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17-jun-2007

Reflexiones Planetarias


¿De quién es la Luna?


Leonardo Montero Flores

En la presentación de Noticias de la NASA en Axxón expuse que los asuntos relacionados con el espacio nos atañen a todos, sin importar nuestro credo, raza o condición social; el espacio es un asunto de la humanidad.

¿Por qué? Porque en el espacio está el futuro de la raza humana. Los ítems que expondré a continuación tal vez no sean relevantes en el 2007, ni en el 2008, pero sí serán importantes cuando los humanos regresen a la luna después del 2020. Debo aclarar que todas las opiniones vertidas aquí no reflejan la política de ninguna organización espacial ni de investigación, sólo representan mis subjetivos puntos de vista.

El panorama para dentro de veinte o treinta años no es muy hermoso, se nos vienen encima titánicas batallas judiciales, debates públicos ciclópeos y fanáticas marchas de protesta. El futuro ya no sólo deberá solucionar los problemas de la Tierra, que son muchos, sino también lidiar con los de la Luna. Porque, mis queridos amigos, todos querrán quedarse con un pedazo de luna.


La cara oculta de la Luna. Crédito: NASA.

Para entender mejor el panorama que se avecina, hay que repasar un poco la historia de la humanidad. Y la historia de América es el mejor ejemplo para analizar. La historia es, en cierto aspecto, cíclica; si bien las circunstancias y las geografías se modifican, permanecen invariables los motivos de la expansión, la guerra y el deseo de libertad.

Lo que promovió el "descubrimiento" de América por parte de los españoles no fueron las ansias de cristianizar el orbe, ni de probar que la tierra es redonda, sino la urgente necesidad económica. La búsqueda de nuevas rutas de comercio con Oriente impulsó a una legión de intrépidos y ambiciosos marinos a internarse en los profundos misterios acuosos del Atlántico.

Tuvieron suerte, y pudieron llegar a las costas de un "salvaje" continente, la tierra que algunos lugareños llamaban Pachamama. Pero poco podían hacer en esta nueva tierra esos hambrientos y enfermos exploradores blancos. Ellos sólo eran punta de lanza, sondas humanas enviadas a medir la verdadera extensión del mundo.

Poco después de la exploración comenzó la conquista, la apropiación y las disputas. España reclamaba como suyas las nuevas tierras, y se convirtió en la beneficiaria de las ingentes riquezas naturales del continente al que Vespucio le regaló su nombre. Papas, oro, plata, cacao y mujeres son sólo algunos puntos en la larga lista de tesoros nativos.

Estas expediciones, las de la conquista, ya no eran dos o tres barquitos maltrechos luchando por mantenerse a flote en el océano. Eran verdaderas flotas, cientos de embarcaciones surcando en ambos sentidos la línea ecuatorial. Ya no eran un pequeño grupo de hombres armando rudimentarios fuertes en las cercanías de la costa, sino ejércitos dominando a los naturales, cartografiando los dominios ultramarinos y creando ciudades por doquier.

Pero la conquista americana fue un movimiento universal, siguiendo a los españoles muy de cerca, llegaron los ingleses, portugueses y demás pueblos que habrían de convertir a América en una gran colonia europea.

Sin embargo, esta conquista no fue, ni mucho menos, pacífica. Las grandes potencias mundiales se arrancaron los ojos tratando de adueñarse del nuevo continente. Hoy en día nadie desconoce las batallas entre las flotas inglesa y española. La sangre corrió a raudales en las aguas de todo el globo. Esto constituyó la lucha por la supremacía económica. El mundo que hoy conocemos y habitamos se forjó a bordo de esos barcos.


Concepción artística de un radiotelescopio en la luna. El plato del radiotelescopio se asentaría en un cráter lunar. Crédito: Pat Rawlings.

Una forma inteligente de dominio era el envío de colonos a las nuevas tierras, para que se reprodujesen y, ya afincados en América, conquistasen extensiones cada vez más amplias. Así llegaron, por ejemplo, los ingleses que fundaron Jamestown.

En la actualidad, el mundo resulta conocido por completo. Toda la Tierra ha sido cartografiada y conquistada. No hay recurso natural que no se explote ni lonja de terreno que no haya sido visitada por un humano. Pero ojo, me refiero a la superficie fuera del mar, porque aún subsisten abismos oceánicos inexplorados, donde habitan formas de vida desconocidas.

En nuestra Tierra mapeada por el Google Earth ya no queda espacio para intrépidos colonos, pero en el espacio sí. La luna, nuestro satélite, es virgen aún. Pero virgen de conquista, no de exploración. Si interpolamos la historia humana en la luna con la historia de la América colonizada podremos darnos cuenta de que poseen ciertas interesantes similitudes.

La luna, al igual que el océano, era en la antigüedad fuente de mitos y leyendas; se llegó a creer, incluso, que la luna estaba habitada por seres similares a los humanos, los que recibieron el apelativo de lunáticos. Y la luna, al igual que el océano, esperó paciente, inmutable, el momento de la llegada, el momento de la exploración. Llegaron los vikingos, llegó Colón, llegó Armstrong, ¿quién llegará mañana?

