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ZAPPING 0105, 12-06-2002


Una mosca robot te está espiando

Parecen sacados de una historia de CF: diminutos helicópteros que pueden posarse con facilidad en la yema de un dedo, insectos voladores que no son insectos sino máquinas, robots que pueden bailar cómodamente sobre una moneda.

¿Podrían ser estas extrañas criaturas el futuro de la tecnología de defensa? Científicos de varias universidades de EEUU apuestan a que sí lo son. Con el apoyo del gobierno, Han estado trabajando años en estos microscópicos robots. Los laboratorios han logrado hacer andar prototipos de muchos de ellos y ahora los ingenieros están mejorando sus capacidades.

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Las micromáquinas o Mems, siglas que en inglés se refieren a los sistemas mecánicos microelectrónicos, atraen a los especialistas de defensa porque sus reducidas dimensiones les permitirán penetrar en lugares en los cuales máquinas de tamaños mayores no podrían entrar sin ser descubiertas.

"Los microsistemas están definitivamente al alcance de la ciencia. Es posible usarlos para mirar dentro de edificios y saber quién está allí, para escuchar y para otras operaciones en sitios muy apretados", dice David Rudd, director ejecutivo del Instituto de Estudios Estratégicos de Canadá.

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Si se pudieran equipar con dispositivos ópticos o grabadoras de sonido miniaturizadas, podrían actuar como minúsculos espías en territorio enemigo. Si se colocan dentro de máquinas grandes, se podrán emplear para mantenimiento o sabotaje. Podrían tener sensores para detectar la presencia de sustancias químicas o gérmenes peligrosos; además, podrían adelantarse a las tropas en áreas desconocidas para evaluar el riesgo. Incluso podrían portar productos químicos o explosivos.

Un ejemplo es la "mosca robot" que están desarrollando en la University of Berkeley en California, cuyo financiamiento, proporcionado por el Departamento de Defensa, supera los 2,5 millones de dólares. La máquina se inspira en la mosca de la fruta. Tiene aproximadamente el mismo tamaño y posee alas que baten unas cien veces por segundo, aunque también puede hacerlas rotar, algo imposible para una mosca real. La mosca robot pesa apenas 300 miligramos y sus alas miden algunos milímetros y están hechas del polímero Mylar.

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Crear máquinas voladoras tan pequeñas es una extraordinaria proeza de ingeniería. Quizás la dificultad más solucionable que enfrentan los ingenieros es cómo fabricar las partes. En las máquinas diminutas, los problemas de la fricción y el roce se amplifican considerablemente. Por lo tanto, se procura que sean compactas; muchas funciones diferentes son agrupadas en los chips de silicio dentro del cuerpo de la máquina. Una pieza de silicio puede combinar funciones de detección de sustancias químicas con capacidades de comunicación y procesamiento.

La mosca robot se parece mucho a una mosca común, tanto que a corta distancia se podría confundir con una de ellas. Desafortunadamente, la máquina no se desenvuelve tan bien en el aire: en su primer vuelo sólo pudo cubrir treinta centímetros. Sin embargo, los creadores de la mosca robot esperan que esté lista para ser usada en el año 2004.

A la mosca se le unirá una serie de diminutas máquinas voladoras que no tendrán necesariamente la forma de insectos. La Stanford University está preparando un helicóptero. Con sólo un centímetro de longitud, es llamado mesicóptero, porque se lo construye a una escala meso, palabra griega que significa "medio", que se ubica entre las escalas nano y micro. El helicóptero está formado por seis minúsculas aspas rotatorias ubicadas alrededor de un soporte de silicio, que sostiene el circuito necesario para controlar el dispositivo.

