard (gran escritor tristemente fallecido hace un año), que fue publicada en CUÁSAR 23, e Invasores, de John Kessel (otro autor que recomiendo mucho), que apareció en CUÁSAR 25. En ambos relatos de CF intervenían escenarios y personajes latinoamericanos y me acuerdo que en ese momento pensé «¿Por qué escriben esto en EE. UU. y nosotros no somos capaces de hacerlo?». Supongo que sabemos mucho de elfos y celtas porque tienen mejor «marketing», porque leemos libros de autores extranjeros que, como es lógico, usan los recursos de su cultura para escribir fantasía o CF y nos adueñamos de esos recursos, convirtiéndonos en un instrumento más de la colonización cultural. ¿Y qué hay de nuestras culturas? Es algo que nos tenemos que proponer: recurrir a la riqueza de nuestra herencia latinoamericana para inspirarnos. Esto se relaciona con lo que te decía que opinaba Pohl, que nadie puede encarar estos temas desde nuestro punto de vista como nosotros mismos. Hay que revalorizar nuestro acervo cultural porque ese es el camino para llegar a tener una voz propia y única dentro del género. No dejemos que sólo se nos identifique como los cultores del realismo mágico; tenemos todo para escribir CF de buena calidad y no deberíamos tener ningún complejo de inferioridad que nos impida utilizar las virtudes, los defectos, la cultura, los modos de ver la vida que encontramos en nuestros países.

 

 

AXXÓN: Por favor, cinco tips para escribir CF en Latinoamérica.

 

Claudia De Bella: 1) No pensar que es imposible igualar y hasta superar a la CF anglosajona. ¡Sí se puede! 2) Inspirarse en la cultura, los personajes, las situaciones, los conflictos y todo lo que nos rodea y ocurre en nuestro país o región. 3) Tener buenas ideas, porque sin ellas no se escribe buena CF, y expresarlas con corrección en cuanto al estilo, la ortografía y la sintaxis. 4) Leer mucha CF, incluso anglosajona. 5) Escribir con pasión, sin pensar en publicar ni en ser famoso. Eso se verá después.

 

 

AXXÓN: En una época se decía que no podía haber ciencia ficción latinoamericana (ni rock en castellano). Si bien ahora hay ciencia ficción latina, creo que se tratan temas diferentes, ¿no?

 

Claudia De Bella: Como acabo de decir, por supuesto que puede haber y hay CF latinoamericana y afirmar lo contrario es tan insensato como decir que no puede haber terror latinoamericano o novelas policiales latinoamericanas porque no se inventaron aquí. En cuanto a los temas, sí, algunos escritores tratan asuntos diferentes, otros no. Tenemos muy buenos escritores de CF sin mucho color local, pero destacados de todos modos, y otros que recurren con más frecuencia a los escenarios, personajes o temáticas locales también con un gran nivel. La idea es que cada uno escriba lo que quiera, pero, insisto, si queremos trascender deberíamos encontrar esa voz propia que en muchos casos nos está faltando.

 

 

AXXÓN: ¿Pensás que hay temáticas que se mantienen vigentes desde el inicio del género hasta hoy día? ¿Hay escritores actuales que producen repeticiones de los principios de la ciencia ficción?

 

Claudia De Bella: Sí, hay temas eternos que han tenido miles de variantes y vueltas de tuerca en todos estos años. Algunos son los extraterrestres y nuestras relaciones con ellos, los viajes espaciales, la colonización de otros mundos, los viajes en el tiempo, las sociedades post-apocalípticas, la rebelión de las máquinas, la manipulación genética, los robots, androides, clones y cyborgs, la interfaz humano-software. Siempre hay escritores que vuelven a estos temas una y otra vez, en el mejor de los casos describiendo nuevos puntos de vista, planteando problemas nunca antes imaginados, y en el peor repitiendo lo que ya dijeron otros con algunas variantes para no perder la dignidad del todo. El contratiempo que esto trae aparejado, sobre todo para los que leemos mucho, es que cada vez cuesta más sorprenderse con algún relato y por eso los escritores realmente originales que surgen en cada generación son muy valorados, porque nos hacen recuperar la sensación de maravilla que experimentábamos cuando empezamos a leer CF y cada libro era un descubrimiento. Gente como Greg Egan y Ted Chiang hacen que el género se mantenga fresco e interesante.

 

 

AXXÓN: Contáme qué estás escribiendo.

 

Claudia De Bella: De Bella: Tengo unos seis cuentos por la mitad sobre distintos temas, pero estoy un poco paralizada por cuestiones laborales y de salud. Este año me propongo retomar la escritura con más frecuencia, después de una larga etapa de falta de motivación por distintas razones personales. Sí estuve traduciendo mucho, especialmente para AXXÓN y CUÁSAR, y pienso seguir haciéndolo porque me encanta. En todos estos años traduje más de 130 cuentos, novelettes y novelas que se publicaron en revistas y libros y me satisface haber ayudado a difundir muchas obras de alta calidad.

 

 

AXXÓN: Bueno, hasta aquí llegamos. La redacción de AXXÓN (y yo especialmente) te agradecemos por cómo te brindaste para esta entrevista. Son tuyas las últimas palabras.

 

Claudia De Bella: Les agradezco esta oportunidad para que los lectores me conozcan un poco más. La pasé muy bien en la entrevista y espero que mis experiencias y opiniones sirvan para inspirar a otras personas. Sigan difundiendo el género que tanto nos gusta como lo vienen haciendo desde hace 26 años y sepan que siempre contarán conmigo para colaborar con la tarea.

 

 


Axxón 264