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14/may/02



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"La máquina del tiempo", por Marcelo Huerta (Reseña / Crítica)

Nota de Joe: La crítica de Marcelo Huerta revela numerosos pasajes de la película para cimentar la opinión. Sirva esto como prevención para aquellos que deseen mantener el suspense. Con todo, si están decidiendo ver o no ver la película, aunque sea lean los primeros párrafos. Vale la pena

"La máquina del tiempo"

Por Marcelo Huerta (Reseña / Crítica) 


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Titulo:
La máquina del tiempo (The Time Machine)
Director:
Simon Wells
Actores:
Guy Pearce (Dr. Alexander Hartdegen),
Samantha Mumba (Mara),
Jeremy Irons (Uber-Morlock)
Guión: John Logan (sobre la novela de H.G. Wells)
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Hay algo acerca de tener un creador famoso en la familia: parece disparar en alguna gente un deseo de emulación y de mejoramiento de la obra, un deseo de ser mejor que el padre o que el abuelo o, en el caso de la película que nos ocupa, que el tatarabuelo, ya que el director de la película, Simon Wells (co-director de la película animada El príncipe de Egipto), aparentemente quiso hacer una mejor Máquina del Tiempo que su famoso antecesor: Herbert George Wells.

Suele suceder en estos casos que productores y guionistas sientan la necesidad imperiosa de modernizar la obra... una obra que estaba perfectamente bien tal como fue escrita originalmente. La máquina del tiempo no es la excepción. Llena de adaptaciones hollywoodenses y simplificaciones innecesarias, decepciona pese a su intento logrado de ser visualmente sorprendente.

En esta nueva película, el Viajero adquiere un nombre arbitrario (Alexander Hartdegen) y una motivación meramente egoísta para llevar a la práctica lo que hasta ese momento iba a ser sólo una comprobación científica de la posibilidad del viaje por el tiempo: su novia muere y él se transforma de un nerd torpe y distraído en un reconcentrado fanático trazando fórmulas en un pizarrón hasta que logra construir su máquina del tiempo para cambiar su tragedia. Lo intenta un par de veces y fracasa, postulando como una novedad la idea de que el pasado es incambiable (una hipótesis más bien arbitraria y que ha sido propuesta por varios escritores de ciencia ficción, entre ellos Alfred Bester en Los hombres que mataron a Mahoma, un cuento que oportunamente fuera publicado en Axxón). Es sospechoso que se dé por vencido tan rápido, y que decida que viajar al futuro le dará la respuesta que busca, pero los productores confiesan que la crisis disparadora fue algo que consideraron imprescindible para el aggiornamiento de la película. No es lo único absurdo que hicieron, como se verá.

Tras unos breves pantallazos de un idílico siglo XXI, Alexander ve desmoronarse la civilización de esa época debido a la caída de un fragmento de Luna en la Tierra luego de que una explosión atómica la saca de órbita y la despedaza (¿sombras de Space: 1999?). Salvándose apenas de ser víctima del impacto por hallarse en desplazamiento temporal cuando el fragmento se desploma, el Viajero se traslada al año 802.701. Y aquí es donde empieza la parte que más me disgustó de la película.

Lo que más dramática vuelve la historia original de Wells, y en gran medida también la película de George Pal de la década del 60, bastante fiel a los rasgos generales de la historia, es que los Eloi son una raza ingenua, idílica y carente de preocupaciones, que es criada como ganado por los subterráneos, blanquecinos, casi lemúridos Morlocks. La raza escondida conserva la técnica y provee los alimentos y ropa a los Eloi, y éstos han perdido la capacidad de razonar y ejercer su voluntad que les permitiría al menos intentar defenderse de los Morlocks, así como la empatía y la solidaridad (es un punto destacado en la narración de H. G. Wells el relato de cómo un Eloi a punto de ahogarse es ignorado por sus compañeros). En la nueva versión, esta singularidad de los Eloi prácticamente no existe: son una raza sensible e inteligente, si bien primitiva, que vive en unas singulares chozas colgadas de los acantilados (¿por qué razón, si hay terreno arbolado perfectamente habitable en tierra firme?), a los que aún se enseña inglés del siglo XXI en la infancia (!) gracias a los sistemas holográficos que sobrevivieron desde el siglo XXI (!!). Sin embargo, aún son cazados, de día, por unos Morlocks bastante más bestiales de lo que uno esperaría, y sin resistencia por parte de los Eloi. ¿Por qué una raza inteligente no se opone a sus captores? ¿Por qué esa tradición de que los que quedan no deben hablar de los capturados?

Cuando nuestro protagonista va a buscar a la Eloi que lo rescató de sus desagradables captores, se encuentra con que no todos los Morlocks han evolucionado igual: existe una casta superior, pensante y articulada, y que, afortunadamente para la comprensión de los espectadores, habla inglés. El Morlock superior de la tribu (interpretado por Jeremy Irons en lo que fácilmente podría ser el peor papel de su carrera, en los diez minutos más largos que he presenciado) afirma que "luego de la caída de la Luna" (¿cómo? ¿ochocientos mil años más tarde todavía recuerdan la caída?) la especie tuvo que evolucionar en castas para sobrevivir mejor: los que ofician de ojos y oídos, los que son brazos y músculos, y la casta pensante, a la que pertenece él, para cuya reproducción ha elegido a la morena rescatadora del Viajero. Irons nos revela que su casta es telépata y controla tanto a los Morlock inferiores como a los Eloi, para que no se resistan a las capturas. Ahora sí queda claro: un solo telépata controlando a varios miles de Eloi alcanza para evitar que se subleven. Poderoso el hombre.