Los primeros humanos en la luna, fueron tan tímidos como los primeros europeos en América. Un modesto módulo de descenso abandonado en la soledad lunar rememora los primitivos fuertes americanos, construidos con los restos de embarcaciones. Una exploración de 27 kilómetros a bordo de un rover podría resultar similar a la exploración costera de los primeros viajes de Colón. Siempre cerca de la nave principal, eludiendo los peligros. Aunque es cierto que los peligros para los expedicionarios han cambiado radicalmente, para los españoles eran los aborígenes y sus flechas, la peste y el hambre, el mar y los sargazos; mientras que para los astronautas es el vacío y el oxígeno inflamable, la radiación y los micrometeoritos.

Pero son peligros que pueden ser conocidos, analizados y vencidos. Los conquistadores europeos masacraron a los naturales americanos, dominaron la navegación a mar abierto y aplacaron las pestes; en la misma forma, los peligros del espacio son muchos, pero pueden vencerse, no son barreras imposibles de franquear. Como ha sido demostrado.

Y después del descubrimiento y la exploración viene el tiempo de la conquista, y así llegamos al meollo del artículo, al corazón del problema. ¿De quién es la luna?

Cuando los viajes frecuentes a la luna se conviertan, dentro de algunas décadas, en viables y relativamente económicos, ¿quién organizará las actividades allá? Porque una cosa es poner una banderita norteamericana y dar lindos discursos sobre el gran salto para la humanidad, o taladrar un pedacito de luna, pero otra cosa muy distinta sería construir bases militares, hoteles de lujo, plantas industriales y canteras en la superficie lunar. Sí, puede parecer que estoy exagerando, pero realmente es así. Hoy en día, año 2007, ya se están vendiendo parcelas en la luna y se están diseñando hábitats lunares. ¿Con el permiso de quién?, ¿a quién le corresponde la luna? ¿Al que posee la tecnología y el dinero para realizar estos proyectos?, ¿o a la raza humana en su totalidad?

La raza humana no es el G-8, la raza humana somos todos. Desde Ushuaia hasta Alaska, desde Tokio a las islas de Pascua.


Concepción artística de excavadoras removiendo el regolito lunar. Crédito: CSEWI.

Si se realizasen prospecciones en la luna y se descubriesen grandes yacimientos minerales, ¿a quién le correspondería explotarlos? Afortunada o desafortunadamente, en la luna no hay nativos que puedan reclamar derechos sobre su hogar, entonces habrá que decidir cómo repartir todos los posibles beneficios de la luna entre los habitantes de la Tierra.

Y, lamentablemente, no creo que este reparto se realice pacíficamente. Porque al observar el pasado uno se imagina lo que podría llegar a ocurrir en el futuro. Batallas judiciales serían lo más inofensivo.

Se podría argumentar, también, que todos los recursos utilizados para realizar proyectos de gran alcance en la luna han sido provistos por la Tierra, la cual pertenece a toda la humanidad; por lo tanto, las riquezas de la luna son riquezas para todo nuestro planeta.

Además, hay otras fuentes de recursos naturales en el sistema solar. Cientos de yacimientos minerales y fuentes de energía. Los lagos de metano de Titán, por citar un ejemplo, podrían ser explotados como fuente de energía para cohetes. Hoy no hay problema, porque los cohetes pertenecen a agrupaciones gubernamentales, pero en el futuro, cuando los viajes dentro del sistema solar podrían ser administrados por empresas privadas, ¿quién cobraría las regalías de su explotación?


Esta imagen con seudocolor muestra lo que los investigadores creen serían lagos de metano líquido en Titán. Crédito: NASA/ESA/Cassini.

También podría surgir el debate por la independencia en el futuro lunar. Si los hábitats lunares se hiciesen tan perfectos que los humanos que los habiten no tuviesen que regresar a la Tierra por años, y quizás décadas, ¿no podrían estos humanos desear ser ciudadanos lunares? A lo mejor aspirarían a la independencia de la Luna, reclamarían su soberanía y ser llamados lunáticos. Quién sabe, en una de esas llamarían a Cabildo Lunar abierto. Es una posibilidad, quien se afinca en una estancia desea formar patria ahí. Por otro lado, podrían desarrollar un nuevo tipo de organización que desprecie los vicios de la lejana Tierra, hasta el punto de no querer tener relaciones con ella.

Y al alcanzar la soberanía es posible que deseen administrar los recursos de su planeta, impidiendo que las expediciones terrestres usufructúen las riquezas lunares.

Tal vez estamos volando muy alto y lejos, pero no hay que olvidar que aquello que parece muy lejano a lo mejor no lo es tanto. Por las dudas, hay que estar informado.

Leonardo Montero Flores
San Juan - Argentina



            
            

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