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Según Fritz Prinz, profesor de ingeniería en Stanford, aunque el helicóptero pudiera tener usos militares algún día, no lo están desarrollando explícitamente para esos fines. La investigación, financiada por cientos de miles de dólares de la NASA, la dirección aeroespacial estadounidense, tiene más que ver con explorar las posibilidades de la microingeniería. "Sólo estamos viendo lo que se puede hacer. El objetivo es determinar qué es técnica y físicamente posible. Estoy interesado en saber qué se puede construir. Deseo llevar la tecnología al límite. Y fabricar aspas de rotor de decenas de micrones de ancho es un desafío de construcción y por lo tanto me interesa", explica Prinz.

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Enjambres de mesicópteros podrían proporcionar a los científicos información para estudios atmosféricos en otros planetas, como Marte. También se pueden utilizar en la Tierra para recabar datos en medio de una tormenta de rayos o para suministrar información sobre fenómenos meteorológicos.

Los "microbugs" que se están creando en el Massachusetts Institute of Technology tendrán funciones similares, pero en tierra. Estos nano caminantes pueden desplazarse a una velocidad de cuatro mil pasos por segundo. Cada caminante puede cargar incluso ochenta veces su propia masa. Al igual que hormigas, pueden escalar estructuras internas. Si sus patas removibles pueden manipular alambres, los bichos podrán reparar instrumentos delicados que son innaccesibles a los ingenieros humanos.

No obstante, para que esto se materialice, los científicos deben superar el mayor obstáculo: el suministro de energía. Doug Adkins desarrolla microrrobots en la Sandia National Laboratories, en Estados Unidos, una institución de investigación financiada por el Gobierno. Estos robots funcionan sólo unos diez minutos, lo que les da un alcance de unos diez metros. Esa distancia podía ser suficiente en algunos casos para colocar un sensor en algún lugar que sirva de espía o para detectar la presencia de sustancias químicas o gérmenes, pero la mayoría de las aplicaciones requerirán un mayor alcance y tiempo de funcionamiento.

"Aún no tenemos una fuente adecuada de electricidad, pero están surgiendo algunas tecnologías interesantes, tales como baterías de alta densidad y celdas de combustible, que ayudarán en el futuro", dice el profesor Prinz, quien agrega que no puede pronosticar cuándo estará lista la tecnología para su uso comercial.

Adkins señala: "Aún hay mucho trabajo por hacer. Considero que estamos a una década de obtener el suministro de energía que necesitamos para operaciones reales".

Al ser tan pequeñas, las máquinas también son muy vulnerables a los ataques. Un enemigo no necesitaría destruir uno de estos bichos en el cielo, simplemente podría aplastarlo con un periódico. Por esto, se requerirá un gran número de estos robots, y sus creadores vislumbran que se usarán nubes o enjambres de ellos.

Independientemente de las posibilidades técnicas, Rudd advierte que usarlos en situaciones militares no es simplemente un asunto de guiar uno de estos microbichos hasta el interior de un edificio. El despliegue de tales máquinas deberá ser dirigido con mucho cuidado, y eso no siempre es algo sencillo.

"No sueñas simplemente nuevos aparatos y los entregas", dice. "Debes desarrollar una doctrina para su uso". Rudd define esto como el arte de "usar estas cosas para lograr el efecto deseado", como aprender los movimientos de las piezas del ajedrez.

Elaborar la doctrina no es tarea de científicos, sino un proceso complejo y, agrega Rudd, quizás algo más importante que la propia tecnología.

"Siempre que un sistema nuevo o innovador llega al mercado hay mucha discusión sobre cómo debería usarse, y a menudo el debate no se resuelve en muchos años", indica. Con una tecnología tan extraordinaria como los microbichos, el Ejército podría pasar fácilmente varios años probando varios usos antes de descubrir el más efectivo.

Mientras las Fuerzas Armadas debaten los fines de la tecnología, los usos civiles quizás no estén muy distantes. Tecnologías tales como Internet y los sistemas de ubicación por satélite fueron inventadas originalmente para aplicaciones militares, pero luego fueron pasaron al comercio.

Traducido, adaptado y ampliado por Eduardo J. Carletti de la nota de prensa y diversos sitios en Internet.


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