El líder Morlock ha indagado en los pensamientos de Alexander y le proporciona una respuesta en el mejor estilo de los libros de autoayuda: no se puede cambiar el pasado porque "todos somos el producto inevitable de nuestras desdichas"; así como la Máquina fue originada por la desgracia que sufriera Alexander, y eso impide que sea usada para corregir esa desgracia, el Über-Morlock es el destino inevitable que derivará del propio Alexander (interpreto que se referirá a la raza humana en general, no al inventor en particular).

Invitado a volver sin más que esa respuesta, Alexander lucha contra el Super-Morlock y luego vuelve para liberar a su amiga Mara, y genera una explosión de su máquina para matar a todos los morlocks con la luz misteriosa que anima los álabes del ingenio mecánico; el héroe ha elegido no retornar a su época, y, al lamentar Mara la destrucción de la máquina, responde el Viajero: "No importa, era sólo una máquina". Cierra la historia un recorrido nostálgico de Alexander por los antiguos terrenos de lo que fue su casa, superpuesto a la escena de Philby y el ama de llaves de Alexander recorriendo su laboratorio vacío, y una escena del holograma de ochocientos mil años de antigüedad contándoles la historia de Tom Sawyer a los niños Eloi.

Más allá de la clara implausibilidad de muchos de los pasajes de la trama, me llaman la atención varias cosas en esta película.

* La intensidad del prejuicio "anti-nerd" norteamericano hace que incluso en una película como ésta haya una ridiculización de las personas curiosas e inteligentes: Al principio Alexander es un despistado y desaliñado profesor que usa lentes, se emboba ante el menor artefacto y olvida hasta las menores muestras de afecto hacia su novia; necesita que su novia muera para que su investigación tenga algún sentido; una vez que ocurren cosas en su vida, se vuelve más "sensible" y menos "libresco", y al final, aunque signifique perder para siempre contacto con su civilización, afirma que el singularísimo aparato que le permitió llegar al remoto futuro "es sólo una máquina". ¿Dónde está el Viajero original (o el de Pal, muy parecido), un hombre simpático, chispeante, ingenioso y cariñoso con sus amigos, pero aún así científico y audaz aventurero? ¿Será acaso que para el norteamericano medio no es posible ser inteligente y científico y al mismo tiempo sensible y divertido?

* Parece que creyeron más importante hacer chistes cómplices a la audiencia que tener una trama consistente. Cuando Alexander le pide al holograma del siglo XXI que le dé la información más actual sobre el viaje por el tiempo, éste empieza a mostrarle su sección de Ciencia Ficción, incluyendo la propia novela de H. G. Wells y la película de George Pal; al despedirse, saluda a Alexander haciendo el conocido gesto vulcano mientras le dice "Larga vida y prosperidad", y al salir de la vista por última vez en ese encuentro, puede escucharse la puerta deslizante del turboascensor del Enterprise original. En cambio, cómo hace ese mismo holograma (que recuerda a Alexander al encontrárselo en la época de los Eloi) para seguir funcionando ochocientos mil años después, no se explica en ningún momento.

* La imagen es más importante que la historia o los personajes. La máquina del tiempo se ve muy linda y los instantes en que se forma la burbuja transportadora están muy bien logrados, así como el principio del viaje en el laboratorio. Sin embargo, en ningún momento logra generarse genuino interés por nadie; Alexander es presentado al principio como un bufón torpe y fanático al que ni siquiera el viaje al pasado le sale bien, y produce más risa que empatía; los Eloi son demasiado inteligentes para tenerles compasión por su pasividad, y la supuesta dominación telepática no convence. En especial, Mara es simpática pero no produce otra sensación, y su ¿hijo? ¿sobrino? es un chiquilín curioso y nada más.

* Surge recurrentemente la idea de que hay que introducir una tensión romántica para hacer interesante la historia. (Esto también sucede en la versión fílmica anterior.) Lo que nadie parece recordar es que en la novela de Wells el Viajero dice expresamente que Weena era prácticamente como una niña, y que no hubiera sido lógico suponer un interés romántico en él. ¿Por qué esa manía?

Siendo como soy un purista de los libros llevados al cine, que disfruta la fidelidad de las puestas en celuloide, había tenido mis reservas en torno a la película de los sesentas. Sin embargo, a la luz de esta nueva versión, debo decir que prefiero sobremanera la anterior. Tiene algunos detalles muy propios de la época, pero en general la historia es mejor.

Sospecho que las grandes diferencias se deben a que ambas películas son, inevitablemente, hijas de sus respectivas épocas. Y a la luz de lo que veo, en esta y otras películas (me viene a la mente la remake de El planeta de los simios, donde hasta un director singular como Tim Burton sucumbe a la tentación del adocenamiento hollywoodense), esta época nuestra no me parece la más feliz, en cuanto a la calidad del cine se refiere.

Sería tentador asomarse al futuro y ver qué depara en este aspecto. Pero quizá sea mejor que no existan máquinas del tiempo. Si viéramos que en el futuro estamos aún peor (y no me refiero sólo al cine), quizá nuestro presente no podría ser vivido...

Marcelo Huerta para Garrafex News y el site oficial de Axxón.

Nota relacionada:

Se viene "La máquina del tiempo" (Axxón 14/01/2002)

Fuente: Axxón. Aportado por Joe Garrafex

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